Primož Čučnik
Nacido el 1 de junio 1971 en Ljubljana, República Federal Socialista de Yugoslavia (actualmente en Eslovenia)
Es un poeta esloveno, editor y traductor. Estudió filosofía y sociología de la cultura en la Universidad de Ljubljana y trabaja como redactor en la revista literaria "Literatura".
Ganó el Premio de la Fundación Prešeren en 2008 por su colección de poesía "Delo in dom" y el Premio Jenko en 2011 por "Kot dar"
OBRA:
Dve zimi (1999)
Ritem v rôkah (2002)
Oda na manhatanski aveniji (2003)
Akordi (2004)
Nova okna (2005)
Sekira v medu:izbrane pesmi (2006)
Delo in dom (2007)
Kot dar (2010)
Tendríamos que grabar estos días
con todas las cámaras y todos los micrófonos
que tengamos a nuestra disposición
Quizás entonces comprenderíamos
que fueron “los días de nuestras vidas”
Si bien nadie los votó ni hubo coaliciones
que los apoyaran o rechazaran
todo quedó en manos del viento
de árboles agitados y de algunas ramas
que se desprendieron de las sombras
se hicieron claras, reverdecieron de la luz
se afirmaron con una determinación realmente increíble
y se acallaron en movimientos, en seducción del viento
Así que no preguntes
si te puedo brindar algo semejante
porque no conozco la respuesta
aquí estoy para ver
y rodeado por flexiones
que empujan al silencio o alimentan con su ruido
tal vez es un intento de abrir la boca, decir algo
¡Hay tanto en ese momento!
con eso de que la sombra, en algún lugar afuera, signifique paz
quier decir paz así como nos tocamos
o jugamos con los dedos en nuestras palmas
entrelazadas, pronto está todo aclarado
Quizás luego comprenderíamos
que nos hemos encontrado esta mañana y que esta noche
nos despediríamos al oscurecer
bajo la amable luz de la luna
con esta preciosa cadencia elegíaca
de que nadie votó a favor de estos sueños o cualquier otra
traición, culpa o derrota
Quizás deberíamos tomar nota de ellos
como aclaración así nomás y por sí solos
como los días de nuestras vidas
"Ventanas Nuevas", Ediciones Gog y Magog, 2010
Buenos Aires. Traducción: Pablo Fajdiga
Los ciclistas
Quién los habrá mandado a girar
bípedos pedales y a sonreír en un día de mayo.
Quién circuló con ellos en un día perfecto
y rebotó como un destello en
los cuerpos brillantes encajados entre los rayos.
Planetas que entre ellos se mueven de lejos
sin gravedad, en cámara lenta,
o muy rápido, como una reacción apresurada,
inscrita en una película muda
– una prueba de amor.
Vendedores en negro de frutillas y cerezas.
Borrachos, antes de que la temperatura supere los treinta.
Ancianas ocupadas con la pensión
y bancarios de cuello blanco ocupados con las ancianas.
Peluqueros al aire libre, músicos callejeros o
mozos con trabajo temporario en bares, y policías,
ocupados con el orden público y los músicos barulleros.
Buscadores de la paz y de la paz privados.
Una vendedora de ramilletes & aquellos que «no, gracias» agradecen.
Skaters con ropa holgada & basureros de naranja y verde.
Quién (los) envía en la oscuridad a girar la rueda dentada,
a los que misteriosamente saben,
tal como se refleja en sus rostros.
Uno u otro o quizás todos a la vez,
llamados de trescientas maneras
diferentes a enviar postales
de la ciudad que abandonan
a la ciudad que se dirigen,
forasteros expuestos al sol,
aquellos que dan dinero y aquellos que lo quitan,
aquellos que planifican y aquellos que se encuentran
en el instante que se abre –
en una prueba indolora.
Cada uno tiene su explicación y
los usuarios de la vía pública tendrían la suya.
Los diarieros, que reparten consejos incluso
en su tiempo libre, y los especialistas de la alimentación sana,
los viejos creyentes convenciendo a nuevos conversos,
una hoja de diario pisoteada en el suelo
y lo que se ve en la borra de café,
lo que se extrae de las cartas,
lo que se oye en la nave de la iglesia
y lo que está clavado en las paredes de la subcultura.
Andan en bicicleta,
en la suntuosidad de una leve ebriedad. Sobrios,
con dioses en el manubrio y con bolsos,
serpentean entre los caminantes.
Golpeados por un choque,
sin lesiones, sólo a veces con las horquillas
dobladas y una cámara perforada,
conductores de una leve ebriedad.
Pero el viento,
que sopla alrededor de las perneras con clips,
dará una respuesta diferente.
Apoyándose en los cuerpos sentados quiere
que se levanten.
Que se apoyen con todo su peso en los pedales
y que lo corten.
Eso quiere el viento de cambiantes direcciones
que les sopla en el pecho.
El impredecible viento solar.
Trae el invierno y tiempos difíciles para los ciclistas.
Todo lo torna en una cuestión sobre su ausencia.
Las muchachas los echan de menos y los niños
no saben qué hacer con sus chupetes y sus ojos de asombro.
Los punkers creen un su inminente venida
y los raperos los usan en las rimas.
Las abuelas remiendan las cadenas
para un nuevo período en el paraíso –
el zigzagueo entre los peatones,
el emparche de cámaras, el chillido de los frenos –
el intento de pedalear en la oscuridad
"Ventanas Nuevas", Ediciones Gog y Magog, 2010
Buenos Aires. Traducción: Pablo Fajdiga
PRIMOŽ ČUČNIK. RECORRIDOS POR GEOGRAFÍAS REALES E INVENTADAS
ARTÍCULO DE: XAVIER FARRÉ en "La Náusea"
Ljubljana es una ciudad extraña y familiar a la vez. Uno pasea por sus calles y tiene la sensación de encontrarse en una pequeña reproducción de otras ciudades que formaron parte del Imperio Austrohúngaro, o de esa Centroeuropa que nadie llega a saber definir, aunque Joseph Roth nos mostrara una y otra vez su decadencia, aunque la hayamos convertido en un mito donde una vida, una sola vida, es casi imposible. Y Ljubljana extraña en sus calles, muchas veces solitarias a plena luz del día. Su plaza central no lo es en un sentido canónico, es más bien un cruce de caminos, con el Trimostovje o Los tres puentes, obra del arquitecto que transformó la ciudad, Jože Plečnik, y con la estatua de France Prešeren, el gran poeta romántico que hizo renacer la lengua eslovena para la literatura. De ahí seguramente la gran devoción que en Eslovenia se tiene a los poetas, de ahí tal vez la gran proliferación de poetas a lo largo de todo el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Ljubljana es una ciudad de poetas. Y las veladas poéticas se suceden a un ritmo que parece tan natural como citarse para tomar un café.
En una de esas veladas conocí la voz de Primož Čučnik, uno de los poetas más conocidos y valorados de lo que ahora ya es la generación media. Una barba de tres días que parece eterna, unos ojos que rehúyen el contacto directo con el público, pues se deben al lenguaje, a las palabras que llenan las páginas que trae para leer. Es una timidez que desaparece cuando entran en escena los poemas. Čučnik lee rápido, casi sin pausas, imprime un ritmo que desestructura la forma como los poemas aparecen escritos. E igualmente nos lleva a momentos de confusión cuando, por ejemplo, titula un poema soneto, y aunque tiene los 14 versos de rigor estructurados a la manera italiana, dos cuartetos y dos tercetos, el poema carece de rimas, no es un soneto clásico, hace que estalle en otros significados. Y Čučnik simula ser como la ciudad que lo ha visto crecer, extraña y familiar.
SONETO
Discúlpame por ser poco atento
los elogios de tus semejantes es lo que más cuenta
el amor es un país veloz en bicicleta
y la guerra sólo terribles noticias en las lenguas
bajo los abrigos se desmigajan trocitos de piedras
a ti no te observa la debilidad de nadie
pero intenta hacer lo que te complace
el miedo es el forjador del dinero ajeno
el cuerpo es una cámara llena hasta arriba de aire
el universo es una prisión sin aire de la mente
quien muera ya no dirá ninguna palabra más
es la guerra sólo una noticia terrible en los labios
si cada uno hiciera lo que le hace feliz
el cambio es un país veloz en bicicleta.
La estrategia en muchos de los poemas de Primož Čučnik revela la búsqueda de la extrañeza, de la sorpresa en el lector, hace que los elementos que pueden excluirse formen una nueva realidad. Čučnik construye un mundo nuevo partiendo de elementos conocidos, recordamos la tradición, recordamos los poetas anteriores a él y seguimos hacia adelante en una nueva geografía de las palabras. Su centro no es el centro de la tradición legada, su soneto, como hemos visto, no es un soneto, es un cruce de caminos, como Los tres puentes en la plaza de la ciudad. Los versos son espadas que hienden el pensamiento, cada una separada de otra. Son hilos desunidos, como si procedieran de madejas diferentes, y el resultado aparece en la mente del lector que los une y los transforma en una madeja nueva que vuelve a desenrollarse una y otra vez a cada nueva lectura.
EN ESTE CASO
Estoy seguro de que sobre todo
debes confiar en la fantasía y en los senderos
a los que te llevan desencaminados la lengua.
Él lo sabría – de todos modos
es más razonable que nosotros, tal vez el único soporte.
Cuando vas por el desierto, necesitas agua
y piezas de recambio para el motor de tu jeep.
Así pues, coge todo lo que está en este diccionario
Y lo que no está. Tal vez lo necesites.
También más tarde, cuando ya no estés –
visiones de cometas sobre las dunas
y brillarán las estrellas.
Primož Čučnik es un poeta del presente visible, sus poemas acaecen en un aquí y ahora que se hacen patentes al lector. Así pues, Čučnik no pertenece a la estirpe de los poetas elegíacos, no le interesa saber dónde han desembocado los restos del pasado, ya que es el presente quien impone el ritmo de la observación y de la reflexión. Y la manera de expresar el presente que tiene el poeta es nombrando, relatando, detallando. De lo general al particular. Basculando entre dos polos. Dos polos que se alternan en su poesía a todos los niveles. Como el monólogo dialogado que se encuentra en la base de muchos de sus poemas. El poeta se dirige a un tú, habitualmente femenino (aunque en algunas ocasiones es a la misma voz poética a la que se dirige) y entabla un diálogo en la ausencia. Como si para nombrar el mundo fueran necesario dos observadores, quien dirige la acción y quien la recibe. De ahí las construcciones deícticas (tanto personales como de tiempo), las frases lapidarias que se convierten en los límites del conocimiento, del lenguaje, del mundo observado (el componente filosófico en la poesía de Čučnik es muy importante).
EL PRIMER CANTO
El primer canto habla de la antigua forma
de vivir. Cómo se situaban al principio
las cosas, y cómo se sabía dónde debían
terminar, o en los contornos empezar de nuevo
con sentimientos conocidos. Y después vuelve
el cuco a tocar más horas, y la hierba crece
más alta y las rosas florecen más bellas
y los paseantes de la tarde miran los colores olvidados.
La nieve es aún blanca, pero más limpia
y clara, el cielo sobre las tejas es aún azul,
pero un azul en el dorado de un fantástico
mediodía, y el canto aún resuena
en su tono siempre verde. Las estrellas
nos miran como a unos conocidos que se ven
por sorpresa pasados más de mil años,
y el libro pasados mil años aún afirma lo mismo
y este río extraordinario se escurre entre
las piedras brillantes, pulidas por antiguas
riadas y formas auténticas, como corazones
resistentes sembrados en el fondo de su lecho.
No como un mes que no sabemos cómo nombrar,
sino un año después del que se sabrá que
había empezado, tan sólo en el oído desembocan
sonidos de instantes, cuando no se sabe el tiempo,
como si todo el tiempo fuera pasado, tu pecado
original está sepultado aún en el sueño y de los bolsillos
vacíos podrás sacar el primer canto que te llevará
hasta allí. Y ahora es claro y distinto, sólo
su regreso que conoces de memoria
cambia para que nunca captures las palabras.
Existe la extrañeza del lenguaje, el uso que hace de él Čučnik puede recordar en algunos momentos los postulados de los herméticos italianos. La novedad que aporta los límites de lo que es gramatical. Y además, como se puede observar en el poema anterior, la certeza de que el lenguaje no puede expresar del todo la realidad, puesto que está en las cosas, y las cosas están en el momento de nombrarlas. Se cierra el círculo, y volverá a abrirse para una nueva reflexión, para que nos demos cuenta de que nos distanciamos y nos acercamos a nosotros mismos a través de las cosas. En una realidad que existe en el acto de habla. Y lo que queda, al fin y al cabo, es, como dice el mismo poeta, “la jugosa movilidad de las palabras”, para que nunca lleguemos a capturarlas.
Capturamos la extrañeza de la ciudad cuando paseamos por Ljubljana. La reconocemos y nos reconocemos en ella, a través de otras referencias, de una geografía que se repite a lo largo de miles de kilómetros, en esta Europa Central. Pero no podemos buscar el centro. Allí todo estalla en varias posibilidades. Es una nueva realidad la que se abre ante nuestros ojos. Plečnik cambió la fisonomía de la ciudad, le imprimió un sello propio y diferente. Hizo un ámbito extraño en lo familiar. Como hace Čučnik en esta geografía de palabras que desembocan en los poemas. Aparece un sentido de incomodidad que se instala en nosotros al leer sus poemas. Reconocemos lo familiar que puede dolernos, y vemos la extrañeza de cómo llegar a ello, de cómo la geografía de palabras nos adentra en territorios para los cuales debemos revisar de nuevo los mapas.
***
This man on the bridge, he’s always there.
Busy trying to swindle us out of our money
as we swindled it out of various funds,
unintentionally giving it away. It’s April
all the time, every day the first. Usually
the city makes its appearance with some emergency.
An ambulance on urgent drive,
tyranny of savings in the hands of thieves,
a shot breaks the red thread,
and back to the beginning.
If this is a joke, it’s a bad one.
Plenty of empty bottles and stuffed trash cans,
meridians pierced with needles,
all loves are eternal in the zenith, painless on the negative,
mistaken. Then everyone weeps by himself,
with icy wind sweeping across his resting place,
he rolls on the bed made out of leftovers,
grabs everything the dogs haven’t taken,
drinks the water out of the admired fountain.
Half here half somewhere else in thoughts,
that’s how I live on the street, in this damned rain,
in this slush and mud, eavesdropping on the canals.
I stink, I don’t remember much, there’s black behind my nails,
I give it my all.
[Traducción by Ana Pepelnik, Ana Jelnikar & Matthew Zapruder]
Our folk songs
were our home. We would whistle them
while mooching in the kitchen
or sitting around after Sunday lunch.
Singing of what to love, we loved
them, gay or gloomy
takes on the world vanishing until
we finally forgot it. As we did. We didn’t
care any more about domestic fires, those songs
weren’t singing to us. But more than about ourselves
we worried about what we brought to the marketplace,
chicory and other things,
winter was hard, but not Siberian.
But truly did we love each other,
like it says in the song.
Our feasts and funerals weren’t cheap.
And when one day we went hiking again
in our mountains, the folk songs came after us.
For a second, we still had them
on the tip of our tongues, ready to sing for us
what we ourselves no longer could. Not without an effort.
We even whistled death away, anything not to grow quiet
[Traducción al inglés by Ana Pepelnik & Matthew Zapruder]
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