Norma Duch Roveri
Nacida en La Serena, Chile, el 21 de Febrero de 1959. Cursó estudios secundarios en USA, y se tituló el año 1982 como Kinesióloga, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Casada, madre de dos hijos, vive actualmente en la localidad de Curacaví, Chile, un pequeño poblado de campo, cercano a la capital.
Fue soprano del Coro de Cámara de la P. Universidad Católica de Chile por más de diez años. Ha incurrido en la pintura como hobby complementario, pero la poesía es su compañera desde siempre.
El año 2004 inició su camino en los foros poéticos virtuales y blogs de poetas amigos, junto con crear su propio blog de poesía: Cosechando El Alma.
En Noviembre de 2007 lanza su primer poemario, “Eterna Pleamar”, publicado por la Asociación Artístico-Literaria Itimad, en Sevilla, España, como parte de la colección de poesía Rumayquilla.
También se han publicado sus poemas en la Revista Aldaba, en Sevilla, y han sido leídos en el “Gift of the Spirit” Art Festival, del condado de Benton, USA. El 2009 publicó, junto a otros poetas, la antología “Versos Encadenados” , en Santiago-Chile, y participó en el libro conmemorativo del 2do. Encuentro Poético “Aires de Libertad”, realizado por la Editorial Cartonera, en Puebla, México. De igual forma, el 2010 participó en el libro conmemorativo del III Encuentro poético, Aires de Libertad, efectuado en Lima, Perú.
Ha sido invitada expositora en las tertulias literarias del Centro Cultural Reñaca, Chile.
"Por Los Siglos De Los Siglos" - Oda a los Andes y el Pacífico (extracto)
Publicado en la Antología "Versos Encadenados". Varios autores.
Editorial LOM-Santiago, Chile- Dic.2009
Cacerías de estrellas - nómadas -
se han vertido a tus verdes faldas.
Enaguas de tules de lingues
- manto que en sollozos flamea la lluvia-
se yerguen en tu cima desafiando glaciares.
Te acompañan desnudos mástiles de araucarias,
girasol abierto, cáliz,
torciendo sus brazos en gesto de alabanza,
trípode invertido sustentando al Eterno.
No han sabido del paso de los siglos,
mudaron sus hojas en silencio, y bendecidas.
La guerra jamás trepará sus alturas.
Su voz ya estaba cuando llegó el trigo
y, orgullosas, hablaban del viento en mapudungun.
Voces vírgenes – naciste antes que ellas- .
Grandiosidades de cielo peinaban sus testas
bañadas de ventisca y luz de estrellas.
Fueron sus verdes ojos Nilo de tus tierras,
vida, encumbrada en alas de aves partas
con labios sellados de invierno.
Arpegios de un sol desvaneciendo.
Riachuelos alados cantan.
Moribundas, las gotas.
Llantos de cultrún al viento honran
en paciente silencio.
Bajas del infinito al Océano,
traes entre copas espiga y firmamento,
te desgranas hilvanando el cielo, lavando
los arcos del tesoro encadenado a vides
que aguardan vestirse de rubíes;
nieve y sol redimidos en el crisol del tiempo.
Los años de la tierra hembra esperando milagros.
Destilando nubes, las lluvias se desnudan en plegarias
para ungir la tierra arcana con promesas de vino y pan.
Cuerpos y ciudades penden de tu cuerpo desprendido.
Deshaciendo tus albas sienes
nutres de existencia las escamas,
los panales,
las grietas aradas,
las manos cuarteadas de pampa;
y en labios del Pacífico, te desangras.
Filosas, las lenguas del vapor fósil
deslavan tus penas de archipiélago.
Inconexos, tus hielos avanzan;
se desmiembra tu memoria, y cuelgas;
te adormeces;
reposas.
Mueres en brazos de un sueño,
y a tu origen oceánico regresas el alma,
tu sepulcro eterno,
tu tierra de agua,
tu última palabra:
Antártica.
Del poemario “Eterna Pleamar”
Editado por Asociación Artístico-Literaria Itimad.
Sevilla-España 2007
Tiempo
Minutos.
Gotario de la horas.
Círculos concéntricos se expanden
al roce de tu boca,
de beso de amor y tiempo;
van de la mano jugueteando
a quien dura más eterno,
si tu silencio perfecto -mi gemido-
o tus ojos, contemplándome,
como duendes burlones
ocultos seres de segundos
en un punto invisible.
Amor,
despídeme de este juego,
vuélvete estatua y monumento.
Desandándome
Se me hace difícil arar los días,
volver a la siembra,
milímetro a milímetro,
segundo tras segundo, hormiga
ante un océano de olas inversas,
desandándome,
desandando el surco,
la huella que cultivo.
Soy arca en el desierto.
Caen azules las aguas,
jacintos horadando mi suelo carneo,
terreno de cuánta palabra.
Y la cal no aviva,
la hiel no se enternece.
Mi luz ya no inflama tu mirar.
Seguir Con Vida
Entre el pecho y el infinito siento
el ahogo de recordarte.
Guitarras barrocas pulsando
las fibras que me destilan,
los besos que me comieron el alma
cuando éramos vibrante concierto de violines.
El recuerdo se va tiñendo
de un preludio de bemoles,
asonantes al dolor de no tenerte,
de no saber nada de ti,
de tú ser sólo el pasado
que dejó estos ojos penando
en el diapasón del tiempo,
y que nunca, nunca
volverán a encenderse al roce de tu cuerpo.
¡Cómo dueles! Cómo,
si ya me cicatricé el corazón,
si ya dejé escrito este adiós mil veces
con su canon repitiendo al silencio
en ejercicios de vocalizo
para mi alma ya ronca, ronca
de no oír, siquiera, su propia voz,
la que en perpetua oración de claustro
fuera testigo único de tu inagotable pasión
y de la amarga agonía de la mía.
Cuánto amé,
y cuánto más tuve que amar
para seguir viva.
Todavía es Tiempo de Sembrar
Cuando se vaya
se ira con el poncho puesto y lleno.
Como alero colonial,
sus tejas serán pétalos y voces,
sus sueños serán las fibras
que el telar dejó al viento
para urdirle de besos los años
y el lamento.
Cuando no haya más calor
en el atardecer de mis ojos,
sabrán a dátiles los recuerdos
que sólo ella ha de llevar,
para andar los bajos,
los llanos,
los altos del cielo,
donde me dejará plantada para siempre.
Almita, déjame sólo dejarte
cuando ya esté el potrero arado
y el leño haya dado sus retoños de verdor.
Almita mía,
déjame amar,
hasta que sólo tú seas mi última existencia
y tu soplo baje al manantial de donde beben
los hombres de buen corazón.
Antología- II Encuentro Foro Aires de Libertad.
Editorial Cartonera – Puebla, México. 2009
Vengo a pedirles que miren
Esta vez vengo ataviada
de plumaje primordial,
de pupila y visión de acantilado,
de verdad de nieve...
Vengo a volar con el destello del viento
a reconocer desde el silencio las planicies
que andan los pies de los valientes,
los originarios,
los que ven con las corneas desnudas de odio,
los que alcanzan en sudor de cumbres
ser mano, ser pan,
ser lágrima olorosa;
vengo a piarles al oído que miren,
miren el pasar de los arpegios dorados,
bañando de almíbares arterias milenarias
donde habita la palabra
de quien ama al prójimo;
no hablo de lenguaje sino de gestos.
Esta vez me vuelvo mirlo y quijote,
me vuelvo halcón desgarrado.
No quiero cosechar un corazón muerto
sino la cosecha del que está
sangrando de versos.
POEMAS INÉDITOS
- Allá, en el altiplano
En algún lugar del aire,
allá, en el altiplano,
han quedado los ojos del pasado
prendidos a las pajas del viento
y al nítido perfil de la nada…
allá han quedado los pies de mil hambres
y de mil manos abriendo la tierra.
El azul se tragó sus ruinas,
y las vistió con colores de llamos y guanacos,
con bofedales salobres como sus propias bocas,
con latidos que resuenan en medio de la nada…
el cielo se abrió sólo para ellos;
los pueblos del desierto,
los dioses del silencio.
- Valparaíso
Cuelgas de invisibles volantines,
hilos, suspendiendo espantapájaros,
desplegando brazos de latón encalado.
Curtiembre de nieblas saladas vistes,
tú, mosaico de adobes risueños,
de carmín en las soleras y adoquines
que, aún vivos, suben en tranvías
de algas a la luna.
Cantan marineras ebrias de sol tus calles
descolgándose en esquinas,
cual móvil de Calder.
Suspiros encielados de cerros;
suspiros embelesados de mar; Valparaíso!
Remolino de aspas multicolores,
colinas que navegan versos y fantasmas.
Alquimias de olor enquistado en rafias
y amarras carcomiendo espumas
los besos del adiós y del llanto,
agónico de espera.
Horizonte enceguecido en la melancolía.
Entre esquinas de amores arrancados de cuajo
se encumbran los ojos de tus calles,
toboganes, y un cielo empecinado
en caer por tus veredas al abismo
de la pasión de un Pacífico
con abrazo de anémona.
Sentencia
De piel oliva y vientre hinchado,
los niños de marfil son capi frágil.
Nutridos de savia y leche magra,
bajo el follaje pardo de sus pestañas
aguarda la luz de una placenta
que con ojos inmensos nos examina,
con manos abiertas nos pide alas.
Columpian la niñez en el ritual del grano,
así viven su infancia de helecho delicado,
y cimbran sus cuerpos de pañuelo y cálamo
en el eco ausente de una esperanza;
horizonte impávido de nombre: Patria,
donde la promesa de un dogma ciego
les roba el refugio de sus propias almas.
Y con la sonrisa pintan sus banderas
que vuelven semilla de mil colores,
y aprenden del fuego a contar historias.
Y con pies descalzos aran en la vida;
y suman y restan con caracolas;
y empuñan la noche con el cuerpo frío;
y vencen el miedo sin soltar gemido,
ofreciendo su hambre a un dios sin oído.
Como la gota es cincel sobre el cuerpo del granito,
el hambre es sentencia en el corazón de un niño.
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