miércoles, 22 de agosto de 2012

DOROTHY PARKER [7.499]


Dorothy Parker

Dorothy Parker (Long Branch, Nueva Jersey, 22 de agosto de 1893 – Nueva York, 7 de junio de 1967) fue una cuentista, dramaturga, crítica teatral, humorista, guionista y poeta estadounidense. Muy conocida por su cáustico ingenio, su sarcasmo y su afilada pluma a la hora de captar el lado oscuro de la vida urbana en el siglo XX.

También conocida como Dot o Dottie, su nombre real era Dorothy Rothschild, hija de Jacob Henry y Eliza Annie Rothschild. La casualidad quiso que naciera en un día en que la familia disfrutaba de sus vacaciones en Nueva Jersey, pero ella se consideraba neoyorquina de pura cepa. Creció en el Upper West Side, asistiendo al Blessed Sacrament Convent School, pese a que su padre era judío y su madrastra protestante. Su educación formal terminó cuando cumplió 13 años.

En 1913 había perdido a toda su familia y a partir de entonces tuvo que ganarse la vida tocando el piano en una escuela de baile, entre otros trabajos. Logró vender un poema a la revista Vanity Fair en 1914. Un año más tarde fue contratada como asistente editorial por Vogue.

Se casó con el corredor de Wall Street, Edwin Pond Parker II, pero se separaron al inicio de la Primera Guerra Mundial. Ella continuó trabajando para ambas revistas.
La escritora guardaba sentimientos ambiguos respecto a su condición judía y solía bromear asegurando que se había casado sólo para cambiar de apellido.

Su carrera despegó definitivamente en 1919 haciendo crítica teatral para Vanity Fair. Fue despedida, sin embargo, en 1920, y empezó a trabajar como escritora independiente. Una vez separada de su marido, tuvo diversos romances con otros hombres. Al fundarse la revista New Yorker, en 1925, formó parte de la plantilla. En esa época escribía poesía humorística, aunque posteriormente desecharía esa faceta.

Cuentos y poesía

Los siguientes 15 años fueron los más productivos. Publicó siete volúmenes de cuentos y poesía. La crítica afirmó que supusieron una biografía encapsulada.
La parte más importante de la obra de Parker la constituyen sus cuentos. Aunque a menudo jocosos, eran sobrios y punzantes, y guardaban un fondo más agridulce que cómico. Sus amistades encontraban en ellos fuente de gozo y de tristeza al mismo tiempo.
Su relato más conocido apareció en Bookman Magazine bajo el título Big Blonde, (La gran rubia). Fue galardonado con el prestigioso Premio O. Henry como el cuento más sobresaliente de 1929. Este relato, entre otras obras maestras del género, sería seleccionado por Augusto Monterroso para su célebre Antología del cuento triste.

Matrimonio e intentos de suicidio

Dorothy Parker intentó suicidarse al menos en dos ocasiones.
Contrajo matrimonio con el actor Alan Campbell en 1934. El matrimonio se trasladó a Hollywood donde Parker escribió el guion de la película de William A. Wellman A Star is Born (Ha nacido una estrella, 1937)

Actividad política

Durante la década de 1930, la autora, de tendencia izquierdista, desarrolló una gran actividad política, ayudando a fundar la Anti-Nazi League en Hollywood. Fue investigada por el FBI como sospechosa de pertenecer al Partido Comunista, por lo que llegó a aparecer en la Lista Negra de Hollywood.
De 1957 a 1962 escribió en la revista Esquire, aunque de manera un tanto errática, debido a sus problemas con el alcohol.

Muerte

Murió de un ataque cardíaco en 1967, a los 73 años, en Nueva York. Sus cenizas reposan en NAACP (Asociación Nacional para el Desarrollo de las Personas de Raza Negra), bajo el epitafio: "Excuse My Dust" (“Perdonen por el polvo”).
Dorothy Parker había sido poco difundida en lengua castellana, hasta la publicación de su narrativa completa a cargo de la Editorial Lumen, de Barcelona.

Bibliografía

Enough Rope (1926)
Sunset Gun (1927)
Close Harmony (1929) (teatro)
Laments for the Living (1930)
Death and Taxes (1931)
After Such Pleasures (1933)
Collected Poems: Not So Deep As A Well (1936)
Here Lies (1939)
The Portable Dorothy Parker (1944)
The Ladies of the Corridor (1953) (teatro)
Constant Reader (1970)
A Month of Saturdays (1971)
Not Much Fun: The Lost Poems of Dorothy Parker (1996)




RESUMEN

Las navajas duelen;
los ríos mojan;
los ácidos manchan;
y las drogas dan retortijones.
Las pistolas son ilegales;
las sogas fallan;
el gas huele fatal;
mejor es que vivas.

Dorothy Parker en Al diablo con el amor (2007).
Traducción de Raquel Vázquez Ramil.



Reclusa en las Blue Mountains

Vine por la calma
no me preocupa el frío

pero las brumas espesas
los vecinos espesos

y el celibato involuntario

inducen a beber tanto
como el humo de los coches, el alquiler caro
y los policias corruptos

No me gustan los paseos por el bosque
ni los tés de Devonshire

Ya no recuerdo qué gusto tiene
la adrenalina

Necesito Sidney
Necesito un trabajo nuevo

Traducción de Anna-Lisa Marí. 


La rosa perfecta

Solo una rosa me envió desde que nos conocimos.
Supo elegir con mucha ternura el mensajero:
Corazón profundo, puro, con unas gotas de fragancia aún húmedas—
La rosa perfecta.

Así conocí el lenguaje de esa florcita que me decía:
Mis pétalos frágiles atesoran un corazón.
Este amor supo así encontrar su amuleto en
La rosa perfecta.

Me pregunto por qué nadie nunca me envió en cambio
La limusina perfecta. ¿Podrían decírmelo?
Ya sé… está mi suerte echada, y siempre he de recibir solo
La rosa perfecta.


Inventario

Cuatro son las cosas que conozco y me hacen más sabia:
Pereza, pena, un amigo y un enemigo.

Cuatro son las cosas sin las cuales todo hubiera estado mejor:
amor, curiosidad, pecas, dudas.

Tres son las cosas que nunca lograré:
Envidia, profundidad y suficiente champagne.

Tres son las cosas que tendré hasta la muerte:
Risa y esperanza y un ojo en compota.


Coincidencia desafortunada

Desde el momento en que jures que sos suya,
Temblando de emoción, suspirando,
Y él jure que su pasión es
infinita, que está siempre encendida.
Mi querida, anotate esta:

Uno de los dos está mintiendo.


Epitafio a un hombre muy rico

Siempre quería lo mejor y nada era lo bastante bueno;
no había barrera que detuviera sus condiciones.
Yace aquí, correcto en madera de ciprés,
y divierte a los gusanos más exclusivos.


He’d have the best, and that was none too good;
 No barrier could hold, before his terms.
He lies below, correct in cypress wood,
 And entertains the most exclusive worms

(de Lengua de madera, Antología de poesía breve en inglés, de Varios Autores. Edición de Hilario Barrero)



Odio a los hombres
Me irritan

I

Están los Serio-pensadores;
debería existir una ley en su contra.
Para ellos la vida es tan sombría;
Lo ven todo con anteojos de carey.
Siempre recorren con manos cansadas
sus lánguidas y profundas cejas.
Hablan de la humanidad 
como si la acabaran de crear.
Sienten el peso en sus espaldas de tener
que seguir velando por ella.
Se solazan con las huelgas
y viven levantando demandas.
Realizan un acto maravilloso por
los grandes miserables:
viven entre ellos.
Mientras trabajan esperan
la llegada de The Masses a sus puestos
y en el intertanto leen novelas rusas:
best sellers de sexo.


II

Están los Hombres de las Cavernas,
especímenes humanos de sangre roja.
Todo lo comen crudo,
se bañan con agua fría
y quieren que todos les toquen los músculos.
Hablan fuerte, muy fuerte,
con breves palabras sajonas.
Abren las ventanas del sitio al que llegan,
reparten palmadas en la espalda
y mandan a todos a hacer ejercicio.
Siempre están a punto de salir
de viaje a San Francisco,
o de cruzar el océano en velero
o de atravesar Rusia en trineo…
¡Quiera Dios que lo hagan!


III

Luego están las Almas Sensibles
que hacen decoración de interior por amor al arte.
Huelen ligeramente a vainilla
y aromatizan con gotas de sándalo
sus cigarrillos.
A menudo organizan bailes de disfraces
para poder asistir 
como una aparición de Las mil y una noches.
Sirven el té en el estudio,
donde la gente se sienta en incómodos cojines.
Miran a una mujer desde
sus lánguidos ojos entreabiertos,
y le dicen en tonos suaves y pasionales
lo que debería vestir.
El color es todo para ellos, todo:
el tono equivocado de púrpura
les produce una crisis nerviosa.


IV

Los siguientes son los que están
simplemente Saturados del tono maldito.
Te cuentan que no han dormido
en cuatro noches.
Asisten usualmente a obras
en que sólo valen los versos del coro.
Van de night club en night club
y te sueltan la cuenta exacta
de sus deudas de azar.
Aluden turbiamente al terrible papel
que tiene el alcohol en sus vidas.
Y luego sacuden la cabeza
y dicen que el Cielo debe decidir
lo que será de ellos…
¡Ojalá yo fuera el Cielo!

Odio a los hombres. 
Me irritan.

Traducción de Juan Manuel Hernández Pereira
en Nexos, Julio de 1986


Alma profética

Dado que tu mirada es oblicua y abúlica,
Dado que tu pelo es suave al tacto,
Mi corazón vuelve a latir con fuerza.
¡Pero pobre de mí si pienso que esto me traerá algún rédito!


Comentario

La vida es un glorioso ciclo de canciones,
Una composición en verdad extemporánea,
Y el amor eso que nunca nos da preocupaciones,
Mientras que yo en verdad soy María de Rumania.


Diseño

Querido, dejame con mi solitaria almohada.
Andá querido, vos con tus tontas poses.
Aquel que haya jurado ser como un sauce llorón
No es otra cosa que un ridículo mormón.

Quién sos mi querido amigo, podrás consolarme no creo.
Mejor dejemos las palabras hermosas,
Los ecos tontinientes poco favorecen,
Ahora que mi corazón está roto.

Demasiado joven sos para consolarme,
Y tu sangre está dormida, lenta.
Si algo has de hacer, que sea sentarte a mi lado…
Y explicarme por qué he estado llorando.



1.La abandonada

¿Y ahora qué haré, sino contar las horas,
Echarme agua en la cara, mondar limas,
Vestir santos, chismear con las señoras
Y estropear mi cuaderno con mis rimas?


2. Indian Summer

En la juventud, me esmeraba
Por agradar a mis amantes
Y cambiar —conforme cambiaba
De hombres— de gusto y semblante.

Pero ahora que sé lo que sé
Y que hago lo que me agrada,
Si no te gusto como soy, te
Me vas, mi amor, a la chingada.


3. El celebérrimo

Los hombres no son calientes
Con damas que traigan lentes.


4. El suicida

Las navajas sí, pero hieren;
Los ríos, sí, pero mojan;
Los ácidos sí, pero manchan;
Las drogas sí, pero entumen;
Las pistolas son ilícitas,
Con la horca una saca la lengua;
El gas sí, pero huele feo:
Mejor hacerse a la idea de vivir.


5. De profundis

¿Es entonces utópico esperar
A uno, entre todos los hombres,
Que en el poscoito se guarde los nombres
De todas las damas que se ha echado ya?

Traducción: José Joaquín Blanco 



Indian summer

In youth, it was a way I had,
To do my best to please.
And change, with every passing lad
To suit his theories.

But now I know the things I know
And do the things I do,
And if you do not like me so,
To hell, my love, with you.


La mujer desea monogamia;

El hombre se deleita en novedad.
La luna y el sol son el amor de la mujer;
El hombre tiene otros modos de diversiones.
La mujer vive empero en su señor;
Cuenta hasta diez, y el hombre esta aburrido.
Con este resumen y suma de todo,
¿Qué bien mundanal sale de esto?


General Review of the Sex Situation 

Woman wants monogamy;
Man delights in novelty.
Love is woman's moon and sun;
Man has other forms of fun.
Woman lives but in her lord;
Count to ten, and man is bored.
With this the gist and sum of it,
What earthly good can come of it?

(1926)


A Portrait

Because my love is quick to come and go-
A little here, and then a little there-
What use are any words of mine to swear
My heart is stubborn, and my spirit slow
Of weathering the drip and drive of woe?
What is my oath, when you have but to bare
My little, easy loves; and I can dare
Only to shrug, and answer, "They are so"?

You do not know how heavy a heart it is
That hangs about my neck- a clumsy stone
Cut with a birth, a death, a bridal-day.
Each time I love, I find it still my own,
Who take it, now to that lad, now to this,
Seeking to give the wretched thing away. 


Anecdote

So silent I when Love was by
He yawned, and turned away;
But Sorrow clings to my apron-strings,
I have so much to sa


Ballade of Unfortunate Mammals

Love is sharper than stones or sticks;
Lone as the sea, and deeper blue;
Loud in the night as a clock that ticks;
Longer-lived than the Wandering Jew.
Show me a love was done and through,
Tell me a kiss escaped its debt!
Son, to your death you'll pay your due-
Women and elephants never forget.

Ever a man, alas, would mix,
Ever a man, heigh-ho, must woo;
So he's left in the world-old fix,
Thus is furthered the sale of rue.
Son, your chances are thin and few-
Won't you ponder, before you're set?
Shoot if you must, but hold in view
Women and elephants never forget.

Down from Caesar past Joynson-Hicks
Echoes the warning, ever new:
Though they're trained to amusing tricks,
Gentler, they, than the pigeon's coo,
Careful, son, of the curs'ed two-
Either one is a dangerous pet;
Natural history proves it true-
Women and elephants never forget.


L'ENVOI

Prince, a precept I'd leave for you,
Coined in Eden, existing yet:
Skirt the parlor, and shun the zoo-
Women and elephants never forget. 



Dorothy Parker: Esa mujer implacable y letal

Poesía. A partir de la publicación en español de sus “Poemas perdidos”, un perfil de la escritora estadounidense que llenó de acidez sus versos.

POR VIRGINIA COSIN



RETRATO DE EPOCA. Parker en el estudio de su casa trabajando en la corrección de un texto.

Para que la vida se abra paso, para que el sujeto se constituya –Freud fue uno de los primeros en advertirlo– el odio es tan primordial como el amor. Y aunque desde una posición corriente se afirme que sólo engendra más odio, lo cierto es que su poder reproductivo es mucho más eficaz y prolífico, porque en el tránsito de la experiencia humana, el odio y el amor cabalgan juntos, a veces conduciendo, otras dejándose conducir. Nadie, salvo un santo,  podría afirmar que no siente o al menos sintió alguna vez odio. Sin embargo para casi todos los mortales resulta vergonzoso y hasta denigrante admitirlo.

Dorothy Parker fue una de esas mujeres que no tuvo reparos a la hora de hacer sonar su cola de cascabel. Y quien quisiera oír, que oyera. Pero aunque alguno que otro se ofendiera cuando disparaba veneno, la mayoría se reía y la aplaudía. Después, le daban la espalda. A veces ácida, otras amarga, siempre afilada, su lengua se nutría de las propias llagas y de un poder de observación depravada que ondulaba hasta llegar a zonas prohibidas desde donde rescataba aquello que nadie quería mostrar. El castigo por semejante impertinencia fue el dolor, la autodestrucción –intentó suicidarse varias veces, fue una alcohólica empedernida–, el rechazo de hombres y mujeres a los que amó, la soledad: cuando murió, nadie reclamó sus cenizas, hasta muchos años después. La recompensa: la vida eterna que sólo a los genios, los visionarios, los artistas verdaderos y kamikazes les es otorgada en forma de posteridad. Hubo muchas escritoras en su época (escritores, ni hablar, pero eso va de suyo) que gozaron de éxito de crítica y público. Pero ninguna, como ella, continúa en las listas de más vendidas y continuamente reeditadas en la nuestra.

En lengua castellana, sin ir más lejos, la editorial Nórdica publicó sus Poemas perdidos que son, en realidad, aquellos que ella misma, que fue su peor y más feroz crítica, desestimó y descartó. Casi cuatrocientos poemas que hasta el momento permanecían inéditos por ser considerados superfluos y restringidos (“Mis versos no sirven para nada. Enfrentémoslo, cariño, mis versos son terriblemente epocales... como cualquier cosa que una vez haya estado de moda, son espantosos ahora. Abandoné sabiendo que no mejoraban, pero nadie pareció advertir mi magnífico gesto”, concedió a una entrevistadora).

Pero antes, lo primero: Dorothy nació Rotschild el 22 de agosto de 1923 y recién, muchos años después, pudo desembarazarse de ese incómodo apellido judío que la ponía en el centro de las burlas de sus compañeras en la escuela, cuando se casó con su primer marido, el señor Parker. A pesar de que siempre portó el estandarte de La Mujer Neoyorkina por antonomasia, lo cierto es que nació en West End, New Jersey. Su madre, Eliza, murió cuando ella tenía sólo cinco años y luego de atravesar una lúgubre adolescencia, su padre, que había estado siempre deprimido y endeudado y se había casado con la madrastra mala de los cuentos, también murió dejando a Dorothy huérfana. Como una fruta que cae del árbol antes de tiempo, siguió teniendo aspecto de niña –estatura pequeña, demasiado delgada– durante buena parte de su juventud. Pero cuando soltaba su jugo era ácido, corrosivo. El mismo jugo en que hundió su pluma para garabatear los primeros poemas, que envió a Frank Crowninshield, director en ese momento de la revista Vanity Fair, y gracias al cual obtuvo su primer empleo. El empleo era en Vogue, la otra publicación del editor Condé Nast, y consistía en escribir los epígrafes de las fotos que exhibían el último grito de la moda. Pero Dorothy era Dorothy. Al pie de la foto de un sensual juego de lencería, escribió: “De estos cimientos del armario de otoño una aprende que la brevedad es el alma de la lencería”. Probablemente no haya habido muchas lectoras de Vogue que repararan en el juego de palabras que Dorothy empleó haciendo un guiño directo a un fragmento de Hamlet (“Si la brevedad es el alma del ingenio...”), pero sin dudas allí, en esos sintéticos párrafos destinados a ilustrar una imagen con palabras, ella misma encontró la clave para desarrollar su floreciente obra posterior: la escritura desde el margen.

Si sus relatos –también editados primero en publicaciones mensuales como New Yorker, Harper´s Bazaar, Cosmopolitan,  y luego compilados en volúmenes (por aquí, hace unos años, llegó su narrativa completa)– eran  pinturas que retrataban de pies a cabeza todas las disfuncionalidades de una sociedad en una época que ya de por sí fue llamada “loca” y de una generación (a la que Gertrude Stein calificó de “perdida”), sus poemas están hechos con la misma fórmula reconcentrada (como la versión económica de los detergentes). Y tanto unos como otros –relatos y poemas– todavía están tan frescos, que si apoyáramos la punta de un dedo en ellos, el color de su paleta se nos quedaría adherido.

Enemiga mortal de la frase hecha y los lugares comunes, los invertía de modo que la parte pinchuda quedara del lado de afuera: “La intención no es lo que importa/sino el regalo que la acompaña lo que cuenta”. Cuestionó todas y cada una de las instituciones: 



Da igual por dónde lleve mi camino
da igual por dónde me dirija
en fin: da igual cómo y por qué
y cuando voy los chicos están ahí.
En veredas y caminos,
calles y plazas,
en callejones, senderos y avenidas
De todos lados parecen brotar
los hombres con los que no estoy casada.



y luchó a capa y espada contra un supuesto ideal de felicidad.

Dorothy Parker era conocida y temida, principalmente, por enfrentar a sus interlocutores como si fueran contrincantes. Para cada uno de ellos, tenía una estocada.  “Una vez un hombre le confesó que cuando le había dicho que admiraba su obra, le había mentido. Ella le contestó que también le había mentido cuando le había sonreído. Otra vez le dijeron que otro hombre, muy inexpresivo, había muerto. Ella respondió: “¿Cómo lo supieron? Y cuando otro hombre le hizo muy mal el amor entre unos arbustos ella lo consoló: “No te preocupes, jamás tengo en cuenta los ensayos”. El arte de la réplica –dice María Moreno, en la introducción a las entrevistas a escritoras norteamericanas del Paris Review– tiene la paradoja de congelar al otro y al mismo tiempo ponernos compulsivamente a su merced: tener la última palabra es una adicción y una condena”. Los poemas de Dorothy Parker están construidos a partir de esa mecánica. Son como perros (no por nada amó más a los perros cuanto más conocía a los hombres y a las mujeres) que se dejan acariciar, pero tiran el tarascón cuando les tocan una zona sensible: 



“Si las flores les denegaran su pálida miel, las abejas 
no podrían sino pasar hambre y consumirse;
y el musgo no puede vivir arrancado de los árboles,
ni el muérdago trenzarse con sus bolitas de cera.
De no ser por la luz del sol, los pájaros no cantarían,
y el cielo no se mostraría nunca azul.
Pero de todas las obras de la Naturaleza, la más maravillosa
es qué bien me las apaño sin ti.” 



Aunque parecía indulgente con su propia escritura, asegurara que era mediocre y se mofara de “ese pobre tonto de Flaubert, revolcándose en el suelo buscando la palabra justa”, por otro lado olvidaba el personaje ligero y admitía lo exigente que era con ella misma: “no puedo escribir cinco palabras sin cambiar siete”.

Separar obra y vida en Dorothy Parker resulta imposible porque ella fue su propia obra, su propio objeto de análisis, de disección, de descuartizamiento. Su falta de condescendencia con el mundo, con sus amantes, con sus amigos, con las producciones ajenas, con el mundo del glamour y las estrellas de Hollywood –además de escribir narraciones y poesías, Parker fue una implacable crítica de teatro y escribió guiones para grandes productoras–, terminó valiéndole un despido, no sólo de Vogue, publicación para la cual Parker “opinaba demasiado”, sino de varios círculos de amistad. Estuvo por fuera de todos los cánones de corrección: se casó y se divorció muchas más veces de lo aceptable, abortó (y no sólo eso: también escribió sobre el aborto, cuando sólo pronunciar la palabra ya resultaba transgresor) y se burló especialmente de ella misma, incluso de su falta de eficacia a la hora de intentar morirse. Pero aunque escondiera su dolor detrás de una sonrisita socarrona, están los otros poemas, los que sangran por la herida, bellos y conmovedores: 



“He caminado por la arena nivelada
a lo largo de una extensión gris:
desde lo alto de las dunas al extremo del mar
salvo yo no hay ningún ser vivo.
He echado el pesado cerrojo contra los golpecitos de la lluvia,
y he tiritado ante la chimenea para ver cómo
pasan las horas oscuras
La tormenta de medianoche
el litoral desolado: viví a solas con ellos:
pero aquí, en el recodo de tu brazo,
está la soledad.” 




Escribir no tenía sentido para Dorothy, si no era para decir lo que oía y veía. Aun cuando tuviera que descender hasta el peor de los infiernos para volver marcada con el sello de Maldita.

El libro culmina con una serie de “Versos de odio”: Odio a las mujeres, a los hombres, a las actrices, a los parientes, a los bohemios.

Quien esté libre de Dorothy, que arroje la primera piedra.


Instrucciones para la vida de Dorothy Parker
Publicado por Bárbara Ayuso


Foto: Corbis.



Dorothy Parker olía a muerte. No como una mujer que andaba en malos pasos y escribía siempre desde las cuevas de la autodestrucción, sino de una manera literal: Parker olía como hieden los difuntos recientes, a nardos. Después de intentar quitarse la vida por las muñecas, empezó a perfumarse con el aroma que tradicionalmente usaban los sepultureros, como una bailarina que sonríe mientras le sangran las puntas de los pies: «Sí, estoy viva, pero no es lo que quiero», le gritaba a los olfatos de los felices veinte.

Quien fuera la mujer más ingeniosa de la capital del mundo era, como invita a adivinar su amarga mordacidad, adicta a las turbulencias. Las más frívolas se han glosado hasta el desuello, haciendo imposible recrear cualquier fiesta o tertulia del Manhattan predepresión sin referir a esa dama menuda de flequillo infantil repartiendo tósigo entre los efluvios del humo y el alcohol. Su vida era convulsa y excéntrica, sus artículos pugnaces, su prosa sabrosa y su casa, un hotel. Logró que revoloteasen alrededor de sus sombreros no solo las figuras más brillantes de ese ayer —desde Scott Fitzgerald, George S. Kaufman a Dos Passos pasando por Hemingway— sino todas las emociones genuinas: se la veneraba, temía, amaba y odiaba con idéntico fervor por parte de sus víctimas, que eran todos. Publicó en las mejores cabeceras, se empapó en los mejores (y también los peores) destilados y dejó para la posteridad las inmortales frases caústicas que hacían que ningún tugurio de Nueva York amaneciera sin que la muletilla «como dijo Dorothy Parker…» se pronunciara una decena de veces. Incluso Cole Porter encabezó con ella la canción «Just One of Those Things».

Si Dorothy Parker es hoy mito bienquista de la «generación perdida» es gracias a ese cóctel de su talento impreso y de su existencia disoluta y bohemia, tan rompedora sin pretenderlo. «Mi vida es como una galería de arte / con pasillos estrechos por los que los espectadores pueden caminar», asumía ella, y lo recogía con indisimulada emoción John Keats en la primera biografía de la escritora publicada tan solo tres años después de su muerte:

Hace mucho tiempo el mundo era nuevo y brillante, y Dorothy Parker era una de las personas más nuevas y brillantes que en él habitaban. Tuvo dos maridos, varios amantes, una mansión en Beverly Hills, una finca en Pensilvania y una serie de apartamentos en Nueva York. Fue una figura principal de la famosa Mesa Redonda del Hotel Algonguin; sus libros de poemas y cuentos eran instantáneos éxitos de ventas; la citaban los mejores articulistas de los mejores periódicos y prácticamente le fueron atribuidos todos los comentarios brillantes de su época. 

Efectivamente Parker era el espíritu resacoso del whisky y del cigarrillo, pero también de la perpetua derrota de continuar viva. No en vano, la biografía se titula La importancia de vivir, que irónicamente fue lo que ella siempre se afanó en sortear. Parker estaba hecha de roca y humo; y eligió oler a muerte. Frívola y alegre, pero siempre al borde del derrumbe, siempre amagando con no volver. La mordaz reina de los intelectuales y el ingenio sofisticado tenía una pulsión tanática que jamás escondió en su obra. Muchos de sus relatos albergan pistas de esa desesperanza íntima y ese anhelo de muerte, y en «La soledad de las parejas», «El banquete de palabras» o «El señor Durant» Parker no solo está radiografiando a una sociedad sin rumbo, sino a su infierno personal, también en entreguerras. La sensación de que estaba en la vida en contra de su voluntad es certera. «Una buena cosa para grabar en mi lápida: “Fue a todas partes en contra de su voluntad“» escupía en el relato «En cambio, el de la derecha…» publicado en The New Yorker. Y es que, contrariando a las apariencias, la relación más turbulenta no fue la que tuvo con su primer marido Edwin Pond Parker II, ni con el segundo, Alan Campbell. Mucho menos con los otros eventuales y trágicos, como Charlie McArthur. Fue con la muerte.

Esa irresistible tentación

De ello da cuenta parte de su producción menos celebrada —o menos traducida a nuestro idioma (1)— que compone su colección de poemas. Aunque Parker arrancó su carrera literaria con la rima y diseminó poemas por todas las publicaciones en las que colaboró, esta es sin duda su faceta más desconocida, acaso por su oscuridad o su condición flapper. Sus poemas, llenos de una desesperada vitalidad, son islas en verso donde Parker se despega de la ácida humorada y se adentra en las tinieblas de sus intentos suicidas prácticamente sin asideros.

Bebe y baila y ríe y miente
ama toda la tumultuosa noche
¡Porque mañana habremos de morir!
Aunque ay, luego nunca ocurra.

Este fragmento es probablemente el más festejado en lo que respecta al verso de Parker y al suicidio, indisolublemente unidos. Escrito, al parecer, en el período que separa sus dos intentos conocidos —aunque hay biógrafos que malician un número mayor— en él la escritora ya deja patente su obstinación en vivir desenfrenadamente aunque la vida no le guste en absoluto. De hecho, se esfumó temporalmente de ella, de los clubes y las tertulias del Algonguin, para volcar toda esa sombra que le crecía dentro en unos poemas que más tarde se editarían bajo el título Enough Rope (Cuerda suficiente) y convierten lo suyo con la muerte no ya en un coqueteo, sino en un romance manifiesto:

Las navajas duelen; 
el río está húmedo.
El ácido mancha; 
la droga da calambres. 
La pistola no es lícita; 
los nudos atrapan. 
Huele fatal el gas;
quizá vivir, ¿no?

Dorothy Parker intentaba morirse, pero no lo lograba. Después de despertar en el Presbyterian Hospital por una sobredosis de veronal, escribió este poema titulado «Résumé», que la empujó a seguir asida a ese «quizá» aunque nunca desterró la idea. «En él hizo relación de los diversos métodos disponibles para los lectores que contemplaran la posibilidad de suicidarse: como sabía por experiencia propia, las hojas de afeitar eran dolorosas y los sedantes producían vómitos y retortijones y, aunque había otros métodos que no había probado, había que descartarlos por su más que dudosa efectividad; dados los medios inadecuados de que disponía un aspirante suicida, llegaba a la conclusión de que era mejor seguir viviendo», explica Marion Meade, autora de la segunda biografía de Parker. Dorothy vomitó contra el amor doméstico y siguió levantándose cada mañana lustrándose los dientes y afilando la lengua en el cuarto de baño, mirando de soslayo a la cuchilla de la repisa.

He caminado por la arena nivelada
a lo largo de una extensión gris:
desde lo alto de las dunas al extremo del mar
salvo yo no hay ningún ser vivo.
He echado el pesado cerrojo contra los golpecitos de la lluvia,
y he tiritado ante la chimenea para ver cómo
pasan las horas oscuras.
La tormenta de medianoche
el litoral desolado: viví a solas con ellos:
pero aquí, en el recodo de tu brazo,
está la soledad.

Foto: Corbis.

Tras un sucinto flirteo con la desintoxicación, la «gran moderna» volvió a cultivar el verso y la botella, y convirtió su autodestrucción —que limitaba al norte con el alcohol y al sur con el sexo— en uno de sus motores creativos. «Si no deja el alcohol, no durará más de un mes», le advirtió un médico. «Promesas, promesas» protestó ella. Fruto de ese deseo irrealizable alumbró el que es quizá el poemario más tenebroso (y sí, divertido) de la autora, que elocuentemente se titula Poemas del odio y que nace de sus propias llagas, porque ella fue siempre su primer objeto de descuartizamiento. Ahí es donde Parker se exhibe más noble y más brutal: odia a las mujeres, a los hombres, a los actores, a las actrices, a los bohemios, las fiestas, los libros, a los jóvenes, a las esposas, a los maridos, a los colegiales. Odia a la vida y odia a Dorothy Parker.

I hate Men;
They irritate me.

There are the Serious Thinkers—
There ought to be a law against them.
They see life, as through shell-rimmed glasses, darkly.
They are always drawing their weary hands
Across their wan brows.
They talk about Humanity
As if they had just invented it;
They have to keep helping it along.
They revel in strikes
And they are eternally getting up petitions.
They are doing a wonderful thing for the Great Unwashed
They are living right down among them.
They can hardly wait
For “The Masses” to appear on the newsstands,
And they read all those Russian novels
The sex best sellers.

Pero la mujer que bebía como un bucanero y escribía para lacerar no pudo cantar a la muerte como ambicionaba. Al igual que con el suicidio, no fue capaz. Empezó a escribir Sonetos sobre el suicidio o la vida de John Knox y la obra se le escurrió entre las manos como un pez muerto. El proyecto acabó convertido en otra antología de relatos llamada Laments for the Living, que sirvió para devolver el anticipo y poco más. «Mis versos no sirven para nada. Enfrentémoslo, cariño, mis versos son terriblemente temporales… como cualquier cosa que una vez haya estado de moda, son espantosos ahora. Abandoné sabiendo que no mejoraban, pero nadie pareció advertir mi magnífico gesto», reconoció ella misma en una entrevista. Había calculado mal sus fuerzas contra la muerte, y también contra la posteridad.

Dorothy Parker se quedó sin el epitafio que quería — «Disculpen el polvo» o «Si estás leyendo esto es que estás encima de mí»— y sin ser muerta voluntaria, su anhelo soñado. Como la mayoría, tuvo que esperar y marchitarse; y en ese epílogo se quedó prácticamente sin fama y sin aduladores. Sus cenizas permanecieron en el despacho de su abogado veintiún años hasta que alguien fue a reclamarlas, a pesar de que su fallecimiento fue portada de The New York Times. Aunque la mujer de metro y medio de ojos profundos no era rubia, abandonó esta vida por causas naturales —un ataque al corazón-— emulando a su protagonista más eterna de su relato más laureado, «Una rubia imponente», que tampoco acierta a reunir el valor o la cobardía para quitarse de en medio. «Rezó sin dirigirse a Dios, sin convencer a ningún Dios, pidiéndole que le permitiera emborracharse, que la mantuviera siempre borracha», concluye la peripecia de Hazel Morse, un espejo del desenlace de Parker que ella sin saberlo, anticipó.

«El instinto de conservación no era nuestro fuerte», escribió su amigo Hemingway cuando se suicidó en 1961, creyéndose portavoz de todos los de la Mesa Redonda. Dorothy Parker le sobrevivió seis años y le quitó la razón, dejando a su paso una obra que anhelando ser muerte acabó como una postrera instrucción para la vida. Pura ironía incorregible con perfume de nardo. 

My land is bare of chattering folk;
The clouds are low along the ridges,
And sweet’s the air with curly smoke
From all my burning bridges.
(«Sanctuary», Dorothy Parker).

(1) Más de un centenar de sus poemas fueron rescatados y traducidos al español en la obra Los poemas perdidos, de la editorial Nórdica. No obstante, Parker asciende a más de trescientos poemas. 




EL GUIONISTA APASIONADO A SU AMADA

Oh, ven, mi amor, y únete a mí
en la nueva industria más antigua.
Ven y busca la meta de palmeras y perlas,
la hermosa tierra de Chico Conoce A Chica,
ven y adorna con tu presencia este litoral lleno de lotos,
esta Isla de Haz Lo Que Ya Se Hizo.
Ven, refrena lo nuevo, y ve cómo gana lo viejo,
allá donde todo lo que brilla es Goldwyn

Traducción de Guillermo López Gallego y Cecilia Ross Nórdica. Madrid, 2013




Résumé

Razors pain you;
Rivers are damp;
Acids stain you;
And drugs cause cramp.
Guns aren’t lawful;
Nooses give;
Gas smells awful;
You might as well live.

“Résumé” is from Parker’s first volume of poetry entitled Enough Rope (published 1926).  


The following poems are also taken from that collection:


The Small Hours

No more my little song comes back;
And now of nights I lay
My head on down, to watch the black
And wait the unfailing grey.

Oh, sad are winter nights, and slow;
And sad’s a song that’s dumb;
And sad it is to lie and know
Another dawn will come.



The Trifler

Death’s the lover that I’d be taking;
Wild and fickle and fierce is he.
Small’s his care if my heart be breaking –
Gay young Death would have none of me.

Hear them clack of my haste to greet him!
No one other my mouth had kissed.
I had dressed me in silk to meet him –
False young Death would not hold the tryst.

Slow’s the blood that was quick and stormy,
Smooth and cold is the bridal bed;
I must wait till he whistles for me –
Proud young Death would not turn his head.

I must wait till my breast is wilted,
I must wait till my back is bowed,
I must rock in the corner, jilted –
Death went galloping down the road.

Gone’s my heart with a trifling rover.
Fine he was in the game he played –
Kissed, and promised, and threw me over,
And rode away with a prettier maid.



A very short Song

Once, when I was young and true,
Someone left me sad –
Broke my brittle heart in two;
And that is very bad.

Love is for unlucky folk,
Love is but a curse.
Once there was a heart I broke;
And that, I think, is worse.



Light of Love

Joy stayed with me a night –
Young and free and fair –
And in the morning light
He left me there.

Then Sorrow came to stay,
And lay upon my breast;
He walked with me in the day,
And knew me best.

I’ll never be a bride,
Nor yet celibate,
So I’m living now with Pride –
A cold bedmate.

He must not hear nor see,
Nor could he forgive
That Sorrow still visits me
Each day I live.


Somebody’s Song

This is what I vow:
He shall have my heart to keep;
Sweetly will we stir and sleep,
All the years, as now.
Swift the measured sands may run;
Love like this is never done;
He and I are wedded one:
This is what I vow.

This is what I pray:
Keep him by me tenderly;
Keep him sweet in pride of me,
Ever and a day;
Keep me from the old distress;
Let me, for our happiness,
Be the one to love the less:
This is what I pray.

This is what I know:
Lovers’ oaths are thin as rain;
Love’s a harbinger of pain –
Would it were not so!
Ever is my heart a-thirst,
Ever is my love accurst;
He is neither last nor first:
This is what I know.


The New Love

If it shine or if it rain,
Little will I care or know.
Days, like drops upon a pane,
Slip and join and go.

At my door’s another lad;
Here’s his flower in my hair.
If he see me pale and sad,
Will he see me fair?

I sit looking at the floor.
Little will I think or say
If he seek another door;
Even if he stay.


I shall come back

I shall come back without fanfaronade
Of wailing wind and graveyard panoply;
But, trembling, slip from cool Eternity –
A mild and most bewildered little shade.
I shall not make sepulchral midnight raid,
But softly come where I had longed to be
In April twilight’s unsung melody,
And I, not you, shall be the one afraid.

Strange, that from lovely dreamings of the dead
I shall come back to you, who hurt me most.
You may not feel my hand upon your head,
I’ll be so new and inexpert a ghost.
Perhaps you will not know that I am near –
And that will break my ghostly heart, my dear.


Chant for Dark Hours

Some men, some men
Cannot pass a
Book shop.
(Lady, make your mind up, and wait your life away.)

Some men, some men
Cannot pass a
Crap game.
(He said he’d come at moonrise, and here’s another day!)

Some men, some men
Cannot pass a
Woman.
(Wait about, and hang about, and that’s the way it goes.)

Some men, some men
Cannot pass a
Golf course.
(Read a book, and sew a seam, and slumber if you can.)

Some men, some men
Cannot pass a
Haberdasher’s.
(All your life you wait around for some damn man!)


Unfortunate Coincidence

By the time you swear you’re his,
Shivering and sighing,
And he vows his passion is
Infinite, undying –
Lady, make note of this:
One of you is lying.


Inventory

Four be the things I am wiser to know:
Idleness, sorrow, a friend, and a foe.

Four be the things I’d been better without:
Love, curiosity, freckles, and doubt.

Three be the things I shall never attain:
Envy, content, and sufficient champagne.

Three be the things I shall have till I die:
Laughter and hope and a sock in the eye.


Philosophy

If I should labour through daylight and dark,
Consecrate, valorous, serious, true,
Then on the world I may blazon my mark;
And what if I don’t, and what if I do?



Men

They hail you as their morning star
Because you are the way you are.
If you return the sentiment,
They’ll try to make you different;
And once they have you, safe and sound,
They want to change you all around.
Your moods and ways they put a curse on;
They’d make of you another person.
They cannot let you go your gait;
They influence and educate.
They’d alter all that they admired.
They make me sick, they make me tired.



General Review of the Sex Situation

Woman wants monogamy;
Man delights in novelty.
Love is woman’s moon and sun;
Man has other forms of fun.
Woman lives but in her lord;
Count to ten, and man is bored.
With this the gist and sum of it,
What earthly good can come of it?




The following poems are taken from Parker’s volume Death and Taxes (published 1931)

Requiescat

Tonight my love is sleeping cold
Where none may see and none shall pass.
The daisies quicken in the mold,
And richer fares the meadow grass.
.
The warding cypress pleads the skies,
The mound goes level in the rain.
My love all cold and silent lies –
Pray God it will not rise again.



The Lady’s Reward

Lady, lady, never start
Conversation toward your heart;
Keep your pretty words serene;
Never murmur what you mean.
Show yourself, by word and look,
Swift and shallow as a brook.
Be as cool and quick to go
As a drop of April snow;
Be as delicate and gay
As a cherry flower in May.
Lady, lady, never speak
Of the tears that burn your cheek –
She will never win him, whose
Words had shown she feared to lose.
Be you wise and never sad,
You will get your lovely lad.
Never serious be, nor true,
And your wish will come to you –
And if that makes you happy, kid,
You’ll be the first it ever did.


Coda (from Parker’s 1928 volume Sunset Gun)

There’s little in taking or giving,
There’s little in water or wine;
This living, this living, this living
Was never a project of mine.
Oh, hard is the struggle, and sparse is
The gain of the one at the top,
For art is a form of catharsis,
And love is a permanent flop,
And work is the province of cattle,
And rest’s for a clam in a shell,
So I’m thinking of throwing the battle –
Would you kindly direct me to Hell?

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario