martes, 28 de agosto de 2012

7606.- JUAN SEBASTIÁN




JUAN SEBASTIÁN
Nacido en Barcelona, oriundo del sevillano pueblo de Peñaflor, desarrolla la mayor parte de su vida en Sevilla, donde ejerció, hasta su jubilación, como Diplomado de Enfermería en los Servicios Médicos de Correos y Telégrafos de Sevilla.
 Colaboró, desde finales de los años 60 del pasado siglo, en revistas como Caracola, de Málaga; Poesía Hispánica, de Madrid; Azor, de Barcelona; Cal, de Sevilla; El Parnaso, de Málaga; Puerto Norte-Sur, de Albión, Míchigan, etc.
Ha editado los siguientes libros: De Celti a Peñaflor, Sevilla, 1983; Del hombre y otras piedras,  Sevilla, 1985; A través del cristal que nos condena, Sevilla, 1988; El fósil de la aurora, Málaga, 1992; Antes de que la muerte nos separe (Homenajes), Sevilla, 1993 y Dolor, rosas bajo palio, Málaga, 2008.
Obtuvo los premios Gallo de Vidrio y Searus, y Accésits de los premios José María Morón y Ángaro.
Durante un tiempo estuvo  publicando comentarios críticos y reseñas en revistas especializadas, como El Parnaso o Papel Literario, de Málaga; Ficciones, de Granada; El Faro de Motril, de  Motril, Agua, de Cartagena, y otras.




ESCULTOR

Cuando te encuentres tú
sobre tu mano abierta
una piedra callada,
un sólido relámpago sin fuego
frío como la piel de los cadáveres,
una infinita vida sin palabras
romperá la quietud de tus sentidos.

Porque la piedra es eso:
Una vida que yace
densa sobre los siglos
a la espera del tacto de tus manos,
de tu mirada honda,
tu quebradizo miedo
de vasija indefensa,
la brevedad volátil de tus labios,
tu soledad extraña,
tu esperpéntica sombra transeúnte.

Esculpirás, acaso,
en su elocuencia virgen
tu sed dubitativa,
tu aliento interrogante;
pero, al fin, será ella
quien te arrastre a su seno,
a su silencio grave,
a su verdad incólume;
porque tú serás piedra
para nuevos cinceles,
inevitablemente.
De Del Hombre y otras piedras






XI

Adoro lo imperfecto
para que permanezca intacta la perfección,
que es más que la utopía
donde los sueños se posan.
Me fascinan las desmembradas Venus,
porque glorifican
los espacios sin mármol;
la elocuente derrota
de los marchitos lienzos descoloridos
y oscuramente hermosos;
la agonizante penumbra de los templos,
densa de soledad y sepulcros;
el cadáver imposible de una rosa,
ya huérfana de labios.
Adoro la constante
inexistencia del mañana,
la herida del pasado
y este absurdo presente, que ha dejado de ser
o nunca ha sido.







Poeta anónimo

EL HUMO DE LA TASCA

Aquel poeta inédito y oscuro;
el hombre aquel del velador,
hecho de parsimonia y manzanilla,
que cada día escribe en la taberna,
rodeado de voces destempladas
y vidrios estridentes
interminables versos,
buscando en las palabras la substancia
eterna y milagrosa
que sus sueños contenga
y su soberbia amanse,
no tiene nombre a punto
para firmar su gloria.
Las horas se le mueren en la mano,
que soporta la pluma
con torpeza hemipléjica,
en el dorado púlpito que Baco
dispuso entre renglones,
en aquel puro inmenso y asesino
que sus pulmones hiere,
sin que nadie comprenda su atavío
de soledad añeja
ni su casi silencio de suicida.

Nunca tendrá un mañana
ni pupilas vendrán a conocerlo;
pero el bebe su vino
y ordeña sus cantares
sin apenas un gesto de tristeza,
feliz ante el arrullo
de una cuartilla virgen
que se le ofrece amante
y no le pide nada
para hacerle sentir
que vive, todavía.
De Antes de que la muerte nos separe (homenajes)






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