EDMOND JABÉS
Poeta egipcio nacido en El Cairo en 1912.
Falleció en Paris en el año de 1991.
Hijo de una familia judía italiana, recibió una esmerada educación clásica francesa. Empezó a escribir muy joven y viajó a Paris en la década de 1930 donde trabó amistad con Max Jacob quien fue su asesor y su guía.
En 1957, a raíz de la expulsión de la población judía por el gobierno egipcio, se radicó definitivamente en Paris, retomó su amistad con algunos intelectuales, y adoptó más tarde, en 1967, la nacionalidad francesa, convirtiéndose en uno de los poetas más influyentes de la posguerra. Recibió el Premio de la Crítica en 1972 y fue nombrado miembro de Legión de Honor en 1986.
Entre 1943 y 1985 publicó "Libro de las preguntas", "Libro de Yukel", "Libro de las semejanzas", "Libro de los límites", "Libro de los márgenes" y "Libro de la hospitalidad". Otros títulos suyos son: "Yo construyo mi morada", "La memoria y la mano", "El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha", y "Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato".
"El libro de las preguntas":
Introducción
El libro de las preguntas es el libro de la memoria.
A los obsesivos interrogantes sobre la vida, la palabra, la libertad, la elección, la muerte, responden rabinos imaginarios
cuya voz es la mía.
Las respuestas que da esta obra, dos amantes perdidos vendrán a leerlas; por mi parte, he intentado, al margen de la tradición
y a través de los vocablos, recobrar los caminos de mis fuentes.
Para existir se necesita primero ser nombrado; pero para entrar en el universo de la escritura, es necesario asumir,
con el propio nombre, la suerte de cada sonido, de cada signo que lo perpetúan.
De un idilio simple y trágico surge un canto de amor que es, a pesar de todo, canto de esperanza. Este canto ambiciona
hacernos asistir al nacimiento de la palabra y, en dimensión más que real, a un ensanche del umbral del sufrimiento que ilustra
una colectividad perseguida, cuyo lamento es retomado, era tras era, por sus mártires.
1963
Dedicatoria
En el cementerio de Bagneux, departamento del Sena,
descansa mi madre. En el viejo Cairo, en el cementerio
de las arenas, descansa mi padre. En Milán, en la muerta
ciudad de mármol, está sepultada mi hermana.
En Roma, donde, para acogerle, la sombra cavó la tierra,
está enterrado mi hermano. Cuatro tumbas.
Tres países. ¿Conoces las fronteras de la muerte?
Una familia. Dos continentes. Cuatro ciudades.
Tres banderas. Una lengua, la de la nada. Un dolor.
Cuatro miradas en una. Cuatro existencias. Un grito.
Cuatro veces, cien veces, diez mil veces, un grito.
-¿ Y los que no tienen sepultura? , preguntó Reb Azel.
-Todas las sombras del universo, respondió Yukel, son gritos.
(Madre, respondo a la primera llamada de la vida,
a la primera palabra de amor pronunciada
y el mundo tiene tu voz.)
Dedicatoria 1
A las fuentes profundas de la vida y de la muerte reveladas,
Al polvo de los pozos,
A los rabinos-poetas a quienes he prestado mis palabras y cuyo
nombre, a través de los siglos, fue mi nombre,
A Sara y a Yukel,
A todos aquellos, por último, cuyos caminos de tinta y de sangre
pasan por los vocablos y por los hombres
Y, más cerca, a ti, a nosotros, a ti.
1. A ti, que crees que existo...
(«A ti, que crees que existo,
¿cómo decir lo que sé
con palabras cuyo significado
es múltiple;
palabras, como yo, que cambian
cuando se las mira,
cuya voz es ajena?
¿Cómo decir
que no soy
pero que, en cada palabra,
me veo,
me oigo,
me comprendo,
a ti, cuya realidad
renovada
es la de la luz
a través de la cual
el mundo cobra conciencia del mundo
perdiéndote
pero que respondes
a un nombre
prestado?
¿Cómo mostrar lo que he creado
fuera de mí,
hoja tras hoja,
donde todo rastro de mi paso
está borrado
por la duda?
¿A quién se le han aparecido esas imágenes
que ofrezco?
Reivindico, en último extremo, lo que me es debido.
Cómo demostrar mi inocencia
cuando el águila ha volado de mis manos
para conquistar el cielo
que me atenaza?
Muero de orgullo en el límite
de mis fuerzas.
Lo que espero está siempre más lejos.(...)
2. Y Yukel habla...
Y Yukel habla:
Te busco.
El mundo donde te busco es un mundo sin árboles.
Sólo calles vacías,
calles desnudas,
el mundo donde te busco es un mundo abierto a otros mundos sin nombre,
un mundo donde no estás, donde te busco.
Están tus pasos,
tus pasos que sigo, que espero.
He seguido el lento caminar de tus pasos sin sombra,
sin saber quién era yo,
sin saber a dónde me dirigía.
Un día estarás.
Será aquí, en otro lugar,
un día como todos los días en que estás.
Será, tal vez, mañana.
He seguido, para llegar hasta ti, otros caminos amargos
donde la sal quebraba la sal.
He seguido, para llegar hasta ti, otras horas, otras riberas.
La noche es una mano para quien sigue la noche.
De noche, todos los caminos caen.
Era necesaria esa noche en que tomé tu mano, en que estábamos solos.
Era necesaria esa noche como era necesario ese camino.
En el mundo donde te busco eres la hierba y el deshielo.
Eres el grito perdido en que me extravío.
Pero también eres, ahí donde nada vela, el olvido hecho de cenizas de espejo.
3. He dado la vuelta...
He dado la vuelta.
He dado la vuelta sobre mí mismo sin encontrar descanso.
Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho:
«Tú no eres judío. No frecuentas la sinagoga».
Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado:
«Llevo la sinagoga en mi interior».
Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho:
«Tú no eres judío. Ya no rezas».
Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado
«La oración es mi columna vertebral y mi sangre».
Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho:
«Los rabinos cuyas palabras citas son unos charlatanes. ¿Han
acaso existido? y tú te has alimentado con sus palabras impías».
Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado:
«Los rabinos cuyas palabras cito son los faros de mi memoria
-uno sólo se acuerda de sí- y vosotros sabéis
que el alma tiene por pétalo una palabra». (...)
4. He aprendido a amar a los hombres...
He aprendido a amar a los hombres en el momento en que aspiraba,
con todas mis fuerzas, a ser amado.
Así aman los judíos a los judíos .
He aprendido a ser un hombre.
He aprendido a hablar pomposamente del hombre.
Así hablan los judíos de los judíos.
Mis palabras, un día, se me hicieron extrañas, y me callé.
(« La historia de mi alma es la de las letras del alfabeto cuya forma ha hecho sensible a mis sentidos el camino
a través del espacio y el tiempo, hasta su unión en la palabra, a la hora y en el lugar previstos de mi nacimiento.
Nunca estamos colocados, en relación con los demás , a igual distancia del lenguaje, porque nos movemos de forma diferente
en esas regiones del corazón y del espíritu que abarcan los vocablos. Estamos cerca o lejos de la verdad de la palabra según la hayamos seguido al pasar o hayamos abandonado todo para sorprenderla.
La palabra es virgen. He asistido a su despertar.
La historia de mi alma es la historia apasionada de mi búsqueda del verbo, donde el universo es el premio de mi pensamiento.»
Reb Gaon
5. El diálogo de las dos rosas
-Así pues, audaz amiga, me desafías en el alma.
-Soy fiel al amor
-El amor sólo se ama a sí mismo.
-Yo soy la vida. Él me pertenece.
-No siempre. Los amantes me ofrecen su vida.
-Los amantes desgraciados. No el amor.
-El amor es la trampa que tiendes a los hombres para vestirte con sus escalofríos,
para alimentarte con sus lágrimas.
-Luz en los ojos, eso es el amor.
-El amor devora los ojos que ven.
-Fría amiga.
-Mi cómplice. -Aquí, señala el discípulo de Reb Simoni,
hubo un largo silencio, luego la voz se hizo suplicante. Entrégame a Sara y a Yukrl.
-No puedo perderles.
-Un día, acabarás cediendo.
-Quizás, una mañana en que esté contenta; en cuanto se me hayan hecho insoportables.
-Aquí, creí oirla reír, observa el discípulo de Reb Simoni. -Tendrás algunas horas o algunas semanas, eso dependerá,
para arrancármelos.
-Cruel, sabes que sufren.
-El amor es mi juventud,
-Tú eres la vida.
-El amor es el dueño de mi vida.
-¿Por qué esas prisas? ¿Tanto te gustan? Te arrastras como una esclava. ¿Estás enamorada?
-El amor no me interesa.
-Entonces, ¿por qué quieres arrebatarme a mis amantes?
-Porque está en el orden establecido y también porque es mi oficio.
-Quemas etapas. ¿Ya no te importa mi placer? Me decepcionas.
-A veces soy tierna con los humanos.
-Por qué?
-Un poco por piedad. Me gusta que me crean buena.
-Estás celosa. Te mueres de amor.
-Mato todo lo que toco.
-Tu cuerpo está ebrio de caricias, tus pétalos están húmedos de besos esperados. Pero yo soy fuerte. Soy tozuda.
Me divierte hacerte esperar.
-Te obstinas en hacerme daño. Pero ten cuidado. Puedo vengarme.
Aquí, me pareció, señala el discípulo de Reb Simoni, que se aproximaron la una a la otra y
que su actitud era desafiante.
-Confiesa que te gusto; que a través de las parejas que me exaltan, es a mí a quien deseas.
Se daban la espalda para enfrentarse poco después con su odio desatado, señala el
discípulo de Reb Simoni.
-Hija.
-Qué amable confesión.
-No me faltan recursos. Me haces daño. Tú lo sabes. Mi deseo me desgarra por completo. Tanto peor. Tanto peor.
Tanto peor. Eso sólo me importa a mí.
-Te desprecio.
-Te amo con un amor imposible. Elimino a los que me impiden abrazarte. Con sus ojos, hago dos tragaluces,
con su cuerpo, un navío perdido. Los más voluptuosos son los más vulnerables.
Debieron transcurrir unos cuantos minutos, observa aquí el discípulo de Reb Simoni,
de los que apenas me acuerdo. Hasta mí llegaban fragmentos de palabras cuyo
sentido no alcanzaba a comprender; luego oí muy claramente:
-Cállate. Me dejas helada.
-Eres la nieve que se funde en abril.
-Soy la fiebre. Soy el sol. Odio el agua, las mortajas.
-Mueres por cada nacimiento. Preparas con talento a los seres, al mundo, para su fin anunciado. Loca que les hablas de mí.
Eres la antecámara. Yo soy el lecho. Tus víctimas me piden socorro. Sus gritos forman un gran collar alrededor de mi cuello. Entonces, surjo entre ellos en mi esplendor inaccesible. Me apodero para siempre de su mirada. Con ella, hago un camino,
hago un arco iris.
-Déjame vivir. Déjame alimentarme con mi vida.
-Déjame, mi rosa pródiga, saborear mi muerte.
Cuando me acerqué a ellas para asegurarme de que eran reales, señala el discípulo de
Reb Simoni, me encontré ante dos rosas abiertas a la avidez de una abeja que habían recuperado su existencia vegetal.
«Yukel, escribía Sara, ¿es verdad que la muerte nos parece hoy preferible al mejor momento que hayamos conocido
en nuestra corta vida?»
EL LIBRO DE YUKEL (fragmentos)
Dedicatoria 2
Tú no sabes si vives. Tú vives.
El camino es corto en el tiempo, largo en el espacio que abarcan nuestros brazos.
El corazón es bueno.
Nuestro amor es una isla. El mar es el campo.
El pan es bueno.
El orden radica en la corteza. El árbol está ebrio de viento.
El sol es bueno.
Tus ojos, lejos del nido. La ola es fuerte en el silencio.
¿Estamos donde estaremos?
Mañana es bueno.
1. La parte del bien
Tú eres rico. La palabra te es dada.
REB ELAIM
(-¿En qué Piensas?
-En la tierra.
-Pero estás en la tierra.
-Pienso en la tierra en que estaré.
-Estamos uno frente a otro y tenemos los pies en la tierra.
-No conozco más que las piedras del camino que lleva,
dicen, a la tierra.
Si el árbol careciese de inteligencia, se derrumbaría.
Si el mar careciese de inteligencia, se devoraría.
El agua obedece al agua
y mantiene al pez.
El aire obedece al aire
y mantiene al pájaro.
Si el hombre careciese de inteligencia, reinaría la oscuridad en todas partes.
Tú darías alaridos por los caminos.
Tú maldecirías a tu prójimo.
Tú aplaudirías el incendio.
Tú cortarías en lonchas delgadas los senos de tu mujer.
Tú arrancarías la cabeza a los niños.
No quedarían ya flores.
Tú llevarías una corona de espinas.
Tú estarías solo, solo, solo;
pues, para ser dos,
HAY QUE SABER.)
Te dejé morir, Yukel. Estaba a tu lado cuando bebiste el veneno. Podía impedírtelo, pero tu mirada no toleraba que yo interviniese para modificar tu decisión. Asistí a tu agonía, en la
sombra. Tú mirabas fijamente la pared. No besaste una sola vez la imagen de Sara.
Bajé las escaleras de tu casa apoyándome en la barandilla. Estaba muy cansado. Temía al día, a la calle. Fui andando
hasta mi morada y, en mi cama, dormí hasta el alba. Empezó para mí
una nueva vida; una muerte malaventurada. ¿Era quizá mi destino denunciar el sufrimiento de que te liberaste suprimiéndote? Pero yo no tengo ni oídos ni boca. Y nada atrae ya a mis ojos.
Tú eras mi respiración, y Sara el grito de mi verdad maltratada. La verdad es semejante a una adolescente. Se puede hacer todo
con ella, pero también se puede hacer mucho por ella. Se puede morir o vivir bajo su ley.
Estaba a tu lado, Yukel, cuando tus manos se aferraban a la sábana. Tus estertores -¿tan débiles eran?- no inquietaban a nadie
en torno a nosotros. Entraste enseguida en coma y te
quedaste rígido pocas horas después. No esperé a que viniesen a llamar a tu puerta. Huí.
Tu amante se marchitó en el infierno de las flores. La demencia, más tarde, la sostuvo. Se diría que sus gritos, hoy, son más desesperados. Manan de su ser dolorido, de ese cuerpo indefenso que el alma vuelve tan transparente como luz.
Se ven sus huesos como un paisaje desvelado por la carne. Se ven los dientes a través de la mejilla.
¿Adónde iré, desdoblado?
Un escritor se evade con los vocablos y, de ellos, algunos, a veces uno o dos, le siguen a la muerte. Un vocablo es primero
una colmena y después un nombre. Dos nombres se disputaban mi corazón y mi mente. Los encontré en la hondo de mí mismo
y su existencia era la que yo había, en las tinieblas, vivido. Como tú, ayer, estoy agotado. Mi pasado está lastrado de expolios,
de persecuciones. Mi pasado inclina la cabeza hacia un respaldo ilusorio, un hombro compasivo o mi mesa.
No tengo ya ambición. Soy el paso abierto de la luz adonde me arrojaste.
«¿Qué es un escritor? , preguntaba a un narrador célebre Reb Hod. ¿Un hombre de letras? No, seguro, sino una sombra que lleva
a un hombre.»
Tú eras ese hombre, Yukel, ese hombre y ese mártir.
Me eclipsaré, en breve.
Volviste de los campos de concentración culpables para consagrarte a tu última hora y mis folios huelen a las cenizas de tu fe.
El libro es un momento de la herida o la eternidad.
El mundo se limita a nosotros.
2. Retrato de Sara y de Yukel en el grito
Manos huidas, aferradas a vuestras antorchas.
El cielo os ha confundido con pájaros.
El nido ha destronado al arco y al árbol.
REB LEZER
Este trazo blanco en la página blanca es el trazo del grito.
Ya no teme al obstáculo.
No le estorba la tinta.
¿Deja el ave una huella de su vuelo?
Tú sigues con la mirada al pájaro.
Aquí, el oído es el orden.
(«El ojo hace ver lo que escucha, lo que cata, lo que
palpa. Yo soy todo ojos en mi cuerpo.»
REB GAMRI)
Y Yukel dijo:
¿Quién sabrá beber en mis palabras?
¿Lo he sabido hacer yo acaso?
En mi libro, en el seno de la soledad,
tu soledad me es, para siempre, debida.
3. En ningún momento describí vuestro rostro
El objeto aumenta el objeto.
REB SAFAB
Yo bailo -Dios es mi Idea.
REB KARAM
«¿Qué es una idea?
Una bailarina.
Sobre una música de circunstancias,
baila.
Aplaudid, aplaudid, hermanos,
el espectáculo.
Las ideas aspiran a complaceros.
Ballet de mi vida.
Ballet de mi muerte.
No provoquéis a las bailarinas. Pueden
ser crueles.
Dadles vuestro amor, hermanos. .
Son hermosas.»
Reb Elamí
«Llevo dentro de mí los desiertos, la arena caliente del silencio. El mar en torno, el mar a lo lejos es, en mis hombros,
el chal ribeteado de flecos que el temblor de la voz en la plegaria ondula.»
Reb Sim
«Dialogo, en mí mismo, con el otro. Reflexión. Pensar es andar tras una pregunta.»
Reb Ivel
«No confundir idea con pensamiento, danza con daga.
-Precisión del golpe asestado, imprecisas respuestas de la víctima.»
Reb Velad
«Sangrienta zancada. Golpeas para avanzar. El pensamiento es cincha y es cuchillo.»
Reb Ladev
Y Yukel dijo:
En ningún momento describí vuestro rostro;
amantes desembriagados, aislados en los días y las noches de mis libros,
pese a que no faltaron pretextos ni ocasiones.
El rostro de la esperanza es una espiga.
El rostro del dolor, un espejo.
4. Diario de Yukel
Era mi calle, mi barrio. Existían antes que yo.
¿Quién robó el joyero? ¿Quién me expulsó de mi lecho de terciopelo?
Oriente es un rubí en la frente de una mujer. Yo era la lámpara
de cuentas del palacio. Soy un pedazo de vidrio en el camino.
REB LAHAN
Dios está adosado al muro venido a menos del Templo.
Ninguna morada, a partir de ahora, será nuestra.
REB NALEH
5 de octubre
Me he mirado al espejo y he visto a un adolescente de ojos más grises que el cielo en invierno
cuyas lágrimas hacían pareja con la lluvia tras el cristal.
Rostro de mi rostro.
Fulano de Tal, soy yo, Yukel
en su alma acosada.
El rehén.
9 de octubre
No pienso en mí. Pienso en mí en los demás, en su hostilidad documentada. Pienso en mí en el amor de Sara.
Un lazo en el que el lazo es el arma.
12 de octubre
Debo perder la costumbre de ejercer mi pensamiento.
Algún día, recobraré mi pluma, mi voz.
¿Sabré emplearlas?
La página blanca es página de paciencia.
Sombra gigantesca.
Sombra de las sombras desparramadas por el mundo.
La noche es una mariposa nocturna en la noche de las lámparas.
Me han venido a visitar mis antepasados.
No tengo, con ellos, en común más que la palabra conservada en los pliegues de la palabra.
15 de octubre
La vida ha adoptado las facciones del enemigo y la muerte mi rostro enemigo.
16 de octubre
Fraternales.
como el hambre con el hambre.
Como la hoja con la hoja.
Como el rayo con el rayo.
3 de noviembre
Pronto, pasaré quizás inadvertido.
Habrán ganado.
6 de noviembre
Cuerpo vulnerable, puesto a la puerta.
El alma posee toda la ciencia del silencio.
9 de noviembre
El mundo es un fanal de memoria.
Estrella, olvido que parpadea.
13 de noviembre
«La boca es el manantial más pequeño, decía Reb Albaglí y sin embargo calma la sed de la
humanidad.»
5. Diario de Sara I
Me duele ya ti te duele por mí.
Hacer daño, lo que puedo ofrecer para una partición.
7 de marzo
No escribiré nada acerca de lo que he visto. Escribo al pie del instante que esquivo, a rastras
de una pregunta preñada de preguntas.
El mar es mi casa.
No escribiré nada acerca de la calle, el follaje del árbol ahogado.
No escribiré nada acerca de la bestialidad de los hombres, la palabra profanada.
Inocente y culpable, distanciada en el corazón y en los ojos de mi padre y de mi madre,
por una resurgencia de demencia
cuyas gradas son las piedras calcinadas.
Sola, en mi terror a mirar por encima de la tapia.
Sola, en mi penumbra obstinada.
8 de marzo
El cielo ha sido restituido al cielo, esta noche. Todas las estrellas han vuelto a ocupar su
lugar.
Me maravillo, pese a que cada una, salida ilesa del fuego, me designa para el exilio.
10 de abril
Tumbas de día.
Mi pena cuenta las lápidas y yo soy el lagarto en los intersticios.
11 de abril
Opongo a la vida la verdad del vacío.
Mis orillas no tienen agua.
No nos debatimos en el fondo del río, sino en la superficie.
17 de abril
¿Es la muerte el gusano en el fruto o es el sol del verano?
El invierno de mi vida cuelga de mis pestañas, de mis labios.
La primavera es nuestra estación interna, la única.
El cielo del alma tiene trescientas sesenta y cinco veces la dimensión del cielo.
Primavera tardía, primavera sorprendida por el rayo.
Por donde paso no hay alameda.
23 de abril
Formo, con mis brazos sumergidos, el arco de un puente improvisado.
¿Pero en qué país, en qué continente?
Hermoso arcoiris cautivo,
¿dónde me es más querido?
Elogiar el lazo, ceñir el signo.
¿Acaso ya no es redondo el mundo?
3 de mayo
Ceder la palabra al alero.
Peligrosamente en pie, como un bolo.
Caigo, con cada jugada.
4 de mayo
Mi sueño leve, mi sueño de corcho tapona mi vida.
Una botella al mar.
6 de mayo
Trato de entender, de aunar mis fuerzas.
Me he encarnizado tanto con mi cuerpo que me he quitado casi todo el peso de encima.
¿Tenía hambre antes de conocer el hambre?
En mi transparencia, como bajo la mancha de tinta, el folio adelgazado por el borrador.
15 de mayo
Un árbol al pie del cual me tumbaré para asociar, merced a sus ramas, el cielo y mi
insensibilidad.
Ser dos en lo mejor del mármol compartido.
16 de mayo
La verdadera muerte se encuentra en un cielo acabado y no en un valle de falsas apariencias.
Yo velo, harta de vigilias.
Tan ruin
Tan abajo.
11 de junio
Dudar quizá sea abolir los límites, girar en torno al dado.
Tierra, tierra donde todo es sencillo.
Dios es la duda.
12dejunio
Libre, engañada.
El agua perfecta negada a la lengua del faro.
21 de junio
Me hubiese gustado ser únicamente un canto; mi vida así habría podido durar.
Pero sí que duro. Ahí duele.
El marfil de una devoción.
Yo soy más dura que la duración
18 de julio
La rada tiene el pudor de una paleta prendada de la madera más que de los colores.
He agotado la espuma, las sobrecargas, las irrupciones.
Después de haber sido de carne, era natural que el mármol tratase de volver a ser mármol.
19 de julio
Partir el pan de los demás para los demás. El mío es pan duro.
22 de julio
Miro largo rato a los seres, las cosas, antes de verlos; después me acostumbro a su presencia
y desaparecen sin hacer ruido.
23 de julio
No el silencio de la madera sino el silencio de la piedra. No la ausencia de la voz que el
recuerdo puede traicionar sino la de la confesión del gusano al limo feraz.
27 de julio
Subterránea, como los veneros.
Y nada, en el horizonte, salvo un venero.
31 de julio
Podemos imaginar un rostro en el vacío; en ese caso el vacío nos llama la atención por su
parecido a nosotros.
¿Es a mí a quien miro de hito en hito?
La sombra es dominada por la sombra, como la mano por la mano mayor.
6. Índice de las estaciones del año
Ella habla de milagro y amasa el pan.
La inocencia la dibuja.
Estrellas laboriosas.
Arañas instructivas.
Nieva sobre la palabra
Nieva para la palabra.
Nieva en la palabra.
Lo maravilloso.
El objetivo de las lámparas
Mujer y fuente
hacen sangrar al agua.
El mendigo cree en
la bondad de los árboles.
Lentas construcciones
de tinta y de metal,
la luz es memoria,
primer vuelo eterno.
Mañana, los enanos
serán gigantes.
La piedra
aguanta
el olvido.
Pero una mota de polvo
puede aplastarlo.
( «Hay una canción en el corazón del águila, pero sus
alas la llevan a otra parte.»
Reb Assayas
«Los esfuerzos del agua son pliegues. Mira cuánta es mi
pena.»
Reb Amhí)
7. Canción de los siete cirios
Ay, ay, ¿dónde mi pena?
Ay, ay, ¿dónde mi vida?
Ay, ay, ¿dónde mi ciudad
y mi Templo destruido?
Están, mujer, en nuestros corazones.
Están, mujer, en nuestros gritos.
Están, mujer, en las horas
doradas de nuestros siete cirios.
Ay, ay, ¿dónde mi vida?
¿Apagada con las siete penas?
¿Apagada con los siete pozos?
¿Apagada con los siete cirios?
He aquí, mujer, tu pena.
He aquí, mujer, tu vida.
He aquí, mujer, tu ciudad
y el Templo destruido.
Resucitados en nuestros corazones.
Resucitados en nuestros gritos.
Resucitados en las horas
doradas de nuestros siete cirios.
Nuestra tierra está en el libro.»
Reb Riel
«Él me dijo:
No tendrás ya manos.
Yo dije:
¿Para qué sirven, ahora ya, mis manos?
Él me dijo:
No tendrás ya labios.
Yo dije:
¿Para qué sirven, ahora ya, mis labios?
Él me dijo:
Serán tus ojos lagos secos.
Yo dije:
Me sé, de memoria, el Libro.»
Reb Forte
9. La palabra profana
El árbol es el símbolo de unidad del universo que
la sombra y la luz reivindican. Es el deseo exacerbado
y colmado que ha regido mi vida y por el que he
penetrado en la muerte.
REB ALOHAI
Es tan viril la voz de nuestros profetas que se
confunde con la, desvahada, de la multitud.
REB AMLED
Primera voz
Allá donde el poema es llevado en triunfo,
el pueblo congregado se apoya en los gritos
como el marinero en la tormenta
y la moza al astil de su amor al viento.
Segunda voz
La fealdad se ha puesto sus zapatos de marcha.
Primera voz
Así pasa el tiempo, túnel interminable.
Así pasa la sangre de un hombre al otro,
de un continente a un continente.
Segunda voz
Noche de festejo en la que muda la mentira.
Primera voz
Los fuegos artificiales, con sus tablillas en los pies,
bailan en el cielo, instante de eternidad.
Segunda voz
La muerte extrae a las plantas sus muelas.
Primera voz
A la mañana siguiente a la orgía, los perros evocados ladran.
Los campos de batallas están cubiertos de encajes.
Segunda voz
¿Cuántos sueños, decid, seguirán obsesionando
a los vivos,
a los supervivientes embotecidos?
Primera voz
Lo natural se burla.
Segunda voz
A toda marcha, el verano de las minas,
el acero de los motivos diferentes.
A toda mancha.
Primera voz
La palabra aún por nacer es una burbuja.
Los cuentos de hadas están comidos por gusanos de luz
Segunda voz
Tantos vidrios rotos, tantas lágrimas
han alzado nuestras lámparas.
El sol se encuentra al otro lado del agua
donde tú estás en pie,
con los brazos cargados de regalos.
Primera voz
Nuestros sinos son rayos de errancia.
Tantas noches pulverizadas, tanta ausencia de lluvia
han modelado nuestras copas;
al otro lado del incendio
donde estás en pie,
con las piernas abiertas.
Los años se han atado el pañuelo al cuello.
El diálogo de las estaciones se ha callado con el torrente.
Segunda voz
La palabra es un olivo.
Primera voz
Nunca cólera
estuvo tan afinada.
Segunda voz
La esperanza empavesa los caminos que la miseria abre.
La embriaguez yace en la calzada en su vómito,
en torno las balas, abejas muertas lejos de las colmenas.
Primera voz
Los nombres de las calles han dejado de velar por la ciudad.
Segunda voz
La palabra es un abeto
surgido, antaño, de las nubes.
Primera voz
El adiós asombra a la mañana.
Segunda voz
Los bosques son páginas de historia,
con flancos de cuchillos,
con perlas de plegarias.
Primera voz
Baile. La llama desvestida de tu traje.
La orquesta ha conocido otras fuentes autorizadas.
El éxodo en el azogue del espanto.
Los hornos crematorios en las consignas severas.
El aire está en todos los labios, aliento perfumado.
Segunda voz
Crepúsculo de las cimas. La aurora no tiene malicia.
Primera voz
El aire está en todas las cabezas, buitre demente
El oro, en cada bolsa al fondo de las canteras.
Segunda voz
La palabra del álamo temblón es hecha pedazos por los tambores.
Primera voz
Poeta de una demorada ausencia, llevado a ver, a verter como
el cielo en el mar. Mi color no viene de mí.
Segunda voz
La palabra del hontanar es profecía del río.
10. Y Mansur recordó esta canción atribuida a Reb Bertit:
«Me dijo:
Mi raza es la raza amarilla.
Contesté:
Yo soy de tu raza.
Me dijo:
Mi raza es la raza negra.
Contesté:
Yo soy de tu raza.
Me dijo:
Mi raza es la raza blanca.
Contesté:
Yo soy de tu raza;
pues mi sol fue la estrella amarilla;
pues me envolví en la noche;
pues mi alma, como la piedra de la Ley,
es blanca.»
DE "EL REGRESO AL LIBRO"
Dedicatoria 3
Allí donde la hierba aspira sólo a permanecer verde y el sílex a sentar testimonio de la separación del agua y de la arena,
el vínculo se vuelve libro y el libro universo.
El regreso al libro es la última parte de una obra que prosigue su camino en profundidad.
A lo largo de un relato que nos hace asistir a la destrucción del amor entre dos adolescentes judíos, sin tomar nunca forma narrativa, personajes imaginarios nos conducen, a través de preguntas y de diálogos, a las fuentes del lenguaje y de la meditación poética, donde «Dios es una interrogación de Dios».
Libro escrito dos veces, en el libro y fuera de él. Doble experiencia donde la condición de la palabra se confunde
con la condición judía, pues «judaísmo y escritura son una misma espera, una misma esperanza, un mismo desgaste».
1. Canción
Al borde del camino
hay unas hojas
tan cansadas de ser hojas
que han caído secas.
Al borde del camino
hay unos judíos
tan cansados de ser judíos
que han caído al suelo.
Barran las hojas.
Barran a los judíos.
¿Vuelven a crecer las mismas hojas en primavera?
¿Hay una primavera para los judíos pisoteados?
2. La soledad es la hierba del exilio...
-La soledad es la hierba del exilio, dijo Reb Acham. Si crees en las flores, crees en la tierra.
-No tengo tierra, respondió Reb Tessie. No poseo, pues, nada.
-Te daré un poco de tierra, dijo Reb Acham, en la que podrás vivir la vida de las raíces.
-Me ha parecido, hasta ahora, que compartía la existencia de las piedras. ¿Acaso eres tan rico,
Reb Acham, como para regalarme un jardín?
-El agua es señora de la arena, Reb Tessie. Extrae tu porción del pozo. El oasis está en la mano
húmeda.
-No tengo desierto, respondió Reb Tessie. No poseo, pues, nada.
-Te daré un poco de desierto, dijo Reb Acham, en el que hallarás agua.
-Me ha parecido, hasta ahora, que compartía la existencia del grano de arena. ¿Acaso eres tan
rico, Reb Acham, como para regalarme una fuente?
-Tú eres la fuente, Reb Tessie. Tú eres el agua arisca y el oloroso jazmín.
3. Yo soy el aliento de mis libros...
Yo soy el aliento de mis libros, como el viento precipitado en el mar. Cada ola es de espuma y de agua suspendida;
todo valor, el que el cielo adopta; pero al alzar la ola, al inventar su forma y su ribete, el viento renace con ella,
recorre a su lado el océano hasta el agotamiento. Su potencia le viene de fuera, pero su voluntad le es propia.
4. Ningún libro está rematado...
Ningún libro está rematado. ¿Tres veces he rehecho yo el mío? El sol se rodea de noche de estrellas y por la mañana
de seres de plumas cuyo recuerdo conservamos.
Leer el centelleo de los astros del sueño, el aleteo y el rapto del pájaro, folio tras folio, ¿no es reconocer a la escritura
la facultad suprema, que ostenta prioritariamente la muerte, de
transformar el mundo, de legitimar la imagen del universo en sus múltiples e incognoscibles cambios?
Prestigiosa carrera de la muerte. ¿Presencié sus comienzos? La muerte celebra la muerte fastuosa o comedidamente.
Toda marcha es premeditada; toda superación está provista de antenas. El muelle une la aguja a los doce labelos de la esfera.
La corona está entre nuestros dedos. La cifra franquea el eco.
5. Las cortinas corridas
Matidez de las palabras, donde Dios habla," sombra bienhechora,
con las cortinas corridas. En la página oscura, la línea prolonga
el pliegue, y el sueño la interlínea.
REB RISSEI
I
-La esperanza se encuentra en la siguiente página. No cierres el libro.
-He pasado todas las páginas del libro sin topar con la esperanza.
-La esperanza quizá sea el libro.
2
«En el diálogo que pretendo, está abolida la respuesta; pero, a veces, la pregunta es el fulgor de la respuesta.
Mi camino está cribado de cristales.»
Reb Librad
Y Yukel dijo:
Si la respuesta fuese posible, la muerte no caminaría junto a la vida, no tendría la vida sombra. El universo sería luz.
La contradicción es el grito del alma descuartizada en el instante. ¿No escribió Reb Sedra: «Éstas son las simientes
para tu campo: una simiente de vida, una simiente de muerte. La
semilla de vida alimentará tu muerte, la semilla de muerte alimentará tu vida»?
(«Acabará por vencerme la muerte. Dios sólo puede socorrerme en la nada.»
Reb Zeilein)
6. Memorable eco
«Y quedó entendido que el eco sería llevado por el difunto eco y la aurora por las alas gigantescas
de la degeneración del día.»
Reb Sefira
Partida. Tú, hijo, te quedas.
Pasan, conmigo, las horas.
Estoy alIado y tan lejos.
Poseo las mañas de la caña,
pero sangro con el eco.
Mañana es tu futuro
y, quizá, el descanso mío.
(Nueva canción de cuna)
7. No me viste...
No me viste
en el momento en que pasaba.
Te refugiaste entre nuestros muros
mientras yo llamaba.
No me oíste
de gruesos que son los muros.
Tus labios murmuraron mi nombre
y fue, de nuevo, la aurora.
U n día para nosotros dos
con el que ya no contaban el año
ni el amor
ni menos aún los hombres.
Un día
solo, como nosotros.
8. La rosa de Jericó
Pongan a secar el húmedo libro.
Volverá a florecer por sus vocablos.
REB AYUM
«¡Huelan mi libro!», gritaba Reb Hamán,
«¿verdad que tiene el eterno perfume de las rosas?»
El grano de arena dijo a la naranja: «Llevaba el fruto en mi seno».
La naranja le respondió: «El mar se retiró mientras tú dormías.
¿Te encuentras más solo sin el grano de sal, tu sosia?
El agua dulce me ha devuelto a ti».
Y el último en llegar dijo:
«Tierra en la que reconozco mi forma de andar,
en la que mis pasos han esperado a mis pasos.
Tierra de la palabra asfixiada, revelada,
presa de la mirada y de las manos promovidas.
Tierra de la paciencia y del naranjo,
del precio de la paz y del peso de la esperanza.
Tierra que me vuelve a ver y hasta la cual he vagado,
sin saber que iba a ella, a mí mismo.»(...)
9. Las perlas de sudor
«Tan cautiva en su discurrir estaba el agua que el sudor
nos parecía una fuente. »
Reb Vetah
La voz quiere el rostro
en que ya no vemos.
Ah, noche bochornosa sin luna.
(Cuaderno de notas de Yukel)
«Te llegó la vez de emprender el camino del exilio. ¡Ah!,
no estabas solo. De modo que caminabas solo.»
Reb Jessiah
«Tierra que abandono,
toda la sal de la vida
está en el recuerdo
que me hará morir .
Sujeto por el fondo
como el barco por el ancla.
El agua es mi agonía.»
Reb Secoth
Universo de mi quehacer en el que, como perlas de sudor en un pecho moreno, brilla la sed, ¿sabré distraer
de la aurora la página por escribir,
por enfriar con palabras precavidas, mejores que el agua bajo la roca?
La muerte posee la suavidad de la sombra. La sed se contenta con su cama.
Escribo mientras se despliega la noche.
Edmond Jabès – L’héritage I – La herencia I
Un poème d’Edmond Jabès, écrivain de langue française né en Egypte et auteur d’une œuvre, selon l’écrivait René Char, «dont on ne voit pas d’égal en notre temps ».
L’héritage I
Edmond-Jabes-photo-Arruro-Patten-fonds-Viviane-Crasson
Il y a toute la nuit à traverser pour arriver au matin.
Lutter contre chaque ombre, non pas en les affrontant mais en les assumant.
Tourner adroitement la difficulté.
Déjouer leurs manœuvres.
Si, pour l’homme, la certitude est un besoin, en soi elle n’est que vague réponse à une avant-dernière question, l’ultime restant en suspense.
…vague, tel un terrain vague sur lequel jamais ne s’élèvera un quelconque édifice, car il tomberait, aussitôt, en ruine.
« Ma plume est honnête, disait un sage. Hélas, les mots le sont moins. »
« Qu’est-ce que la pureté ? –une pure imposture.
« Le mensonge a, parfois, la limpidité de la vérité », disait-il.
Et il ajoutait : « C’est à cause de leur transparence que nous les confondons, la plupart du temps. »
« Qui saurait parler au nom de l’océan ? Qui pourrait se targuer d’être le porte-parole de l’infini ?
« Le caillou ne s’adresse qu’au caillou, mais avec des mots d’univers.
« Ai-je prétendu écrire, mû par mes certitudes ? – disait un sage.
« J’écris parce que je n’en ai aucune. »
« Négation de nos tranchantes affirmations, le désert est question au Tout et horizon du rien. »
Jamais une lame de couteau ne viendra à bout d’une barre d’acier.
Jamais le sable ne reniera le sable.
Edmond Jabès, Le livre du partage
Un poema de Edmond Jabès, escritor de lengua francesa nacido en Egipto y autor de una obra, como lo escribió René Char, “que no tiene una igual en nuestro tiempo”.
La herencia I
Hay que atravesar toda la noche para llegar a la mañana..
Luchar contra cada sombra, no enfrentándolas sino asumiéndolas.
Eludir hábilmente la dificultad.
Desbaratar sus maniobras.
Si, para el hombre, la certeza es una necesidad, sólo es en sí misma una vaga respuesta a une anteúltima pregunta, quedando la última en suspenso.
…vago, un terreno baldío sobre el cual nunca se levantará un edificio ya que se derrumbaría, enseguida, en ruinas.
“Mi pluma es honesta, decía un sabio. Qué lástima, las palabras lo son menos.”
« Qué es la pureza? –una pura impostura.
« La mentira tiene, a veces, la limpidez de la verdad », decía.
Y agregaba: « La mayoría de las veces las confundimos a causa de su trasparencia »
«¿Quién sabría hablar en nombre del océano? ¿Quién podría ufanarse de ser el portavoz del infinito?
«El guijarro sólo se dirige al guijarro, pero con palabras de universo.
«¿Acaso pretendí escribir movido por mis certidumbres? –decía un sabio.
« Escribo porque no tengo ninguna.»
« Negación de nuestras afiladas afirmaciones, el desierto es pregunta al Todo y horizonte de la nada.»
La hoja de un cuchillo nunca acabará con una barra de acero.
La arena nunca renegará de la arena.
Edmond Jabès, El libro del reparto
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