miércoles, 17 de agosto de 2011

4432.- LILIANA CAMPAZZO


Liliana Campazzo, 1959, Buenos Aires, Argentina. Vive en la provincia de Río Negro desde 1976
Docente, de nivel medio, coordinadora de talleres de escritura, talleres de Educación por el Arte, talleres de promoción de la lectura. Durante los años 1989 a1995 fue coordinadora del Plan de Bibliotecas Viajeras de la provincia de Río Negro, realizando todo el recorrido de la Línea Sur con material de lectura y títeres. En el año 2002,2003, dirigió los cursos de capacitación del Plan Jefas y Jefes de Familias en Bibliotecología y Promoción de la Lectura, en el marco de la Legislatura de la provincia. Formó parte hasta el presente año del equipo de trabajo del Plan Provincial de Lectura. En el ámbito privado trabaja en los talleres de promoción de la lectura y escritura que lleva a cabo la librería Don Quijote, de Viedma, por el cual recibieron el Premio La Andariega de la Feria Internacional del Libro en 2001.
Artista Plástica, recibió menciones provinciales en 1990, 1992 en Pintura.
Realizó muestras colectivas en la región patagónica, en 1997 hizo su primera muestra individual Los Venenos, en Viedma. Escribe e investiga sobre la escritura en la región Patagónica.


Obras publicadas: Firme como el acaso- Fundación Banco Provincia de Neuquen 1991
De no poder- Feminaria revista de Creación para Mujeres 1992
Las Mujeres de mi casa- Patagonia Poesía Aisén –Chile 1998
Quieta para la foto- edit. Simurg Buenos Aires 2003
Las voces de escritoras de la Patagonia- Ensayo-
Asociación Culturas del Sur del Mundo Chiloé 2004
Yuyo Seco- Editorial Limón, Neuquén, 2006
Artículos sobre Literatura y Arte en revistas de Argentina y Chile.




Poemas perdidos en las siestas


UNA TARDE EN ESTE BARRIO

La siesta es el centro de mí día sábado.
Aquí en las 1016 el sábado es el centro de la vida.
La murga ensaya el sábado.
Los partidos se juegan el sábado.
Las vecinas sacan a los chicos afuera a gritar.
La radio comunitaria cuelga cumbias en el aire.
Y los muchachos del barrio se ponen desde las dos a preparar
la birra y el faso del sábado.
La tarde del sábado avanza así
no me tiene en cuenta
no entiende que la siesta
es el centro de mi día
no entiende
no entiende que soy yo la que trabaja
de lunes a viernes
que el sábado es mi día de hacer el amor
de poner el lavarropas
de regar las plantas
de dormir la siesta.
La siesta del sábado es el centro
de mi vida.
Ahora me levanto
escribo
que la siesta
que hoy no hice el amor
que el lavarropas funciona bien
y un tipo dice: Aguante las mil eh!!
Terminó el partido
la murga saluda con su redoblante
un chico lleva apretada de la cintura a una chica
todo en ellos dice que se van al centro de su vida
la cumbia final habla de coger toda la noche
y yo estoy despierta
sentada en esta máquina gris que no fabrica poemas
buscando el centro de qué.








La historia de una vecina

La vecina de al lado de mi casa
es boliviana
tiene en su boca un hablar distinto
se enfermó de sangre en la cabeza
me cuenta
que dice el médico que no caminará igual
y que los trabajos los harán los chicos
insiste con las s
las alarga las hace durar
yo sólo veo que mi vecina habla
con una voz que yo no sé.








La Rubia que cenaba en el tren……

Desde la ubicación que me dieron
en el coche comedor
por sobre el libro que levante
en torre para evitar
interrupciones a mi dolor
vi entrar a una mujer rubia
llegaba limpia y fresca
como bajada de una fiesta
los labios rojos
las manos voladoras
su mirada pintada de azul
gasa naranja la envolvía
era todo lo contrario a mi
rubia era
transparente era
liviana
y sonreía
de no sé que
si no están las cosas para andar
así de boca abierta.





II

La rubia recorrió el espacio
y me miró.
Inmediatamente se sentó
enfrente
un tipo vestido para la ocasión.
Se sentó con ella
pidieron champagne
la carta
se tocaron con suavidad
las manos
y se preguntaron
por qué alguien
cena sola
en un coche comedor
y me pidieron
que les sacara una foto.




III

Entonces tuve la certeza
que las palabras
que digo no dicen sólo
lo que dicen
si no que todo
en mi voz
dice piedra.


IV

Viajar en el tren del desamor
sentir todo el aire
que se mete por la ventanilla
del alma
y purifica sus ojos de piedra
la mujer debe saber
hoy
cual es el gramo justo
que pesa en la balanza
es ella o su cuerpo
¿es su cuerpo de piedra?
¿es ella de piedra?
El hombre no se dio vuelta
tras el roce apenas de los labios
si no
de sal
se contaría esta historia.


[http://poetasalvolante.blogspot.com/2007/10/liliana-campazzo.html]



Liliana Campazzo / poetas del sur

El poema se va sin saludarnos
(voces de algunas poetas en la resonancia del sur)
...acotación al margen



Un personaje de la literatura borgeana, Funes, el Memorioso, decía:
“Debo recordar para no morir”
El recuerdo, la memoria, el testimonio, son siempre mecanismos insolentes, revulsivos, cuando se practican colectivamente en una sociedad que necesita del olvido como modalidad contractual para rehabilitarse de su pasado.

Las mujeres sabemos y experimentamos la tendencia a la omisión, ocultamiento y olvido por parte de la sociedad y de nosotras mismas- que es lo más grave- en torno a nuestra historia de luchas y resistencias, así como a nuestra capacidad creativa; pero para que todo no quede en una queja, mi propuesta tratará del sonido, del sabor, del olor de algunas mujeres del sur que en sus fogones algo han preparado para la cena.

Los poemas y las poetas aquí nombradas han llegado hasta mí desde la memoria, y se presentan hoy nada más que para ser recuerdo, testimonio; entrarán apenas y se irán sin saludarnos. ¿Cómo llamar a estas mujeres a la mesa, qué plantear en la conversación, decir qué cosa sobre su poesía?
Irma Cuña lo predijo en su libro El riesgo del olvido
“nací en Neuquén, sonrisa del desierto
y en él quiero dormir el largo sueño”

Marca clara de territorio poético en el que no se teme que la geografía sea “ubicuidad para lectores desprevenidos”, no, es algo más, es horadar en la piedra el lugar de pertenencia sin remilgos, es no poder ser de otro lugar más que de este sur. Desde sus textos la voz poética de Irma Cuña traza una topografía de ausencias y silencios, desiertos precariamente poblados que de pronto, por obra de la escritura, pueden aureolarse.

“Partimos
a olvidar
nuestro dedo de sombra en el desierto.
¡Tanto andar por el aire
para tocar la interminable arena!"

Ausencia y silencio relampaguean rechazados como negación; puestos a hablar en el poema, se transforman en lugares, en espacios identificables y habitables.
En la Pasajera de arena, Macky Corbalán nos dice:

“De los bosques tenebrosos
llevo lo sombrío

de la tarde soleada
su posibilidad nocturna”

Otra vez el espacio abierto/cerrado, esa doble voz que nombra la geografía para definirse y mostrarse, el paisaje que llama al interior. Característica invariable en las voces de las poetas de la Patagonia, el lugar se mezcla con el YO poético y es atravesado por ríos, lagos, mares, mesetas, desiertos, ciudades pobladas de gente que no se siente del lugar. Máscaras geográficas de una misma identidad, fluctuante y excéntrica, cuerpos hechos de ausencias y lejanías.

Un barrio de gente pobre, típico enjambre de trabajadores del Estado, ideado por alguien que ni siquiera percibe la inmensidad donde va a ser plantado, recorre el poema de Macky Corbalán que dice:

“El vecindario vocinglero
ha declinado
con el color del día,
las hojas secas , en desordenada
carrera, se han aquietado
al margen de las calles despobladas,
aquí , algo
le sugiere al alma
que no debiera ser la desolación
el lenguaje universal
ni el tiempo un escondite
del que nadie ha venido a librarnos".

La mezcla de lo urbano recién nacido con la arena y la piedra de la voz de esta neuquina.

En la poeta de Comodoro Rivadavia, Liliana Ancalao, vuelve a aparecer el barrio, el viento de afuera y el viento de adentro, la mezcla de climas y la responsabilidad de ser una habitante de este espacio:

"Señor de los desamparados
no permitas que se apague esta llamita
defendida a puro sol sobre la escarcha

que el colectivo venga pronto
pues la espera
amontona cenizas en la frente
y tengo que apalearlas y hacer señas
y asomar los ojos a la ruta
aunque las venas duden
tironeado
……………………..
que no demore señor
que hoy hace frío
y no llegan los sueños hasta el alma
en el filo de este riesgo
no me culpes
si abandono un segundo la trinchera
y alcanzo a maldecir la madrugada"...

En otra voz, patagónica, marina, chilota, llega la presencia de otros vientos, y en las puertas que cada poeta abre a sus lectores, Sonia Caicheo dice:

"Está abierta la puerta
para que entre el viento"...

Anfitriona se torna su voz para plantear claramente su condición femenina,

"Algo faltaba al fuego
a las rosas de la mesa
y de afuera
La primera lluvia descuajó un ciprés
horadó las esquinas de la casa
otra mano hizo pan
entibió café
endulzó tisanas
y las lágrimas"...

¿Quién fue la de la casa y la domesticidad? Ella, la del pan, o la otra, la del poema; doble la voz y el eco de esa voz en la chilena. ¿Qué teje? ¿Qué entrama, lana chilota o palabras que representan esa lana? El mundo femenino pegado, mellizo, al mundo del lenguaje.

Desde otra isla, Laura Vera, proclama el lugar del margen, margen del margen en espacio geográfico y en espacio de creación, ¿cuál es el lugar de las mujeres en esta nueva poesía patagónica? poesía que no habla desde el costumbrismo, sino que apela a la integridad del sonido de la palabra con una significancia donde el ser es el hacer poesía.

"En el margen del margen
de los márgenes
donde se busca
incesantemente
todo el lugar que es ningún lugar
en una eternidad
de retornos a lo mismo
cuesta
dejar caer
los bastones
dejarse ir de viaje
envuelta en una brisa
sacarle al cuerpo
la crueldad
de ciertos cerrojos estallados
en sangre
acomodar pacientemente
algunas empastadas melancolías
aportar una cuota de lúcida
alegría
una sonrisa al espejo estremecido.
A esta parte del mundo
que se nos va hermanos
que se nos esta yendo".

Todas las voces de la poesía de la isla de Tierra del Fuego a partir de la edición de Viernes de Acrílico , de Anahí Lazzaroni, cambian y dejan atrás la isla de los turistas y fundan la nueva poesía fueguina , allí Laura Vera nos marca los márgenes de una nueva forma de nombrar el paisaje, y como en las poetas de Neuquén , de Chiloé, de Comodoro, nos regala el escenario a partir de la mirada a su interior, la tensión del lenguaje a la intemperie.

Pero donde el espacio es una fundación de la interioridad, sin lugar a dudas, es en la poesía de la incomparable Anahí Lazaroni, desde su primer libro fechado entre 1974, 1977, coincidiendo con un periodo de repoblamiento y migración de toda la región, con el afincamiento de nuevas forma de mirar la Patagonia , ya no el far west, romántico y costumbrista de los buscadores de aventuras y prostitutas, sino un polo de desarrollo económico y estratégico, que muchas veces funcionó como escondite o autoexilio de un fragmento altamente culturizado de la sociedad que vieron las posibilidades que brindaba el lugar y el momento histórico.
Nueva corriente que trajo a la zona las petroleras, las mineras, las empresas de electrodomésticos, que ya no es la Patagonia del paralelo 42, el contrabando y los autos importados, ya tampoco la de las huelgas sangrientas, ni de la Sociedad Importadora y Exportadora, que llamamos “La Anónima”, es otro continente , donde otros gérmenes se están gestando.

Es la nueva versión de la Patagonia donde unas mujeres ponen en letras una forma de ver la inclemencia y la vastedad. Esas mujeres son las poetas que se sientan al calor o al frío y escriben, su eco resuena entre las piedras y hoy amamantan otras voces nuevas. Allí se sitúa Anahí:

"nos vamos
del bosque
sin observar
la corteza de los árboles"…

La capacidad de recuperar el valor de la palabra pues, es tarea de quienes puedan legitimizar el derecho a usarla, en este caso las mujeres y su forma de nombrar el mundo desde la periferia.
Los espacios líricos de esta poeta arman un universo de reflejos de un mundo exterior e imágenes transparentes de nuestra realidad cotidiana.
En 1994 se edita El poema se va sin saludarnos, allí su lenguaje poético se refugia en lo conciso para emerger poblado de significados que se esparcen como un abanico de ecos que buscan su prolongación en el lector:

“Un solo poema
no cambiará al mundo
tampoco
lo destruye”

En otro de sus poemas dice:

"El mar se diluye
canta entre las rocas
averigua quienes somos
y se lleva la respuesta".

Esas somos las mujeres que en la Patagonia escribimos poesía, las que sabemos que pasa con el mar, con la tierra, con la desprotección de los recursos naturales, con la instalación de otra nueva corriente poblacional que intenta globalizarnos, pero seguimos buscando nuestra identidad creadora.

Desde Bariloche la poeta Graciela Cros nos deja otra mirada en la Escena Imperfecta, habla y dice:

"En Ancud

Mujeres hamacándose
en la noche de San Antonio.
Ellas cruzan el aire
asomando sus piernas entre amapolas breves
de sus faldas.
Han sacado sus niñas a lo oscuro
y en el envión parecen alcanzarlas.
Fuman graves los hombres
detenidos frente al negro agujero del océano.

Es enero en Ancud , el mes e las visitas.

¿Quién impone el olvido?
¿Quién propicia el misterio que nos trae
a esta cita?

¿Es el sur?

¿Es el mar?

Nos protege el silencio.
Debajo de los párpados se desliza la espuma.
En esta isla, hoy
Todo sufrimiento se perdona.

¿Quién impone la vida
En la noche del Fuerte San Antonio?

¿Acaso el sur, el mar?

¿Acaso el sur, el mar?
Es redondo el instante, extendida la dicha,
Más allá de sus límites se apura la mañana".

Uno de los poemas mas sencillos y quizás menos intensos de Cros, pero la descripción del espacio es precisa, clara, y nos muestra cómo es imposible no registrar las marcas de paisaje en el poema. En esta poeta se diferencia claramente la huella del lugar, de las lecturas, del camino recorrido antes de ser militante del lenguaje. Allí es donde se pueden percibir las diferentes hebras que van tejiendo este poncho de letras que nos cubre de la feroz helada en el desierto.
Muchas mujeres faltan a esta mesa.
Apenas ecos trae este escrito, apenas hojitas de jarillas, gotas de las escasas lluvias, granitos de arena marina, casi nada de todo lo que se dice en femenino en la Patagonia, pero como decía Octavio Paz, “poesía es la otra voz”, una voz que se ubica en lo moderno, en lo regional, en lo antiguo, en lo universal, que expresa mundos y estratos psíquicos que no pueden ser ajenos a la realidad que nos circunda, que pelea por ser “el antídoto al mercado”.

En esta marginalidad doble de ser periferia y ser mujeres es que se instala este recuerdo, las llamadas de atención que me hicieron las poetas, el collage de fotos que presento y que no es reproche ni reto, tampoco súplica, es acotación al margen, sólo acotación al margen, ya que siempre el poema se va sin saludarnos.



Nota:

(Este texto que Liliana me presta generosamente para Tuerto rey fue presentado en un encuentro de escritores en Esquel, Chubut. No habría llegado a Campazzo sin la calidez de Ariel Puyelli, a él y a Analía, su mujer, les agradezco la hospitalidad sureña. Sandra, 2011).



Liliana Campazzo / A modo de presentación
Algo que tiene que ver con mi forma de sentir la literatura



Un poeta que se llama Luis Hernández dijo:
"Si supieras
que en la poesía
no hay orden
ni desorden"...

Para mí esas palabras significan y representan el trabajo del poeta; el transcurrir de la palabra con el flujo natural del habla de un niño.
Una vez leí una frase que me determinó, es antigua la frase, vieja ya, decía: “mi mesa de escribir está puesta para todos”, yo era chica y los poemas que estaban en ese libro no eran muy comprensibles, eran textos duros, cerrados, metafísicos por poco, pero la frase me daba vueltas y vueltas en la cabeza. Supe que todos podíamos escribir en ese momento.
Con el tiempo aprendí que para escribir es indispensable leer, y los libros fueron, para mí, hogar, son el único lugar donde reino. Elijo un poeta para pasar la tarde, un narrador que me dicta los mares del sur a la noche, cuando el sueño no viene, un caballero en armadura para que me acompañe en un viaje, es lo único que elijo, todo lo demás, la vida, es otra cosa...
La literatura es para mí el lugar de fe, de descanso, de crisis, de sobresalto, de ruido, de silencio, de risas, de dolor, es el lugar de todo lo posible.
Desde esta mirada construí mis talleres, hace mas de 20 años, el lugar de lo posible, para compartir con otros. En esos espacios se lee, se trabaja, se escribe, se piensa, y poco importa si la sangría, o si una bacase subió a una V larga, allí se re-crea el sentido de ser dueños de la palabra y su significado.
Durante algún tiempo se pudieron hacer cosas en el ámbito del Estado, la cultura era importante, la lectura un camino hacia la libertad, hoy sin embargo esos espacios están en lo privado, lamentablemente, ya que esto implica que quien quiera acercarse deba asumir un costo económico que solvente los gastos de un local, de material, y por consiguiente la literatura se convierte en un capital cultural de acceso de minorías.
Y es entonces el momento en que me planteo lo difícil y contradictorio que es sentir el quehacer cultural como tarea social de unión, de comunión, de creación colectiva de otro mundo posible.
Entonces leo, leo libros y leo el mundo, por consiguiente, escribo y cuando escritura cae al papel todo se iguala y cae como ala cobijando.
El arte se agranda cuando es creación del conjunto, el contexto de la obra también es la obra y sufro porque las obras de mis contemporáneos son para pocos, porque ya no hay en cada familia un poeta, un músico, un bailarín, porque los libros se han convertido en bienes materiales para algunos, porque se pone precio a las palabras y no todos podemos pagarlo.
Igual sigo, le pongo la tozudez de mis abuelos inmigrantes y sigo.
Sigo desde mi condición de mujer, desde mi condición de docente con sueldo por debajo de la línea de la pobreza, desde mi condición de ser humano, con todo el universo en caos que eso significa, igual sigo. Me siento a mi mesa y escribo, no sé bien para quién, pero escribo.
No sé por qué.
Siento las palabras como hilos urdiendo las fisuras del cristal.
Creo que no saber es tener una esbozada intuición del futuro.
Especulación en un vasto océano de palabras.
Escribo.
Y leo lo escrito por todos los que antes y después creyeron que se podía nadar en ese océano.



[http://www.tuertorey.com.ar/textos/2011-navegantes/Liliana-Campazzo.html]


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