Francisco Bejarano (Jerez de la Frontera, Cádiz 1945); escritor y poeta español.
Codirector de la revista literaria Fin de siglo y director de la revista Contemporáneos, participa activamente como columnista en diversos periódicos de la provincia de Cádiz. Entre sus obras destacan Transparencia indebida, Por las tardes, Antología (1969-1987), Manual del escritor y del lector modernos, Consolación de melancólicos, La torre de marfil, Las estaciones, Recinto murado y El regreso.
ME DICEN QUE NO ESCRIBO VERSOS. CREEN…
Me dicen que no escribo versos. Creen
que abandonado por la Poesía
en las noches estériles persigo
un fantasma que es una sombra mía.
¿Quién se atreve al dolor de hablar con alguien
si es uno mismo, tras la luna fría
de un espejo pulido al que se asoma
la imagen fiel de la melancolía?
Toda la soledad de la existencia
con los versos entró en mi casa un día.
Siempre que pude le cerré las puertas
a una visita que me malhería.
El regreso, 2002.
Me dicen que no escribo versos. Creen
que abandonado por la Poesía
en las noches estériles persigo
un fantasma que es una sombra mía.
¿Quién se atreve al dolor de hablar con alguien
si es uno mismo, tras la luna fría
de un espejo pulido al que se asoma
la imagen fiel de la melancolía?
Toda la soledad de la existencia
con los versos entró en mi casa un día.
Siempre que pude le cerré las puertas
a una visita que me malhería.
El regreso, 2002.
VIDA RETIRADA
Nada tengo para vosotros, nada.
¿Estos versos, quizá? No son ya míos
y no se puede dar lo que no es propio.
Qué son los versos sino la manera
de engañarnos a solas, de decirnos
que fuimos inmortales como dioses
en un reino guardado en la memoria.
No quise escribir versos porque oigo
en cada uno el nombre de una lágrima,
el nombre de una pérdida, el sonido
de una voz que deseo, como un eco
que juega con nosotros y responde
desde lejos, desde el lugar contrario
donde estuve seguro de encontrarla.
Pero una tarde me dejaron solo
con el dolor oscuro de una herida
que no podía restañar. No estaba
visible en parte alguna de mi carne,
pero sé dónde están las cicatrices:
en estos versos sin deseo escritos
en suaves palabras que no curan.
El regreso, 2002.
ARIA DE BRAVURA
Yo no quise la turbia
soledad de los versos,
sino la vida clara
sin reflejarla en ellos.
Conocer las desdichas
por los libros ajenos
en la plaza y el retiro
de mis días benévolos.
No pude. Aparecía
un pájaro siniestro
y yo le hacía frente
con las armas que tengo.
Las tardes, 1988.
Nada tengo para vosotros, nada.
¿Estos versos, quizá? No son ya míos
y no se puede dar lo que no es propio.
Qué son los versos sino la manera
de engañarnos a solas, de decirnos
que fuimos inmortales como dioses
en un reino guardado en la memoria.
No quise escribir versos porque oigo
en cada uno el nombre de una lágrima,
el nombre de una pérdida, el sonido
de una voz que deseo, como un eco
que juega con nosotros y responde
desde lejos, desde el lugar contrario
donde estuve seguro de encontrarla.
Pero una tarde me dejaron solo
con el dolor oscuro de una herida
que no podía restañar. No estaba
visible en parte alguna de mi carne,
pero sé dónde están las cicatrices:
en estos versos sin deseo escritos
en suaves palabras que no curan.
El regreso, 2002.
ARIA DE BRAVURA
Yo no quise la turbia
soledad de los versos,
sino la vida clara
sin reflejarla en ellos.
Conocer las desdichas
por los libros ajenos
en la plaza y el retiro
de mis días benévolos.
No pude. Aparecía
un pájaro siniestro
y yo le hacía frente
con las armas que tengo.
Las tardes, 1988.
No hay comentarios:
Publicar un comentario