Roberto Meza Fuentes
Roberto Meza Fuentes (Ancud, CHILE 1899 - Santiago, 1987). Poeta y crítico literario del diario "El Mercurio". Publicó entre otros libros: "El jardín profanado" y "Palabras de amor".
CANTA MI CORAZÓN COMO UNA FUENTE
Mi corazón como mi verso es claro.
Hallé en mi sangre férvida el venero
en que ha de constelarse el desamparo
de la rubia mujer que ya no espero.
Hada inefable que doró mis sueños
con la dulzura de su cabellera,
y que guardó en sus párpados sedeños
la visión ruda de mi primavera.
Caen las lunas sobre mi tortura
con una igual indiferencia, fría,
en el silencio de la noche oscura.
Ya la he perdido irremediablemente,
y ante el abismo de la lejanía
canta mi corazón como una fuente.
Palabras de amor
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Empresa Letras, 1932
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1933-01-23. AUTOR: MANUEL VEGA
Hay una edad de la vida –los veinte años- en que el hombre se cree un dios y piensa, con absoluta sinceridad, que es fácil reformar el mundo… Naturalmente, quiere reformarlo a su manera, de un día para otro. Las injusticias, o las que él considera como tales, le sublevan el alma, y sostiene su verdad con el fogoso lirismo del enamorado. Denigra o exalta con igual violencia, y se burla de los términos medios. Es la hora generosa de los grandes sueños, de las aspiraciones ilimitadas, de las censuras sin control, de los aplausos sin reticencias. Momentos de entusiasmo en los cuales el mundo parece pequeño ante la inmensa rebeldía de quien comienza orgullosamente su camino.
¿Quién no ha sido rebelde en la primera juventud? Entonces, hasta los más inocentes detalles externos adquieren inesperada significación. Recordemos un caso. Belisario Troncoso, radical furibundo en la adolescencia, usa diariamente corbata roja. No acepta otro color. Es la protesta máxima, viva, de cada instante del estudiante revoltoso y del joven abogado que no se resigna a ejercer la profesión. Y nunca se resignará del todo. La vida es tan bella… y tan breve. Quince o veinte años atrás, el ponderado “liberal inglés” de hoy día, sentíase ufano de ese insolente trozo de tela que vibraba en su pecho como original bandera de combate. Ahora, cuando le hablan de aquella actitud, la considera sonriente y no sin cierta filosofía. Echa hacia atrás la cabeza, se alisa el cabello y exclama, ligeramente desdeñoso: “Pscht!...”
Diego Dublé Urrutia, Santiago Labarca, Valentín Brandau y otros muchos “leaders rojos” de la mocedad, son otros tantos ejemplos de que los años pasan como un agua, decantando el oro de las ideas.
También el poeta que ahora nos entrega sus “Palabras de amor”, ha conocido los ardores revolucionarios y los sufrimientos que ellos procuran. En esa lejana trinchera de la Federación de Estudiantes, Roberto Meza Fuentes disparaba y laboraba a la vez. Sus campañas cívicas –en 1920- eran ya tan ardientes como sus desvelos literarios. En las páginas de la revista “Juventud” –observa Armando Donoso- comenzó el futuro escritor a delinear sus planes de cultura, sus nobles ambiciones de estudioso… Pero, los años corren sin detenerse, y la madurez, intelectual y física, lo encuentra ahora en plena y brillante labor. Redactor de un diario, crítico de arte cada ocho días, su tarea periodística va adquiriendo consistencia, acendrándose en todos sentidos. Es posible que las rebeldías de antaño se vayan esfumando de su espíritu. No se vive impunemente. Meza Fuentes ha comprendido que no es posible mantenerse en agitación constante y que tampoco es un delito cambiar de opinión.
Su criterio o su ideología, ¿han cambiado en realidad? Lo ignoramos. Sin embargo, alguien le ha reprochado duramente su clara serenidad de artista y su espíritu justiciero en estas horas turbulentas y confusas. ¿Por qué? Las evoluciones personales, si son sinceras, merecen respeto antes que vituperio. Nada obliga a una persona a quedarse en una determinada posición, si ha perdido en las convicciones en que se apoyaba. El camino recorrido por Meza Fuentes, desde la trinchera estudiantil hasta la tribuna periodística, no ha sido breve, ha estado lleno de accidentes, y le ha enseñado, sin duda, muchas, muchísimas cosas que otros –a su misma edad- todavía ignoran y continuarán ignorando tal vez.
Meza Fuentes no ha contestado esos ataques. El poeta nos explica la razón de ese silencio:
“Amé y amaré siempre por el placer de amar:
si doy mi corazón, mi verso o mi cantar,
olvido las heridas que me hicieron sangrar
y los que mi agua pura quisieron enturbiar”.
Este cuarteto denuncia el temperamento del artista que, a despecho de la moda y sus exigencias, ha continuado cultivando su jardín. Las rosas que ahora corta y nos ofrece, son tan frescas y tan bellas como las que cultivaba hace diez años. Tampoco sus sentimientos han cambiado. Conserva sus afectos: el amor a su madre, a los suyos, a la amada que, en sus versos, es fuente de toda ternura. Presiente a esta mujer ideal en todas partes y busca siempre su amable compañía. La necesita. No podría avanzar por los caminos del mundo, sin la luz que ella le ofrece en el claro resplandor de sus ojos:
“Estaba todo tan triste
desde que tú no venías.
En las alamedas de oro
los días grises caían
con el rumor de las hojas
amarillas desprendidas.
El otoño iba dorando
todo de melancolía,
me iba llenando de angustia
desde que tú no venías,
palpitación inefable
que en las cosas se extendía;
todas de ti estaban huérfanas,
sufriendo tu lejanía,
en la actitud de las cosas
las lágrimas se escondían
porque tus pies, jubilosos,
por otra senda seguían,
porque tus manos de seda,
otro pétalos abrían,
porque tu voz encantada
para otros su miel vertía;
todo en redor era triste,
triste, triste el alma mía”.
Panteísmo amoroso el suyo, sin excesos paganos, que le permite cantar al cielo, a las estrellas, a las nubes que pasan, al sol que dora los campos, a las flores que estallan, al árbol agitado por el viento, al agua que corre refrescando la tierra.
En otro poema, con encendida emoción, evoca la imagen de su madre:
“Madre desconocida, yo sé que tus acciones
silenciosas eran más humildes y puras
que ese montón de versos; sé que tus emociones
ignoradas eran más altas; tu amargura
era más santa y mística; más sencilla y buena.
Sé que tus ojos eran más hondos que estos poemas
y sé que tu emoción completa jamás, nunca
quedará en verso alguno; vivirá siempre trunca
tu emoción cristalina. Mi poema más grande,
la esencia de mi vida,
nunca lo escribiré, y aun en mi muerte
se agitará conmigo. Ese poema
será solo una sombra de tu alma,
un fragmento sencillo del inmenso
corazón que latía en tus miradas
y en tus acciones y palabras grandes”.
La angustia del huérfano no podía expresarse más finamente y con más vigor emotivo. El hombre no conoció a su madre, pero el poeta sabe adivinarla, descubre su huella y su delicadeza en la propia delicadeza y ternura de que están impregnados sus versos. Siente que en la emoción honda e inexplicable está el camino que conduce hasta ella.
Las visiones del mundo exterior y los estados de alma son espléndidamente recogidos por Meza Fuentes, en versos claros, armoniosos y sencillos. El juego de las imágenes, a pesar de su riqueza, no rompe el tono constante de sentimiento humano, intenso. Más que poemas, estas “Palabras de amor”, son verdaderos cantos, exaltaciones de un alma clara, que se baña en las más puras fuentes líricas. De ahí la frescura emocional de sus versos.
El poeta continúa siendo fiel a su más íntima personalidad. Solo la manera de exteriorizarla ha cambiado de método. Quizá, salvo escasísimas excepciones, todos los hombres mantienen un mismo ideal y su violenta discrepancia no reside sino en las formas de expresión. Meza Fuentes de hoy, a la inversa del revolucionario de ayer, después de sabias experiencias, ha encontrado para modelar su obra en verdad sustancial y en belleza, el camino de las leyes naturales: la parsimonia de la araña al bordar su red y la lentitud con que la naturaleza hace sus grandes estratificaciones. En una palabra, la serenidad, que es la única que le imprime forma definitiva a las cosas.
Árbol de Navidad
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1940
CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1940-12-11. AUTOR: RAFAEL CABRERA MÉNDEZ
“Canciones de las madres y de los niños”, ha definido el autor este conjunto de poemas enlazado con la Navidad no solo por la inspiración del primero de ellos, que da título al volumen, sino por la cristalina emoción de infancia que brota de todas sus páginas.
“Árbol de Navidad” es uno de los libros que los admiradores del poeta chileno han aguardado largo tiempo. Meza Fuentes debía esta recopilación a sus lectores y a las letras chilenas desde que apareció por primera vez en prensa uno de sus bellos poemas de motivación infantil, en cuyo fondo parece percibirse, alegre o nostálgico, el rumor de las campanas pascuales.
Una transparencia luminosa de la expresión; una singular nobleza del verbo, realzada por la sencillez; una complacencia de la fantasía y de la emoción en las cosas y en los movimientos delicados, amables y gracioso; simpatía y ternura; tales son algunas de las características sobresalientes de este poético “Árbol de Navidad”, que es todo un aguinaldo. Cada uno de sus poemas es un Sésamo encantador a cuyo conjuro desata sus más límpidos caudales el alma.
La edición, muy oportuna, de estos poemas de Infancia y Navidad, está hecha con gran cuidado. Por su corrección y su buen gusto tipográficos, rivaliza con cualquiera buena edición del extranjero. Digna de mención especial es la preciosa portada en colores, un acierto más del excelente artista Lorenzo Villalón.
Cinco romances de la patria
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1940
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1954-12-05. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
El poeta, Roberto Meza Fuentes, nos da en dos libros que acaba de publicar, la definición de apasionantes tendencias: el canto de la patria, sus héroes y leyendas, “Cinco Romances de la Patria”; la nota fina, delicada, cristalina, “Árbol de Navidad”.
Vigorosa entonación patriótica, viva luz sobre las páginas de la historia, campean en los romances de la Patria, Don Bernardo O’Higgins, doña Javiera Carrera y su hermano don José Miguel caminan con gallardía en los pausados y bien pulidos romances que Meza Fuentes maneja con un claro dominio.
El poeta sortea casi siempre los peligros de la prosa que asedian al romancero y si cae en lugares comunes, se levanta con premura y huye del pesado faro.
El romance de Meza Fuentes nada tiene que ver con el del gitano García Lorca, nuestro autor sostiene un dominio personal tanto en el canto como en la forma.
El poeta interpreta la tristeza y desasosiego de doña Isabel Riquelme y canta:
“Hombres marchaban con misterio
niño Bernardo a bautizar
Doña Isabel lloraba sola
bajo el cielo azul de Chillán.
Y el niño que nunca fue niño,
el Director, quiere jugar.
Doña Isabel no dice nada.
De alegría quiere llorar”.
Y de este modo crece el canto, el romance, la voz del poeta que siente con emoción lo que va ahora rimando con cierta elocuencia su inspiración.
La voz del poeta se adelgaza, pero no pierde calidad, y los temas de la maravillosa Navidad de los niños, se enredan luminosos en el árbol de su canto. Y vemos al niño enfermo que va “inmóvil, como un pájaro herido”: oímos rondas infantiles, nace la primavera, cantan los ríos, florece la estrella de los Reyes Magos y por allí se asoma la muerte…
Libro delicado, ingenuo, puro, este “Árbol de Navidad” que el hombre siempre añora y hoy el poeta le entrega para que recuerde sus ya lejanas Navidades.
Fiesta de la primavera
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1940
CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1941-01-08. AUTOR: RAFAEL CABRERA MÉNDEZ
No se recuerda una fiesta literaria de más heterogéneo concurso y, sin embargo, más unánime que el homenaje ofrecido no hace mucho a Roberto Meza Fuentes por gran número de sus admiradores, amigos y compañeros. La diversidad de las funciones allí representadas, con ser grandísima –desde la poesía hasta la estrategia- resultaba corta al lado de la disparidad de los credos y tendencias. Lo más distinto y aún lo más opuesto en arte, en religión, en filosofía, en política mantuvo unas horas –porque en verdad fueron varias horas- de convivencia, de cordialidad y simpatía alrededor del poeta y su esposa.
Hemos recordado ese milagro de unanimidad en lo diverso al leer dos nuevos libros publicados por el poeta. Uno es “Cinco romances de la patria”. El otro, “Fiesta de la Primavera”. En las pasadas semanas hemos tenido varias veces ocasión de definir, en la síntesis a que nos obliga nuestro espacio, las principales características intelectuales y poéticas de Meza Fuentes. Su obra “De Días Mirón a Rubén Darío”, ejemplariza el valor y el método de su labor crítica. Su “Árbol de Navidad” es expresión fiel de su númen poético. En los dos libros de ahora –ambos de poesía- encontramos sus virtudes características: nobleza de inspiración, diafanidad luminosa del verso, elegante y acogedora sencillez. Condiciones a cuyo atractivo nadie podría sustraerse. En esta poesía transparente, armoniosa, tan limpia y tan bellamente conmovida, todos podemos comulgar, así como todos, aún los más distintos, coincidimos en el homenaje al poeta, cuya buena amistad nos unía por encima de cualquiera diferencia.
“Cinco romances de la patria” constituye la interpretación poética de otros tantos momentos de nuestra historia. Son poemas que hablan sobre todo al sentimiento civil de los chilenos.
El libro “Fiesta de la Primavera” reúne los poemas con que el autor celebró las fiestas estudiantiles, poemas ya bien juzgados por los galardones que conquistaron. Se añade una “Canción de despedida” en la que prevalece una emoción a la vez melancólica y varonil, de robusto y tierno acento, rica de imágenes y de honda musicalidad. Creemos que no tardará en ser considerada como una de la más bellas y maduras manifestaciones de la poesía chilena.
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