LEOPOLDO AYALA
Nació en la ciudad de México el 14 de enero de 1939. Poeta.
Estudió ciencias sociales en el IPN, lengua y literatura españolas en la Escuela Normal Superior y lingüística en la ENAH. Profesor en el IPN; autor de manuales sobre lectura, redacción y ortografía. Colaborador de Boletín del Centro Mexicano de Escritores, Comunidad, El Huizache, El Universal, El Verdadero Nieto del Ahuizote, Excélsior, Igitur, La Palabra y El Hombre, Prensa Internacional, Revista Universidad de México, y Siempre!. Becario del CME, 1965. Tiene 24 libros editados, entre otras editoriales, en Siglo XXI Editores, IPN, Editorial Porrúa, Organización Editorial Nuevo Siglo. Por mencionar algunos de sus títulos, Cuentos malditos, IPN, 1995, la novela Vencer o morir, IPN, 2008. Poesía: El domador, Oasis, 1962. || El herrero del cuerpo, Alejandro Finisterre, 1966. || Poesía joven de México (con Aura, Becerra y Garduño), Siglo XXI, 1967. || 10 de Corpus, Sarmiento, 1971. || Vivirás América, Siglo XXI, 1971. || Y lo nuestro es la lucha, Siglo XXI, 1986. || Tambores de sol, poesía del 68.3 (plaquette en colaboración con Juan Bañuelos y Roberto López Moreno), CCH–Vallejo, 1993, entre muchos otros. Ha sido incluido en múltiples antologías, entre ellas, Enciclopedia de México (14 tomos), Historia de México, de SALVAT Editores, en el Diccionario de Escritores Mexicanos de la UNAM, en el Diccionario Biobibliográfico del INBA, y en el Diccionario de Escritores Contemporáneos de México; así como en Poesía en América, IPN, 1984. || Arma cargada de futuro, 2 tomos, IPN, 1996. ||Che XXX vivo, Organización Editorial Nuevo Siglo, 1997 y en 40 barcos de guerra, 2009, (coeditado por 42 proyectos independientes). Su obra está reunida en el tomo Yo acuso, IPN, 2003. Ha obtenido los premios: Premio Ecuador 0’0’0’’, 1968, Editorial Finisterre y Comunidad Latinoamericana de Escritores. Mención honorífica del Premio Leonel Rugama, de Nicaragua Sandinista, 1980. Medalla Raúl Gómez García, de la República de Cuba, Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, 1993, por su aporte a la Revolución y su vida entregada a la lucha cultural, artística y política de nuestra América Latina. Matricula solidaria de la Universidad de El Salvador, FMLN, 1994. Medalla Ignacio Manuel Altamirano 2007, por 40 años ininterrumpidos como profesor en el área humanística del IPN. Reconocimiento del IPN a su obra literaria y por su contribución a la cultura del Instituto. Militante del Movimiento Estudiantil Popular de 1968 y actual vocal del Comité 68 pro libertades democráticas. Este año se realiza un Homenaje Metropolitano en su honor por más de quince grupos y asociaciones culturales independientes y autogestivas de México.
YO ACUSO
Cada día esfuerzo más la edad que aumentan mis huesos.
Cada día mis dientes toman por fuerza la palidez que aguanta
mi rostro
sin quejarse.
Cada día mi cuerpo hierra al lodazal
el gusto de morir en su hechura de socavón
y es sudor violento.
Y es como si las manos a pesar de la guerra delirante del tacto
no temieran estar encintas
— llenas de espinas y hechas de alambradas —
de un producto masculino que cumpliera el extremo llorado por
los ojos.
Aplasta la miseria
y la ofensa ensañada al pedazo que basta para vivir.
Aplasta la orden y la insignia y la escarapela pelada de remover
la piel.
Aplasta el cerco testereado por el plomo.
Llevo conmigo la batalla de 629 jóvenes que habían cesado de
resucitar.
Mis muñecas se doblan murientes en la trinchera de sus gestos.
Llevo conmigo los cuerpos infantiles rotos contra las baldosas
y que ha regresado el viento.
La sangre de sus cuerpos rotos contra las baldosas,
que el que sabe del sabor del crimen
no ha podido hundir en la porosidad del asfalto.
Tlatelolco pisotea la frente y degüella la cabeza que estremecen
los gritos.
Y yo acuso.
Yo acuso a los oídos de gruta resonante convertidos en puentes,
hechos de un puño,
sordos a la vida que lanzan los agonizantes.
Yo acuso a las miras exactas, idiotas de nacimiento
creyendo tomar el partido de perdonar a la naturaleza,
vomitando vivamente su profecía de antropofagia.
Yo acuso a los muros que equivocaron el futuro
y fueron la agonía,
haciendo nupcias entre la luz pétrea del obús
y las espadas rodeadas de carne adolescente.
Yo acuso al cemento donde se cumplieron las puertas de la
muerte
boca abajo,
y a las azoteas panteones de enterrados vivos.
y bramidos de ciervos.
Yo acuso a la fosa común y a los incineradores y a la piedad
sobre los ojos;
yo acuso al hoyo como un lobo sobre la esperanza
y siempre solo en busca de su imagen completa.
Ay, oigo
y alguna vez vendrá al campo el olor del jaguar por su misma
sangre,
el mismo Dios con su cara de ídolo y su paño de lujuria y todas
sus verdades,
por el dos de Octubre que quiso ser dos de Noviembre
mexicano.
Yo acuso al dos de Octubre.
Yo acuso al laurel del poeta
porque hace mucho que la poesía carece de flores
y se forma en el grito y en la coagulación de la sangre
que es la muerte de la sangre.
Yo acuso a las páginas de los diarios,
vaya un carcelero para despedir el recuerdo largo terrible
y arreglar la época de nuevo.
Yo acuso a las iglesias
porque te bendigo hermano y te maldigo en expresión del oro,
y no te quedan cabellos porque sucede que la divinidad se encierra
y Pedro niega;
¡y vete!
y no te gloría el Agnus Dei de Pascua.
Yo acuso a los planes sobre el escritorio y al ruido de la silla
ejecutiva
Atornillada a la emboscada y a la desesperanza.
Yo acuso al edificio seco de piedra donde se renueva la palabra
legal
Y el último pensamiento y el grito que dijo:”el responsable soy
yo”
y la garganta y la lengua y la pareja que lo engendra
y lo hizo posible.
Yo acuso a la lista de desaparecidos, a los proyectiles, a los
vehículos,
a los frigoríficos, a los heridos con su carga,
al campo que custodia la paz convertido en campo de
concentración 68;
y a todo lo que va de pleno al golpe.
Yo acuso a las cárceles y a las celdas duras como latidos de
mortero
para dar cabida a los perseguidos
y no agrandarlos y no esconderlos.
Yo acuso a mi país por no lanzar sus cuerpos
como cuchillos afilados
y acometer como mariposas heridas por las calles.
Yo acuso todo lo que vendrá si a mi suelo el odio cincela
perforaciones
y las enciende,
y porque rueda castillos de cohetes de la infamia.
Yo acuso.
Yo acuso.
Yo acuso a mi siglo donde se baila.
Yo acuso a mi siglo donde se bebe.
Yo acuso a mi siglo donde se hace el amor voraz en diez
minutos.
Yo acuso a mi siglo donde se apila a los vivos
y se abren las esclusas que queman los párpados
y se grita a los muertos
y se mata y se derriba al hombre.
México, 1968
Te amo
Por ti.
Como si parte de mi trabajo no fuera amarte
y descansara
y mi viejo rostro hace ya tiempo
no acariciara tu nombre.
Como si a este gastado rostro mío de siempre
no se le devolvieran y le cerraran los rostros.
Por ti.
Como si mi cuerpo de tanto sentir la dirección de tu cuerpo
olvidara la distancia que hubo entre otros cuerpos
espacio dea cero por el que fueron separados de la vida.
1972 Aquí
hace difícil amarse como todo el mundo.
Amor mío. Compañera. Mujer mía
esposa mía.
Te amo como el hambre, como la sed
como el orden de mis manos;
porque voy, por el sonido de mi voz.
Te amo como la lástima con que mira un obrero
el último pan de la mesa
que ninguno de la familia se atreve a coger
y que él dice: anden, coman.
Te amo como recuerdo mi niñez
y las palabras no acabadas de mis compañeros
contra el pavimento
sus últimas palabras
y los 310 genocidas que integraron el batallón Olimpia
la tarde de Tlatelolco
y los zapatos apretados
y la desnudez de sus cuerpos estirados en las charolas de lámina
de los frigoríficos
y porque estoy frente al amor
por ti
lamiendo su sombra demasiadamente.
Tu amor.
Te amos de rodillas, con terror
como un hombrecillo que muerde el nombre
o los hechos
y lo visto;
un hombrecillo recargado en la vida,
rezumando en su brazo y sus palabras
las horas fúnebres y la violencia
de sus días
pero sin cesar de exclamar y de vivir.
Yo.
Sostenme esposa, compañera
por las marchas juntos y las pancartas
por los micrófonos forjándose, y las plazas
y las movilizaciones militares mercenarias.
Por los uniformes redondos de manchones rojos
y las escaladas
y los arrasamientos campesinos
y por nuestros hijos durmiendo en sus mismas sábanas
limpias de amor y de pobreza.
Por sus sonrisas al llegarnos y su despertar de pillos
por mi camisa y mi pantalón negro
y mi bufanda triste para no estallar mi garganta.
Siénteme esposa, compañera.
Reconóceme.
Por los días de hacer el amor y respondernos la sangre.
Por el primer surco abierto el primer día.
Por tu silencio como la lucha más firme y resuelta.
Por este país nuestro que nos duele a diario
como el filo de la bayoneta a 9 cm
retenido aún por mi muslo izquierdo.
Por las municiones oficiales de octubre y junio
que nos cercaron
y hallaron eco en los que sólo tenían ya un cuerpo
de mujer
de viejo
de niño.
Por esos muertos amor nuestros
por celdas, presidios, torturas y cráneos marcados.
Porque defendemos la vida y nuestra lucha.
Porque estamos ciertos de que somos un solo combatiente.
Por los días de muerte que esperan a nuestro pueblo
a nuestros hijos.
Te amo, esposa, compañera.
Acéptame de siempre.
Por las ideas, el hospital, tu arte, los gemidos de la sala de labor
los dibujos de 5 años de tu hijo
el saber que me siguen
y mi sudor de noche de encontrar el espanto en nuestra casa.
Te amo esposa, compañera.
Te amo
por tus muslos y tu espalda y tus senos
recorridos como topografía prevista para la represión.
Porque nos amamos desde antes de nuestras manos juntas
y después de nuestras tumbas por separado.
Porque te beso en cada rebelde de América
y en cada esperanza mexicana.
Te amo.
Yo te amo esposa, compañera.
HABLÁNDOLE AL CHE
(Fragmentos)
Ha llegado la hora de explicarte.
Me quito esta certeza tuya con palabra a lo
futuro.
Que se abra la puerta de tu muerte un instante,
que se abran todas las puertas
y brote de sus muros quien no murió y fue
enterrado sobre sus labios.
(…)
Haz muerto.
Muerto dicen los que llevan los brazos de tu
muerta alegría.
Muerto después de días de incesante caza
bien armada a tus ideas.
Muerto de tus dedos muertos.
Muerto de tus ansias.
Muerto ignorando la sombra de un dios que odia
por no confundir ser su misma medida
y arrancar en paño intento de su imagen
lo que tiene de veras.
Suena a golpe todo esto,
también el hacha de oficio del soldado que corta
tus manos suena a golpe
y corta las de mi país
y a cadáver suena dentro de ti.
Tantos gestos jóvenes amontonados en todas
partes
ya dejan de ser desiertos
y desvinculan su terror en deseo de un deseo
casi aventura del impulso de morir.
Son el blanco certero a tus fulgores,
Comandante.
Son tu ropa que huella a lo largo
la demencia que dejaste fuga a tu espalda.
Son la sordera del egoísmo que no tocó tu
cuerpo.
Son tus zapatos de trabajo y tierra, Guevara.
(…)
Ven a ocupar tanto sitio,
que padezca el asesino de América la mirada
que te ha dañado
y que quede en el hombre tu mirada.
Qué amor o qué muerte pueden dejar de existir
del todo.
No te entierro Comandante.
No te entierro.
Sólo un puñado de tierra arrojo a la herida
definitiva de tu pecho
que balancee todo el amor que te compartió.
Aquí, recordando con admiración al maestro interesante, divertido, idealista y real con su compromiso de vida. Te extrañamos en verdad. Con mis más grandes deseos por volver a compartir contigo esos momentos tan breves pero inolvidables.
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