Víctor José Díaz Goris
Nació en San José de las Matas, República Dominicana, el 26 de Mayo de 1966. Realizó sus estudios primarios en el colegio Marcos A. Cabral y el bachillerato en el Liceo Secundario Canadá.
En 1984 se muda a Santo Domingo a realizar sus estudios universitarios y en 1990 obtiene el título de Licenciado en Psicología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
En 1991 se gradúa con méritos académicos del programa de inglés como segunda lengua (ESL) de la universidad Apec. En 2001 se gradúa de la Maestría en Gerencia de Marketing en Unapec, con índice equivalente a Cum Laude. En 2005 se gradúa de la Maestría en Educación Superior del Proyecto Unapec-Camaguey con índice equivalente a Magna Cum Laude, y en 2013 se gradúa del Posgrado en Educación Virtual de Virtualeduca con índice equivalente a Magna Cum Laude.
Ha realizado numerosos cursos pedagógicos en las áreas de de ESL y Psicología. Desde 1991 es docente de la Escuela de Idiomas de Unapec, y desde 2002 imparte docencia de diversas asignaturas del área de Psicología en la referida universidad, habiendo obtenido varios reconocimientos por excelencia académica.
Como poeta y ensayista, textos suyos han sido publicados por la revista Agora de Unapec, la revista cultural Vetas, el periódico Listín Diario en su versión digital, y el periódico El Nacional, en cuas páginas publica con cierta frecuencia.
Fue miembro juramentado del grupo de poetas Juglares de la Academia, de la Academia Dominicana de la Lengua.
Desde 1992 está casado con Ángela Ruiz y es padre de dos hijos, Víctor José y Víctor Natanael.
LA ACÚSTICA DE LAS ANSIAS
La daga de tu mirada
sostiene en vilo a la noche
mientras una a una
mis palabras te desnudan.
El temblor de tu cuerpo
igual que un barco que se hunde
va extendiendo su aroma
desde el lecho hasta mi sed.
Tus senos elevan
la roja firmeza de sus puntas
hasta el ávido fulgor
que va poblando mis labios.
Tu piel, que oculta las palabras
de todos mis silencios
tiene la forma de una duda satisfecha
sabor a luna llena
la textura de un pensamiento.
Van cayendo sobre nosotros
hojas de sangre y fuego
en el ritual de dos cuerpos
bajo todas las formas del Deseo
mientras tu aliento desnudo
escribe tu nombre en mi piel.
Mi voz, puñal de ojos abiertos,
reclama el sabor de tus labios
en la ceniza del dolor.
Luego me baño de ti,
en los ríos gemelos de tus piernas
en los desquiciantes destellos de tu pubis
del que nace un sol alado cada noche
y donde se esconde
bajo el ardor de tus esencias
la sagrada cifra de las Ansias.
Cuando todo se consuma,
la noche nos acerca a la Muerte,
en la herida del orgasmo, en el cansancio del querer
y vas andando, aún desnuda, mariposa en la punta de un beso
mientras, a la luz de tu cuerpo,
el día sangra de amor.
CREACIÓN
Tu boca bisiesta
me nombra y me crea
y vengo a ser porque así lo decidiste
demiurga de ocasos
plagiadora de amaneceres.
Del barro de la derrota
formaste mi piel
en la negra hierba de carne
que recoge el cadáver del mar.
Con espejos rotos
creaste mi carne
y pusiste a conciencia
una corona de espinas
a mi pensamiento.
Con los restos de un relámpago
construiste mis huesos
y los llenaste de ansiedad
vestida de palomas muertas.
En la inesperada rutina del trueno
inauguraste mi sangre
y con la esperada sorpresa del dolor
mi aliento.
Soy obra de tus labios
del aire y la tierra.
Por tal razón soy tú
en la insospechable finitud del tiempo.
Pero tú eres yo
en la sospechable infinitud
de Eros.
AMAR
Es tener
un ruiseñor en la sangre
con las alas desplegadas
en melodía de luz.
Es oír una alondra
alzar vuelo desde un beso
y su voz de primavera
cuando perfuma la piel.
Es degustar una estrella
con sabor a nacimiento
en una nube de guacamayos
con sonrisa de mujer.
Amar es ver la tarde
derretirse en el espejo
reflejo de dos cuerpos
ungidos de placer.
Amar es la alegría
de un juguete encontrado
el aroma de un abrazo
al ver la noche lunecer.
Es el fulgor de la sangre
que se eleva al infinito,
albedrío de las ansias,
bajo el imperio de la sed.
TUS OJOS
Tus ojos de cascada hacia arriba
de meandro de río que se va a secar
son carne de luces
que se anudan al hastío
cayenas con labios en sus pétalos
diorama de emociones
en cópula con la noche.
Tus ojos de clavel bañado por la luna
son huracanes alegres
que destruyen mis ocasos
fresas colgantes en los cabellos de una nube
pífanos de un atardecer
suspendido en la memoria.
Tus ojos de guitarra afinada
igual que una garduña
que persigue a una sombra
son las arenas movedizas que me llevan
a la Eternidad.
TU BELLEZA VERTICAL
Tu belleza cayendo va
igual que un arcoíris
surto sobre un quetzal.
Ella es jardín
florecido de palomas
reflejo de dagas
rielando sobre el silencio.
Tu rostro como una tarde en forma de campana
moja a la maña de altos ojos
pétalo de luz en sonora expansión.
Tu piel es un Ave Lira
sentada en la mirada de la noche
homilía de labios que se anudan
bajo el nimbo del crepúsculo.
Tu aliento es el alfanje
que decapita a la Inocencia,
agua virgen, llena de ojos,
lunecida de ánforas y fulgor.
Tu belleza deletérea
en alas de primavera
es el horizonte vertical
que preludia la muerte.
EL RUISEÑOR
Un ruiseñor brota
de la rama del silencio
con una gota de sol
en la punta de las alas.
vuela, orgulloso
para agradar a tu mirada.
Tus labios se abren
para liberar
el cisne oculto en tu aliento
e inauguran una sonrisa
en forma de corazón.
Tu voz, igual que un ser vivo,
se desprende de tu cuerpo,
y va acercando tu boca
al pico del cantor.
Una flor hecha de nubes
perfuma a la aérea pareja
que, en pleno vuelo,
ya se apareó.
El aire tiembla:
Es la rutina
de otro milagro de amor.
EL ESPEJO Y TÚ
De tu piel surge un espejo
y de éste, un crisantemo.
Una golondrina azulece
los delicados estambres de tu voz.
Tu piel es surcada
por un aluvión de ojos zurdos
manantial de labios de arena
que te llena de fulgor.
Tus manos férvidas sostienen
ramas de soles florecidos de amor.
El arpa de tu cabello
arpegia el crepúsculo,
torbellino de sangre
en busca de un Redentor.
Voy en busca de la fiera
que se esconde en tu mirada
del trueno bivalvo
que se humedece entre tus piernas.
Ato La Noche a tu cintura
una estrella a tus caderas
un violín a tus labios.
Tu cuerpo moldea mis excesos y,
al tocar tu mirada de humo cristalizado,
mis pupilas asesinadas
se derriten sobre tu boca.
Te hundo en mis manos
reminiscencias de Caribdis
y te corono de eternidad
en la dulzura del dolor.
DOLOR DE EDÉN
Tus muslos apodícticos
detienen la luz y el tiempo
ni siquiera el silencio
de ellos puede escapar.
Peces con ojos en la cola
nadan felices
en tus carnes
mientras tus huesos escilan
el cadáver de la Eternidad.
Todo es absorbido
por las ráfagas de tu cuerpo
tornado omnisciente altivo
que provoca y mata el placer.
Hasta el fuego se acobarda
frente al arco de tus piernas
ante ésa casi omnipotencia
¿Qué puede el pensamiento hacer?
Las fuerzas de la nada
ortan la noche de ti
y hacen que mi piel sienta
la dulce angustia del sufrimiento
el trauma inevitable
de un nacimiento,
el cuasi orgasmo de morir.
CAÍDA
Caminabas
igual que un Ave Del Paraíso seducida por Adonis
sobre la noche muerta.
El desangrado cristal del crepúsculo
se agitaba sobre tu cabeza.
Tus pasos aleves
acuchillaban al viento.
Los alerces se estremecían
ante el cimbrear de tu mirada.
En tu aliento recién construido
se balanceaba un turpial de sonoras plumas.
El claro caudal de tu voz
era aprisionado
por el hilo de plata
de la tarde al caer.
Veías, con toda claridad
como por los pétalos del Deseo
fluían los rubíes del Mal:
La Muerte venía de prisa
a lomos de una espada de luz
y flores silvestres.
Serena la viste pasar.
Al verte,
tuve un desequilibrio
(consciente)
en mis pulsiones y sentidos.
Mi sombra, desecha,
corrió igual suerte.
Era violenta la quietud
en la que tu cuerpo, (no tú),
me sumergía.
Al final
sufrí otra derrota:
volví a entrar en tu piel.
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