jueves, 25 de septiembre de 2014

LEONARDO VARELA [13.446]


Leonardo Varela

Leonardo Varela (Ciudad de México, 1970). Reside en La Paz, Baja California Sur, desde 1984, donde se graduó como licenciado en Humanidades. Autor de una docena de libros de poesía, de los cuales destacan “Prohibida azul distancia”, “Comala Blues”, “Palabras para sobrevivir en el desierto” y “Perihelio/Elefantia”. Autor, también, de la antología poética “Voz de la estirpe: poemas y poetas de BCS en el siglo XX”, el volumen de cuento “Desiertos” y la novela “El miedo a las imágenes”. Ha recibido diversos premios nacionales e internacionales de poesía, como el Jaime Sabines en 2003 y el Gilberto Owen en 2010. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del CONACULTA.



Bucólica

a Leopoldo María Panero


Algún día 
nos cansaremos de errar
por estos valles de comedia
Pastores sin rebaño. Ovejas negras
La marea de los pastos
peinados por la sed de los alisios
recorriendo la erguida
estepa de la muerte. Dejaremos entonces
a un lado las zaleas
y vendremos los lobos
de uno en mil, cantando

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)





Lanzarote

Sobra decirlo todo, pesa
como lluvia la música
y el incendio se aleja exasperado
por las voces que hurtó
de la memoria. Este, mi aprendizaje
a golpes de molino, a trechos
de espada sin saber
si valía la pena tanto gozo
El cuerpo insiste en su caída, 
busca en el vértigo su bandera
y en la desolación
los cantares de siesta
de tu nombre. Tal un amargo vino
que pulsara la boca derramada, las venas
tristes por un mar del Norte

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)




Herir

Es un lugar común
describir la faena que protagonizan los amantes
y al final no se sabe
cuál de los dos es el toro
La novia
empitona sus pechos
para las armas del hombre
El diestro
juega a no ser tocado
Ambos embisten,
Alguno
es el primero que sangra

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)




Vencer al Minotauro

De la valiente Ariadna no pude retener sino el oro más fino de sus cabellos
Celoso por el padre que la desposaría con la muerte,
me adentré en la ciudad
sin saber qué recodo de mi sombra ayudaría a vencer al Minotauro
Consciente de haber sido una esperanza nada más, fruto
de la inconsciencia heroica,
a seiscientas doncellas que serían sacrificadas
las hice mis esposas. Discretamente ungido
por sus besos, me deslice en la noche, tembloroso
y ebrio, desvelado
por las arpas que el viento tañía entre sus muslos
y la miel que vertieron en sus labios
Llegué hasta aquí, pero me siento solo y aburrido
Extraño vuestros mantos, los peines delicados
con que ordenáis el tiempo, vuestros raros perfumes
Sería tan hermoso
ser el más miserable de todos los esclavos

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)




Paradiso

De todo esto quedará para ti la memoria de un árbol
Hoja que se desprende para dejar el tacto gastado de raíz
Ausencia que habitamos con los huesos ennegrecidos por el fuego
Agua del torso, desnuda flexión del brazo
que sostiene a la estatua
En espera del reino por venir, fluye tu gracia confundida con el oro
Al margen de la niebla, mi olvido es un relámpago
–equivoca
el sitio donde cae
He aquí los nombres comunes al invierno:
He aquí la canción del gavilán extasiado en la belleza del Diluvio

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)




Palma sola

En esta palma sola cabe toda la lluvia, oscilación del fuego heracliteano
Esta palma resuena en las capas más nítidas del aire
Engendra y destruye paisajes con la idea de mar
Enuncia, bajo signos vitales, la existencia de un mundo anterior al lenguaje
Solitaria raíz volcada al pensamiento
esta palma se mece entre dos aguas
La frialdad de la aurora la baña; luz pura sin vibración de calor
Su presencia en la tarde lluviosa es un enigma
La conciencia no llega a descifrarla
Solamente la vemos transcurrir dócilmente
Sin esta palma sola
el universo entero sería inhabitable

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)





Siluetas de Manhattan

Una de las pocas cosas buenas de los tiempos modernos es que si mueres horriblemente por televisión, no habrás muerto en vano. Nos habrás entretenido.

Kurt Vonnegut

El viento arrastra hojas que una vez fueron
homenajes al otoño, cuerpos disueltos en un aire
de grandeza, oh muertos instantáneos de la velocidad
dejen caer sobre nosotros el peso de su sombra
embajadores del vértigo, semidioses que caen
por última vez en este fértil valle de lágrimas
construyan ciudades y fecunden imperios
ah de vosotros marineros en el fenicio mar
bursátil, donadores de resina para el ojo
sin fin de las calderas, no detengan su vuelo
hacia la Historia, aquí los estaremos esperando

(Naufragaciones, 2007)




Baudeleriana

Jeanne Duval era negra
como esos escorpiones que rondan por las ferias
y son inofensivos
salvo para el que los ama

La Venus Negra
la Diosa
bailaba en un bar de París
de cuyo nombre no queremos acordarnos

El poeta acudía cada noche
a padecer la espuma de su danza

(Naufragaciones, 2007)





Precisiones del Duque de Gandía
con motivo de la muerte de Isabel de Portugal


Nunca más serviré a señor que pueda fenecer.

Sophia de Mello Breyner-Andersen



Toca el cristal del lecho
Es la historia de un hombre contada por sus días
Largas noches velando al pie de una muralla
Silenciosa y fugaz, que nadie más veía
Pues la ciudad cercada sólo existió en sus miedos
Memoria de su llanto
Desde que era un chiquillo del tamaño de una piedra
Desdentada y filosa
Donde el viento estrelló sus puños en el alba

A esa edad en que todo parece un simulacro
Del verdadero mar, que aún habita en nosotros
Y todavía se escucha
La lejana voz de Dios inaugurando las cosas
Las ciudades no son lo que aparentan
Ni los hombres más solos de la tierra van por ahí gritando
que se muere la poesía
Por el contrario hay quienes simplemente nacen
Y algún día

Habrán de retornar al viejo lecho de la sombra
Igual los barcos se alejan de nosotros

Así nos alejamos
Ajenos a toda metáfora
Como los puertos se van sin dejar sin dejar una luz que nos sostenga
Entre la vastedad
Así se van los días que han quedado tras nosotros
Los días que han de quedar cuando de nuestros sueños
no permanezca nada
Ni siquiera la posibilidad de haber sido olvidados
Y tal parezca que el mundo nunca nos concibió

Como si hubi-
Éramos sido
Una raza fatal, una vía desechada para la evolución de nuestra especie
El perfil de la moneda que nunca se acuñó
El canto
De un ave imaginaria

Como si el nombre de esta ciudad no hubiera sido anticipado
Por el más verosímil de todos los poetas
Yo salgo a caminar
Y el aire se duplica en mis pulmones
Hay un río que cruza la ciudad de una orilla a la otra
Un río que no es de oro pero tampoco falta
Porque el río llega al mar, como Manrique dijera
En su famosa copla a la muerte del padre
Líbreme Dios de hacer poemas cuando mi padre muerto esté en la tumba
Líbreme Dios de ser poeta si algún día llego al mar
Y mientras tanto corro por la costa del verbo colmado de muchachas
Que no necesitan poesía para mover sus caderas
Ni pensar en la muerte rutinaria
Mientras sus cuerpos pasan como estatuas
Que sabemos serán irrepetibles
Esa iracunda llama
He mirado pasar con más saudade que deseo

Afuera el río atruena, pasan camiones arrojando fuego
Ladran los perros como si el cielo estuviera a punto de caer
Los cobradores pasan en sus motocicletas inclementes
-ah, Baudelaire-
El carro de helados toca flautas de Hamelin
Los vendedores de todo llegan cargados de enciclopedias
Sobre pueblos remotos y animales precarios
Nuevos canales de televisión, orgasmos por computadora
También hay quienes llegan ofreciendo la muerte
También ay quienes llegan ofreciéndola
Bajo la forma de un libro
“-¿Acaso no ha leído usted la Biblia?”
¿Acaso Dios leyó alguna vez la Biblia
y autorizó a estos muertos venir a divulgarla?

No es que esté contra las religiones
Pero he tocado el pecho de los hombres
Y he habitado
Esta playa de huesos de la que nadie dice nada
Al lado del más humilde de los profetas
He sabido con quién se acuesta Dios
Y a quiénes odia más que a su propia imagen
Desde el antiguo paraíso
¿Para qué tantos templos
Para qué tantos nombres si no existiera
Esta temprana enemistad con el destino
Este destierro de canciones y guitarras?
Yo no tengo derecho a decir nada
Para eso está el fado
Y esas voces que cantan doloridas
Dolorosas
Porque son como playas que no llegan al mar
Como ríos que no recuerdan
Si alguna vez cruzaron esta ciudad vacía

Isabel de Portugal murió con todos los honores que se dispensan a los reyes
Salvo que reyes y reinas del pasado
no podían congelarse como el estúpido Walt Disney
Lo cual estaba bien para ese entonces
Había que pulimentar una losa muy grande y muy pesada
Para cubrir esa tumba
Y defenderla del embate de los ángeles que acudirían a arrancarla
O de las multitudes que acudirían a llorarla
Como si cada uno de ellos fuera y no fuere un trozo de esa muerte
Habría que defender ese puerto
como se defiende un puerto de los piratas
Como se protege una torre frente al asedio de las olas
Habría guardias noche y día protegiendo que nadie perturbara
esa muerte
Sacerdotes y hombres sabios dictando responsos
Encendiendo incensarios
Sacrificando perros
Para cruzar el Mictlán de los leprosos
Que le habían reservado a su monarca
¿Entonces, Duque, para qué desdeñar a los cadáveres
de la guerra y la paz de los sepulcros?
¿Por qué llorarla a ella?
¿Es decir no será que mutuamente nos estamos llorando
Todavía para qué desde tan largo tiempo
Ella, nosotros, usted y aunque no quiera
Ser llorado como el poeta que nunca fue
Sino por boca de Sophia de Mello?

He dicho todas estas cosas tan vulgares
Todas estas palabras insensatas y comunes
Para hablar de una muerte que no quiero nombrar
Señor Duque de Gandía
Su improbable excelencia en este diálogo
Al final del cual quisiera escabullirme con las piedras
Que rodean el silencio de los hombres
Esta ciudad alada y somnolienta
Amenaza desmoronarse al menor golpe de vino
Y cuando sus murallas ya no puedan sostenerme
Me perderé en las aguas de este insomnio
Junto con usted y si desea
Su amada ama
A la cual no tuve el gusto de conocer
Ni ahora, en estos tiempos tan procaces
En que debo atender asuntos más urgentes
Como esta llamada por teléfono
Así que nos iremos despidiendo
Sin hacer un solo gesto
Como suelen hacerlo las estatuas

(Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007)





Tabernáculo

Susurro tu nombre
a los leones dormidos del poema
sobre cuya cabeza
se desliza una luna inverosímil
colmando de arena
el afligido espacio entre los cuerpos
aún por descubrir: ahí
donde se unen labios
y una mujer desnuda
brota de la ficción, monologando
su reino de agua
en las riberas del acertijo.

Recuerdo el mar y me recuerdo a mí mismo
(Panero dixit)
desnudo ante los nombres, omitido
de todo libro de caballería,
insomne y residual, asiendo
el espectro de un cigarro como ante
un vaso que escapa de mi mano
mientras lo sostengo, como un lago
en el cual me sumerjo
sin llegar a tocar jamás su fondo
sin saber ja-mais de ti
que la palabra que me has dado
como prenda de fe,
cual testimonio de omnipresencia.

Susurro tu nombre a los oídos del huracán
cuando siento caer la delgada retícula del sueño
y el valeroso patio muere
a manos del insomnio cobarde, oh cabellera
más fuerte que una espada bajo los párpados
arrojados a la negrura del estanque
donde la noche danza
y los pájaros luchan por la posesión de la pesadilla.

 (Tabernáculo, 2008)











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