FRANCISCO ALEMÁN PÁEZ
Raíces distales
Cuando se nace en un lugar y se transita de inmediato en otro, puede surgir un sentimiento distal capaz de acompañarte durante gran parte de tu vida, y que sólo se resuelve estando bien atento. Cuando se nace en Córdoba (1963), nace también un estigma de reposo con sabor a siglos y rumor de calles estrechas y empedradas. Pero cuando se crece luego en un continente en miniatura con sabor a sal y rumor de olas suicidas que cumplen su destino acantiladamente, la fuerza es ya demasiado majestuosa. Canarias se hace aposento; poderosa, irreducible. Tuya.
Mi infancia fue abuelísimamente feliz y titatictablemente lenta. Pude soñar en colores leyendo en paz tebeos que luego dibujaba sobre una pizarra de rayas horizontales. Astérix, Carlitos, Pumby y Popeye fueron los hermanos que nunca tuve, y sus diálogos redondos los libros que no leí en aquel entonces. También Chony, mi perro setter de manchas negras, a quien azuzaba a las niñas que me gustaban (curiosa forma mía de mostrar interés…) y a los chicos mayores que abusaban de su edad. En navidad poníamos el belén con el soniquete del Gordo y al calor del brasero, cuyas virutas enrojecía removiendo el picón bajo las enaguas de la mesa. Pedíamos aserrín, buscábamos rocas de carbón, fabricamos árboles con trocitos de ramas insertadas entre rodajas de patata, y cursábamos el río machacando la platina del chocolate Elgorriaga. Y entonces aprovechaba para jugar a los indios cambiando los roles de las figuritas del pesebre. Intuí así que la imaginación sería compañera asible y fiel el resto de mis días.
San Borondón: Playa de las Canteras
Crecí entre las calles de Las Palmas de mi Gran Canaria, entre Salesianos, Pérez Galdós, Martín Freire, zapatillas de atletismo y amores rotos de adolescente viejo. Mi primer contacto poético fue con Machado, a quien encontré accesible pero cuya profundidad sólo aprecié lógicamente años más tarde; también con los “aguijidos y aguijadas” de Francisco Tarajano, cariñoso y buen maestro guanche de lengua y literatura. Luego vendría el ritmo de García Lorca, el verbo de Miguel Hernández, y estrofas sueltas de la generación del 98 y del 27. Me acerqué al lenguaje amoroso de Pedro Salinas y Luis Cernuda, al Cádiz de Alberti, y me impactó Dámaso al sentenciar en “insomnio” que Madrid era una capital con más de un millón de cadáveres. Las Canteras se convirtió en mi playa de rescate y de versos alados; mi isla donde yo –siempre- vivo. Grabé en mi ser su barra de corales y piedras verdinas que impide la entrada a los barcos capitanes, e inicié un maridaje con el mar cuyo compromiso no ha dejado de robustecerse.
Córdoba: Rumor de siglos
En 1981 regreso a la ciudad Omeya, a su rumor de siglos, caparazón de tejas rojas y encalado blanco. La Facultad de Filosofía y Letras, en pleno corazón judaico, me acogió temporalmente compartiendo estudios con los de Derecho, que finalicé cinco años después bajo el claustro de Puerta Nueva, con premio de Licenciatura. En 1987 inicio la carrera académica como Profesor Universitario. En 1991 obtengo el Doctorado, a cuyo estudio conceden premio extraordinario y el nacional del Ministerio de Trabajo. Pero el encorsetamiento de las leyes y su fagocitación anímica reactivaban mi necesidad de hacer eventuales paréntesis de rescate. Demasiada gramática clónica a fuer de pentagrámica. Comencé entonces a testar ológrafamente mis primeros sentimientos con poemas que iba guardando en una carpeta azul desteñida y que, a veces, enviaba a algún destinatario. Me recreé en Neruda, descubrí a Benedetti, y me dejé influenciar todo lo posible, y más, por Ángel González.
Voces y palabras fiduciarias
En 1995 hice una incursión operística en el Coro del Gran Teatro. Nabucco, La Hija del Regimiento o Cecilia Valdés me descubrieron nuevos registros, pero supe pronto de mi necesidad por una música mía e inmediata. En 1997 publiqué mi primer libro: “Historias y Lugares” (Editorial Plurabelle), en realidad un rito iniciático como escritor y un esfuerzo de desnudez como aprendiz de poeta. También en ese año decido acompañarme en solitud autodidacta con la carrera de Sociología y, algo más tarde, con la de Ciencias Políticas, las cuales, una vez finalizadas, me ayudarían a comprender mejor el escenario de lo efímero y de lo perdurable. En 2003 publico el poemario “Trazos de Aire” (Editorial Anna Livia) retomando el objetivo de acompañar el lenguaje literario con mensajes visuales, pictóricos e incluso fotográficos, en un intento de hacer del libro un poco algo más que palabras escritas. A raíz de ahí contacto con el escenario literario y poético de Córdoba, con su riqueza plural y mezcla de particularidades heredadas. A “Trazos” le siguieron “El Reino de la Acracia” (Colección “Las Uvas de la Viña” –nº2- Córdoba, 2005), el compilatorio “Tres poemas” (2006), así como algunos recitales poéticos y musicales en escenarios de dicha capital y en Las Palmas (v.gr. “Timplísimo”, Jazz Café).
En 2007 publico “Sistema de contingencias” (Editorial Almuzara, reeditado y ampliado años más tarde por la Editorial Reus), esto es, un meta-relato corrosivo sobre los efectos del desamor escenificado en un hospital imaginario donde los pacientes ingresan para sanarse de una circularidad fáustica y recurrente. En el 2008 me acredito como Catedrático de Universidad, también intervengo por primera vez en Cosmopoética, paréntesis vital autojustificativo entre un caudal de trabajos y hojarascas profesionales que derrubian un tiempo siempre provisorio.
Durante este tiempo, empiezo a colaborar en Antologías Poéticas, Recopilatorios y en propuestas variadas que van dejando una estela de retazos literarios dentro y fuera de Córdoba.
Recientemente, en el 2011 ve por fin la luz el poemario “Coeficiente de Asociación”, acompañado de un CD anexo al propio libro con recitación personal de los poemas y melodías de Larry Louis, así como de un DVD con cuatro montajes en video performativos de sus fragmentos (con guión personal y elaboración magistral de mis Habaneros Ateigh Design).
Hoy mantengo, en fin, proyectos breves de oxígeno fresco, y si no los invento cuando puedo y deben; "natura naturante y naturada"
DE: Coeficiente de Asociación Año: 2011
DESVIACIÓN TÍPICA (3)
Te vas sin haber llegado,
Sigilosamente [de puntillas]
Te alejas cuando estás más cerca
a menos de dos metros de llanto.
Pero vuelves sin haberte ido,
sin haber partido del hambre
donde la vida
no sabe.
Lo haces sigilosamente [de puntillas]
[sin dejar rastro]
con un halo de tiempo
que asfixia
lo que no debe.
Vas y vienes
en tu Vals de amor
que amor quiere
amor fuere
muere, sufre, duele, teme
y en desamor ama
(3)“Medida de variabilidad por excelencia; refleja la dispersión de las puntuaciones con respecto a una medida de tendencia central”
SIGNIFICACIÓN ESTADÍSTICA (4)
Cuando la sombra sea más sombra
o el alma sea carne antes que alma
podrá acercarse, cóndilo, en forma de sí.
Dará sentido a fuerzas contenidas
que aguardan ónticas
en el hórreo de los días.
Permanecerá entre nosotros,
entre la vida, haciendo
cómodos los momentos
que vuelven anclados del futuro.
Impregnará el saludo,
la mirada esquiva,
el roce, la impaciencia
hasta el primer beso, después,
quizás, la calma.
Confirmará el “sí quiero”,
brindis, viajes, carencias arrastradas,
flancos vulnerables, hasta esa ingravidez
extraña del silencio.
Inundará la risa sin forzarse,
probablemente mil amaneceres,
noches diurnas en la amnesia
consciente del espejo.
Luego –siempre luego- entablará alianzas
con lo habido, la amistad, el cariño y el afecto
predisponiendo los conceptos.
Pero una tarde -siempre una tardevendrá
una brisa hasta la mente que el corazón dormita
y retará el retorno hacia otras sombras,
otras almas u otras carnes,
con el arrepentimiento como opción irremediable.
4“Posibilidad de que la asociación entre dos variables responda al azar y pueda no existir en el conjunto de la población”
EL REINO DE LA ACRACIA
Aquella mañana soplaba viento de poniente.
Era la tercera vez después de nueve intentos.
Había que apresurarse en soltar todas las amarras,
y seguir el humo azulverdoso de las hojas nocturnas.
Tenía un astrolabio para ver el firmamento,
un mapamundi con dos cruces señaladas,
un cuaderno de bitácora de páginas blancas
y una antigua brújula con imanes alterados.
Zarpó valiente, sin la rosa de los vientos,
hacia el lejano Reino de la Acracia.
Dejaba atrás la tierra seca y sudorosa
que sus manos daban cuenta desde la cuna temprana.
Pabellón anónimo, marcaba el rumbo
con un corto pentagrama de cosas hechas
que musicaba en susurro las voces armoniosas
de mil sirenas marineras.
Cuentan sus cánticos que el reino es un vergel
casi desierto, de tiernas aguas transparentes
que ablandan los labios cuando, a veces,
te acercas.
Dicen que sólo llegan
los náufragos enajenados
por acumulación de ausencias.
Dicen que allí andan poetas desnudos,
pintores que cantan, almas
que hablan de veras.
Dicen que al llegar preguntan
las fórmulas magistrales para salvarte
y, si no, te echan.
DE:
TRAZOS DE AIRE
SURCOS
El rostro se hundía en sí mismo
amablemente, concierta incógnita
de presencia delatable.
Perdía la textura de los primeros años,
el brillo terso, al sabor anaranjado
de diez risas inocentes.
Acantilados minúsculos, poseedores del tiempo,
agrandan su estela en pómulos y esquinas,
cualquier vericueto sondable.
Redes apiñadas al lienzo de las horas.
Tacto rugoso de montículos cansados.
Un paso hacia siempre.
Un algo, delatador, del riesgo de la vida
LA ISLA DONDE YO VIVO
La isla donde yo vivo es verde picón pequeña.
No aparece en mapas ni cartas cartográficas
rodeada de volcanes, acantilados y riscos
que hieren las aguas cuando se acercan.
Allí arribaban libremente las hojas
sólo con mostrar las manos abiertas.
Ahora tiene puertos de nostalgias hundidas
tras una barra de corales afilados
y un faro solitario que gira en sí mismo
errando el rumbo de los barcos capitanes.
La isla tiene una playa donde las olas no hablan
donde la risa nada, hace castillos y almenas,
donde la arena acurruca alcobas calientes
y los pies se hunden sin dejar huellas.
En el centro hay una roca donde repta la niebla
custodiada por tres árboles que me alimentan.
En el centro hay una lámpara dentro de una caldera,
un atril y una pluma que a diario me esperan.
Y del centro fluye un riachuelo temeroso
que pronto busca la sal debajo de la tierra.
La isla donde yo vivo crece muy pequeña.
Emerge despacio en las bajamares
y cada vez que la llamo con una caracola
que sopla sus sueños sobre las mareas.
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