jueves, 15 de diciembre de 2011
5396.- ANA ENRIQUETA TERÁN
Ana Enriqueta Terán (Valera, 1918) poetisa venezolana.
Es una de las figuras más importantes de la poesía venezolana, sobre todo por su uso de la palabra. Ha escrito en varias publicaciones y toda su obra se encuentra en Casa de hablas (1991).
Libro de Jajó (fragmento)
Este es vuestro árbol. Así era. Así es.
Pájaros tejen en su aliento coronas de éxtasis.
Brisas aseguran siseos para el acecho del halcón.
Aires enhebran pálidos huevecillos de miedo.
Ella se oculta en propia cueva donde permanece niña.
Allí rememora encajes, participaciones y requerimientos maternos.
Luego vuelve a su estatura de anciana
cuya sombra se funde en perspectivas de soledad y de nieblas.
PIEDRA DE HABLA
La poetisa cumple medida y riesgo de la piedra de habla.
Se comporta como a través de otras edades de otros litigios.
Ausculta el día y sólo descubre la noche en el plumaje del otoño.
Irrumpe en la sala de las congregaciones vestida del más simple acto.
Se arrodilla con sus riquezas en la madriguera de la iguana…
Una vez todo listo regresa al lugar de origen. Lugar de improperios.
Se niegan sus aves sagradas, su cueva con poca luz, modo y rareza.
Cobardía y extraño arrojo frente a la edad y sus puntos de oro macizo.
La poetisa responde de cada fuego, de toda quimera, entrecejo, altura
que se repite en igual tristeza, en igual forjeceo por más sombra
por una poquita de más dulzura para el envejecido rango.
La poetisa ofrece sus águilas. Resplandece en sus aves de nube profunda.
Se hace dueña de las estaciones, las cuatro perras del buen y mal tiempo.
Se hace dueña de rocallas y peladeros escogidos con toda intención.
Clava una guacamaya donde ha de arrodillarse.
La poetisa cumple medida y riesgo de la piedra de habla.
Libro de los oficios, 1967.
LA POETISA CUENTA HASTA CIEN Y SE RETIRA
La poetisa recoge hierba de entretiempo,
pan viejo, ceniza especial de cuchillo;
hierbas para el suceso y las iniciaciones.
Le gusta acaso la herencia que asumen los fuertes,
el grupo estudioso, libre de manos y cerrado de corazón.
Quién, él o ella, juramentados, destinados al futuro.
Hijos de perra clamando tan dulcemente por el verbo,
implorando cómo llegar a la santa a su lenguaje de neblina.
Anoche hubo piedras en la espalda de una nación,
carbón mucho frotado en mejillas de aldea lejana.
Pero después dieron las gracias, juntaron, desmintieron,
retiraron junio y julio para el hambre. Que hubiese hambre.
La niña buena cuenta hasta cien y se retira.
La niña mala cuenta hasta cien y se retira.
La poetisa cuenta hasta cien y se retira.
Libro de los oficios, 1967.
Mujeres que tejen, tejedoras del buen día
que lamen hebra azul, que zurcen sedas, escasez de tiempo
sedas de naciones cubriendo caras en fuga, espacios en fuga.
Pero comida sí, mucha buena comida. Hemos comido.
Yo y los perros, Nosotros y los perros. Siempre los perros.
Girasoles en señal de duelo. Pura destreza. Puro estrago.
Quién despluma el ave, quién la atraviesa
con espinas de naranjo y cuece luego para todos.
Hemos comido. Libro de los oficios
De qué nos libra el retorno: ya estamos cerca, palpamos la rosa
que debe guardarse y extenderse luego para alegría del aire.
Hombre y mujer acercando el mediodía a las casas
atravesando cortinajes muy llenos de brisa y buenas nuevas,
portando regalos donde arden flores de fortaleza y silencio.
Hombre y mujer. Libro de los oficios
Ciega intención
Ciega intención de mármol desafía
todo aquel sollozar y aquella ausencia.
¡Si el día retornara a su inocencia,
qué fatiga de bien la de ese día!
Recobrada pasión que no se fía
de la engañosa fuerza de su esencia;
muro de rebeldía su presencia
me guía paso a paso y me extasía.
Ay! si la rosa siempre rosa fuera
y no mancha profunda y sometida
desde la parda tierra al manso cielo,
ay! ¡si la rosa siempre rosa fuera
y no brisa de sangre suspendida
desde la savia hasta su rojo vuelo!
De
CONSTRUCCIONES SOBRE BASAMENTOS DE NIEBLA
Caracas: Monte Ávila Editores, 2006
Atada a incertidumbres
Alguien crece opaco en deslucido pedestal.
Otros rebasan casimires y se apoyan en lejanía de árbol presente.
De nuevo son ellos, recostados en salientes de calicanto.
Compactos y hermosos a quien no olvida, ni se exime [de aquella piel
casi resuello en propia altura de puerta.
Bocanada de vacío
Apariencia de mesa servida.
Sobre manteles inauditos, platos/ copas voraces, señalando hambre final.
Hambre inmensa como bocanada de vacío.
Alas sin enredo posible en aire inmóvil.
¿Acaso, costumbre de inquietud frente al vaso sagrado?
Suplicio sin ofensa
Suplicio sin ofensa/ sin ramo de ofensa tatuando rostro;
alzando mano como vuelo en saludos y apresurados acasos.
Acaso nube o trono de calamidad. Acaso desistir,
cerrado el puño, en tramos de desaliento.
Caer de espalda. Solamente caer dé espalda.
Saberse en deuda
Te apiadarás, flor en tinieblas, de esta presencia inextinguible,
copia fiel de pajaríllo irritado, suspendido en mitad de vida,
pero deseándote y se te ruega no tardar, conocer cansancios,
deudas/ irse sin pagos a uno ni otra. SABERSE EN DEUDA...
Sombras menores
Deslices, suaves aromas incursos en espacios novísimos,
apuntalados por años y gestos imperfectos a través de aligerarse/,mandar.
Cubrir piel con tatuajes de buen decir,
porque se dice, se nombran plumajes pulidos por la intemperie.
Pero están, edad, despego y este sabor de morir a trocitos.
DÉCIMAS ANDINAS
I
Cuando me pongo a pensar
en los paisajes serranos,
se me entristecen las manos
y se me quiebra el cantar.
Me dan ganas de llorar
los plateados frailejones,
y hasta los negros terrones
donde se endulza la caña,
la pulpa de la montaña
herida de chorrerones.
II
Me hincó su amargor sencillo
el hondo amor de la sierra,
y de bruces en la tierra
soy como un haz de tomillo.
Arabescos de cadillo
bordaron mi vestidura,
y sin pozos de amargura
donde se baña el anhelo,
me están cayendo del cielo
pedacitos de dulzura.
III
A este silencio tan frío
le están naciendo claveles
hortensias y no-me-celes.
En el páramo bravío
se quedó el anhelo mío
como flor de maravilla.
Oyendo está la chiquilla
el llanto del tinajero.
El canario en el alero
es una copla amarilla.
IV
Cuando llegué al altozano
me puse a mirar el valle.
En la punta de la calle
jugaba metras mi hermano,
y de pantalla la mano,
llena de gestos y gritos:
«Deje ese juego, hermanito,
porque si mamá recela,
le va regalar la pela
que le ofreció el Moroncito».
V
Cómo vuelan los zamuros
descopetando los cerros,
atentamente mi perro
sigue su planear oscuro,
y detrás del verde muro
que la casona rodea,
está durmiendo la aldea
entre verdes cafetales.
¡Cómo se espantan los males
cuando la aurora clarea!
VI
La luna de cuatro días
sobre la vieja laguna
se descoyunta la luna
la luna de cuatro días.
Fantasmas en cacería
desandan por los caminos
en el trigal los molinos
están ahuyentado perros
qué tristes se ven los cerros
parados en su destino.
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