Edna Pozzi y Gustavo Tisocco
Edna Pozzi
Poeta y prosista nacida en Pergamino (Buenos Aires, Argentina) en 1926. Su obra abarca, entre otros títulos, "Tiempo para decir llorando", "Señales para Gustavo", "La razón más impura", "Ella dijo algo fantástico", "De mala muerte", "Palabras que me salven se la muerte", "Ferocidad de la memoria", "Cantata a Alejandro", "La madre", "Ana de fin de año", "La última palabra no la tiene la muerte", "Alabanza del triste de furor", "El libro de Javier", "Cercanías de Adolfo De Ferrari", "Balada de fin de siglo" (en colaboración), "Mas no estorbes la música" y "La canción de Fidela" (Summa poética) todos de poesía. En novela ha publicado "Las ruinas de la infancia", "El lento rostro de la inocencia" y "El ruido del viento". Antología crítica: Alejandro González Gattone y Escrito en la arena, reunión de artículos periodísticos, notas y comentarios bibliográficos. Su obra poética completa (1969-2000) fue publicada en el año 2000, como Tomo I de su obra completa que incluye además de poesía, narrativa y ensayo. Sus obras han sido reiteradamente galardonadas en el país y en el extranjero. Sus novelas han sido distinguidas con el Primer Premio del Certamen Bienal de Novela de la Unión Carbide Argentina, el Premio Emece, el Primer Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes y sus cuentos con el Premio Eduardo Mallea de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires y el Primer Premio Avon con al mujer en las Letras, 1995. Periodista, conferencista, ha desarrollado una intensa actividad como difusora de cultura y en los movimientos feministas. En 1986 se le otorgó el Premio Alicia Moreau de Justo a las cien mujeres más destacadas del país.En 1996, recibe el gran Premio de Honor de Poesía de la Provincia de Buenos Aires. En 1997, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, la elige como la mujer mas destacada en el año de cultura en territorio provincial. En 1998, el Honorable Congreso de la Nación declara de interés cultural y parlamentario su obra completa y el rinde homenaje por su aporte al pensamiento y por su producción literaria en poesía y narrativa. En el año 2001, recibe del Congreso de la Nación la distinción como “mejor notable argentina”. Le otorgan el Gran Premio de honor de la Fundación Argentina para la Poesía 2004 y el mismo años resulta finalista con Los Maderos de San Juan del Premio Clarín Novela con un Jurado constituido por Ángeles Mastretta, Antonio Skármeta y Andrés Rivera. Con Ana D`Anna como interprete y compositora, edito el disco Cuando cantamos, y en el año 2003, la actriz Norma Aleandro leyó sus poemas en un CD, Ofrenda. En la colección Summa poética de ediciones Vinciguerra, un disco compacto recoge su voz junto a la de otros autores.
No me enamoro de la nada, me enamoro de ti que eres el acontecimiento fundamental de mi vida.
De una vez y para siempre me enamoro de tu permanente resurrección; no me tapo los ojos ni pongo mis manos sobre el vientre. Lluvias de mil siglos descienden en calientes cenizas sobre mi boca. No me enamoro de la nada, me enamoro de tu sombra clavada una vez y otra vez junto a los anchos ríos de los bulevares grises, al misterio de los trenes. No me enamoro de la esperanza y del hastío, del amor o de las plantas, ni de las soluciones definitivas, ni del porvenir, ni me enamoro del beso que colocas todos los días en mis pies ensangrentados. No me enamoro del mito, ni de la cueva vertiginosa de las palabras ni la seguridad fecunda de las piedras; no me enamoro del ritmo de los insectos, ni del punto de partida o el punto de llegada.
De una vez y para siempre, me enamoro de ti. No me enamoro del rayo de luz en el cerro acorralado, de lo innegable o lo inconfundible. No me enamoro de la espera, de las estaciones, de los ritos, de los trajes bordados. No me enamoro de la muerte, ni del silencio me enamoro. Me enamoro de ti. No me enamoro de la procesión de amapolas, ni del calor accidental y tierno de la noche, no me enamoro de la libertad ni de la clausura, no me enamoro del drama permanente de las hojas caídas, ni del resplandor de tu cara sobre la mía. No me enamoro de la nada.
Me enamoro de las olvidadas, oscuras planicies, de los secos y yertos pájaros, de las profundas fuentes. Me enamoro de ti.
de Obra poética (1969-2000)
Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2000
"Si, puede ser que todo perezca, pero no es posible ni seguro"
de El libro de Juan
Han clavado las puertas de su casa - le han dicho a los vientos
/que se ha ido.
Han vendido su anillo de diamantes y el periódico viejo con su
/nombre esmaltado en una esquina.
Han juntado sus óleos, sus vestidos y en una caja de cartón,
/doblada, también se olvida la tristeza.
Pero ni tú ni yo creemos que está muerto.
Han dicho que en ceniza y oscura greda se convierte.
Que han visto las raíces que lo cubren. Que ya nadie lo escucha.
Nadie, dicen.
Pero ni tú ni yo creemos que está muerto.
Han cubierto con paños los espejos. Arrancado el jazmín.
Con una vara dibujan en la arena el círculo de fuego.
Soplan sobre la hoguera.
Pero ni tú ni yo creemos que está muerto.
Han vendido su rastro. El delicado amor a la materia. Los objetos
feroces.
La tarde en que lloró de bruces, desolado por la falta de Dios.
Y dicen en las plazas que descansa de sueños y fatigas. Esa piedra
lavada.
Ese volcán de ágata fundida.
Pero ni tú ni yo creemos que está muerto.
Mejor dicho, creemos que está vivo y cercano.
Razones
Poema XIII
Soy como la que fui, como el pasado soy Teresa
En la calle me bendicen y besan el borde de mi falda
Mi abuela corta panes de salvia para alimentarme
En los pasillos de los claustros camino lentamente
dejando gotas de sangre
Soy como la que fui, santificada en fortaleza y alegría
Uso un idioma delicado reservado a los ángeles
que en tropel me acosan y a veces me iluminan
Soy la riqueza y el esplendor de Dios
La mujer de las moradas profundas, del encuentro y el goce
Soy como la que fui, la inaccesible roca
la resucitada
Soy la que te ha engendrado para que vivas un instante
y me hables del amor pequeñísimo y frágil
que no puede entrar en mi casa
y grita inútilmente en las calles con estridente voz
Soy la vigilia y la perfección del consuelo
quien cerrará tus ojos y cubrirá con mantas
tu cuerpo desnudo
Soy como la que fui, el laberinto, la extraña
que en el pasado dijo amarte
soy apenas Teresa, la puerta de la clausura
el amor terrenal más valiente y gozoso
Soy lo que resta de la pérdida atroz
lo que no acaba nunca
Soy este triste tibio triste corazón desolado
Después de Octubre
La calidad de este amor es como un saxo a las dos de la mañana
cuando uno regresa del hospital de ver a un amigo enfermo
ya no hay esquinas ni lluvia ni música donde descansar del espanto
La plenitud de este amor
es como esa persistencia del saxo quejándose entre las ruinas
un lamento completo
donde la belleza huye con pies ensangrentados
Lo sombrío de este amor
es que alguien lo recogió del rostro de mujeres antiguas
mujeres amadas y perdidas
porque necesitaba todos los niveles del deseo para que el saxo sonara
en los cuerpos
cosiera con agujas de plata la dimensión de la tristeza
Lo horrible de este amor
es que no conoce la muerte
ni suplica por sus penas
y uno se mira las uñas y se pregunta de dónde este amor
si en el tiempo de una saxo doliente
o apenas en la fugaz y oscura melodía
Lo ceniciento de este amor
es que no se pinta los labios con pétalos de rosa
ni se viste con colores brillantes
es como un perro abandonado en los rincones
gimiendo de puro desamparo
y un siente que debe acariciarlo
antes que huya atravesando las paredes
llevándose la música y la gloria del día
y el día de mañana
tan seguramente amanecido con su sol y sus gladiolos rojos
Lo extraño de este amor es que ayer nomás
peleaba en Octubre con las feroces lilas y los lagartos
y hoy mira como pidiendo perdón
un sonido agudo, maltrecho
pero finísimo, algo entre cristales
como quien deja un cántaro de agua en un jardín desolado
como quien no sabe nombrarlo
pero sí sabe que había un nombre antiguo
los pies descalzos sobre la tierra muerta
y ese nombre es como un arco de plata, un hilo delgado y frío
y entonces uno se deja caer en ese amor
se lo lleva hasta los labios
lo esconde entre sus ropas
y abre los ojos para que ese amor huyente
se quede un instante más
como la última nota de un saxo a las dos de la mañana.
La tierra
Si mamá viniera a bailar conmigo
ahora que tocan la canción de las lilas
entonces sentiría otra vez su rostro joven
rozando mis mejillas
y no pensaría en la tos ni en el jadeo arduo
de los pulmones
pero hay demasiados mares y piedras en la noche
para estas rosas de octubre
y es preferible dejarla quieta en su tumba
allí donde el baile está vedado
y yo soy sólo un trozo de hielo
la vieja niña vieja
agitando pañuelos de lino
para limpiar el polvo y la madera
el piso de roble cepillado
donde tal vez le hubiera gustado bailar
tocando apenas con zapatos de raso
la verde oscura infame tierra
que la contiene
Detrás de los finales
VII
El poema séptimo viene de combatir entre los lobos
y los oscuros habitantes del desastre
El poema séptimo encontró una casa fragmentada
en miles de astillas, como si alguien hubiera vivido allí demasiado
tiempo
El poema séptimo caminó las tumbas de los pequeños seres
que nos amaron, de a ratos, entre panes dorados y sábanas limpias
Con esos trémulos visitantes del recuerdo
el poema séptimo trató de aferrarse a lo insignificante
a lo que no puede ser disputado, enrarecido por el aire
de las flores secas abandonadas en un jarrón azul
El poema séptimo tiene las piernas rotas
De rodillas y aun herido, se mueve hasta el portón herrumbrado
de la casa mayor. De las montañas de basura
recoge el cadáver de un pájaro y una carta quemada
Desde esa tristeza el poema séptimo te nombra
como si fuera la enjoyada palabra de un alquimista
un juglar infante y perverso hablando del amor
y de otras atrocidades
Amor del triste
Te amo como se aman ciertas cosas oscuras.
Neruda
En los nidos de los buitres están mis manos
He cruzado los mares, las tardes cenicientas de tango y vaso ásperos
aquí en el Sur
He cruzado el amor, lo he dejado detrás
desnudo y vulnerable, con sus pétalos de cenizas y de labios rojos
He caminado el pan, la fiebre, la sonrisa del hijo
los claros navegantes que se esfuman en el atardecer
como si tuvieran un contorno celeste, de lápiz infantil
He cruzado la fealdad y los muertos terribles
de antiguos poemas respirando por lástima y desprecio
He ido y venido de mi cuerpo, extendido mi piel
y cerrado mis ojos para el golpe y la caricia
-y siempre la costumbre de estar de más
ocupando una casa que estaba reservada para los impuros-
He cruzado palabras como plumas o violetas mojadas
como reinas o putas tristes las palabras
con su cuello de encaje y el labio tenso por el esfuerzo
de dejarme caer, morir de a ratos sobre jabones o noticias del canto
He cruzado estaciones con sus trenes de ácido
y madera
me he ido como un paria con los zapatos rotos
y el atadito de boas y muñecas de plástico
He cruzado el amor de un hombre inmenso
que se inclinaba para mirarme
cuando tenía cinco años
y me hablaba de un país de castillos azulverdes
donde tendría vestiduras de satén
y una coronita de jazmines.
Vengo de mariposas negras, de lutos, de festines
de llorar en las lágrimas ajenas
de ser el otro, el descastado, el miserable
el sin palabras
Vengo de amores como baratijas
ofrecidos por una moneda, un pequeño reparo en la tarde
un plato de comida
Vengo de ser violada, de sorberme la sangre de las piernas
de subir escaleras de la cárcel
de ser cuerpo y razón inteligencia y mísera esperanza
Vengo de argumentar con la gente del mal
de hacer revoluciones, panfletos, discursos de mandioca
para dar aliento y sostén de los huesos
Vengo de ser desconocida entre los bellos y los puros
poetas de las lágrimas celestes
Vengo de ser vendida cabello por cabello
palabra tras palabra como una hoja seca
o un otoño de ruindad y silencio
Vengo de todos los suicidios, de la traición, de la torpe mentira
y también del pistilo de una azucena, del esplendor dorado
de la pobre azucena
Vengo de la palabra muerte y de la palabra Juan
y de la palabra “tampoco volverás esta noche”
Vengo de octubre, de respirar octubre, de ser octubre
Engendrando lilas de hierro sobre el pecho cansado
Por eso en los nidos de los buitres están mis manos
Hasta allí he llegado, tristísimo amor
amor de lápida y de sombra, de rosa innecesaria
amor de silencio y de fatiga, despidiéndose
anudando mi cuello con sogas de jacintos
el pobre amor trepando la alta montaña
para encontrar mis manos en los nidos del buitre
Oscuro amor, cerrada tarde de la agonía
Miserable señor, pedacito de lumbre
con su cintura rota en la noche que llega
cruzando donde nadie cruzó
donde fuimos más anchos que la anchura
del mar
Oscuro amor, pequeño de pies cansados
entre hierbajos y latas vacías
pequeño amor subiendo cerros del color de la sangre
y las inmensas alas de una pájaro
dobladas sobre el pecho
allí donde termina el viaje
Allí donde opresión y nostalgia
para el infante de raso gris
que nunca nacerá
Nunca nombrando la palabra nunca
Nunca diciendo
Mi corazón de plumas era el que te arrullaba.
La niña en el columpio
En cada atardecer
el hombre baja las escaleras de su casa
y se sienta en el parque a esperar las estrellas
En el parque hay una niña columpiándose
y en cada movimiento su cuerpo de cinco años
cubierto con un vestido blanco
traza rayas de luz en el crepúsculo
El hombre ve el resplandor
la finura exacta de la luz
pero sus ojos detenidos en la estrella más lejana
vislumbran la otra niña
la que en Oxipur o Calibán
está balanceándose en un columpio
con un vestido blanco bordado de flores amarillas
Las niñas no se conocen
pero el hombre sabe que el universo
es así de preciso y bello e inútil
Quisiera quedarse en el parque
escuchando el ruido del columpio
pero trepa las escaleras de su casa
donde lo esperan dioses oscuros y pequeños
dioses con olor a pena y a rocío
y a pan recién horneado
y a corazones rotos
La señora de la foto no es Edna pozzi, es Alejandrina Devescovi... Saludos.
ResponderEliminarquerido Gustavo, mil gracias
ResponderEliminarcorregido el error
abrazos