domingo, 16 de octubre de 2011
4936.- ERICKA GHERSI
Ericka Ghersi
Nació en Lima (1972). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad San Martín de Porres. Publicó Zenobia y el anciano (1994) y Contra la ausencia (2002). Actualmente se encuentra haciendo un doctorado en Literatura Latinoamericana y enseñando en la Universidad de Florida.
Para mi flor de quinua
I
Picnic sobre la hierba (1862) de Edouard Manet
No dejes que las moscas acaben con el banquete, muchacha.
La comida que está servida es poca,
el resto hay que buscarla entre los objetos
menos imaginados.
Los que se mueven dentro
necesitan
una lamida de este doméstico animal.
Si estás quieta,
podrás acariciar el pelaje arisco
y el cuerpo flexible de algún gato comiendo
lo que más tarde lo habrá de cazar.
Quiero cargar esas piezas destrozadas por las hormigas
y como una mosca satisfecha
mirar desde arriba,
sacar mi lengua
y afilarme el ala izquierda
para caer y romper la ruta de carga:
el ir y venir de l a s h o r m i g a s.
II
Flores nocturnas (1918) de Paul Klee
Estás en la hierba del gran cuadro,
y en tu piel
se han posado hormigas.
Estás echada sobre azahares
y desde tu vientre
la nube que elegiste
gira y ya no ves su perfil,
pero su cuerpo es aún perfecto,
se desvanece.
Voltea la mirada, muchacha.
Ve y hiere la hierba,
que no sea la luz la que interfiera,
sino el cielo.
Sube hacia el rojo más rápido
y lánzate hacia el fondo del cuadro .
Una vez allí, recoge a las hormigas que reposan a las orillas del río
y llévalas al jardín,
circularán por los charcos de la noche.
Corre hacia afuera. No voltees.
Los golpes que vienen de adentro
podrían agobiar tu andar
en el camino
que no has de volver a ver.
III
Paseo de a tres (1914) de Auguste Macke
Otro agente ha llegado,
y la identidad es
el pasaporte difícil de esconder.
Tomó de la sangre
aún derramada en los rosales.
Limpió su rostro
y en sus ojos cansados estabas tú,
tatuada sobre un fondo blanco.
Deja abiertas las ventanas que dan al jardín
para que las hojas vuelen
y caigan como cuando no hay nada que decir.
Recuerda que en el último cuerpo
hubo culpa
y los gatos rasgaron el óleo.
Las hormigas guardaron algo de los cadáveres,
aquello que servirá para invierno. Y tú,
regresaste a besar mi pecho. Pero
tengo la nostalgia de un vientre vacío,
y tus hormigas se angustian mientras camino,
esperando que mi cuerpo caiga
sobre las rutas abandonadas.
Es fácil para ti hundirme en la firmeza
de los huesos de tus muertos.
Herirme entre los rosales.
Sin embargo, me levantas.
No me quieres
para
l s
a mos
ca s
IV
Mujer de vestido verde (1912) de Jean Metzinger
Ofrecí mostrarte los elementos del cuadro,
pero insistes en observar desde las gradas.
Mi pequeña flor de quinua
no estás lista para recorrer este jardín.
Fuera de aquí
busco ser una mosca
y aplastar los ojos sobre el papel.
Tu terquedad viene de mí,
y tus ansias de vomitar
hacen que me lance sobre el charco,
pero aún no soy la mosca que quiero ser
y el tiempo pasa,
y la muchacha me empuja hacia sus rosales.
Las hormigas de tu cuerpo serán iguales a las mías,
pero deja que llegue el agente apropiado
con su misión casi terminada.
En el cuadro siempre habrá árboles
de moras y limones
para prepararte helados.
V
El sueño (1910) de Henri Rousseau
Te he escrito un poema.
Tú corres y estás muy segura:
puedes saltar las gradas
sola.
Pero yo no estaba allí para animarte,
sino aquel que trajo con su llegada
a los guardianes de tu descanso.
Las flores de los sueños han construido tu celda
donde las hormigas y las moscas
caen envenenadas en su intento de cruzar los límites.
Gracias, mi flor de quinua.
Ahora puedo mirar a través del pequeño cristal
del gran cuadro
y sin miedo sin dudas
alejarme
sin llevar pertenencias.
Entre faroles
Detén esa música que ahoga, pequeña.
Apaga el silencio de esta noche.
Dame tu espalda, muchacha
ve hacia la hierba
y hiere tus ojos con los rosales.
Dile al heladero que aquí no hay niños,
sólo hormigas
en luz y blanco.
Son las seis
El camión blanco ha llegado.
Nubes de limón y mora para mi lengua
y aún estás lejos de mis planes.
No te enojes, mi flor de quinua,
del campo de guerra
nadie se libra.
Ven, ya llegará el momento.
No esperes allí agazapada
las rosas hieren cuando estamos en otoño.
Quédate fuera del gran cuadro
donde los ramos de flores nacen
sin polvo
sin alba.
http://www.elhablador.com/poesia9_1.htm
Papilla estelar
(Remedios Varo, 1958)
Mi corazón es el Bowling Green de Manhattan de 1914.
Lugar que me revolcó sobre la nieve de un año nuevo,
entre sangre y llanto se perdió en Arizona.
Este Bowling Green de mi corazón gira sin salida.
Es como estar en el Turnpike o en esos ‘springs’
con ríos cuesta abajo.
Yo en Manhattan en 1998,
llorando sobre la nieve.
Mi gato calentando mi corazón con sus maullidos,
llorando sobre la nieve.
Y él allí hablando sobre San Marcos y la casa de Ted Berrigan.
Y yo pensando —veinte años después— en Alice Notley
y en su «Unborn Second Baby».
Sobre la torre que gira en el aire.
Sobre el fuego de una mujer traída desde el país de las luces,
desde otro océano, recojo mis partes.
Soy el gato que teme al agua,
y el recorrido me lleva hacia el fondo de la gran ciudad,
hacia ese dolor que te arrastra hasta la nieve.
Desde tu ventana
puedo ver las torres que ya no existen.
Te puedo ver en esa foto
sonriéndome
diciéndome que en Arizona
el clima
es húmedo y frío.
Y que tus hijos y mis hijos son hermosos en Arizona,
y yo llorando sobre la nieve, con la sangre sobre los labios.
Con los mocos y la sangre sobre los labios me arrodillo
y digo
que creo en dios y que él no te dejará salir de Manhattan.
Nos encontramos en el Bowling Green sin salida,
y tú escapaste
como las ardillas que fugaron de este cuadro.
¿Dónde está mi gato para que limpie estas manchas?
—llorando sobre la nieve,
¿por qué toda esta gente camina detrás de mí?,
—llorando sobre la nieve,
yo sólo quiero
saltar de la torre y tomar mi trenza. No.
Yo ya no puedo ser rescatada.
Jala de mi corazón esta trenza insatisfecha.
Jala mi corazón desde este edificio sin ventanas.
Sobre mis rodillas sangro
y digo que
creo en Dios.
Y digo que creo en Dios y que tú regresarás.
Y digo que creo...
¡Dios!, ¿regresará algún día a mi lado?
Mi gato,
limpio de heridas.
Mi gato, que subió a la antorcha para decir que estaba cansado de andar.
Mi gato, que limpió los mocos y la sangre que caía de mis labios.
Mi minino,
¡que así te llamaste alguna vez!
¡Mi pequeño león!
Y yo sobre la nieve,
aquel año,
mi rostro quedó pegado sobre la nieve.
Atravesada por la ciudad de las luces en este Bowling Green sin paradero,
llorando sobre la nieve.
Y mis manos no se pudieron cerrar para golpearte.
«Leave my loneliness unbroken / quit as those have quit before
take the talon from my heart / and see that I can care no more
whatever mattered came before.»
Quedaron pegadas las palabras sobre la nieve.
El cuervo que el gato nunca atrapó.
El pájaro que no se oye nunca.
Tu voz extranjera en un país extranjero.
Ajeno es el eco de mi canto. Desde aquí no hay canto
ni canción que puedas entender.
Esta lengua tan antigua y personal
se ha quedado llorando sobre la nieve...
Tomé mis libros comprados en la calle San Marcos.
Leí un poema:
«No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime a cada momento, / ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada.»
Raras veces
se puede leer con el corazón
y en castellano
desde este Bowling Green sin salida.
Raras veces se puede leer y luego
saludar con el corazón
en castellano
aquí en Manhattan.
Y el calor del hielo me dirige hacia esa mujer ardiendo.
No le temo a las alturas,
pero tú,
mi gato,
me dejaste en este Bowling Green de Manhattan,
sangrando de rodillas
pidiendo a Dios que no te saque de este Central Park.
Tú que me dijiste que ya no había bosques
ni playas
que caminaste sobre los pantanos, pequeño aire,
el ave que jamás oí cantar.
Tú que pisaste hormigas y mataste moscas
huyes
hacia la humedad y el frío de tu Arizona.
Con este cuerpo limpio que me acompaña me quedo en esta torre.
No voy a luchar contra el curso de sus aguas
porque soy gato
hormiga
y mosca.
Yo quise tomar este cuerpo y desgarrarlo,
pero también soy un cocodrilo que ataca por hambre
o porque la mosca se paró sobre mi hocico.
Pero tú me dejaste sangrando sobre la nieve
y mi nariz sangrando y mis manos
tiesas por la nieve.
Yo no pude golpearte,
mis manos tiesas
y los insectos llevándose la sangre regada sobre la nieve.
Y tú huyendo tan lejos,
a dos cuadras del museo,
entre los colores de los autos y los autobuses.
Entre la nieve y la sangre, los insectos te llevaron al cuadro
a buscar este Bowling Green de Manhattan
en Ohio, en Arizona, en Colorado,
entre la humedad y el frío de tus australias.
Sobre esas playas, los insectos te encontraron
y te trajeron hacia este paisaje en blanco
donde yo esperaba
con sangre en mi nariz
con las rodillas sobre la nieve
gritando que creo en dios ...
¡Padre!
Y yo, esperando a que él
te regrese a mí
desde tus australias,
pequeño aire sin salida en este centro de afuera.
Todos me dicen que este Bowling Green de Manhattan es el final del camino.
Todos me dicen en Washington que
este monumento
la aguja
es la última etapa
y el ombligo del resto de esta ciudad fantasmal.
Todos me dicen que estoy bien,
que no mire hacia la nieve
donde una nariz y unas manos tiesas
me aguardan.
Que no mire ni suba al techo de la torre.
Que me quede en la ventana.
¿Para qué mirar si no te puedo atrapar?,
tú que huiste a comer correcaminos en vez de cocodrilos.
Tú que rompiste los platos en tu furia,
tú que lanzaste las lámparas al ver
que no podías salir de este Bowling Green,
de este centro de verano por tres meses,
de este espacio en blanco por nueve.
A mí sí me enviaste a los pantanos,
¡a vivir con los cocodrilos!, dijiste.
Y yo llorando sobre la nieve en este Bowling Green de Manhattan,
voz extranjera en un país extranjero.
«Voix étrangère au bosquet / Ou par nul écho suivie»
Entre las paredes del bosque
y aquel edificio desde donde las torres
no nos dejaban ver el mar,
desde la playa abierta
desde este estación sin paradero
yo aguardo el tren
perdida entre la sangre y el llanto de Arizona
con este Bowling Green de mi corazón que gira
gira
y gira
sin salida.
http://www.andes.missouri.edu/andes/Literatura/EG_Papilla.html
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