Jorge Folch i Rusiñol
(Barcelona, 1926 - ibīdem., 29 de marzo de 1948) fue un poeta español, catalán en lengua castellana, compañero de estudios y amigo de algunos de los vates que acabarían formando parte de la denominada Generación del 50 o Escuela de Barcelona.
Siendo hijo del importante industrial catalán Joaquín Folch i Girona, hermano del químico y empresario Alberto Folch y Rusiñol, y sobrino-nieto del polifacético artista Santiago Rusiñol. Vivió su infancia en el seno de una típica familia burguesa de la ciudad condal de principios del siglo XX.
Cursó los estudios primarios en la escuela de los Jesuitas situada en la calle Caspe, en la que trabó amistad con Carlos Barral, miembro destacado de la Escuela de Barcelona. En las memorias del susodicho tituladas Años de penitencia encontramos la fuente más extensa sobre la vida del joven y bisoño Folch. En estas páginas son descritas desde su afición a la alquimia de cuando era niño, hasta su obsesión por los cementerios y el subsuelo de la urbe centenaria. El mismo Barral habla de Folch como un joven mitómano e histriónico.
Terminada la educación secundaria se matriculó en la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona junto con el citado y Alberto Oliart, aunque su peculiar personalidad le llevó a dejar de lado muy pronto los estudios para dedicarse a la creación literaria y la inmersión en los bajos fondos de la ciudad. Incómodo con su condición aburguesada, y por influencia de las estancias en Las Vueltas, segunda residencia de la familia situada en la costa tarraconense, acabó creando un alter ego poético, aristócrata y romano. Creso Livio era su nombre, y dió título al único libro de poemas que publicó en vida. Esta edición, que tuvo lugar en 1947, fue autofinanciada y no venal.
Los últimos meses de su vida estuvieron marcados por rituales que hacía en contacto con la naturaleza y la creciente obsesión por el alcantarillado y los sitios subterráneos. Esta manía la acabaría llevando a la muerte el 29 de marzo de 1948, lunes de Pascua, con sólo 22 años. La versión oficial de la muerte fue que murió nadando a un estanco situado en la calle Panamá.
Después se ha desvelado que realmente murió en una cisterna donde solía zambullirse y nadar.
La poesía de Jorge Folch
Podemos describir su obra poética como prematura y breve, debido a su precipitada muerte, pero muy intensa. Su temática se mueve entre la identificación con el mundo clásico romano del Creso Livio o la Salutación a Venus, en los que hay una intensa relación con la naturaleza, el paganismo y el rechazo a la burguesía, y el romanticismo intenso como era la parte más oscura y rechazada de la ciudad la que más le apasionaba.
Jaime Ferrán habla de la poesía de Folch de la siguiente manera:
«Una voluntad de Expresión plástica, servida por una dicción acerada y precisa, nada ha perdido de super intensidad con el paso de los años. La adscripción a un paisaje: el tarraconense, visto con una óptica romana, era el soporte de un mundo trabado, la base de una congruente estructura en cuyo Servicio vemos crecer un endecasílabo preciso y vemos desarrollarse una serie de Procedimientos - como la aliteración - que conferían una interior plasticidad a super poesía.»
Después de la muerte= Dos eventos, llevados a cabo por sus compañeros de vida y estudios, son los que podemos destacar como homenajes al ya difunto poeta. En primer lugar el 13 de mayo de 1948, al cabo de un mes y medio de la muerte de Folch, se le realizó un homenaje a la facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona, organizado por el seminario de literatura Juan Boscán del Asociación Cultural Iberoamericana. En este acto se leyeron poemas del propio Folch y Carlos Barral, Alberto Oliart y Jaime Ferrán leyeron composiciones propias dedicadas al ya desaparecido compañero. Este acto fue reseñado por La Vanguardia en las publicaciones de los dos días posteriores al homenaje.
Por otra parte, los mismos Barral y Oliart se encargaron de publicar en 1950 la totalidad de la producción literaria de Folch que actualmente se conoce. Bajo el título de Poemas, ambos poetas reunieron la obra de su compañero, escribieron cada uno de ellos un emotivo prólogo y añadieron unos grabados que Capmany hizo para la ocasión, además de un soneto dedicado a Folch de Joaquín Montaner. La Vanguardia publicó una espléndida reseña el 28 de diciembre del mismo año.
En los últimos 70 años sólo en dos ediciones han sido publicadas las poesías Folch, y de forma parcial. La primera vez fue en la Antología Parcial que editó Jaime Ferrán en 1976. Enrique Badosa, responsable editorial que hizo posible la Antología de Ferrán en Plaza & Janés, 1999 editó una Antología poética de Jorge Folch. Esta edición fue reseñada por Juan Antonio González-Iglesias en el suplemento cultural del ABC el 31 de diciembre de 1999. Que se haya dedicado tan poca atención a este poeta, a diferencia de sus compañeros como Carlos Barral o Jaime Gil de Biedma, seguramente se debe a su prematura muerte ya las extrañas circunstancias en que ocurrió. Las palabras de Alberto Oliart en el prólogo de Poemas podían hacer pensar que Folch tendría una repercusión mayor:
«Cuando un poeta muere joven, se dice que es un poeta malogrado. Distingamos. Malogrado en cuanto a su obra posible, en cuanto a lo que pudo dar. Nunca malogrado en cuanto a poeta. Poeta nació y poeta muere. »
==Ediciones donde aparece la obra de Jorge Folch== Creso Livio. Publicación privada 1947. Poemas. Editada por Alberto Oliart y Carlos Barral. Barcelona: Ariel 1950. Antología parcial. Editada por Jaime Ferrán. Barcelona: Plaza & Janés 1976. Antología poética. Selección y prólogo de Enrique Badosa. Barcelona: Café Central 1999.
Ilustración de Ramón de Capmany en el libro Poemas (1950)
Mientras se bañaba en el estanque del merendero sito en la, calle de Panamá, número 1, murió asfixiado el joven Jorge Folch Rusiñol, de 21 años de edad.
Con esta escueta nota La Vanguardia informaba el 30 de marzo de 1948 de la muerte de Jorge Folch.
Antes de su muerte sólo había publicado un pequeño volumen de poemas titulado 'Creso Livio' en una edición privada. Dos años después de su muerte Alberto Oliart y Carlos Barral publicaron una recopilación de todos su textos en un libro llamado 'Poemas' (con notable prólogo de los propios Oliart y Barral, y con un soneto de quien consideraba maestro literario, Joaquín Montaner). En 1999 otro poeta barcelonés, Enrique Badosa, publica una antología tratando de rescatar del olvido la obra de Folch.
La personalidad de Folch fue tan interesante como su obra. De él se cuentan su interés por los cementerios, por los barrios bajos y las tabernas sórdidas, por las alcantarillas de Barcelona que visitó asiduamente durante un tiempo, por las aguas residuales, los pozos, su mitomanía y fascinación por el mundo clásico... Algunas de las personas que lo conocieron reconocen todo éso, pero también su incapacidad de discernir en las excentricidades de Folch qué parte pertenecía a la persona y qué parte al personaje (si es que realmente esa distinción puede hacerse en ningún caso).
"Folch practicaba ritos lustrales. Ofrecía a los dioses zarzas ardiendo o corría desnudo hacia el bosque próximo imitando gestos de bajorrelieve. Y es curioso que nunca nos preocupara a los otros dos [Oliart y Barral] el averiguar hasta qué punto tomaba en serio aquellos mimos".
Años de penitencia. Carlos Barral (Alianza Editorial)
A través de las memorias de Barral descubrimos a un hombre que mezcla la sensibilidad artística y el desprecio por la mediocridad de los Rusiñol y quizás, específicamente, el sarcasmo atroz y el gusto por la belleza plástica de Don Santiago; con una parte pragmática y de mentalidad científica que le transmitió su admirado padre y su también admirado hermano. En Jorge Folch se mezclaron todos estos ingredientes ... y su genio hizo el resto.
En aquella piscina (estanque, pozo o lo que fuera) de Pedralbes un hombre que no conoció la mediocridad perdió su vida y una carrera literaria probablemente brillante quedó abortada.
A los neuróticos. Jorge Folch.
Vedme: tengo ajustadas las mandíbulas,
y recta la nariz entre los ojos
de acero azul. Me llamo Creso Livio;
mi padre fue pretor de Tarragona
y era romana la robusta virgen
que le dió el mediodía de su vientre
y a mí la sangre blanca de sus pechos.
Superviviente soy de la patricia
raza de los felices; de la muerte
sé nada más que es, y sólo pido,
a su llegada, un buen telón de fondo.
Hay suficientes parras en mis párpados
para dormir al sol, si me parece.
Y no falta al afán de mi colmillo
- de mujer, de caballo o de ternera -
un pedazo de carne cada día.
http://estanoesmivida.blogspot.com.es/2012/01/jorge-folch-1926-1948.html
***
Santiago Montobbio: Jorge Folch: a los neuróticos, o de cómo devolverle a un poeta sus poemas (El Ciervo, Noviembre 1987)
Publicado por María García Esperón
En el primer libro de Santiago Montobbio, Hospital de Inocentes, se incluye el poema “Jorge Folch”, dedicado a la memoria de este poeta, que, como indica el título del poema bajo su nombre, nació en 1926 y murió en 1948, a los 21 años. María Luisa Ordóñez en la lectura que ha publicado de este libro en el número 26 de Tonos Digital se refiere a este poema de Santiago Montobbio y al poeta al que lo dedica, Jorge Folch.
Cabe señalar que Santiago Montobbio realizó una edición de la obra de Jorge Folch, ya que publicó una selección de la misma, con presentación también a su cargo, en la sección pliego de poesía del número 441 de la barcelonesa revista El Ciervo, en noviembre de 1987. El fondo bibliográfico de El Ciervo está digitalizado en Estados Unidos, en JSTOR, y puede por ello accederse a esta presentación y selección de la obra de Jorge Folch que realizó Santiago Montobbio en el pliego de poesía de este número.
Santiago Montobbio escribió el poema “Jorge Folch”, incluido en Hospital de Inocentes, de cuya publicación se cumplen ahora 25 años, de modo contemporáneo a la realización de esta edición de su obra, en otoño de 1987, como los demás poemas de la última sección de su primer libro, “Dramatis Personae”, en la que está incluido. Lo reproducimos aquí de la página 52 del mismo, tal y como en él se editó.
Jorge Folch
(1926-1948)
Había suficientes parras en tus párpados
para dormir al sol, si así te parecía:
yo sé que sabías eso y también que yo recorro
las mismas calles que cruzaste intentando
convertirlas en múltiple escenario de ti mismo,
las noches que volviste mosaico de ocios o de sueños,
antiguas piezas únicas hechas de alcantarillas dominadas,
de cementerios asaltados, un solo desierto o arco
tensado para extremar, para extremar en lo posible
y hasta el fin la vida. Y yo sé, yo te acompaño
o te conozco sabiendo sobre todo que quisiste
ser hijo de un pretor de Tarragona,
llamarte Creso Livio, nacer de una uva azul
y ser el sátiro y el mago y varios faunos
y que a través de extraños poemas sólo tuyos
conseguiste serlo antes que el agua
a los veintiún años te negara
la vida y las palabras. (No sabes cuántas veces
he repasado tus ojos y tus manos mientras
inútilmente buscaban salir de la cisterna
ni cómo he maldecido el por qué no pensaste
que había llovido demasiado).
Y aunque cuarenta años pasan como nada
cuarenta forman el estúpido espacio
que nos separa -cuarenta de tu alumbramiento
al mío, casi cuarenta de tu muerte a ahora.
Pero mentirá quien diga que no nos hemos conocido.
Porque más allá de las ciudades y la sangre,
de verso en verso alguna vez
se anula el tiempo -o quizá soy yo, que te recuerdo.
(C) Santiago Montobbio
Hospital de inocentes
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