lunes, 5 de mayo de 2014

ELA CUAVAS [11.614]

Ela Cuavas 


Montería, Córdoba, Colombia, 1977. Poeta. Licenciada en Español y Literatura. Es docente de Lengua Castellana de la Universidad de Córdoba.  2011 de la ciudad de Cartagena.

Ha participado entre otros, en el Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRio, Barranquilla, Festival de Internacional de poesía de Cali y Encuentro Internacional de mujeres poetas en Cereté.
Sus poemas y ensayos han aparecido en periódicos como El Universal de Cartagena y El Meridiano Cultural de la ciudad de Montería, así como en revistas de circulación nacional como Puesto de combate y la revista Clave de la ciudad de Cali entre otros.
Hace parte de la Antología de poetas colombianos preparada por Federico Díazgranados para la Revista   mexicana de literatura Círculo de Poesía. Su primer libro de poesía, Juntar los huesos, fue publicado dentro de la colección Voces del fuego, Testigos del Bicentenario de la Editorial Pluma de Mompox de la ciudad de Cartagena en el 2011.
La revista de poesía Exilio de la ciudad de Bogotá le publicó en el mes de marzo de 2014 su “Antología Músicas lejanas” preparada por Hernán Vargascarreño.




BALADA DE LA DESEADA MUERTE

La muerte seduce el hilo de sangre
que asoma por mi frente.
Atravieso  el patio florecido de jazmines,
aprendí a encogerme y a estirarme
como el gusano por entre los laureles.
Reducida a hoja sobrevuelo la noche
y junto a los pájaros muertos
me desgarro en el follaje.
Triste por no encontrar
suficiente tierra para mis huesos,
vuelvo a entonar esta canción,
como la última canción que cantan
los marineros en la alta noche.





ALEJANDRA PIZARNIK

Ha amanecido nuevamente,
pero el mundo ya no es lo que antes fue.
Todo está agrietado y disperso como mi alma.
Estoy sentada en una piedra,
solo conservo mi boca y mis mordidas uñas,
lo demás se perdió en el naufragio.
Los peces lo comieron tímidamente.
Leo sin ojos mis poemas,
me las arreglo para que sea memoria mi boca.
¿De qué me servirá mi verbo en este mundo que me inaugura?
Es como comprar  un vestido roto.
Siempre soñé este Apocalipsis
conmigo sobreviviendo a sus sombras.
Ahora debo inventar un nuevo lenguaje para nombrarme.
Intentaré un canto de ave,
pero aquí no hay aves, tendré que inventarlas.
Pero primero inventaré el bosque.







ESCRITURA

Las palabras me asaltan y de tanto tocarlas enloquece el piano. Las palabras duermen en mí, pero al tomar el lápiz despiertan todas en confusión de pájaros.

Platón y el nombre de los amantes, Van Gogh y su desordenado alfabeto, Artaud y su Torre de Babel.

Las palabras juegan a las escondidas y yo quiero atraparlas como a moscas, derribarlas con mi arco de fuego sin molestar a Dios.






ME RECONOZCO EN ESTA CASA

Para Mónica Jaramillo

Estoy sola con los lotos.
Cuando el cristal se quebró
temí al nido de las arañas
y no encontré otro refugio.
Ahora quiero regresar a la casa
pero estoy empapada,
subo la escalera y el humo me aturde.
Ahora un sabor de vino fuerte,
ahora un blues, creo que es Billie, no lo sé.
Creo que amé o habité en esta casa;
he encontrado mis monedas en la fuente,
trato de recomponer mis fragmentos.
Mi presencia en esta casa es un aleteo.
Sólo un canto triste de ave.
Una mujer se peina en el balcón,
las estrellas lo anuncian;
creo que me reconozco en esta casa.






Escrito desde el purgatorio

Mis huesos desnudos
no son necesariamente una mala señal,
es probable que en el afán de mostrarte
el color de mi alma la sonrisa desfigure en mueca.
Apuesto que no me has visto por la calle
con mi paraguas negro y mis libros en la mano;
cuando me veas, obsérvame bien,
pues pueda que yo sea uno de los tantos zombis
que habitan esta ciudad  y cualquier madrugada
peques por necrofilia.

Yo trabajaba en una oficina y creían que estaba viva,
yo trabajaba en una escuela y decían que estaba viva,
yo alimentaba a los niños y comía yo también
con las mandíbulas bien apretadas
y aún así decían que estaba viva;
pero en las noches me asomaba a la ventana
y veía a mamá remendando mis alas con su sangre.
¿Por qué no puedes hablar de tu madre
sin que broten las lágrimas? 
Es que madre no sabe que estoy muerta
e insiste en coserme un vestido de bodas.
              
También hubo un tiempo
en el que bailaban las estrellas en mi cuarto
y papá sabía que ensuciarían mi cabello,
aún así, no las apagó;
pero ahora es el agua la que me inunda,
y llevo una mariposa azul en la solapa
que huye de la mandrágora.
Sílabas y sílabas, alfabeto derramado
sobre las margaritas del patio.
He puesto comas donde iban los guiones
y tengo ganas de escribir pero mi mano delira.
Quiero gritar que la muerte no tiene boca
ni posesión de gusanos,
sólo una triste cara detrás de un escritorio.






Te sedujo el canto de un pájaro

Tú me esperabas frente a la galería,
con aquella blusa azul casi transparente
y una fina sensualidad en tu labio inferior             
que no necesita lápiz,
porque las mujeres como tú
son más que carne.
Yo, al otro lado, en la estación,
viendo partir autobuses,
con la tristeza de un judío
que ve partir el tren en una película nazi,
atravieso la calle; y el agua y sus colores
se desvanecen lentamente en la acera;
los cristales de la galería revelan
las trampas de la luz.
Eres la mujer con la que soñé una noche,
sentada en mi mesa,
bebiendo de mi vaso,
bailando un jazz de John Lee Hooker,
cabello azabache, ojos de pantera.
¿Dónde hubiéramos ido esa tarde
de alucinados demonios
en la que neones y automóviles
nos ocultaban el cielo?
Aquel día que no quisiste seguirme
porque te sedujo el canto de un pájaro
y yo tuve que devolverme ebrio
a mi barrio de hojalata.






Erótica del amor intocable

Dibujo tu cuerpo entre las pesadas sábanas que parecen nubes,
cuerpo de niño que no conoce el vaivén de las olas;
tu cuerpo sin tiempo, que espera una noche,
un rayo de sol, un canto de ave
para despertar, para perderse en un vientre,
quizá el mío, o el de la niña que canta a la orilla del mar.
Te busco transparente entre dos músicas lejanas,
desdibujado por el vino, liviano de deseo.
Anclada en la noche te busco, para despertar del sueño.







Una palabra

Quiero una sola palabra
que lo nombre todo,
el dolor de la infancia,
el miedo al amor,
la rosa que se desborda de belleza,
el canto de la luz en mi ventana.
Quiero acertar
con una sola palabra.
Porque el poema no basta.







Herencia


I

Muda la existencia del hombre
porque las palabras aún no corrían
por las raíces del árbol.
El hombre vagaba por el bosque
y recolectaba frutos,
y entonces fue verbo su alimento.
Él lo supo siempre;
por eso este lápiz con el que dibujo
los signos que me heredó el árbol.


II

Recuerdas la noche en que te fueron dadas las palabras.
Tú dormías junto al río y despertaste sediento,
y bebiste de la orilla, donde abundaban flores.
Un pequeño grito de placer fue el primer indicio.




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