Zel Cabrera
(Guerrero, México 1988)
Poeta y periodista. Ha publicado sus poemas en la Revista Cultural Reevolución, en el diario La Voz de Iguala y en el diario Redes del Sur.
Fue editora de la sección de Cultura y del suplemento cultural del Periódico-taller Diálogos de la Escuela de periodismo Carlos Septién. Fue publicada en la Antología de poesía joven “Poesía de vanguardia” (Ayuntamiento de Iguala de la independencia, 2008). Sus poemas son parte de la colección “Palabras al viento” discos de poesía editado por el Gobierno del Estado de Guerrero en agosto del 2006. Cuenta con su poemario Naufragios (La tarántula dormida, 2011). Está publicada en la Antología Reunión de nuevas voces guerrerenses 1970-1990 de María de los Ángeles Manzano. Actualmente es becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Guerrero (PECDAG) y trabaja en el poemario Casa para muñecas de sololoy
BLOG: www.zelcabrera.blogspot.com
Epílogo para una muchacha fausta
Primera parte
Olvida el sensible bálsamo de tus cantos
congregaciones fieles debajo de las cartas de amor
- las que no escribes -
- las que esperan dormidas encima de tu huella-
Olvida la catadura de la muchacha enamorada que fuiste
el espejo en que se ruboriza la espera
las sombras, el rímel, los barnices con colores encrespados.
Guarda todo tu pudor entre cajitas, junto a los pies de una Virgen
Cierra tu rostro, decía una Pizarnik joven,
asolada del mismo presagio inoportuno, de la misma canción de cuna
Cierra las puertas de tu rostro, que no digan luego que esa mujer enamorada fuiste tú.
- No, no lo fuiste.
Era el destello de una alborada otra la desnudez de cielo cuando se hacía de palmas. Amor no era la palabra no era el sitio de la consigna de un grito no el de los silencios que dejan las sombras en el tierra.
Piensa en ese muchacho arrogante que partió la duda
cuando una ciudad guardó silencio piensa en su arrogancia
arropada de ve(r)sos.
él yace en el silencio de su autómata mirada
él está desafiando palomas y aleteos
- No te entiendo, le dices.
para que atesore sus angustias en el cajón de otro ropero para que no apuñale tu corazón de muchacha fausta pero él sigue adora escucharse en el sonido de una piedra en el canto de las otras luces otras cegueras otros grifos ese muchacho te mira sin tesón sin migraciones de caricias mientras te desnuda y te flagela con ve(r)sos de excelente caligrafía te pierdes porque sus labios son pulzocortantes
/estás perdiéndote en esa boca que confabula ve(r)sos/
su boca desfribrila carne viva palabras por las que apostarías tu muerte
- “Estás enamorada, lo sé”
Ese muchacho te ha descubierto pardamente deslumbrada guardas aire odias tu obviedad de cisne envuelto en plegarias de luz odias no tener veinte años más para ser tú la que apuñale su ceguera de huesos.
El muchacho arrogante es un habitante estoico y erosionado
- sonríe con el marfil de sus dientes -
entonces ya no quieres oírle ya no te basta su oficio de merolico nocturnal ya no te conformas con sus clases de alquímia te desesperas empuñeses la rabia enfureces detestas su llama
respiras, mujer, respiras,
trituras con los dientes la espuma de tu propio corazón.
- Esto no es real.
El mundo afuera es tierra pan aire. Vuelves a pensar en Pizarnik, ninguna palabra es visible, te dices.
Te has vuelto completamente pizarnikaniana,
el metasentido colosal te tiene los dedos teñidos.
- Tíñete, mujer, no lo olvides.
Lo real es estar afuera de casa de la abuela viendo pasar bombones y confites en bolsitas de estraza.
Lo real es tu madre asustando a las golondrinas de las esquinas de su boca.
Lo real no es este muchacho arrogante, él es sólo lírica,
léxico, crueldad que no abandona lo confuso
/ruido/
lírica enraizada de meteoros nocturnales.
lirica que crece en su propio relámpago.
respiras. mujer, respiras.
El muchacho se aleja, se lleva su palabrería El muchacho es ahora una dolencia
se va a otra parte ¿a dónde? se va detrás de la mujer que no eres
de la casta puerilisima mujer la silente la que no gime ni se desespera
tú nunca fuiste discreta tú te embriagabas de onomatopeyas
tú dejabas abiertas todas las puertas hacías una fiesta de cada talón
tú gritabas anunciando naufragios.
Ese muchacho no sabe nada de ti, se va es simplemente un enjambre de lexemas.
Estás a salvo de los malos golpes, golpes de corazón trapero
vuelves a tu orfandad de promesas
gimoteas, estás asida a tu propia soledad.
- No te aflijas, lo indecible nunca abandona el papel
la madrugada apremia, debilita el aire que flota
el finísimo hilo que te separa del muchacho arrogante
estás en un cuerpo que ha dejado tu cuerpo
voluntariosa manera de la no-complacencia
su socarronería te descendió al suelo.
A esto se llama alucinar de espanto y de grises,
todo lo que haces es hablar invocando el otro mundo
el mundo del adentro /afuera/ el mundo ululante
/sosiego/
- aquí el tiempo es ínfimo- tu purismo no sirve -
inmólate de tinta en tinta y ladridos de perros y sonidos de fuga y campanadas
irrítate, huye hacia los faroles así no tendrás que explicarle nada al muchacho arrogante
así desterrarás la nostalgia de tus ojos con los que miraste sus labios crecientemente rojos
Sus labios te entramparon en esto tenías que irte hacia otro sitio mujer
en dirección contraria de otros pasos ostentarte misteriosa como el elogio mismo.
Ç
Afonía virtuosa de la cobardía
primeros versos
… Florentino me duele en este golpe de página como una anunciación
- nunca pude decirle “te quiero como se quieren los poemas“
porque mis poemas no eran más que otro lugar común.
Su amor entró en mis voces de muchacha fausta
Su amor era la primavera encintada de dulces palomas.
Me enternecía su espera, su voz pacientemente en búsqueda
mi boca que tocó sus manos, mi boca afiebrada de tactos.
I
- Esto ya lo viví, me dirás
al cruzar la calle de Mesones, el callejón
tomados por los pétalos de una sonrisa
Me llamaste para contarme de ella.
Me lo dices con tus ojos de filigrana
Odio que no me quieras más, Florentino
detesto con todas las ciudades de mi vida
que lloviera en tu pecho aquella tarde
junto a la Alameda, en el pasto
y yo no estuviera cerca.
No soy más que el montón de pan que tiras al suelo
para que se lo coman las palomas.
II
Ahora viajo a la nostalgia, llego a este intimísimo sitio en el que estamos
- este instante - me describe sin tregua - me dispara - reminiscencia de aquel día que bailamos hasta enamorarnos
¿recuerdas ese día, Florentino?
¿lo conmemorará acaso tu cabellera?
Oh, Florentino, hoy he dormido con el vértigo azorado
vengo feliz de la nochedumbre
vengo feliz y radiante de soles
recién nacida de rúbricas y fotos tuyas,
tuve un sueño, Florentino, soñé con palabras
soñé que esta vez sí te decía “te quiero”
luego rectifiqué de soledad
y me vi sola como esa madera que flota en la nada
me vi sola, sedimentada en tu nombre
luego recordé que tu nombre es solamente una usanza
algún día tu voz se hará un pájaro, pero no hoy.
III
De pronto te recordé, Florentino, mi incipiente visión de ti, te traigo a mi memoria con tu trajecito negro para ir al trabajo y tu corbatita azul. - "qué guapo es" pensé al verte parado en el rellano de mi pórtico aún en penumbras.
IV
Te he descubierto viajando, te alejas, Florentino
me despertó esa fiebre de sólo hablar de ti,
eres lo sublime que reconozco
tu nombre es la epístola de una ciudad de túneles,
reunión de nostalgias que no vuelven,
todos tus recuerdos se adhieren a las calles,
son una sorpresa de muchas direcciones,
estamos habitados por el olvido,
somos una suma de piedras y polvo.
V
A veces me pesa la vida y la carga de mi esqueleto, Florentino. Los piñones de las piernas me gritan en lenguajes que apenas distingo, me punza, es ardua esta marcha de caracol que arrastra huesos en la espalda. Nos vamos acostumbrando a los viejos rumores de la tierra, a los kilómetros de hierbas que se extienden en la pared.
Me ha dolido más el cuerpo estos días, la tibia derecha de mi corazón, como si mi esqueleto estuviera hecho de sal. Corro el riesgo de desmoronarme de artritis y de usanza, me aterra la huida de mi reposo. Estoy horrorizada y silente ante esta condición de marmóreos huesos, pero el dolor es un barco imaginario que zarpa de noche por las ventanitas de mi juventud. ¿A dónde voy a acomodarte, Florentino? Si dentro de mis huesos no hay un picaporte para tu nostalgia.
Estoy cansada, con los huesos deshechos, sin amor y sin patria, el país de mis ojos ya no existe.
VI
La luz inundó tu rostro hace un siglo, Florentino,
eres un rayo desde entonces una danza perpetua de un pie al otro.
(no he podido saber que camino nos enraíza al fulgor de la espera)
pero cerca del mar el corazón se a g r a n d a,
el amor es lo que nos lleva al mar
hay navíos con nombre de peces, soltando arenas con nuestros labios.
- ¿qué esperas para subirte y navegar sobre esta plegaria?
Si no somos felices, no habrá nada de por medio.
El amor es perennemente frágil.
Tu canto, Florentino, está desgranando bitácoras.
Tu amor me toma de la mano y yo recojo las brújulas que caen desde tus ojos.
Te amaba, ahora sé que te amaba.
Estoy a la deriva, sin luz y sin Dios esperándome.
Para octubre
No es que octubre pase por sus lunas
rumiante y hecho manto de palabras.
octubre va limando heridas
aún pasa y deja vicios
su trágica ofrenda y otros plenilunios
crepita más el cielo que un trapo viejo.
La primavera franqueó
y el invierno no llega.
Octubre aparenta tejer avenidas
empuñaduras firmemente disueltas
parajes de aquellos días – o estos-
y nunca sabremos lo suficiente.
¿Acaso importa así el desconsuelo?
Los rebaños del tiempo saltan cerca
se van y parecen huérfanos.
Ojalá el silencio ocupara menos luz
porque se hace un poco más octubre
cada vez y cada vez
atardece lo que ya no vuelve
Novedades
I
Qué novedad,
tú,
en un poema que escribo de tarde,
para ponerle pausa al silencio,
tú,
habitándolo
con tu sonrisa muy puesta,
con tu sueño de ser joven,
más joven que el tiempo,
tú, como todos, cuentas tu edad en mujeres,
yo, simplemente, cuento mi edad en poemas.
II
Ahora el alma me pesa más
que cuando lo tuve todo y
no sabía caminar
si los cordones de mis zapatitos
no estaban atados.
Ahora el alma pesa más
porque te tengo
y te veo, sentadito,
esperándome,
triste y algo alegre
confundido por que yo te quiero
incluso esos días que no escribo.
Sí, el alma me pesa,
me pesa porque no hablo de ti en mis poemas.
porque me demoro y te contemplo.
III
La novedad existe,
siempre,
entre nosotros,
cuando pienso,
francamente
que nunca firmaste
aquel libro que me regalaste.
saliendo del café
con la tormenta de frío más grande que he visto
nunca supe si el libro
era tuyo en realidad
o mio,
pero, lo recuerdo siempre como el beso
que guardas
en la solapa de tu saco de pana.
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