JOSÉ NÊUMANNE PINTO
Nacido en Uraúna (Estado de Paraíba, Brasil noreste) en 1951. Periodista y poeta, reconocida y admirada figura en los medios, con premios por su actividad de comunicador. Pocos conocen su vena poética, pero es la más fructífera, como así lo reconoce el antólogo Xosé Lois García que lo incluyó en su Antología de la Poesía Brasileña.
Extraídos de
ANTOLOGÍA DE LA POESÍA BRASILEÑA
Org. de Xosé Lois García
Santiago de Compostela: Edicions Laiovento, 2001
III
Las piedras de Gaudí se mueven en el color,
son olas, ramblas, ríos,
los muros de Gaudí, palmeras.
Antoni Gaudí planta cal
y recoge el sol, el cielo
en la mies líquida
del Mediterráneo.
El arquitecto siembra
plantas de argamasa
com puntos de papiro.
Dan frutos plenos, sin plomada,
sones de cemento,
vida piensa.
Los ladrillos de Gaudí,
antes que frases,
son mezclas provenzales.
El anciano de espaldas, curvado,
Una raya de lápiz
sobre lo blanco del papel,
letras, fragmentos de luz.
En este lado de la nada,
cavernas incompletas
excavan el cielo.
XI
Cierta noche,
una noche como ésta,
Gaudí visito la Sagrada Familia.
Bajó del carruaje,
yerto y grave,
sacudió el polvo de las polainas, paró.
Una luna de Barcelona silbó en el muelle,
divulgando un sonido pálido,
su estela de fósforo,
por el pórtico de la Navidad.
Detuvo en la piedra de la sombra caprichosa
del blanco caserío de Moguer,
el pueblo andaluz de Huelva,
plantado en cerro fictício,
desigual,
y catalán.
En el atrio convexo del templo,
la luna diseñó patios
cóncavos de Palermo Chico
en mi Buenos Aires querido.
En la noche catalana,
la luna sembró
flores del Bois de Boulogne,
barro viscoso de Lombard Street
(donde los banqueros londinenses se divierten),
piernas finas de mesas redondas
del Café de la Paix, en París.
Frente al pórtico de la Pasión,
el anciano curvado quedó sólo
con la majestuosa luna de Barcelona.
XIV
Estas torres de piedra
son gotas de lluvia,
las uvas pasas
que el sol seca
(como el sol seca
los granos de café
en la Plaza
de Juca Cintra
cerca de Avaré).
Estos terrones son
la lluvia que del suelo se eleva
al cielo de Barcelona,
cielo azul de Gaudí,
cielo rojo en Borborema.
Sus gotas de arte,
jugo adulterado
de uvas grises
plantadas en el espacio,
arañan el aire catalán.
En la soledad de concebirlas,
la oración del arquitecto pío,
que las completa
en el absurdo vacío
supuesto del cementerio
XX
De este suelo piedras nacen,
impulso mortal.
En este hueco, piedras mueren,
solitarias y planas.
En cosas sin vida,
que nunca mueren,
respiran pasiones ancestrales
de la Cataluña sin fin.
Es irregular la superficie,
de los caprichos
tejidos por cantalán.
Vida, pasión y muerte de Güell,
Inmortal de Gaudí,
mantenido podrido
ceniza-hielo
de este suelo fértil.
El vaho de este parque
sabe a súbito beso
robado.
XXV
Romper bien cada ladrillo,
sobre todo los de color más fuerte.
Como confetis imprevistos,
lanzarlos al azar;
hacerlos esparcir ociosamente,
sin plan alguno.
Después pegarlos con cal al muro,
como se salpican estrellas en el cielo.
O sea, ordenarlos
en el desorden de lo bello.
Así hace Antonio,
cantero anónimo,
arquitecto bárbaro
de Borborema,
al ornar fachadas
de los suburbios
en Rio de Janeiro.
Así hizo Antoni,
arquitecto eterno,
al visitar, de madrugada
el banco-río
del Parque Güell,
a medio camino
entre Los Caídos y el Coliseo.
Extraídos de
BARCELONA, BORBOREMA
São Paulo: Geração Editorial, 1992. 133p
III
As pedras de Gaudí se movem na cor,
são ondas, ramblas, rios,
os muros de Gaudí, palmeiras.
Antonio Gaudí planta cal
e colhe o sol, o céu
na seara líquida
do Mediterrâneo.
O arquiteto semeia
Plantas de argamassa
em pontas de papiro.
Dão frutos plenos, sem prumo,
sons de concreto,
vida pensa.
Os ladrilhos de Gaudí,
menos que frases,
são crases provençais.
O velho de costas, curvo,
um risco de carvão
sobre o branco do papel,
letras, lascas de luz.
Aquém do nada,
cavernas incompletas
escavam o céu.
XI
Certa noite,
uma noite como esta,
Gaudí visitou a Sagrada Família.
Saltou da carruagem,
hirto e grave,
sacudiu o pó das polainas, parou.
Uma lua de Barcelona apitou no cais,
espalhando um som pálido,
seu filete de fósforo,
pelo pórtico do Nascimento.
Parou na pedra a sombra caprichosa
do casario branco de Moguer,
o pueblo andaluz de Huelva,
plantado em cerro factício,
desigual e catalão.
No adro convexo do templo,
a lua desenhou pátios
côncavos de Palermo Chico
em mi Buenos Aires querido.
Na noite catalã,
a lua semeou
flores do Bois de Boulogne,
lama viscosa de Lombard Street
(onde banqueiros londrinos se divertem),
pernas finas de mesas redondas
do Café de la Paix, em Paris.
Defronte do pórtico da Paixão,
o velho curvo ficou só
com a gorda lua de Barcelona.
XIV
Estas torres de pedra
são gotas de chuva,
as uvas gastas
que o sal secou
(como o sol enxuga
os grãos de café
no terreiro da data
de seu Juca Cintra,
perto de Avaré).
Estes terrões são
a chuva que o chão eleva
ao céu de Barcelona,
céu azul de Gaudí,
céu rubro na Borborema.
Suas gotas de arte,
suco mascavo
de uvas cinzentas
plantadas no espaço,
arranham o ar catalão.
Na solidão de as tramar,
a oração do arquiteto pio,
que as completa
no absurdo vazio
do adro claro.
XX
Deste chão pedras nascem,
impulso mortal.
Neste vão, pedras morrem,
solitárias e planas.
Em coisas sem vida,
que nunca morrem,
respiram paixões ancestrais
da Catalunha sem fim.
É irregular a superfície
dos caprichos
tecidos por catalão.
Vida, paixão e morte de Güell,
imortal de Gaudí,
mantido podre
no borralho-gelo
deste solo fértil.
O bafo deste parque
sabe a súbito beijo
roubado.
XXV
Quebrar bem cada ladrilho,
sobretudo dos de cor mais forte.
como confetes imprevistos,
atirá-los ao acaso;
fazê-los espalhar-se ao léu,
sem plano algum.
Depois, pregá-los à cal do muro,
como se salpicam estrelas no céu.
Ou seja, ordená-los
na desordem do belo.
Assim faz Antônio,
pedreiro anônimo,
arquiteto bárbaro
da Borborema,
ao ornar fachadas
de subúrbio,
no Rio de Janeiro.
Assim fez Antoni,
arquiteto eterno,
ao visitar, de madrugada,
o banco-rio
do Parque Güell,
a meio caminho
entre Los Caidos e o Coliseu.
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