José Gutiérrez (Nigüelas, Granada, 1955) Con tan sólo 21 años saca a la luz su primer poemario: Ofrenda en la memoria (1976), al que seguirían Espejo y laberinto (1978), El cerco de la luz(1978), La armadura de sal (1980) y De la renuncia (1989, con prólogo de Antonio Muñoz Molina). Esa “renuncia” se hace efectiva en un largo silencio de diecisiete años, sólo roto con la publicación de una antología de su obra, Poemas 1976-1996 (1997), que incluye la mención a un libro futuro: El ausente, finalmente titulado La tempestad serena (2006).
Es incluido en distintas antologías de poesía española: Las voces y los ecos (1980), Florilegium. Poesía última española (1982), Postnovísimos (1986), Poesía española reciente 1980-2000 (2001), etc. Algunos de sus poemas han sido traducidos al griego y al italiano.
En el campo ensayístico ha publicado una Introducción a la pintura de José Hernández Quero (1986) y Manual de nostalgias: invitación a la poesía de Elena Martín Vivaldi (1982), poeta de cuya obra ha preparado la edición de una Antología: En plenitud de asombro (2002). Es autor de un libro de artículos literarios y periodísticos: La biblioteca del bosque (en preparación). En la década de los ochenta fue asiduo colaborador en la prensa local y nacional: Ideal, Informaciones, Pueblo, El País, etc., así como en revistas literarias: Nueva Estafeta, Cuadernos del Norte, Litoral, Insula, etc. Asimismo dirigió distintos programas radiofónicos de carácter cultural y universitario en la emisora de Radio Nacional en Granada.
Desde su creación en 1999, hasta su clausura en 2008, ha sido director de la revista cultural “El Fingidor”, que editaba la Universidad de Granada, institución donde se dedica desde 1976 a tareas editoriales, culturales o periodísticas. En 1984 pone en marcha el Gabinete de Prensa de dicha Universidad, del que actualmente es director. Es miembro de la Asociación de la Prensa de Granada, y de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España).
DESTINO
YO sé que hay un mar
en cada rincón de la tierra
donde el agua se oculta:
polvo del camino que pisamos.
Nos espera el mar,
latido siempre, temeroso
de que no sepamos descubrirlo.
Tu destino está allí, flotando en la arena
o balanceándose en las olas
de ese mar que añoras.
Dominas el río o la raíz
de la fecunda estirpe,
y sabes que la memoria es viajera
inseparable de tu vida.
Desafía las débiles miradas
de los oscuros rostros,
muestra indiferencia
por las frías palabras en que prorrumpen.
Anuncias o vislumbras un tiempo
de juventud inagotable, de amor,
de permanente fruto en el árbol;
pero tú, sierpe altiva,
estás condenado a no vivirlo.
Para ti será el ocaso
de tu triunfo, mientras otros hombres
alzan la copa a sus impuros dioses
LLUVIA
HIERE la lluvia las calles que paseas
y podrías ser un río que se rebela y se alza
o un muerto lavando su sombra vencida.
¡Ay las lluvias sin fin horadando tu alma!
Porque tu alma es esa muchacha azul
que emerge de las oscuras noches –¿no
adviertes
el eco de cenizas que despliega su mirada?–.
Así invocaste la enfebrecida brisa que un
cuerpo vistiera
o la mano capaz de abarcar espacios u
océanos.
Así, encadenado a la ignorancia del mundo,
fuiste –trágico sueño- víctima
de tu propia quimera.
¡Ah las bellas palabras arrancadas de un labio,
la silenciosa música coronándote,
la despedida fugaz de la sangre primera!
¿Quién anuncia tu derrota,
–prevés la catástrofe que sobre tu memoria
se cierne–, qué dedo maldito te señala?8
Sabes que toda lluvia o diluvio pasa,
que no es posible alterar el destino
y que el tuyo es la isla
que aguarda hundirse
bajo las turbias aguas estancadas.
Ya se aproxima la noche y aún amas la vida:
¿puedes –a pesar de la lluvia– esperar el amor
que incendiaba los campos y vuelve manso
el tigre o la serpiente del odio?
Quisieras decir sí, pero sería engaño;
olvida este día y tiende un puente
que te sostenga, mientras surge de nuevo el sol
y su alabanza.
TU JUVENTUD : UN RÍO . . .
TU juventud: un río
de nubes que levanta
el cuerpo como ofrenda.
Yo sé del sol que te alza,
de pájaros y fuentes
que por ti sólo cantan.
Espejo eres del cielo,
cabellera del alba,
dulce brisa marina.
Mi canto vence el ansia,
la soledad más íntima
que impone la distancia.
EL REVÉS DEL REFLEJO
CALLAR es hermoso como un río
–la voz ya leve brisa sin palabras–.
Como el cristal que bajo la lluvia se resigna
y brilla más si el agua insiste,
te llamaré oscuro
desde mi tristeza altiva
para recoger pétalos sin nombre.
(Bello mar el silencio)
LA SOLEDAD DEL MAR ES EL MEJOR EXILIO
...Y no es el mar oscuro límite, sino exilio.
En él se cumplen todos mis deseos.
Lejos, alguien me imagina
extranjero en país extraño.
No conoce esta música:
la del mar, su rumor
crecido por la lluvia o esas gaviotas
que dejan un rastro de luz
en el denso aire de la mañana invernal.
La soledad del mar no es amenaza
sino isla donde habito ajeno.
En él se cumplen todos mis deseos
y el tiempo no se confabula contra el hombre.
En la mañana de invierno alguien
me imagina extranjero,
y qué dulce es saberlo
VARIO PAISAJE DEL AMOR
Lejos, alguien me imagina
extranjero en país extraño.
No conoce esta música:
la del mar, su rumor
crecido por la lluvia o esas gaviotas
que dejan un rastro de luz
en el denso aire de la mañana invernal.
La soledad del mar no es amenaza
sino isla donde habito ajeno.
En él se cumplen todos mis deseos
y el tiempo no se confabula contra el hombre.
En la mañana de invierno alguien
me imagina extranjero,
y qué dulce es saberlo
VARIO PAISAJE DEL AMOR
MIENTRAS duró mi juventud
fui distintos paisajes:
fuente junto a tu brazo joven,
árbol donde el pájaro anida,
aroma de una flor que te embriagara,
ave velocísima hacia un pecho tan suave.
Pez fui por tus aguas,
y ahora que la memoria te rescata
soy estrella que anuda tus espacios
POÉTICA
Un deseo de luz para las manos,
esta lira que suena en mi silencio,
cuchillada de sol entre los ojos,
alto vuelo de pájaros solemnes
sobre el dolor del mundo: denso olvido;
navaja cenicienta, la palabra,
es el arma que esgrimo.
Primeros poemas, 1976.
fui distintos paisajes:
fuente junto a tu brazo joven,
árbol donde el pájaro anida,
aroma de una flor que te embriagara,
ave velocísima hacia un pecho tan suave.
Pez fui por tus aguas,
y ahora que la memoria te rescata
soy estrella que anuda tus espacios
POÉTICA
Un deseo de luz para las manos,
esta lira que suena en mi silencio,
cuchillada de sol entre los ojos,
alto vuelo de pájaros solemnes
sobre el dolor del mundo: denso olvido;
navaja cenicienta, la palabra,
es el arma que esgrimo.
Primeros poemas, 1976.
No hay comentarios:
Publicar un comentario