martes, 26 de febrero de 2013

STAVROS VAVOÚRIS [9291]

                                                                                                     Electra



Stavros Vavoúris
Stavros Vavoúris nació en 1925 en Atenas, Grecia, siendo afectado por una parálisis cerebral.1 Publicó su primer poema titulado Quimera (Χίμαιρα) en la revista Voz juvenil (Νεανική Φωνή).2 Se graduó de la Universidad de Atenas en literatura, historia y arquitectura en 1952. Ese mismo año publicó su primera colección de poesía titulada Aquí imaginas galopes y olas (Εδώ φαντάσου καλπασμούς και κύματα).2 Enseñó literatura en varias escuelas de en distintas partes de Grecia y en Atenas. Trabajó para el Ministerio de Educación de Grecia entre 1964 y 1967. Fue designado director de bachillerato en 1980, manteniendo ese puesto hasta 1984 cuando tuvo que renunciar debido a problemas de salud. Es autor de doce libros de poesía que han sido traducidos al inglés, polaco y alemán.

Obras

Aquí imaginas galopes y olas (Εδώ φαντάσου καλπασμούς και κύματα, 1952)
Poemas (Ποιήματα, 1977)
Carmina Profana (1983)
Instantáneo: Nosotros (Τα ακαριαία: εμείς (1980-1984), 1984)
Που πάει, που με πάει αυτό το ποίημα (1985)
Ημέρες, νύχτες που ναι τες; (1987)
Πού πήγε, ως πού πήγε αυτό το ποίημα (1998)
¿Esto también? Tal vez (Κι αυτά; Ίσως, 1999)









Monólogo de Electra

Sorpresivamente me cautivaba la idea
de que podía expulsar
personas y cosas como una lanza;
que era posible que tomara forma de
    guillotina
sobre nucas culpables
que podía elevarme
oscura como ciprés
inalcanzable como destino.
La idea de que podía cruzar indiferente
con una satánica sonrisa imperceptible
multitudes rabiosas y enfurecidas en mi contra
me disolvía.
Me atravesaba, con espasmos casi de placer, el
    pensamiento
de que podía
encontrarme en el último escalón del patíbulo
con desprecio
mientras una turba deslumbrada
por el mal esperaría hasta el final
que rompiera en sollozos.
Sorpresivamente me cautivaba
sí, me volvía loca la idea
de que era posible que tomara el tono
de ceniza irrevocable
ensombreciendo y aniquilando la luz del sol
que tanto la había encendido y embriagado.





Eurídice

Arrastrabas un esqueleto a la luz.
Por eso además te habían recomendado:
                Que no te volvieras.
Pero, aun así, si no hubieras roto las reglas
jamás habría llegado a la luz contigo.

Huesos sin carne
dos cuencas sin ojos
dientes sin labios
era todo lo que subiendo ceñías en tu mano,
como estaba dispuesta también la trampa
desde el momento que te habían permitido cruzar
la puerta que nadie cruza caminando.

Cuando al final te volviste
                me esfumé.
Nada viste.
Sin embargo sábelo ahora.

Arrastrabas un esqueleto a la luz
                desde el principio contigo
y era una decisión tomada irrevocable:
Quisieras o no:
                Que te volvieras.

Antología y gramatología, de Aléxandros Argyríou, t. v. Ediciones Sokolis. 
Versión de Francisco Torres Córdova






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