Photo of Priscila Uppal taken by Daniel Ehrenworth
Priscila Uppal
(Nació en 1974, Ottawa, Canadá) es una poeta, novelista y dramaturga canadiense. Es también profesora de literatura en la Universidad de York (York University, Toronto). Su poemario, Ontological Necessities, fue nominado por El Premio Griffin en 2007.
Bibliografía
Poesía
How to Draw Blood From a Stone . Exile Editions, Ltd. 1998. ISBN 978-1-55096-230-7 .
Confessions of a Fertility Expert . Exile Editions, Ltd. 1999. ISBN 978-1-55096-550-6 .
Pretending to Die . Exile Editions, Ltd. 2001. ISBN 978-1-55096-519-3 .
Live Coverage . Exile Editions, Ltd. 2003. ISBN 978-1-55096-571-1 .
Cover Before Striking , Lyricalmyrical Press, 2004, ISBN 978-0-9736588-4-2
Holocaust Dream , MacLaren Arts Centre, 2005, ISBN 978-0-9693555-9-5 (photographs by Daniel Ehrenworth)
Ontological Necessities . Exile Editions, Ltd. 2006. ISBN 978-1-55096-045-7 . (shortlisted for the 2007 Canadian Griffin Poetry Prize )
Traumatology , Exile Editions, 2010, ISBN 978-1-55096-139-3
Winter Sport: Poems , Mansfield Press, 2010, ISBN 978-1-894469-49-4
Successful Tragedies , Bloodaxe Books, 2010, ISBN 978-1-85224-860-4
Ficción
The Divine Economy of Salvation , Algonquin Books of Chapel Hill, 2002, ISBN 978-1-56512-365-6 ; Doubleday Canada, 2003, ISBN 978-0-385-65805-8
To Whom It May Concern , Doubleday Canada, 2009, ISBN 978-0-385-65993-2
Cover Before Striking , Dundurn Press , 2015, ISBN 978-1-459-72952-0
No Ficción
We Are What We Mourn . McGill-Queen's Press - MQUP. 2009. ISBN 978-0-7735-3456-8 .
Projection , Dundurn Press , 2013, ISBN 978-1-77102-274-3
Priscila Uppal: “Necesidades Ontológicas”
Translator: Alexander Best
Sámaras o frutos del árbol arce al fin de mayo. Los niños canadienses dicen helicópteros de arce.
Lo lamento – olvidé hacer la limpieza
Lo lamento – Damas y Caballeros – pero olvidé hacer la limpieza
después de los incidentes desafortunados del siglo anterior.
¡Qué embarazoso! Por favor acepten mis disculpas.
Mi consejo es que ustedes no dan un paseo en este lugar sin llevar puesto gafas de protección.
Entren bajo su propia responsabilidad – tengo que insistir en eso.
Pueden dejar los paraguas por la puerta, si ustedes quieran, pero guarden el boleto.
Habíamos esperado que Todo Esto fuera despejado y organizado antes de su llegada.
Mi meta era presentar a ustedes unos monitores azules y verdes, y mostradores blanqueados.
Circunstancias imprevistas.
Trámites burocráticos.
Tan difícil encontrar a los buenos ayudantes en estos días.
Excusas pobres, ay de mí.
Quizás valoren los impedimentos que yo enfrentaba para proveer borrón y cuenta nueva.
Damas y Caballeros, si se meten en un bache, deben aceptar la pérdida de un zapato o dos.
Pero: no aflojen hasta conseguirlo.
El progreso es la madre de ingenio.
Aquí tienen, tomen mi mano – sí, éso es.
Pueden que devolverla cuando salen.
El gato macho negro de Bulgakov le dispararon cuantiosas veces
o
Lo que ansiamos al fin de la Guerra contra Terrorismo
El gato macho negro que sembró el caos en Moscú
fue tirado por unos oficiales de la ley
pero ningunas balas penetraron su piel (o pelaje, si quieres ser preciso.)
Ese gato negro disfrutaba jugar al ajedrez,
bebiendo un trago de coñac,
comiendo el escabeche de aceitunas (sorbido de un palillo de plata),
y llevando una corbata negra raída.
Un maestro de hipnosis – que podía zurcido la lana con sorprendente velocidad –
aunque un poco descuidado con el detallar del exposé.
Durante un año, nos preguntaban conciliar el propósito a los medios,
los hechos con el resultado, y las consecuencias al motivo.
Y nadie se presentó con una alternativa.
En cualquier caso, quemaron los archivos
(¿En el caso de quién? diga el Maestro del gato.)
Sin embargo, el gato macho negro aborrecía fracasar.
Como durante el largo del siglo, se fiaba del compañerismo del Diablo.
Supuso que nadie no habrá preguntado ningunos asuntos serios
– y entendió éso correctamente.
¡Don Quixote, puedes aguantar un infierno de palizas!
¡Don Quixote, puedes aguantar un infierno de palizas!
Aún en este siglo, cuando molinos se transforman en centrales nucleares,
y municipios se convierten en trustes
(una cabeza magullado y morada con moretones, ahora con forma de un cuenco;
un ojo en compota y embadurnado en cuajadas)
permanecen todavía como vistas raras a contemplar.
En hecho – de veras – hay pocos niños que te conocen (o que pueden articular tu nombre)
pero, de todas formas,
esas canillas lustrosas
y barbillas dislocadas
son cosas loables.
Y tratarían acertar tu panza, también,
si les permitirás.
Los renegados pendencieros, con sus alarmas de carro y su malestar de bolsa bursátil,
aquéllos nunca se lanzan en aventuras llevando puesto sus pantalones
(tienen retiros en La Naturaleza, con solo los básicos – ¿para sacarse la lotería?)
Pero, en primer lugar:
¡A la iglesia! – con rosas y un coche fúnebre.
Tu gobernanta – y tu sobrina – están ensayando;
el camino es corto y el canto es peor.
Noble errante,
de rodillas en esta vida
Ojalá qué eludamos esta lucha.
Pero tu fama te precede
– y te necesitamos, sin duda –
para someterte los golpes por cada sueño tonto que hemos sonado.
El Fin del Párrafo
La heroína ha informado a su argumento que ella se escapará.
Sus cosas están en orden:
los adjetivos han sido entregarlos,
los sustantivos han entregado sus carnetes de residencia,
y los verbos – esas piedras preciosas – han sido cosidos en sus pantaletas, elegantemente.
Mientras tanto, cuenta cupones de comida y trenza su cabello en cuerdas.
Su amante – que duerme en el intercambio equivocado –
ella fantasea que él está cantando unas baladas medievales en una tren de diésel.
Pues ella tiene que asearse ella misma de eso,
y tiene que seguir por donde guía la palabra,
tirar hacia arriba de las medias,
configurar su gorro gallardo,
fruncir sus labios contra los alambres eléctricos de nuestra perspicacia,
pues brincar, brincar, al fin de
Versiones en español: Alexander Best
Poemas del poemario Ontological Necessities (Necesidades Ontológicas) por Priscila Uppal © 2006 (Exile Editions, Holstein, Ontario)
http://zocalopoets.com/
Sorry, I Forgot to Clean Up After Myself
Sorry, Sirs and Madams, I forgot to clean up after myself
after the unfortunate incidents of the previous century.
How embarrassing; my apologies. I wouldn’t advise you
to stroll around here without safety goggles, and I must insist
that you enter at your own risk. You may, however, leave
your umbrella at the door. Just keep your ticket.
We expected, of course, to have this all cleared away by the time
you arrived. The goal was to present you
with blue and green screens, whitewashed counters.
Unforeseen expenses.
Red tape.
So hard to find good help these days.
But, alas, excuses. Perhaps you will appreciate
the difficulties I’ve faced in providing you a clean slate.
If you step into a hole, Sirs and Madams, accept the loss
of a shoe or two. Stay the course.
Progress is the mother of invention. Here: take my hand.
Yes, that’s right. You can return it on the way back.
From Ontological Necessities, by Priscila Uppal
My Father’s South-Asian Canadian Dictionary
includes the names of Canadian Prime Ministers and MPPs.
(We are from a government town, a government attitude on ice.)
I know what it means to lodge a complaint, submit a form,
participate in the census, just as I know that being Canadian
is the greatest pride on earth. My poetry comes out of
my father’s chest, tough and wholehearted, half-paralyzed
but brave. We believe in pronunciation, adjudication, and
all for the nation. We believe in universal health care,
teddy bears, and all-you-can-eat buffets. In my father’s
knuckles are the bare bones of a family he practically invented.
What does it mean to be an Uppal? It means diligence,
excellence. It means humility and finding your own ways
in and out. Before me, it meant business school, medicine,
looking carefully and effectively at all financial options.
It meant buying insurance and thinking about the future,
and marrying into a stable family with moral values.
Institutional language is ours: hypotheses, liabilities,
rent or lease. Yet, hockey too: boarding, hooking,
right wing, five-hole. I know little Punjabi, and we
always eat far more chicken à la king than curry, and
cheer loud for Queen Elizabeth and the Pope, but
my brother and I can both mimic a South-Asian accent
when we say: Mahatma Ghandi, River Ganges, or
You are such a smarty pants. In my father’s eyes, we
are ragamuffins, gallivanting around the neighbourhood,
while others are clowns, or con-men with sweetheart deals.
And when we come home to visit, he says please and
thank you. And when he’s lying scared in hospital beds
we say our dad, a quadriplegic, who knows what it
means to be alive, fellow citizens, more than anyone.
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