María Maizkurrena
Nació en Londres en 1962, hija de emigrantes del País Vasco. En 1970 sus padres regresaron a Bilbao, donde ha vivido desde entonces. Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto pero, en vez de dedicarse a la enseñanza, comenzó a colaborar en prensa, escribiendo artículos para el periódico municipal Bilbao cuando lo dirigía Angel Ortiz Alfau y realizando entrevistas para la revista Emakunde y crónicas para la edición vasca de El Mundo.
Por entonces ya había publicado poemas en revistas literarias como Zurgai (Bilbao) y LiteraturaUna temporada en el invierno, que se editó en la colección Adonais en 1990. Con el poemario Tiempo Vuelta del Aire (Premio de poesía Antonio Oliver Belmás ese mismo año) en la Editora Regional de Murcia. (Hiperión, 2000) consiguió el Premio Internacional de Poesía Antonio Machado en Baeza. (San Sebastián). En 1989 ganó el Premio Alonso de Ercilla del Gobierno Vasco con el libro-
En 2006 salió Vuelta del Aire (Premio de poesía Antonio Oliver Belmás ese mismo año) en la Editora Regional de Murcia.
Como narradora, ha publicado la novela corta Adiós a doña Laura (Planeta-Agostini, 2000) y relatos breves en revistas como Paréntesis y Papeles de Zabalanda (Vitoria-Gasteiz)
A finales de los años noventa fue responsable de la coordinación, diseño y maquetación de las revistas de literatura Boletín de Ficciones e Ipar Atea, así como de la colección de cuadernillos Los pliegos del Norte, colección en la que colaboraron Kirmen Uribe, Fernando Aramburu, Jesús Munárriz, Amaia Iturbide y Miren Agur Meabe, entre otros poetas. En 2003 y 2004 diseñó y maquetó la revista Ancia de la Fundación Blas de Otero.
Desde el año 2000 es columnista del diario El Correo.
Además, mantiene en Internet dos blogs, uno colectivo, Poetas Vascos, y otro personal, Bilbao Moon–Luna de Bilbao, ambos con blogger (blogspot.com).
SALA DE ESTAR
Cada tarde se sienta en la sala
desde hace varios días ya. Parece
que se ha vuelto puntual, y el mundo riguroso,
regular como un juguete
mecánico.
Cada tarde la sala se ilumina,
y el rojo denso se hace más liviano
en la tela, en el vidrio, mientras que oro y arena,
en las cortinas ocres,
quieren alzar el vuelo, y abren las alas
como aves que pidieran más espacio.
Cuando llega, la casa se embellece.
La alegría punzante de su breve presencia
llena el lento vacío del sofá,
la arañada fatiga de los muebles
adquiere una pátina gozosa,
los lomos de los libros se inflaman despejando
el camino a la letra promisoria
y en el televisor el silencio es opaco
como un dormir pesado sin imágenes.
Si un niño pasara por aquí
su asombro estamparía
una emoción ingenua y fuerte
sobre esa criatura que arde, pasajera
del tiempo, en la pared, como un fugaz regalo.
Cada tarde, el visitante acude
cuando el sueño remonta y la vida flaquea,
con una invitación que se destina
acaso a la misma conciencia
de las cosas, que el mundo puso fuera
de ellas, y a su lado, para verse
dispuesto así por un designio
cuyo principio ignora.
La ausencia y el silencio
que se esparcen y ceden
cuando desde el umbral las sorprendemos
escapan asustadas
hacia quien las contempla
ejercitando el arte
de la metamorfosis.
Cada tarde la luz del sol despierta
las pobres cosas de la sala y dota
de vida pasajera al decorado
donde el cristal de pronto es un fuego fantástico.
Como si nada faltara en este cuadro,
como si todo fuera real, como si el cielo
al pasar por la ventana le diera un corazón
fuerte y discreto al mundo
que recibe al visitante
y retorna a la nada, dócilmente,
sin un gesto, sin una sola queja.
Poema incluido en el libro Vuelta del aire
(Editora Regional de Murcia, 2007).
I
CORTOMETRAJE
Los dioses desterrados,
hermanos de Saturno,
al crepúsculo a veces,
vienen a ver vida.
Comparten con nosotros
compunción y nostalgia
y sentimientos falsos;
es ésta su presencia.
Ricardo Reis;
traducción de Angel Crespo
FENÓMENOS ATMOSFÉRICOS
Bajo las copas grises
de los árboles sucios
pasa un furor de luz,
pasa el tiempo de junio.
Girando por las calles
igual que el año en curso,
pasa el viento, que arranca
los carteles de junio.
Mezclando con la luz
sus largos dedos sucios,
pasa y barre las calles
la lluvia azul de junio.
Con el barro y el oro
sobre este suelo sucio,
lento andrajo de luz,
se arrastra el sol de junio.
A través de los puentes
y entre los botes de humo
reclama una sirena
la cola de su grito.
El furgón de los muertos
entra por el crepúsculo
y se pierde en las calles
de la ciudad en junio.
Un leve frío avisa
de los trenes nocturnos
que arrastran junto al río
la tristeza de junio.
Yo he perdido mi nombre,
mi edad, mi sexo, el número
de mi portal, mi vida,
mi carné, el nombre tuyo.
No sé a dónde llamarte
ni si estuvimos juntos
algún día; no sé
qué ciudad o qué junio.
No me duele el pasado
ni me inquieta el futuro.
Tú ya no estás conmigo.
Y ya no gira el mundo.
LOVESONG
No quiero conocer
la dicha sin ti. Bésame
y mátame ahora
para que el cielo no
amanezca vacío
sobre los tristes techos
de este mundo ignorante.
Imagino la luz
en esta plaza extraña,
creciendo sordamente
fuera de la ventana
como un frío infinito
sin el alivio
de la muerte.
Mañana
ya no estaremos juntos
así como ahora estamos
y aunque el futuro guarde
algún día improbable
de dicha, no la quiero
si tú no estás conmigo.
Pido morir ahora
junto al olor de sueño
de tu cuerpo inconsciente
como el mundo que ignora
la hondura de mi miedo.
ATARAXIA
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo.
Jorge Luis Borges
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
No le importa a la luz que llena el ancho
teatro de los seres. No le importa
al pájaro que cruza la mañana.
No le importa a la luna que agoniza
sobre el frío claror del día nuevo.
No le importa a este campo de las sombras
ni al río que se va como un tren ciego
persiguiendo el sonido de la vida
a las crueles fosas azuladas.
No le importa tampoco a mi vecina
que canturrea y fuma en la ventana
ni a la ciudad que apaga sus farolas.
Si no te importa a ti, tal vez yo aprenda
la misma indiferencia de la luz.
De la luz sin dolor y sin memoria.
ESPERANZA EN LA NOCHE
La ansiedad, la infinita esperanza
con que aflige la noche, cuando vuelve.
Jaime Gil de Biedma
A veces cae la noche y me parece
que la vida comienza nuevamente.
Como si un sol fulgiera en las tinieblas
de la noche que abre el paso.
Calles de escasa luz por donde huyen
el amor mercenario y los enamorados.
Bares de amarillentas baldosas que despliegan
su modesto escenario.
A veces cae la noche y me parece
que las normas del día se abolieron
y en sorda libertad el tiempo vuelve
para que volvamos a encontrarnos.
O que me aguarda un cuerpo, y es el tuyo,
en un país confuso, entre las ruinas
del tiempo contrariado.
En el país remoto que la noche
trae a las calles sórdidas de siempre
agitando el dolor de la esperanza.
ALBADA
Los hoteles malditos estaban clausurados
pues habían hallado una muchacha muerta
en cada habitación. ¿Adónde iremos
rodeados de muerte y en peligro?
Por los puentes helados se acercaba nadando
la sirena de la policía.
y aquel suelo alumbrado por una luz verdosa,
con flores de papel y monedas de plata
que habían arrojado los huidos,
como hollada tristeza, acogió nuestros pasos.
En las ventanas sucias llama el alba.
¿A dónde iré si tú no estás conmigo
ya ni siquiera en esta pesadilla?
II
UNA MÚSICA DISCRETA
Spesso il male di vivere ho incotrato
Eugenio Montale
MÚSICA DE CÁMARA
La música de cámara del verso,
ésta que suena en medio de los días,
si a veces no nos sirve de consuelo
al menos es discreta compañía.
Una dúctil mordaza pone al grito
que nace en las raíces de la vida,
y de todas las cosas que perdimos
hace al menos discreta compañía.
La música de cámara del verso,
aún cuando a veces, es verdad, chirría
como los frenos de un coche lanzado
contra la muerte, contra la vida,
si a menudo no sirve de consuelo,
al menos es discreta compañía.
LA VIDA ES ESTE RÍO
La vida es este río. Y está quieto.
Tal vez porque es domingo.
Un atroz paisaje hecho
con los residuos del pasado
se extiende en las orillas:
las fábricas inútiles, las grúas
a punto de extinguirse -arqueología-.
La vida es esta ría turbia y triste,
y está quieta la vida, la ría, bajo el cielo
blanquecino, la vida está esperando
algo que la redima de sí misma.
Morir es fácil: cada domingo
se muere la ciudad maldita.
Un poco como tú. Pero al llegar el lunes
-y es lo malo
resucita.
EL CIELO EN LA VENTANA
Sará un giorno tranquilo, di luce fredda
come il sole che nasce o che muore,
e il vetro chiuderá l'aria sudicia fuori dil cielo.
Cesare Pavese
Imagino la muerte en un día de luz
desasida, grande, esa luz que
molesta un poco cuando la jaqueca
amenaza sordamente desde el fondo del cráneo.
Imagino el cielo parado en la ventana
con sus antenas de televisión
y su humedad de patio de cemento,
con gorriones y tejas y nubes sucias
desgarradas por las viejas, hermosas chimeneas.
Y la luz en todo y sobre todo,
fijando, revelando las cosas de este mundo.
Imagino la muerte como algo
que se quiebra en voz baja y restituye
el recuerdo agolpado
a una tranquila indiferencia.
El mundo entonces liberado,
sin odio y sin amor, será una bella despedida.
ENDECHA
La ciudad es tan triste
en estas tardes yertas,
cuando por la memoria
andas como un espectro
escuchando tus pasos
en las calles sin nadie.
Todo lo que se ha muerto
en ti, dentro de ti,
-la vida ilimitada
que pareció posible-
pesa, como una honda
derrota. Y no es fácil.
No es fácil para nadie
porque nadie está vivo
en estas tardes largas
cuando la vida tiene
más años aún que tú
y sabes que has perdido.
Y sabes ya del próximo capítulo
por noticias antiguas de viajeros.
Es el mal de vivir,
en su acepción burguesa,
como un vicio secreto
de la ciudad que habitas.
Displicente y amarga,
prefigura la noche.
III
CIUDAD MUERTA
Borrada juventud, perdida vida
¿en qué cueva de sombras arrojar las palabras?
Francisco Brines, "Sucesión de mí mismo"
ÚLTIMO TREN
Es el último tren. Tiene un techo la noche
negro, liso, perfecto entre los dos andenes.
Tu cabeza está llena de luces y vaivenes.
Viene y se va la luz. Es el último coche.
Este viejo tren verde que la vía se lleva
llevándote con él no volverá, y lo sabes.
La esperanza se ahoga en las desiertas naves
de la noche, y afuera, entre las sombras, nieva.
Personajes de un pardo carnaval, en el último
vagón, bajo las luces eléctricas del techo,
el corazón henchido y el cerebro en barbecho,
marcháis a la derrota. Hace frío. Es el último
vagón. Y no lo sabes. A veces sí lo sabes.
Rodando por la noche, por las desiertas naves,
siempre de vuelta a casa en un día de invierno,
tu adolescencia, amigo, se parece al infierno.
ADOLESCENCIA
El infierno es a veces la memoria,
la estación en la noche, la borrosa
conciencia del lugar, alguna cosa
que, nítida, se yergue entre la escoria:
La tarde se ha quemado en una euforia
perfectamente falsa. En la espaciosa
calle de los deseos, la herrumbrosa
luz del atardecer tuvo su gloria,
pero nada ha cambiado, y la derrota
acecha en el inquieto pavimento
donde una línea gira y luego explota.
Llega el tren. Todavía hay un momento...
Algo puede pasar. Sobre la rota
promesa pesa un cielo de cemento.
LAS PALABRAS HERMOSAS
¿ Quién de todos nosotros no habrá amado algún día
las palabras hermosas?
La belleza, una forma intensa de placer,
y las palabras, símbolos
de un fulgor imposible.
Pues alguien, hace mucho
te mintió sobre el mundo.
Y las bellas palabras hicieron su trabajo.
¿Y qué revolución
podría conformar
un mundo a su medida?
La infancia, que no vuelve,
se ha llevado el secreto de tanta intensidad.
Pero el Niño aún demanda sus tesoros robados.
¿Cómo explicarle
que las bellas palabras no eran la realidad?
CIUDAD DE JUVENTUD
Ciudad de juventud, intensa y triste,
que tan pronto hizo inventario de sí misma,
reflejándose en la página de noche
donde las fábricas rotas eran torres y templos
y esperaban el regreso de Conan el bárbaro
envueltas en música de Pink Floyd -aturdida cortina psicodélica-.
Y nosotros, inofensivos rebeldes
recién llegados de la inocencia,
exploradores de un caduco paisaje industrial,
tomábamos las calles -donde, por cierto,
dejábamos menos basura que los invasores de hoy
y girábamos en un carrusel
de tardes horadadas por promesas inertes.
En el primer pliegue de la memoria
resignada a encontrar su madurez,
los bares de ayer mismo se contraían
como vistos tras el humo de una hoguera,
como vistos por los ojos de un borracho.
Hoy no podría recordar un sólo detalle.
¿Quién se llevó mis Siete Calles
para hundidas en un paisaje destruido,
por donde navegan los barcos bajo un cielo de tormenta,
barcos en la sombra inundada
de la Catedral?
(Una lluvia de tiempo confunde los días imaginarios).
Entonces, cuando hacía inventario de las pérdidas,
y nombraba los pasajes, cantones y escaleras,
no sabía qué lejos llegaríamos a estar
la ciudad y yo de mí. Cómo el tiempo
borra las figuras de los capiteles, y cómo entrega
el espacio que ha frotado con su mano
a otras hordas de bárbaros.
Por mí, pueden quedársela con todo su veneno.
ENCANTAMIENTO
Para Mati
Ahora dame la mano. Los años han pasado
y yo seré tu guía por la ciudad a oscuras.
Cierra los ojos. Piensa que pisamos las duras
piedras llenas de amor que nos han repudiado.
Reino de juventud o jardín clausurado,
es hora de volver a las arquitecturas
ásperas de la noche, y a aquellas aventuras
por las plazas vacías y el puente desolado.
Todo era dulce y fuerte como un licor. El cisma
vino después. A veces, el mundo es una nave
vagando a la deriva en una insulsa marisma.
Hoy retorna el pasado. Ven, conozco la clave
y se abrirán las puertas, se encenderá la misma
luna de los deseos, bella, terrible y grave.
LAS RUINAS CIRCULARES
Vull que llavors recordem, amb un somrís,
les petiteses in la felicitat
s´atarda com un gat dròpol a la falda:
la tendresa en el menjars y els alcohols,
els llibres, amics, espectacles que no
sempre és fàcil déstimar y de compartir.
Francesc Parcerisas, "La edad de oro"
Hasta el amanecer, con la noche a lo lejos,
el contador de historias despliega su relato
en la casa cerrada: es el fuego sagrado
que ilumina los viajes en el centro secreto.
El centro, tan mudable como la misma historia
o igual que una casa que viajara en el tiempo,
guarda un gen de nostalgia y un constante trabajo
por hallar otro centro más allá de este centro.
Hay cosas que regresan y cosas que prosiguen
su viaje hacia la nada, donde un día nacieron
y son las mismas cosas. Y todas las historias
parece que nos llevan a la Ciudad del Mundo
que tal vez se consuma en el fuego, que es único
y es muchos, como el átomo.
Y se acaba el relato.
CONVERSACIÓN NOCTURNA
Este es el eco de una conversación nocturna
que anoto para que alguien lea
y su rumor se propague como una lenta
ola poderosa.
Para hacer de la noche
el tiempo de las fábulas y de las confesiones
una vez más.
Cuando todo es secreto y está defendido
de miradas extrañas,
hablar del tiempo y de la vida,
de lo que sabemos y de lo que nunca sabremos.
En el lugar de las palabras.
EN LA PRIMERA VUELTA DEL CAMINO
En la primera vuelta del camino
la libertad que me han dejado
me parece muy poca,
y poca la que yo me he ido ganando.
Mucha, la que aposté para perderla.
Siento el mundo temblar bajo mis pies
pidiéndome un esfuerzo por juntar
los pedazos del día, los trozos
des asidos y amargos
de la memoria.
Algo en la oscuridad habla despacio:
será tal vez la voz de lo que ha sido,
los amigos que se tragó la muerte,
en mi vida lo mismo que en la tuya,
la ausencia, la esperanza traicionada,
el odio que cortó como un cuchillo
la carne, sin dejar huella ni herida
-y el miedo acumulado como un terco sudor,
miedo a vivir, miedo a decir quién eres-.
Si escuchar estas voces me confunde,
suelo pensar que solamente
hay una cosa
que podría oponerles:
la voluntad de ser humano
y decidir qué cosa es esa,
la voluntad de que el mundo no sea,
también a este lado de la verja,
la selva oscura, la tiniebla,
el festín de los lobos.
Es poco, ya lo sé, y mucha la derrota.
Son las viejas virtudes tantas veces vendidas,
la razón acallada, la libertad escasa...
Algo como un afán de claridad.
Selección perteneciente al libro Tiempo, editado por Hiperión
http://www.enfocarte.com/6.27/maizkurrena.html
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