viernes, 30 de mayo de 2014

ROSENDO VILLALOBOS [11.850]


Rosendo Villalobos

(La Paz, Bolivia 1859-1940) Poeta boliviano. De procedencia romántica e influido por parnasianos y simbolistas, a muchos de los cuales traduce, los ecos románticos van extinguiéndose a través de su obra, que acaba en pleno coqueteo con el modernismo. Fue presidente de la Cámara de Diputados en 1904 y prefecto de La Paz; profesor en la Universidad, dirigió la Academia Boliviana. Ya anciano, se le coronó públicamente en La Paz en un homenaje verdaderamente nacional, con asistencia de representantes de las diversas provincias bolivianas.

La evolución de su personalidad poética se observa fácilmente a través de sus libros de versos: De mi cartera, verdadero balbuceo poético; Aves de paso (1889), tentativas poéticas; Memorias del corazón (1890); Ocios Crueles (1897), donde aparece el lírico en todo su esplendor, y Hacia el olvido (1907), cantos sin resonancias, donde el poeta presiente en su desfallecimiento su agonía lírica mucho tiempo antes de su muerte natural.

El poeta, en quien Espronceda y Zorrilla no dejaron de influir, cultivó también el periodismo y se interesó por diversos aspectos de la cultura: otras obras suyas son Documentos para la historia y la geografía de Bolivia, Letras bolivianas: los poetas y sus obras, etc. Algunas de sus poesías más conocidas y estimables son las tituladas: ¡Ha muerto Víctor Hugo! y Tic, tac: a mi reloj. El crítico boliviano Enrique Finot afirma que "con Villalobos, casi puede decirse que desaparece la endecha", lenguaje favorito de los poetas románticos de Bolivia.




Canción

El diáfano cristal de la laguna 
Refleja un rayo de la luna pálida, 
Y en sus ondas, inquieto palpitando,  
Es imagen de mi alma.  
El diáfano cristal de la laguna 
Solloza sin cesar sobre la playa, 
¡Y en las gotas sombrías de mi llanto!.







EN LA BRECHA

Del político afán el ardimiento
Preste calma y mesura a tus acciones;
Pues se deja lo vil de las pasiones
Al que educa entre el fango el sentimiento.

Con la potente voz de tu talento
Ni a otro amengües, ni aclames tus blasones;
Y si forjas un mundo de ilusiones,
No se trueque en un mundo de tormento.

Antes que detractor se justiciero;
Del común interés noble soldado,
Con tu propia ambición se juez severo,

Y, guardián del honor de un nombre honrado,
Ya verás que tu espíritu sincero,
No es a torpe ambición sacrificado.

Mayo, 1886










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