RENÉ ZAVALETA MERCADO
(Oruro, Bolivia, 1938 – México D.F., 1984).- Ensayista y poeta.
Director de ‘La Nación’ y articulista de ‘Praxis’. Ministro de minas y petróleo (1964). Abogado (1969). Obligado por el exilio, radicó en México donde trabajó como profesor de la UNAM y director de la Facultad Latino-Americano de Ciencias Sociales FLACSO (1976-1980).
A juicio de Augusto Guzmán, Zavaleta Mercado "Es sin duda uno de los grandes escritores políticos del continente; un ensayista revolucionario de su tiempo como lo fue del suyo el peruano José Carlos Mariátegui...".
En opinión de Luis H. Antezana, “en sus reflexiones siempre está presente la inercia del tema sobre el 'poder dual', ese (¿posible o necesario?) paso por el capitalismo (y su democracia burguesa) para acceder al socialismo".
En 1956 ganó el Primer Premio de poesía de la Alcaldía paceña con su trabajo ‘Poemas de la Tierra Paceña’, que en un fragmento dice:
"Mía tu voz en mi camino ahora,
nacida de tu sed y tu premura,
de rezo, tierra y nieve consumida,
origen de mañana y mi motivo...
Me llego a ti y en vano me encamino
lejos de ti, lejos de ti, del suelo
en que te ungió la mano levantina
luz y cimiento en gloria enaltecida,
carrera y vida en las antiguas fuentes,
hija del viento, roca del la espera,
montaña y horizonte sorprendido".
"Mía tu voz en mi camino ahora,
nacida de tu sed y tu premura,
de rezo, tierra y nieve consumida,
origen de mañana y mi motivo...
Me llego a ti y en vano me encamino
lejos de ti, lejos de ti, del suelo
en que te ungió la mano levantina
luz y cimiento en gloria enaltecida,
carrera y vida en las antiguas fuentes,
hija del viento, roca del la espera,
montaña y horizonte sorprendido".
LIBROS:
Poesía: Poemas de la tierra paceña (1956).
Ensayo: Estado nacional o pueblo de pastores (1963); El poder dual en América Latina (1974); Lo nacional-popular en Bolivia (1986).
Algunos versos del
poema “Raíz Perdida”:
“Fue la noche rincón y despedida
musgo de su pobreza enamorado,
ruina que por la niebla levantada
me descubrió el vacío y yo, de nuevo,
recurso de los árboles caídos,
el yo del musgo
el intranquilo en noche
y una paloma muerta en cada mano.
Amaba mi locura junto al nuevo aguacero
a la niebla del cielo abandonado,
y las cruces dejadas ya sabían
la enfermedad de mi mañana
y mi raíz de pino solitario.
El musgo, el musgo hermano
guardaba soles secos en la sombra
evocaba mi muerte y ya sabía
de bares, de caídas y avenidas mojadas,
de mi allá en la montaña y del sencillo sueño
cuando las cosas pobres fueron mías,
tan montañés aquello y yo sin nada!
(…) Desde que no hallo el suelo que persigo,
con un destino de viajero muerto,
la roca seca y triste de mi voz calla,
soy un viajero muerto entre bocinas
y luces que no entienden.
Callada ausencia
de lo que mientras más lejano es más sabido,
y el cielo pesa tanto como el adiós no dicho,
como las cosas que no vimos nunca
pero fueron”.
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