martes, 4 de marzo de 2014

GIUSEPPE PARINI [11.132]


Giuseppe Parini

Giuseppe Parini (Bosisio, Lecco, 23 de mayo de 1729 - Milán, 15 de agosto de 1799) fue un poeta italiano. Hijo de un modesto comerciante de seda, comenzó sus estudios bajo la tutela de su párroco, pariente de su madre. En su honor, el municipio de Bosisio cambió su nombre a Bosisio Parini.

A los diez años le enviaron a estudiar al Liceo Clásico Césare Beccaria de Milán (entonces llamado Escuela Arcimbolde) donde convivió con una anciana tía que a los dos años murió dejándole una pequeña renta, con la condición de que, una vez ordenado sacerdote, dijese una misa por ella todos los días.
En 1752 Parini publicó Algunas poesías de Ripano Eupilino (Eupili es el nombre antiguo del lago de Pusiano), lo que le dio una cierta notoriedad. En 1754, aunque no muy convencido, pronunció los votos religiosos, siendo admitido posteriormente en la Academia de los Transformados.

Mientras tanto, habían llegado a Milán sus padres en condiciones económicas precarias, y la situación se agravó cuando, tras morir su padre, tuvo que hacerse cargo de su madre. Parini entonces se puso a trabajar como copista de actas judiciales y como preceptor de familias nobles. En 1754 entró como preceptor en la casa de los duques de Serbelloni, donde tuvo ocasión de contemplar el espectáculo decadente de la aristocracia. Durante esos años compuso sus primeras odas: La vida rústica, La salubridad del aire y La impostura.

El diálogo entre muertos

Participando de lleno en las discusiones y polémicas que acompañaron la implantación del iluminismo en Italia, compuso en 1757 el Diálogo sobre la nobleza que, por su tema satírico y la composición innovadora aunque no revolucionaria, es un preludio de su obra Mañana de 1763, primera parte de su obra maestra, el poema El día. El tono de esta obra es a veces crudo, resentido, en línea con la tradición didáctica y moralista.

El diálogo es entre dos muertos (un noble y un poeta) y se desarrolla en una tumba. Parini recuerda que el origen y el fin de los hombres es idéntico para todos, no cuentan los antepasados famosos que han hecho grande su apellido con violencias y engaños, ni siquiera aunque hayan sido personas verdaderamente dignas de alabanza, nada pueden aportar a la nobleza de sus descendientes, sólo importa cómo haya vivido cada uno. Parini auspicia una nobleza privada de prejuicios, vicios y de su acostumbrado parasitismo, capaz de ser una auténtica aristocracia fundamentada en la cultura. En 1762, a causa de una discusión con la duquesa, Parini tuvo que abandonar su puesto de preceptor.

Su difícil situación económica mejoró cuando, en 1763, tras la publicación de Mañana, el conde Imbonati le encomendó la educación de su hijo Carlo (compañero de Giulia Beccaria, madre de Alessandro Manzoni, el cual le dedicaría el canto A la muerte de Carlo Imbonati en 1806). A su vez, el conde Firmian, plenipotenciario austriaco en Lombardía, comenzó a protegerlo al intuir la potencialidad de su poesía, la cual daba voz a las fuerzas más dinámicas de la sociedad.

En 1765 publica El mediodía como segunda parte y continuación de El día. En 1768 el conde Firmian lo nombra poeta oficial del teatro Regio Ducale de Milán, para el cual Parini escribe el texto del libreto de dos "fiestas teatrales": la Iside salvada y la obra pastoral Ascanio in Alba, musicada posteriormente por Mozart (catalogada como la K111) y representada por primera vez en dicho teatro el 17 de octubre de 1771.

Mitrídates y otros libros

De la traducción de Parini del Mithridate, de Jean Racine, Mozart musicalizó – sobre la base del libreto recogido por Vittorio Amadeo Cigna-Santi – la obra homónima K87, representada por primera (y quizás única) vez en Milán, el 26 de diciembre de 1770.

En 1769 Parini fue nombrado director de la "Gaceta de Milán" y profesor de letras en la Escuela Palatina, donde comenzó a enseñar en 1770. Cuando se trasladaron al Palacio de Brera, el poeta fue nombrado superintendente de la escuela. Al mismo tiempo, Parini se dedicaba a completar su obra El día (tenía que incluir también la "tarde", que posteriormente dividiría en Vísperas y Noche) sobre la cual realizaba continuas correcciones y añadidos.

Continuaba también con la composición, iniciada en 1757, de las Odas (diecinueve), inspiradas en las ideas de la Ilustración y de marcado tono educativo. En 1791 salía la primera recopilación; la segunda edición, aumentada, se publicó en 1795. Estas odas son un canto a la honestidad, a la recta conciencia moral, al amor por una vida digna y simple; es decir, a los ideales civiles y humanitarios presentes en El día. La moralidad de Parini es de largo alcance, nunca atemoriza, siempre es tolerante y serena pues, a pesar de su origen clerical, tiene más carácter ilustrado (naturaleza y razón) que cristiano. Parini admira sinceramente la belleza femenina y alimenta sentimientos tiernos y humanos, permaneciendo siempre fiel a sus votos religiosos.

El don

Junto a sus odas sociales y civiles e inspirado en la belleza femenina más que en el amor, El Don contiene el germen del sentimiento mítico y eterno de la belleza femenina que posteriormente sería retomado por Ugo Foscolo. El mensaje de 1793, oda compuesta cuando el poeta era ya un anciano, es su último y melancólico himno a la belleza. Parini, con la mirada nostálgica de la vejez que contempla la juventud, expresa la añoranza por la belleza y el amor ahora ya lejanos en el recuerdo.

La Revolución francesa tuvo sobre el autor un efecto doble y en apariencia contradictorio; por una parte Parini estaba totalmente a favor de los principios de igualdad y libertad que ésta promovía, pero al mismo tiempo era un hombre moderado, que odiaba los excesos. En 1796, durante la ocupación francesa, fue nombrado miembro del ayuntamiento de Milán, pero su moderación hizo que pronto fuera apartado de su cargo. Enferma entonces de las piernas, al mismo tiempo que las cataratas le dejan prácticamente ciego. En esos momentos había mucha expectación por la tercera parte de El día, la cual Parini se resistía a publicar, no sólo por razones literarias, sino también porque le parecía poco conveniente atacar literariamente a una clase social sobre la que en ese momento se volcaba toda la violencia revolucionaria. Tras morir en 1799, los poemas Vísperas y La Noche fueron publicadas póstumamente por su aliado y amigo Reina en 1801.

La poesía

Parini supo conciliar la admiración espontánea por la vida elegante y fastuosa de su tiempo con la necesidad de una vida simple, digna y guiada por el deber cumplido con responsabilidad. Su obra contribuyó a la formación de la conciencia social italiana, proponiendo una renovación moral que hiciera posible la renovación política.

Parini consideraba que había que disciplinar la inspiración, dirigirla hacia lo útil y verdadero, puliendo la forma del verso para hacerlo instrumento dúctil que se corresponda perfectamente con el pensamiento, evitando la rima fácil que envilece el registro poético e intentando aunar imágenes y palabras. Como poeta estuvo entre los primeros en apreciar los méritos de los poetas de la Academia de la Arcadia de Roma que, al comienzo del siglo, combatieron la ignorancia y el mal gusto estimulando una crítica válida.

El carácter culto y elevado de su poesía, aunque impidió grandemente su popularidad, dejó un gran legado espiritual al siglo XIX. Ugo Foscolo exaltó El día por su valor moral y Alessandro Manzoni se vio influido por la profundidad de pensamiento y la ética de Parini.

La recopilación Algunas poesías de Ripano Eupilino de 1752, La noche y las últimas Odas tienen un sentimiento clásico que no es meramente idílico o "arcádico", sino que más bien representan una nueva sensibilidad crítico-estética de los valores formales del clasicismo para los que los ideales de belleza y bondad se presentan inseparables.



GIUSEPPE PARINI 

EL DÍA 

TRADUCCIÓN DE CRISTINA BARBOLANI




PRIMERA PARTE

LA MAÑANA

Joven señor, si por tus venas corre
la sangre azul y pura, transmitida
por larga descendencia; o si la falta
de sangre la compensan los honores
comprados por un hacendoso padre
que consiguió juntar en pocos años
por tierra y mar cuantiosas posesiones;
me oirás cual preceptor de amable rito.
Te enseñaré cómo engañar pudieres
el transcurrir prolijo y aburrido
de los días de tu vida, acompañados
de largo tedio y de insufrible hastío.
De mí vas a aprender en qué ocuparte
debes por la Mañana, al Mediodía
 y luego por la Tarde; siempre y cuando,
te sobre, entre tus ocios, tiempo ocioso
para escuchar mis versos disponible.
Ya visitaste muy devotamente
los santuarios de Albión y de las Galias
consagrados a Venus o a Mercurio,
dios del juego; y aun guardas en tu cuerpo
las marcas imborrables de tu vicio: (5
tiempo es ya de descanso. En vano Marte
te llama, pues con riesgo de la vida
locura es adquirir honor; la sangre
por tu temperamento la aborreces.
No menos odias los estudios tristes
de Palas Atenea: te enemistaron
con ellos los recintos escolares
en cuyas anchas bóvedas retumban
chillidos infantiles, provocados
por monstruos y fantasmas de castigos
en vez de ciencias y sublimes artes. (6
Oye ahora primero cuán suaves
ocupaciones a tu alcance trae
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5 ) El joven señor ha frecuentado casas de citas (templos consagrados a Venus) y de juegos (templos consagrados a Mercurio, dios del juego) de Inglaterra (Albión) y de Francia (las Galias) y guarda en su cuerpo las señales de la sífilis allí contraída, enfermedad muy difundida en el siglo XVIII, llamada también “mal francés”. Cansado de estas proezas, desdeña en igual medida la carrera militar (Marte) y los estudios (Palas Atenea). 

6) Parini polemiza con el sistema de enseñanza de la época, basado en castigos corporales.
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consigo fácilmente la mañana.
La mañana del alba acompañada
sale ante el Sol, que luego se agiganta,
y alegra desde el horizonte extremo
animales y plantas, mar y tierra.
Entonces deja el campesino el lecho
entrañable, entibiado por la noche
por una esposa fiel y tiernos hijos;
llevando a cuestas sacros utensilios
descubiertos por Pales y Cibeles,  (7
sale al campo por un sendero estrecho
en pos del lento buey que lo precede,
de las ramas más bajas sacudiendo
a su paso el rocío cristalino
que como gema fúlgida refleja
del sol naciente los primeros rayos.
El herrero también de madrugada
abre de nuevo su ruidosa fragua
a las tareas ayer inacabadas
volviendo: forja enrevesadas llaves,
construye arcones que al ansioso rico
darán seguridad, o graba encima
de dijes y de jarras de oro y plata
ornatos para ajuares y banquetes.
¿Qué he dicho? ¿Te horrorizan mis palabras
y en la frente aparece tu cabello
tieso cual de un erizo enfurruñado?
Oh, mi Señor, no es esta tu mañana.
Al caer el sol ayer, no te sentaste
a una mesa frugal, ni te acostaste
con luz crepuscular, como es costumbre
se cobije el común de los mortales
en cuchitriles bajo rudas mantas.
Otro destino en su benevolencia
Júpiter reservó a celeste prole,
concilio de terrenos semidioses;
a mí me incumbe, pues, la gran tarea
de guiaros por camino novedoso
con artes y con leyes diferentes.
Entre fiestas y líricas veladas
y la emoción del juego, prolongaste

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7)  Los aperos de labranza son sacralizados como inventos de Pales, diosa protectora de la tierra y de Cibeles, diosa de las cosechas.
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tú la noche hasta el punto que, cansado,
sacudiste el nocturno aire tranquilo
con el fragor de arrebatadas ruedas
y el trote de corceles voladores
en tu áureo coche, abriéndose a tu paso
con soberbias antorchas las tinieblas;
como Plutón que retumbar hacía
con su carro las tierras sicilianas
entre uno y otro mar, mientras delante
iban resplandeciendo en el camino
las teas de las Furias espantosas.  (8
Así volviste a tus mansiones, donde
como alivio a fatigas tan ilustres
se te ofrecían apetitosas viandas
y estimulantes vinos de cosechas
francesas, españolas y toscanas,
o la húngara botella, que premiara
con corona de yedra el propio Baco
proclamándola reina de las mesas.  (9
Por fin el Sueño con su propia mano
te ahuecó los colchones bien mullidos
y un siervo premuroso, al verte echado,
corrió cortinas ensombrecedoras;
y suavemente te cerró los ojos
el gallo que los suele abrir a otros.
Justo es por tanto que no se deshaga
la tenaz somnolencia que Morfeo   (10
impuso a tus sentidos fatigados,
antes del tiempo en que, avanzado, el día
intente penetrar por las rendijas
de lujosa ventana, y que los rayos
del sol ya meridiano en algún punto
pinten ligeramente las paredes.
Deberán a partir de ese momento
empezar de tu día las tareas
con gracia y ligereza ejecutadas;
yo también suelto amarras ya dispuesto
a iniciar mi poema, y con preceptos
nobles hazañas enseñarte en verso.


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8)  Según la versión más conocida del mito, Plutón raptó a Proserpina cerca de Siracusa en Sicilia, y se la llevó de noche en un carro al que abrían paso las Furias agitando antorchas.

9) Se trata del Tokaji, apreciado vino húngaro cuya calidad suprema es mitificada con el reconocimiento del mismo dios Baco.

10) Morfeo, como dios del sueño, está presente en el imaginario popular; aquí Parini ennoblece su mención con una metonimia (en el original, literalmente “las tenaces amapolas”).
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Ya han oído gentiles camareros
el metálico suave tintineo
del llamador al que tu suave mano
imprimió repentino movimiento;
a abrir de par en par pronto acudieron
contraventanas que la luz impiden,
cumpliendo este mandato riguroso:
impedir que con tu perjuicio entrara
a herir tus ojos el osado Febo.  (11
Con prestancia incorpórate, apoyando
tu persona en las múltiples almohadas
que en leve gradación van blandamente
sujetando la espalda; y con la punta
del índice de la derecha mano
con suavidad y con delicadeza
roza apenas los ojos, desechando
la densísima niebla de los sueños;
y después, hecho un bucle con tus labios
pequeño y seductor, calla y bosteza.
¡Oh! Si te viera en acto tan gracioso
el recio capitán que en la batalla
para mandar a varios escuadrones
sin compostura lanza un fuerte grito
desgarrador de oídos bien formados!
 Entonces si te viera, gran vergüenza
de sí mismo tendría, como Minerva
el día que al reflejarse en una fuente
una flauta tocando, vio su rostro
por carrillos hinchados afeado.  (12
Mas veo al camarero repeinado
que entra de nuevo a preguntar discreto
cuál bebida de las acostumbradas
hoy te apetece en primorosa taza;
que provienen de la India ya se entienden
taza y bebidas. Graves decisiones
habrás de calibrar. Si es que prefieres
animar el estómago con dulces
estímulos que templen los humores
y favorezcan moderadamente

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11) Con el dios Febo se alude al sol. Como es frecuente en el poema, el uso de la mitología sirve para revestir de un barniz seudo-épico los objetos y comportamientos más comunes.

12) La diosa Minerva al observarse reflejada en el agua, no se vio favorecida por su rostro hinchado al tocar la flauta, y tiró lejos su instrumento, recogido por un sátiro. Se alude a esta anécdota en los Fasti y en el Ars amatoria de Ovidio.
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la digestión, escoge sin dudarlo
el negro chocolate, que te brindan
gentes de Guatemala y del Caribe
que llevan plumas sobre su cabeza.
Si en cambio te agobiara un fastidioso
inoportuno malestar, o exceso
de grasa rodeara tus divinos
miembros, entonces de tus finos labios
harás honor a la infusión nectárea
cuyo grano tostado y humeante
llega de Alepo y de la rica Moka,
puerto soberbio de más de mil naves.
Ciertamente fue justo y necesario
que España, traspasando sus fronteras
antiguas, se embarcara con audacia
en la conquista de Ultramar, y en medio
de fenómenos nuevos y tormentas
extrañas en adverso mar, corriera
riesgos, temores e inhumana hambruna,
superando confines hasta entonces
nunca violados; y también fue justo
que Cortés y Pizarro no estimaran
humana sangre la que pertenece
más allá del océano a los humanos,
pues despiadadamente con las armas
de fuego fulminando y atronando,
derribaron a generosos incas
y a reyes mejicanos de sus tronos;
valió la pena, porque estas delicias
nunca vistas, llegaran finalmente
a un paladar tan fino y exquisito
cual el tuyo, ¡oh! Gema de los héroes.  (13
Pero no quiera el Cielo que, indiscreto,
un siervo, justo mientras te dispones
a sorber infusión tan refinada,
de repente te anuncie la visita
de un sastre no conforme con que escojas
sus ricas telas y servicios, que osa
también llenar tu mente de fastidio
con desmedida cuenta; o la visita
de un abogado que los avatares

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13)  Aquí, como en otras obras suyas, Parini se hace eco de la “leyenda negra” que tuvo gran difusión entre los ilustrados europeos, sobre la crueldad de los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo,.
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del rico patrimonio que heredaste,
locuaz y en toga lúgubre, te cuida;
o de un buen administrador, que vuelve
de la ciudad donde bajó temprano,
helado por la escarcha matutina.
De tal séquito tus antepasados
acompañaron sus amaneceres;
mas tú, Señor, su insigne descendencia,
educado en nobleza y gentileza,
no ofendas con imágenes vulgares
el primer despertar de tus sentidos
a los quehaceres del reciente día.
¿Cómo vas a aguantar esas palabras,
articuladas con respeto y dudas,
con titubeos ante tu presencia,
con malestares e inseguridades,
junto con las profundas reverencias
y las pisadas sobre las alfombras
de ordinarios calzados polvorientos?
Si eso aguantaras, áspera e indigesta
la infusión saludable que tomaste
se volvería de pronto en tus entrañas
hasta hacerte eructar en el teatro,
en el paseo, en casa y fuera, todo
el día, como eructan los plebeyos.
Podrá en cambio pasar sin que lo anuncien
quien, aunque llegue inesperadamente,
siempre será bien recibido: el dulce
maestro de baile que modera y guía
tus pies según sus gustos. En la entrada
no traspase el umbral; quédese inmóvil,
bien erguido y, los hombros levantando,
contraiga el cuello cual tortuga, y a un tiempo
incline la barbilla, y con el ala
 del sombrero de plumas roce el labio.
Igual de fácilmente acceder debe,
Señor, a tu aposento, aquel maestro
que con su voz flexible suaves cantos
a modular te inicia; o aquel que enseña
 a hacer vibrar con arco experto cuerdas
armoniosas en hueco de madera.
Como broche final del exquisito
corro que te rodea, faltar no debe,
Señor, el preceptor del tierno idioma
 que desde el Sena padre de las Gracias
recién llegado, con sus ambrosías
divinas consiguió endulzar los labios
de Italia disconforme con su lengua.
Ante el francés tirano, el italiano
pronúnciese truncado, y con arreglo
a inefable armonía de sobrehumanos
acentos nuevos, que produzcan odio
acrecentado contra quien osase
con labio impuro aún contaminarse
 de la lengua de quien cantara antaño
en Vaucluse con llantos y loores
a la bella francesa, o al rey de Francia
su poema campestre dedicara
en Fontainebleau de cristalinas aguas.  (14
 ¡Mezquinos labios, que templar no saben
con las gálicas gracias nuestro idioma
para que menos áspero resulte
a espíritus selectos, y asimismo
menos bárbaro a oídos delicados!
 Entreténgate, pues, por la mañana
esta elegante alegre compañía
en la que nunca falta alguien dispuesto
a dejar satisfechos tus antojos,
oh Señor, en sus mínimos resquicios,
con cuentos agradables, mientras tomas
tu bebida caliente en sorbos lentos,
preguntándoles cuál de los cantantes
será premiado por sus actuaciones
la temporada próxima, y si es cierto
 que vuelve a las escenas la taimada
Frines, la dama por la que arruinados
y desnudos al Támesis volvieron
tantos lores por ella enloquecidos;
o si es cierta la vuelta del famoso
Narciso bailarín que deja helados
corazones de amantes y maridos.  (15

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14) En estos versos recuerda Parini que en italiano Petrarca cantó a Laura (la bella francesa), y en italiano el poeta renacentista Luigi Alamanni compuso el poema La coltivazione dedicado al rey Francisco I, en Fontainebleau.

15)  Con los nombres de Frines, famosa hetaira griega, y de Narciso, mítico joven enamorado de su propia hermosura, Parini se refiere genéricamente a una cortesana de postín que se aprovecha de los patrimonios de grandes lores ingleses (aludidos con la mención del Támesis) y a un bailarín que con su exhibición suscita los celos de los espectadores masculinos.
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Así pues, bien entrada la mañana
tras largas burlas en que desechado
queda el pudor hipócrita, y la esquiva
 modestia que así llaman las matronas
estrechas y ceñudas; salgan ellos
despidiéndose, bien por tu mandato,
bien por su propia voluntad. Mañana
o pasado, tal vez a sus preceptos
 podrás prestar oído, si es que queda
espacio para aquellos menesteres
en tus horas dichosas. A vuestra estirpe
divina el Cielo dio en mayor medida
que a los demás mortales, el meollo
 del cerebro permeable, así que en breve
tiempo pudieran casi sin esfuerzo
en él quedar grabadas nuevas ciencias.
Concedióse, además, sólo a vosotros
tener tal movimiento y estructura
 de sentidos, espíritus y nervios
que vuestra alma mil cosas diferentes
penetrar puede y concebir a un tiempo,
pero nunca confusas y mezcladas
las acoge en su mente, sino claras,
 en su sitio ordenadas y dispuestas.
El pueblo llano, a quien le fue negado
desvelar los secretos venerables
de tu vida privada, mientras tanto,
conformarse sabrá con ver en torno
a tu palacio todo el traqueteo
de maestros artistas, y encantado
beberá boquiabierto tus sentencias.
Mas percibo que ya no te apetece
más tiempo estar echado entre las colchas
y en vano miman y acarician tibias
tu pereza sus lanas y blanduras;
en efecto, te esperan más gloriosas
tareas para las horas de tu día.
Ea vosotros, pues, siervos selectos,
 puros y dignos de cumplir, al lado
de tan nobles señores, los mandatos
que se os encargan, ahora sí procedes
las armas preparar.  (16 
En un instante he aquí los camareros ya dispuestos
a tu ademán. ¡Qué esmero y qué trabajo!
Uno te viste con capa de seda
toda bordada de motivos chinos;
otro con pieles cálidas te abriga
hasta los pies, si la estación lo exige;
uno protege con faldones blancos
de lino, la eventual salpicadura,
cuando otro, con inclinación graciosa
del jarrón de cristal, sobre las manos
te echa perfume; el líquido sobrante
en pulcra bacinilla se recoge.
Te ofrece uno el jabón que expande aroma
de musgo alrededor; otro el molido
fruto del árbol que en Rodope ha sido
linda doncella, amante desdichada,
que, transformada en un almendro, sigue
Demofoón, Demofoón llamando.  (17
De esencias suaves la empapada esponja
destinada al cuidado de tus dientes
 prepara un siervo, y otro el albayalde
que deja tus mejillas blanqueadas.
Pero no más sobre ti mismo; ahora
tiempo es de que dediques tus cuidados
a otro objeto de ti no menos digno.
 Sabes que a compartir penas y glorias
de la ilustre jornada que te espera
a ti, joven Señor, destina el Cielo
compañera adecuada...¿Palideces?
No hay porqué, pues de boda no se trata:
si tal locura yo te aconsejara,
sería maestro rancio y trasnochado.
De tantas primorosas cualidades
no estarías tú dotado en cuerpo y alma
para que interrumpieras tu carrera
 brillante, y justo en el mejor momento
dejando lo que con razón se llama
Dorada Juventud, te relegaras

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16) Parini coloca a su “héroe”, como acostumbra, en paralelo con los protagonistas de poemas épicos (Aquiles en la Iliada, y Reinaldos en los poemas renacentistas italianos Orlando furioso de Ariosto y Jerusalén liberada de Tasso).

17) Alude a Filis, que se suicidó en Ródope porque su amor por Demofoón no era correspondido, y fue transformada en almendro.
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entre severos padres de familia
y te ataras con nudos aburridos
más y más cada día, hasta volverte
semental rudo de la raza humana.
No olvidaré además, por otra parte,
cuántas náuseas produce ese “marido”
al delicado estómago de quienes
sois moradores de feliz Esfera;
un término que en sí exaltar pretende
de manera ridícula, los nombres
severos de pudor, mantenimiento
cabal de la palabra dada; añejos
conceptos trasnochados y anticuados
propios de ingenuos crédulos abuelos.
Quién no provocaría forzosa bilis
en delicados pechos, si recuerda
en su conversación, los ordinarios
de su administrador balances, entre
vendimias y cosechas; y con afecto
recuerda a los maestros de sus niños;
ni se avergüenza de mezclar con tales
historias, los asuntos novedosos,
las nuevas expresiones a la moda,
los conceptos de freno vulgar libres:
en suma, lo que espíritus selectos
en su sublime conversar acogen.
Muera quien te aconseja casamiento.
Pero no quedarás sin compañera,
porque de entre las jóvenes esposas
fieles de otros, permite escoger una
la aristocracia de que formas parte
con galante ritual y más sagrado.
Pasó el tiempo en que, siendo Amor un niño,
quedó al cuidado de su hermano Himene,
porque temía su madre el gran peligro
de que pudiera el dios incauto y ciego
dejado solo, y a su libre antojo,
 encaminarse por torcidas sendas,
y que el género humano, que ha nacido
para el dominio de la tierra entera,
inmaduro corriera hacia su ruina,
blanco de tiros indiscriminados
 de un arquero sin guías y sin frenos.
Dejó Venus al hijo más travieso
al cuidado del otro, así diciendo:
“Hijos, id juntos; tú más poderosa
flecha dispararás, y tú más cauto
 a cierta meta habrás de dirigirla”.
Así siempre en unión indisoluble
iban emparejados, y sus almas
reinaban juntas en estrecho nudo.
En prados, bosques, fuentes y collados
el Sol resplandeciente, siempre unidos
veía a cada pastor con su pastora;
y su hermana la Luna también juntos
los veía en el tálamo dichoso,
donde Himene y Amor, dioses hermanos,
 entrambos a porfía, en abundancia
rosas y lirios iban esparciendo.
Sin embargo, ¿qué es lo que no consigue
si se enciende en las almas de los dioses
el deseo de poder más ambicioso?
Poco a poco, al Amor crecieron alas
y con ellas la fuerza, única ley
que los reinados rige; a vuelos cortos
atrevióse primero, pero luego,
afianzado en más largos recorridos,
 alcanzó las alturas, sacudiendo
su cabeza y el arco; de tal modo
vibrar hizo el acero de las flechas
del carcaj que portaba, y dijo: “Solo,
solo quiero reinar”. Y hacia la madre
dirigiéndose, dijo: “Amor entonces,
que es el más poderoso de los dioses,
de Venus primogénito, ¿debiera
del hermano menor recibir leyes,
como su vil discípulo, o sirviente?
¿No podrá, pues, Amor herir un alma
más de una sola vez, como me pide
hacer el melindroso de mi hermano?
Cuando un nudo haya atado, ¿consentido
no me será soltarlo a mi capricho,
o, si me place, atar un nudo nuevo?
¿Dejaré que mi hermano unte mis flechas
con sus ungüentos, para que penetren
menos crueles y menos venenosas
en los pechos humanos? Si eso quieres,
quítame, pues, el arco de las manos,
y el carcaj con las flechas de la espalda;
¡Desnudo quede, pues, y desarmado
Cupido, cual desecho de los dioses!
Y si tú solo en mi lugar reinaras,
 ¡qué vida tan feliz! Quisiera verte
cómo te esfuerzas, lastimosamente,
en procurar quitar hastío y fatiga
a las almas más tristes, con remedios
que consisten en hielo en vez de fuego!
 Oh madre, ahora debes comprenderlo:
sé lo que valgo, y quiero reinar solo.
Entre nosotros, pues, reparte el mando
según tu gusto, para que contigo
quede yo en paz, y nunca más me vean
en compañía de Himene los humanos”.
No dijo más Amor; y parecía
esperar la respuesta de la diosa
con ademán de reto y amenaza.
Ella intentó aplacarlo, derramando
llantos y ruegos, pero todo en vano;
hablando a entrambos hijos, la contienda
acabada dejó de esta manera:
“Ya que no hay paz posible entre vosotros,
divídanse los reinos. Sean distintos
el tiempo y la tarea adjudicados
a cada uno de vosotros, para
que un hermano con otro no se junte.
Tú, que estás orgulloso de tus flechas,
y ningún freno admites, herir debes
los corazones, y reinar de día;
tú en cambio, coronado de apacibles
flores, junta los cuerpos, y de noche
reina exclusivamente, con la antorcha
del nudo conyugal símbolo ardiente”.
Así tuvo su origen, Señor mío,
el gentil rito que a los fríos maridos
concede las tinieblas y los castos
cuerpos de sus esposas, y a vosotros,
dichosa gente de más noble Esfera,
concede en cambio generosamente
los corazones de ellas, y el dominio
del día. Pero podrán vuestros derechos
ensanchar cualquier día sus confines,
si Amor sigue usurpando con su fuerza
nuevas provincias a su hermano Himene.
Mis consejos escucha, pues; conmigo
aprende los cuidados matutinos
para la dama que aquel día dichoso
por voluntad, o propia o del marido,
de acompañante te escogió, mediante
un escrito en presencia de testigos,
cuando legal y recíprocamente
los pactos sacros y las condiciones
del vínculo gentil se establecieron.
Ya la dama gentil sus bellos ojos
al nuevo día abrió; su pensamiento
primero fue dónde contigo iría
de velada esta noche, y seriamente
lo consultó con el esposo al lado
tras consentirle a él besar su mano.
Esta es la hora de que un fiel sirviente,
el más discreto de los tuyos, vuele,
Señor, a su palacio a preguntarle
si ha dormido tranquila por la noche
y si Morfeo fue pródigo con ella
de apacibles imágenes. Es cierto
que anoche la admiraste con el rostro
cual fresquísima rosa sonrojado
y como nunca esbelta y animada
bajar de tu carroza con un brinco
y, sonriendo con coquetería,
de tu mano solícita la ayuda
rechazar al subir los escalones
altos de la mansión de su marido.
Mas no por eso habrás de estar tranquilo
tu deber olvidando. Ah, ¡cuántos, cuántos
ruines trasgos en la noche oscura
aparecen llenando de peligros
la plácida quietud de los mortales!
Un perrillo podría, Dios no lo quiera,
de tu dama truncar los suaves sueños
y con ladridos súbitos, hacerla
acurrucarse por el sobresalto
repentino de susto espeluznante,
con el sudor helado rociando
su frente y la blandísima almohada.
Podría también el padre de los sueños
tristes y alegres, suscitar quimeras
horrorosas de imágenes confusas
mezcladas y cruzadas en su mente
con que en agitación y afán ansioso
intentara gritar, sin que pudiera
para dar voces despegar los labios.
A menudo, también para la dama,
la pérdida en el juego de dineros,
igual que para el caballero, causa
de largo insomnio puede ser; o acaso
la noble envidia de una amiga hermosa
cortejada por muchos, o los celos
pasajeros. Y por si fuera poco,
los maridos, eternos importunos,
que, las rancias costumbres en su mente
repasando, después de haber cedido
a otros el día, creyéndolo excesivo,
prefieren exigir estrictamente
los débitos nocturnos conyugales,
y ser tiranos en la oscura noche;
con malestar de las esposas castas
que con ello prevén que en pocos años
les será arrebatada la frescura
a su belleza en flor.   (18 
Tú, Señor mío,
ya enterado de que el horror nocturno
suele exponer a tan penosos trances
a las damas, no seas rezagado
en preguntar noticias de la tuya.
Magnánimo Señor, tú hasta el momento
que el mensajero fiel esté de vuelta
no quedarás ocioso. En ese instante
el campesino honrado allá en tu finca
encallece su mano en el arado,
satisfecho de que con sus sudores
produzca para ti ricas carrozas
doradas y alimentos refinados.
Ahora un artesano habilidoso
trabaja para ti continuamente

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18)   Irónicamente Parini llama castas a las esposas que intentan negarse a los deseos del marido y evitar su exigencia forzosa del “débito conyugal”, origen de los numerosos y extenuantes embarazos, consecuencia muy frecuente en la época.
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con hacha, con buril, cordel o aguja;
y el sacerdote de la diosa Temis
se desvive y pelea por tus negocios.
No vas a faltar tú. Te está esperando
tu “toilette”, gabinete donde puedes
aumentar tus bellezas naturales
con arte, de manera que, saliendo
hoy a la calle, hacer puedas regalo
de tu aspecto magnífico a la gente;
y, compensado ya de sus fatigas,
el mundo va a quedarte agradecido.
Todo está preparado. Por un lado
se oyen crepitar ardientes brasas
que calientan descomunal panoplia
de varias férreas pinzas destinadas
a sujetar los indomables rizos
de la frente. Soplando en ese fuego,
con carrillos graciosamente hinchados,
tropel de amores aletea invisible.
En lindo juego un amorcillo de estos
miedoso acerca la mano a una pinza
para robarla; otro más atrevido
la atrapa con un ala, y suspendida
dejándola en el aire por la punta
espera con cautela a ver el humo
de pluma contraída o chamuscada;
otro limpia su pinza sacudiendo
el hollín y ceniza allí adheridos
y la deja brillante y reluciente.
Así ayudaban, bajo la sonrisa
materna complaciente, los Amores
al herrero Vulcano que ingenioso
para el héroe latino hijo de Venus
forjaba el yelmo a golpe de martillo
en la fragua del Etna abrasadora.    (19
Del otro lado Comos, dios de flores  (20
coronado, levanta con su mano
rosada, los espléndidos brocados
que cubren la mesita del aseo
donde rico tesoro de productos
de belleza variados queda expuesto.   


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19)  Otro de los frecuentes símiles de Parini enlazando con la épica: así ocurría en la fragua de Vulcano, en la que el dios forjaba las armas de Eneas en presencia de Venus y de los cupidillos que le servían de ayudantes.  

20)  Comos o Comus, divinidad menor asociada a los festejos, era el joven sátiro que sostenía la copa a Dionisio o Baco.
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Allí elegantes frascos, y de cisnes
canoros plumas mórbidas, y efluvios
de perfumadas aguas, y colores
muy variados de polvos impalpables
que el cabello dorado del hermoso
Apolo imitan, o los cenicientos
reflejos del cabello de las Musas,
por sus sagrados hombros esparcido
en melena gentil, suave, ondulada.
Y si a un héroe tan noble le afectara
de recio viento un soplo repentino,
el frescor de sus labios resecando,
para ellos aquí tiene un concentrado
de semillas de fría calabaza;
y si se nota paliducho, tiene
nuevo carmín, secreto de belleza
que otros héroes famosos desconocen.
Y cuando a un semidiós se le atreviera
un forúnculo osado a presentarse
en el rostro, tampoco faltaría
cantidad de lunares de variadas
formas para ocultarlo de momento,
y añadir atractivo a sus miradas
a las damas incautas dirigidas;
al igual que el guerrero que con furia
entra en el zafarrancho de combate
arrasando enemigos, orgulloso
de las vendas que cubren sus heridas.
Ya tres o cuatro veces, mientras tanto,
recorrió mi Señor rápidamente
el gabinete, con el desgreñado
cabello aún cubriéndole los hombros,
cual Sibila de Cuma, horrible maga
poseída por numen poderoso    (21
cuando sus vaticinios pronunciaba.
Con este proceder, de su cabeza
evaporar dejó los anteriores
esparcidos ungüentos fermentados
y aquellos polvos que irritar pudieran
su suave cutis, o aquejarle incluso
de terrible jaqueca interminable.

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21)    La sibila Cumana pronunciaba sus vaticinios poseída por el dios Apolo.
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Helo aquí ahora, limpio y arropado
en cándidas toallas, y dispuesto
para afrontar sentado la tarea
más grave y enjundiosa de su día.
Vuela a su alrededor nube de efluvios
que de los tarros de pomadas varias
levanta un aura dulce y peregrina
que rozándolos va cual mariposa,
mojando en ellos sus ligeras alas;
y ante él está el espejo, que orgulloso
de reflejar imagen tan divina
parece, y de ayudar a la mirada
del Señor, explorando y analizando
tu obra de arte, excelso peluquero,
arquitecto voluble del cabello.
Tú debes preguntar antes de nada
al ínclito héroe, cuál olor prefiere
que le eches en el pelo, si alhelí
o azahar blanquecino, o violeta
o ámbar de los antiguos apreciado.
Mas si la esposa de otro a la que sirve
el Señor, se quejara de su propia
condición de casada, y del reciente
largo embarazo y parto que afearon
su figura gentil y casta, entonces
rechaza de una vez cualquier perfume,
pues harías peligrar más de una vida
cual bárbaro homicida. Sean entonces
sencillos tus perfumes, ni aplicarlos
oses, antes que sobre ellos decidan
del Señor tuyo y mío las narices.
Podrás después pasar el peine liso
y levemente con las púas romas
surcar la cabellera, para luego
valiente alborotarla, y del desorden
sublime y confusión artificiosa
recabar y crear volumen nuevo,
obra soberbia de tu mente excelsa.
Te he hablado brevemente; pero breve
no es tu trabajo; ni podrá acabado
quedar sin complicarse o interrumpirse
a veces por extraños avatares.
Si en el espejo miras, a menudo
verás a mi Señor mientras los labios
se muerde impaciente, y se sonroja.
A menudo también, si acierta menos
tu mano diestra en el artificio,
oirás el pataleo frecuente y raudo
de su convulso pie en el pavimento,
junto con las condenas y amenazas
con voz entrecortada articuladas.
También es de esperar que a caballero
tan sublime lo veas agitarse
a veces furioso, y ambas manos
llevarse a la cabeza, y con las uñas
en un instante destrozar el fruto
de muchas horas de trabajo y arte.
 ¿Qué más diré? Si un día se te ocurriera
Dios no quiera, adecuar los edificios
de la cabeza a su semblante y rostro,
sin acatar las leyes de la moda
recién llegada aquí de Francia, ¡ah pobre!
entonces, ¡qué atroz rayo pendería
inexorable sobre tu cabeza!
Ver entonces podrías al héroe erguido
de pie, ira y despecho de sus ojos
derramando, con mil imprecaciones
 rebajándose a usar infames voces
y palabras vulgares para ofensa
mayor de tu persona, y tus espaldas
amenazar con el bastón, y todo
poner patas arriba, echando al suelo
 espejos, peines, pinzas, todo a un tiempo.
Del mismo modo cuando el bravo toro
a punto de quedar sacrificado
en al altar de Júpiter o de Isis,
la diosa que cogió del Nilo el Falo,  (22
los nudos dobles quebrantó furioso
y libre huyó, veíanse en el suelo
vibrar trípodes, tazas, hachas, vendas
y cuchillos de piedra, y las profundas
bóvedas retumbar estremecidas,
 y por doquier fieles y sacerdotes

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22)  La ira del señor disconforme con el peinado de su peluquero es comparada con la furia de un toro que, al principio dócil al mando de los sacerdotes, al verse a punto de ser sacrificado en el altar de Júpiter o en el de Isis (la diosa egipcia que buscó en el Nilo el falo del marido Osiris, despedazado por su hermano Seth o Tifón), enfureció destrozando cuanto tenía alrededor. El símil está imitado de la Eneida, II, v. 220.
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pálidos sustraerse a la embestida
del animal enfurecido, que antes
dócil ceñía de una floral corona
su cabeza, inclinando los dorados
cuernos al mando de los sacerdotes.
A pesar de ello, tú resiste fuerte;
y fortuna mejor, audaz espera,
más favorable para el peluquero.
En pecho noble el fuego de la ira
fuego es de paja; le has de ver muy pronto
amansado pedir que le perdones
y concederte ruegos y disculpas
que a nadie ofrecería, muy por encima
tratándote, de los demás mortales;
y entonces podrás tú seguramente
sacrificarle en aras de Amor Propio
sumo dios de los nobles, recibiendo
tu trabajo sobrada recompensa.
Ya, Señor, a ti vuelvo a dirigirme,
y te pido disculpas si mis versos
se desviaron para hablar un rato
a un mortal a quien tú ya te dignaste
revelar tus secretos. Sabes que este
cada día manda más en las cabezas
de los privilegiados, a su antojo;
y que hasta las matronas que rehúsan
desde la altura excelsa del carruaje
dignar de una mirada al pueblo llano
de a pie, le admiten ellas a menudo
en su agudo y festivo cotilleo
mientras entregan a su mano el cuello
hermoso de marfil, con su sonrisa,
y la abundante cabellera de oro.
Por lo tanto te ruego que mis versos
acojas, y que con benevolencia
de mí escuches el modo que agradables
vuelva las horas, mientras el creativo
peine trabaja dando a tus cabellos
forma graciosa, o al menos nunca vista.
Entre los artefactos que reúne
el arte que presume contenderle
a la naturaleza el gran orgullo
de hacer más seductora tu belleza,
a tu alcance se encuentra un elegante
librito, que sin duda ha de atraerte
con su encuadernación en tafilete
proveniente de Siria o Mauritania,
con adornos de oro delicados
y de irisadas aguas, imitando
los colores de un cuello de paloma;
obra exquisita, refinada y rica
de un encuadernador bátavo o galo.
Tal vez entre sus páginas encuentres
una serie de imágenes grabadas
venusinas, que lo real superan
en su lasciva sugerencia, haciendo
que en ti despierte y viva nuevamente
tu aletargado antojo de placeres.
Tú el volumen con mano perezosa
cógelo ahora, y abre entre bostezos
al azar, o en la página marcada
por la cinta de seda que señala.
¡Oh! de Francia escritor proteiforme,   (23
en exceso ensalzado o denostado
 que a paladares simples un eterno
manjar con tus escritos proporcionas,
presentado de forma novedosa,
oh gran maestro de todos aquellos
que fingen poseer una cultura,
 tú proporciona estudios placenteros
a mi Señor mediante tus poemas:
el que trata de Juana de Arco, joven
heroína de ingleses enemiga,
más famoso que el titulado Henriade,
la epopeya que competir pretende
con la Jerusalén de Tasso en vano,
gloria italiana, obstáculo invencible
contra el que choca el Sena pretencioso.
Y tú también, francesa cortesana,
 moderna Tais, Aspasia celebrada    (24
en mil obras escritas por los tuyos
–los sabios de la Atenas de las Galias–

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23 Voltaire, escritor extremadamente versátil (proteiforme), autor de los poemas La pucelle d’Orléans y La Henriade, que pretendía superar el poema de Tasso Gerusalemme liberata.

24 Anne de Lenclos, llamada Ninon (1620-1705), dama y escritora conocida por sus aventuras galantes, que reunió en su salón parisino a muchos artistas y literatos. Los nombres que le da Parini son de dos famosas cortesanas griegas.
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tú también dicta a mi Señor preceptos
que alimenten sus nobles pensamientos;
tú, que cuando los tuyos expoliaron
a Italia el oro y las preciosas gemas,
asimismo envidiaste el torpe lodo
de obscenidad que otrora había manchado
a Boccaccio y al autor que hizo famoso
 por su furia de amor al conde Orlando.    (25
Los autores que estudias serán estos
y mil otros, señor, que en Francia enseñan
narraciones de esclavas seductoras,
sultanes con turbante, reyes persas
y las damas arábigas viajeras;
o bien dotaron de razón la raza
canina, y en el sofá sentarse hicieron
a los bárbaros; fiestas y convites
y alegres escenarios acogieron
a gallinas y enamoradas grullas.        (26
¡Oh manjar digno de un alma sublime!
¡Oh mente clara y noble! Es más que justo
que la plebe se incline reverente
ante ti, como oráculo infalible.
 ¿Quién osará en su corazón burlarse
de ti, Señor, cuando fundamentado
en tan serios estudios, te dispongas
a acusar la ignorancia de la gente
de tu país, y al pueblo inculto quieras
con tu clarividencia luminosa
disiparle la niebla de los ojos
tras muchos largos años de ceguera?
Quiera el cielo que nunca te distraiga
sobrevenida ocupación que trunque
 estos momentos tan preciosos, cuando
cultivas con igual primor tu ingenio
celeste, y tu dorada cabellera,
ambos con nuevo brillo esplendoroso.
Con todo, no se excluye que interrumpas
ese querido estudio al poco rato,
para ocuparte en otra cosa. Puede


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25 Parini se refiere a Ninon de Lenclos como seguidora de Boccaccio y de Ariosto, ambos considerados modelos de literatura erótica por el Decamerón y el Orlando furioso (“el conde Orlando”). 

26 Alude a escritores franceses que introdujeron la moda literaria del orientalismo, como Galland, traductor de las Mil y una noches, o Montesquieu, autor de las Lettres persanes; y finalmente La Fontaine, famoso por sus fábulas de animales, también imitado en toda Europa.
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ahora mismo llegar el quincallero
recién vuelto a su patria, que improvisa
cuentos de su invención halagadores
 y prestigia con nombres extranjeros
mercancías que de aquí nunca salieron.
Creerás tú lo que dice, pues ¿quién quieres
que ante un igual que tú a mentir se atreva?
De ti dependerá que venda o cambie
mil detalles y adornos que la Moda
dejó vivir durante un día alojados
en bolsillos ilustres rebosantes
de fruslerías. Después se irá contento
con sus pingües ganancias, y gozando
 en su interior, y lleno de desprecio
se hará mofa del sastre y el zapatero
que perdieron clientela y que reniegan,
blasfemando, de sus vueltas y andanzas
y de desperdiciar tiempo y trabajo;
 y les dirá: “Tenéis lo merecido
por haber sido demasiado fieles
de la Necesidad siervos, antaño
madre y dueña de oficios, que se ha vuelto
despreciable y andrajosa en nuestros tiempos.
 Oh, pobres miserables artesanos,
mejor suerte os trajera la obediencia
a quien con ella en lucha, poderoso
vencedor atractivo quedaría;
al Lujo me refiero, que hoy en día
 desde su rica cornucopia puede
sólo él, sobre las artes que le sirven
en pleitesía, derramar aplausos
y ricos premios nunca ambicionados.
También está al llegar sobre estas horas
 de las hermosas el miniaturista,
de la corte de Venus empleado,
delicado encargado de negocios,
de la diosa amorosa fiel ministro.
Tú con ansia recíbelo impaciente,
 estimulándolo a que se apresure,
o a entregarte el marfil tan deseado
en el que está grabada hermosa forma
en rico camafeo; o bien se trate
de miniatura en que el pincel amable
 reproduzca el semblante de tu rostro
sublime y noble, para que en él beba
tácitamente, no pudiendo verte,
la amada esposa ajena pudorosa,
o bien que de ella misma reproduzca
 del natural el rostro o, si prefieres,
el desnudo de hermosa clandestina
que a tu vista se ofrece generosa.
Mañana ya la imagen conseguida
pondrás en medallón acristalado
al lado de otra tuya, con objeto
de comparar sendas bellezas; puede
también que la sustraigas a miradas
de envidia, dentro de una tabaquera
sagaz cómplice tuya; o bien reluzca
 entre gemas y oro en tu meñique,
o recuerde las gracias de tu rostro
suaves, si está engastada en la pulsera
de esposa ajena fiel que a ti te aprecia.
A tu vista se ofrece, en cualquier caso,
 acabada la obra. Observa atento
si con la realidad se corresponde
el retrato, y acaso más severo
juzga, si es tu semblante lo que expresan
las formas y colores de tal arte.
 ¡Qué de defectos podrás tú encontrarle!
Vas a encontrar tal vez un poco oscura
la tez de las mejillas; o tal vez grande
la boca; o la nariz roma en exceso
propia de un africano. Y considera
 la conveniencia de acusar la falta
de atrevimiento del pintor, que a veces
no ha insistido en el ágil movimiento
del cuerpo, ni en la dignidad del busto;
o bien que con descuido de las normas
 tu imagen configure, en la que fallen
contorno, compostura, o drapeado.
Careces de cualquier conocimiento
de escuelas de pintura; ni siquiera
oíste hablar de la del crotonense;   (27
tampoco al ejercicio del dibujo
se rebajó tu mano, que apreciado


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27 El pintor griego Zeuxis, que realizó gran parte de sus obras en Crotona.
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en otro tiempo fue por tus iguales,
los que no habían probado todavía
actividades más dulces y nobles
para ti reservadas. ¿Qué no puede
el Gusto superior a toda ciencia
que en lugar de maestro a vuestra clase
concedió el Cielo, en vuestras mentes nobles
arraigándolo, para que pudieran
dejar atrás las nieblas y pantanos
donde residen los ingenios legos,
y desde sus alturas, infalibles
escoger la verdad y la belleza?
Denigra o loa, pues, según tu antojo
cualquier pintura, como si juzgaras
a Rafael, en cátedra sentado,
o a aquél excelso que honra con su nombre
la ciudad del Adigio;   (28 
y con aplomo cuadros desconocidos atribuye
a nombres conocidos de maestros
que fueron los primeros en su arte.
¡Ah! Si ante ello procaz alguien se atreve
a reírse de ti, que tema entonces
la augusta majestad de tu mirada,
de cara a la pared para evitarla,
y al tiempo que, mordiéndose los labios,
está tratando de frenar en vano
el estallar de inoportuna risa
que le brota de dentro, sobre él caigan
convulsiones violentas que su rostro
deformen, y tos áspera lo ahogue
en castigo por ser tan temerario.
Mas que de ti a mofarse alguien se atreva
jamás has de pensar, y sin dudarlo
impertérrito sigue con tus juicios.
Pero por fin se terminó la obra
del docto peine; ahora está esparciendo
alrededor de ti tu peluquero
con toques sabios de su experta mano
una nube de polvo que encanezca
antes de la vejez tu cabellera.
En la corte de Amor una disputa
horrible se ha entablado a grandes gritos.

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28 El pintor Paolo Caliari, de Verona (la “ciudad del Adigio”) fue conocido como El Veronés.
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Osaron los ancianos arrugados
y lentos, contender la primacía
a los jóvenes nietos ante el trono
de Amor que sobre todos señorea.
La juventud desenfadada y fresca
se rio libremente, y atrevida
 hirió con sorna la senil pujanza.
Hízose gran tumulto; Amor empero
que odia hacer diferencias en su corte
intervino a apagar las encendidas
riñas con singular estratagema.
A los que encanecieron militando
como sus siervos, enseñó con arte
a simular las flores coloradas
que la naturaleza por sí misma
pone y conserva en rostros juveniles;
y al instante, volando a su mandato,
fueron vistos millares de ministros
alados que llegaron a lo alto,
desde donde sus plumas sacudieron
y dejaron caer cándidos polvos
que ligeros vinieron a posarse
sobre cabezas jóvenes, volviendo
cano al rubio, al moreno y al pelirrojo
que a nadie gusta. Así que en el palacio
de Amor, reconocer no pudo el ojo
las edades; y para distinguirlas
tan sólo el tacto fue capacitado.
Por lo tanto, Señor, tú que del reino
venusino eres honra, prez y gloria,
conserva sus costumbres consagradas.
 He aquí que en receptáculo pequeño,
esparcido por mano generosa
el polvo blanco lucha con el aire,
y su uniforme difusión lo llena
de sus átomos todo. Belicoso
tú en el vórtice de esa espesa niebla
échate con coraje. Oh, ¡qué valiente!
Así de audaz sería tu antepasado
al arrojarse sobre el humo y fuego
de Marte horrible, cuando furibundo
defendió de su patria y su familia los Lares,   (29 
impulsando al enemigo
derrotado a la fuga. Y con el rostro
tiznado y sucio de sudor y sangre,
y el pelo desgreñado y desgarrado,
de la pugna salió, con el asombro
de los que así se vieron defendidos;
tú en cambio, sin comparación más lindo,
y agraciado a la vista, en blanco aspecto
bajarás pronto a embelesar los ojos
 de tu patria querida, destinada
a ser salvada por el fuerte brazo
del abuelo, a la par que por el rostro
noble y preclaro de su descendiente.
Impaciente te espera aquella patria
 ansiosa lamentando tu retraso,
y las horas, mil años le parecen.
Ya atender debes a tus camareros
solícitos que portan a tu vera
ricos trajes de calle, provenientes
de textiles del Ródano y del Sena
confeccionados por un sastre caro
en cuya insignia luce, entre tijeras
título de “Monsieur” entrelazado.
Grande es la variedad de los tejidos
y no solo según las estaciones;
la confección y los detalles todos
varían según lo pida el día y la hora.
Acude, flor y nata de los héroes;
siéntate serio frente a los espejos
claros en semicírculo dispuestos
y escucha sus sentencias, como suele
un rey ante una grave coyuntura
en torno al trono convocar prolijo
concilio de los sátrapas que ostentan
sabiduría en sus frentes calvas.
A la altura del pie muestra un espejo
cómo elevarse deban por las piernas
las medias ajustadas sin arrugas;
otro refleja el rostro, otro el peinado
por detrás observado; en direcciones
distintas de ida y vuelta, al mismo tiempo,
la luz exponga al fin todo el conjunto,

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29 Los Lares de la mitología romana eran dioses menores protectores del hogar
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PUEDES LEER EL RESTO DEL POEMA:

http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/07032849722418706810046/046585.pdf?incr=1






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