Patricia López Cabrera
Asunción, Paraguay, 1990. Estudia psicología en la Universidad Nacional de Asunción. Considera a la escritura como la más hermosa de las artes del fingimiento y las máscaras. Va por la vida en prosa accidentada.
Hasta la lluvia tiene más de ser que yo misma
ella que habita en tantos mundos, se impregna
en la piel de cualquier vagabundo y lo respira
ella haciendo eco entre los pétalos de una rosa moribunda
ella que vive en el vuelo de algún cardenal
ella que se burla
ella capaz de producir esa primitiva sinfonía entre el follaje
del más perdido sauce llorón
ella que en vano intenta limpiar el mundo
ella que toc, toc, toc sobre una canaleta, invitándonos
a bailar sobre sus versos que quedarán cuando nosotros
ya no estemos,
cuando contentos nos ahoguemos en sus charcos
La noche desnuda se quiebra
en tu nombre.
Fugarme en tu carne
mientras el tiempo se quema,
mientras agoniza el nosotros,
esos desconocidos
Abrirse
los párpados que
quietos titilan
en la noche ciega
entre pesadas
cartas de olvido
no hay tiempo,
nos queda inventar verdades
cerrarse y tratar de
moverse
humanidad de corazón lesionado y
labios agrietados
aún rezamos
como si Dios tuviera alma
Espero la señal y me arranco la piel con los dientes,
huir de mí para salvarme.
Porque es hora,
aunque el tiempo no exista
y ruegue por cinco minutos más
Las horas caen sobre tu vientre
donde germinan promesas que se funden con
un tiempo transmutado en eco de arena
(¡déjame saciarme con tu lasciva leche!)
Amamanta los latidos de tu pequeño
hecho capullo marchito, en el vaivén
dispara al cielo para hacerlo caer,
abriéndose entre melodías táctiles y afiebradas
(¡déjame envenenarme del vino que perfuma tus arterias!)
La noche se gesta entre tus carnes
en la postración de respiración acompasada
ante la última gota de sudor eclipsada
el parto, una danza contradictoria
(¡déjame arañar las delicias de tu constelación cicatrizada!)
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