jueves, 3 de marzo de 2011

3236.- GUSTAVO VALLE


GUSTAVO VALLE. Nació en Caracas, Venezuela, 1967. Es ensayista, poeta y cronista. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Facultad de Humanidades y Educación. Tesis de grado: “Viajes y retorno a una escritura: Javier Sologuren” (1996), con tutoría del poeta y crítico literario venezolano Guillermo Sucre. Fue profesor del Departamento de Literatura venezolana y Latinoamericana en la Universidad Central de Venezuela. Realizó estudios de doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense en Madrid. Es colaborador habitual de revistas y papeles literarios, y otros medios internacionales, entre otras: las Revistas españolas Letras Libres y Cuadernos hispanoamericanos; Sinalefa / Revista internacional de Arte y Literatura (Nueva York). Suplementos Verbigracia y Papel literario (Venezuela), en Revista virtuales: Los Hermanos Chang, Ficción Breve venezolana, Nación Apache, entre otras. Autor con tres libros publicados. En Poesía: Materia de otro mundo (2003) y Ciudad imaginaria (2006). En crónicas: La paradoja de Itaca (2005). Ha escrito un guión de largometraje que permanece inédito, “Hotel Residencia Blues”, y actualmente trabaja en el segundo: “Peones”. Gana con su novela inédita Bajo tierra (2007) 200 páginas. Cuyo inicio es así: “Hay mucha gente buscando a otra gente y eso se siente, de verdad que se siente”. Actualmente reside en Buenos Aires, Argentina.





El mensajero

Un cadáver es ante todo abnegado.
Admiramos su generosidad, su zambullida a todos salpica.
Su apariencia distraída oculta maremotos.
Su maniobra funda mitos: se despieza y desaparece.
Contra la acera o la camilla hace señas, algo avisa.
Pero no hay intérprete para su mensaje.
No hay en sus tobillos mentales un solo grillete.





Entomología I

La saliva es agria como el pan de las hormigas
La lengua ensaya la retórica del zumbido.
Cuando se escucha el trueno del verano, cuando el sol revienta
la costra de los muros.
Las palabras se cuelan en las grietas junto al polvo.
Las palabras son el resultado de algo sutil y sin importancia.
A fin de cuentas, toda boca es el arcón de los besos de una araña.







Entomología II

Cuando el viento promueve migraciones, me hundo en mi propia plomada.
Cuando me rebelo, soy la bestia que el potrero amarra con mecates.
Ni buitre ni alas polvorientas ni nave suspendida en el verano
Volar, lo que se dice volar, es un sueño de lombrices.






Cuando llueve sobre una ciudad imaginaria
sale el sol en la ciudad en que vivimos
sale la pelota a rebotar en el parque
sale el árbol a hablar con el nido
abren sus puertas todos los mercados
bulle en la taza la Grecca crepitante
hay algarabía en los balcones
un carnaval de perfumes en la plaza
la risa de la mujer al mediodía
roba de la iglesia la campana.

Cuando escampa en una ciudad imaginaria
llueve a cántaros en la ciudad en que vivimos
enormes ríos doblan calle abajo
paraguas amenazan orejas y retinas
algo como el destino en los charcos se dibuja
y en la casa de familia
un anciano frente a la estufa
navega en las aguas de su libro.

Cuando muere una ciudad imaginaria
algo muere en la ciudad en que vivimos.

De su poemario Ciudad Imaginaria (Monte Ávila, 2006)





Caracas no existe

Yo no juzgo a Caracas eterna como el agua y el aire
Habrá que preguntarles a las palomas de la plaza Bolívar
a los facundos limpiabotas de las torres de El Silencio
a los taxistas acalorados en las cabinas de los Dodge Darts
a los buhoneros, a los prósperos diputados que salen del Capitolio al mediodía
rumbo a los restoranes, a las amas de casa que regresan de las compras
y han oído en la radio noticias tremendistas
Habrá que preguntarles si Caracas es una ciudad o sólo un paisaje
La puesta en escena del mejor romanticismo
donde sultanes, odaliscas, turbantes, rubíes
juegan bajo los techos de un harem extravagante
metido a mil metros de altura frente al mar Caribe

Habrá que preguntarles a los ancianos
que ejercitan su memoria en los bancos de la plaza
a los chicheros que baten su caldo con canela
a los perros callejeros que musicalizan las noches del revólver
a los zamuros que sobrevuelan en círculos
y dibujan sobre las cabezas sombreros taciturnos
Habrá que preguntarles a todos ellos si Caracas es una ciudad
O solamente una idea

Ciudad imaginaria, Monte Avila, Caracas, 2006



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