Helena Sassone, nacida en Madrid en 1938.
Helena Sassone, poeta, semióloga, crítico literario, reside en Caracas desde el año 1955, ejerció la crítica literaria en el “Índice literario” de El Universal y en el “Papel Literario” de El Nacional. En el campo del ensayo tiene publicadas cinco obras, tres en narrativa y catorce poemarios [Toquemos Bach (1982), Tardes color de siena (1996) y Arcángel defraudado (1998)] . Como dramaturgo, recibió Mención de Honor en el Premio de Teatro “José Ignacio Cabrujas” del Círculo de Escritores de Venezuela por la obra “El parto”. La obra fue presentada en la Sala Mozart del Colegio Emil Friedman, dirigida por Frank Ziccarelli.
Posee la Medalla Internacional “Lucila Palacios” otorgada por el Círculo de Escritores de Venezuela, la Orden “Francisco de Miranda”y la Orden Ändrés Bello”.
Durante años tuvo a su cargo la crítica de teatro, ballet y música de la Revista Imagen del Consejo Nacional de la Cultura. Colaboró con la Revista Nacional de Cultura y en los Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid, en Punta Europa, etc. Fue columnista del diario Panorama en Maracaibo durante 30 años. Impartió conferencias-talleres en la Universidad del Zulia.
Estuvo a cargo de la crítica de teatro de la Revista Resumen y en diferentes revistas de poesía de Bélgica, sus poemas han sido traducidos al francés. Figura en Antologías nacionales e internacionales, en francés, portugués e inglés.
Invitada a congresos internacionales, se ha destacado en temas como la crítica semiológica aplicada al treatro y a la poesía, y a la paz en el mundo. Ha sido invitada a participar en numerosos foros y conferencias en Venezuela.
Al Gato de Ursaria
“¿Quién ha dicho que
el mundo es una casa?”
Enrique Gracia Trinidad
Habitaciones desahuciadas
espacios vacíos
en los sueños seres extraños
rodean la conciencia
del jardín desflorado.
Sobre tu rostro
la aurora ha marcado sus signos
con las pestañas ígneas de la noche.
De su espesura liberada
va dibujando los contornos
de arpegios sedientos
mecidos a lo lejos por las ondas
de recuerdos.
Hacia el umbral del mediodía
se disuelve el espejo de hielo.
La alquimia del sufrimiento.
Mi cabeza he visto recién cortada
adornando el centro de la mesa
el rostro tenía expresión alegre
aunque de los ojos salían lágrimas.
Desdoblada de mí y ya sin figura
como sombra invisible contemplaba
la vida sin mí que vivían otros
esa ausencia que la eternidad llaman
Les había donado mi cabeza
de todo mi yo lo mejor dotado
separada del cuerpo y ya sin mente
era la cuenta gigante de un ábaco.
Alas de la llama
Su piel de lino
la volvía gris la tarde
tenía actitud de morir.
Desde la puerta
con mi puño cerrado
apagué
la llama de su ira.
Una vez ida
con mi mano abierta
atrapé
las alas de su alma.
Cementerio de Mochima
Comienza en el primer clamar de la sombra, señalando el infinito
al final de la calle que la oscuridad desdibuja.
Si se afianza el pie en la losa y el mirar penetra reja adentro
tal vez se escuche un suspirar quedo.
Del mar cercano, cantos abisales, sólo audibles al fondo de fosas.
De las cigarras en el eterno verano
la coral metálica que aturde el ánimo.
Tras el crepúsculo de la noche
siguen los pasos impúdicos del visitante,
se abre la reja con dolor de óxido
y los muertos se acuestan al despertar los pájaros.
Consciencia / inconsciencia
Existe una soledad, semejante al silencio en música,
en el espacio inferior del juicio. Y es afán de éste, alcanzar
la transparencia que lleva a sufrir más allá de la crueldad,
hasta decantar el espíritu y volverse levedad sin fin.
¿Cómo dirigir desconocidas potencias latentes en nuestro fondo?
Las criaturas fueron perdiendo las pulsiones,
sustituyéndose en el mundo sin recordar haber sido.
Y siempre se tornará al principio, o al final, y te hallaré.
¿Eran cantos o eran gritos?
“Gritos de niños no los puedo oír
G. MAHLER
Abría la tiniebla de sus senos
la tierra.
Ávida de vida absorbía los cuerpos
con gula.
Niños de mármol con alas de bronce
Vigilan.
Puede que suenen todavía en el cementerio
los cantos de cuna.
Con el hilo de sus voces tejieron una red
de fugas.
Las almas salieron a cazar los gorjeos
del alba.
Inalcanzable ciudad
Inalcanzable ciudad
en el túnel del sueño
paréntesis de mis asombros
rescatada estás
del mal del olvido
tu soledad en mi luz
me abre las puertas.
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Búsqueda del Yo Trascendental y función poética en
“Enigmas Calcinados”
Por LAURA GIMENO SASSONE
Prólogo traducido al español, de la edición francesa de Enigmas calcinados, de la poeta, novelista y semióloga Helena Sassone
“Una voz te nombra y no es tu nombre”, así empieza el primer poema del último libro de poesía publicado por Helena Sassone, “Enigmas Calcinados”, marcando el preludio de lo que va a ser una búsqueda exhaustiva de su Yo Trascendental, o según sus propias palabras:
“Busco la esencia de mi propio Ser.”
Esta búsqueda nos planteará aparentemente una contradicción de fondo en el pensamiento de la autora, pues habiendo sido su poesía en “Diálogos de la Nada” un reflejo de su afirmación de la Nada (Nietzche, y la muerte de Dios), de repente Helena Sassone apela a un “Todo” o a una especie de “suma”
“Dejar a los amigos en la cripta
vivos o muertos puede que no importe
todos hacen uno solo eterno…”
que existiría en el trasfondo de su búsqueda trascendental del “Yo” y del universo en el que vive. Este cambio casi drástico de pensamiento pierde su dramatismo y entra en el dominio de la lógica si nos atenemos a las palabras de Dubrosky.
“Como en toda superación verdadera, la negación es también conservación.
(¿Por qué la nueva crítica?)”
Pero, ¿cómo podríamos definir la Nada en la consciencia de Helena Sassone?
Ella misma nos dará la respuesta:
Existe una soledad, semejante al silencio en música, en el espacio interior del juicio”.
Este silencio se verá rellenado por la “suma”:
“Oh, eternidad callada
belleza austera que nadie ha visto todavía
sólo eres tal vez la suma
de quienes aquí yacemos.”
y
“entre todos labramos el tumulto que nos iguala
y determina un ritmo en la conciencia austera.”
como hemos visto anteriormente, cuya idea implica una totalidad: así es como nos deslizamos suavemente desde el concepto de la Nada hacia el Todo.
El silencio o en este caso la Nada va a ser colmado por las vivencias de la poetisa que en un acto de alquimia de dimensiones casi sobrenaturales llegará a invadirlo Todo. Este principio de invasión de naturaleza “oceánica” es la definición que nos prodiga Michel de Certeau en su artículo “La mystique”, (Enciclopedia Universalis): el místico se ve avasallado por un “sentimiento oceánico” en el transcurso de su experiencia.
Esta búsqueda muchas veces implacable, de la esencia del Ser en el poeta va a estar compuesta por distintos elementos que serán los testigos de esta lucha interior y conformarán su realidad última: el otro (“Una voz te nombra”), en su pequeña medida de individuo aislado, o en su multiplicidad, reflejando así la totalidad de la humanidad
(no exenta por otra parte de una preocupación por la lucha social: “Mansos”), ya sean seres desconocidos o amigos allegados; la naturaleza, sobre todo los pájaros, que retratará muchas veces el sentir interior del poeta:
“Llegas a sufrir
de ese amigo de toda la vida
el silencio de un día sin pájaros.”
los viajes y la materia: objetos sin aparente trascendencia (“Inventario”) y , por supuesto, la propia creación poética, el acto de escribir, la soledad inherente del poeta:
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“Quisiste gritar tu voz no acudió
nadie leyó el lenguaje de tu cuerpo”
De esta manera, Helena Sassone va a tejer todo un mundo de dimensiones ora inquietantes, ora apacibles, en el que el poeta, tras la inmensa lucha con y en contra de su destino, cae agotado y finalmente encuentra sosiego:
“Recordando las sombras sin ira
perdonando
tal vez así
alma de amor nacida
a ti regreses.”
Si tuviésemos que trazar esa búsqueda trascendental del Yo en el contexto de un pensamiento filosófico podríamos acudir a la India, siglo VI antes de Cristo y, más concretamente, a las Upanishads, la parte final de los Vedas. En ellas, se describe al cuerpo del Universo como no diferente de su Creador, en un proceso de “Emancipación”
y no de “Creación” del mismo propio del Cristianismo. Los pequeños objetos trascienden su condición de objetos elevando la materia y convirtiéndola en pequeñas partículas del Supremo Ser, aunque sólo sea en una condición un tanto más degradada del mismo (“Inventario”). En este poema la autora siente haber extraviado parte de su Ser trasvasándolo a los objetos perdidos que se tornan, en una extraña y prodigiosa alquimia, en un tiempo:
“Los instantes en que pude buscarme
simple inventario son .”
Este mismo pensamiento en el que la mera materia es elevada a un reflejo de lo trascendente ha sido ya explorada anteriormente en el Hinduismo, y en Occidente en el Uno de Plotino (siglo I).
Pero, por supuesto, no se puede negar el pozo que ha creado el pensamiento cristiano en la poética de Helena Sassone que así mismo habla del descenso, de la culpa, del perdón, de la redención, etc., aunando de una manera intuitiva y extraordinaria el pensamiento de Oriente con el pensamiento de Occidente, otorgando a su poemario una belleza extraña de contrastes que estilísticamente se va a ver sumida y reflejada en el uso frecuente de la antonimia y de la antítesis, llevada éstas a su punto culminante cuando habla de alas sin aves,
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“Que signos hirientes de tu alma escapan
preciosas alas volando sin aves”,
de “un saber mutilado” o, más conmovedoramente, del silencio del poeta que no tiene público:
“Jamás emergería indemne
del hermetismo silábico.”
El silencio del poeta supone la muerte del poeta: es un pintor ciego, un bailarín mutilado. Eluard anteriormente había hablado del silencio del poeta. Tras la muerte de su amada Nusch, exclama en “Nuestra Vida”:
“El pasado se disuelve, doy paso al silencio”
Este silencio, acompañado de una soledad extrema, propicia un caldo de cultivo excelente en el que el ser desnudo frente a sí mismo no tiene más remedio que iniciar la búsqueda de sí mismo, es decir, su Yo trascendental, propósito primero y último de la existencia humana.
Por otra parte, si nos atenemos a la función poética del escritor tan bien descrita por Victor Hugo en “Fonction d’un poète”, comprendemos que en éste último libro de poemas Helena Sassone ha cumplido ampliamente lo preescrito: por una parte, llega a su condición de Poeta-Visionario,
“El ve cuando los otros vegetan”
(Victor Hugo: “Función del poeta”)
vehículo de transmisión celestial, entre la tierra y el mundo,
“En el universo en que él es Dios,
en el que él es el que ve en Dios.”
(Amrouche: “D’un poète”)
instándonos con su ejemplo a través de sus versos a que nosotros iniciemos también nuestra propia búsqueda
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Y sobre todo, podríamos hablar del poder curativo de la poesía y de su función terapéutica tan bien descrita por Alfred de Musset en “Les confessions d’un enfant du siècle”. Esta función terapéutica es doble en el sentido de que el poeta ofrece una vía de curación ante todo para sí mismo, pero también, y quizá sea éste el último propósito de la literatura, para con el otro:
“Habiendo sido aquejado joven aún, por una enfermedad moral abominable,
cuento lo que me aconteció durante tres años.
Si fuese el único enfermo no diría nada, pero como hay muchos otros además de
mí que sufren del mismo mal escribo para ellos, sin prestar demasiada atención;
porque aunque nadie me prestase atención habré aún retirado este fruto de mis
palabras, de haberme curado mejor a mí mismo, y como el zorro cogido en la trampa,
habré lamido mi pie cautivo.”
La poesía sería susceptible de sanar a la humanidad, al corazón, y con el corazón al cuerpo.
Así pues, el poeta cumple con su doble cometido en el mundo. Al desvelar su mundo propio a través de sus versos, nos ofrece su ejemplo como posibilidad a seguir y, caso de errar el tiro, según las palabras de Alfred de Musset, siempre habrá podido embalsamar su propia herida. La palabra se convertiría en algo así como una “logorrea liberadora”, dentro de un contexto del psicoanálisis ejercido a través de la escritura: por una parte el escritor se libera de su pesadilla interior, ofreciendo al mismo tiempo una posibilidad de catarsis al lector, “salvándolo de la desesperanza” (Simone de Beauvoir).
Helena Sassone va más allá y, trascendiendo esta realidad, eleva la palabra a Verbo, volviendo al “Soñador sagrado” de Hugo:
“La palabra es sagrada
regresa a la vida eternamente.”
* Prólogo traducido al español, de la edición francesa de Enigmas calcinado de Helena Sassone
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