Marinés Scelta
Nació el 15 de febrero de 1984 en Mendoza, Argentina. Profesora de Lengua y Literatura, egresada de la Universidad Nacional de Cuyo. Reside desde 2014 en Buenos Aires, donde es profesora de nivel secundario. Participó en la antología poética “El rayo Verde”, edición 2015, coordinada por el escritor Osvaldo Bossi.
Especie
Somos un ramaje vigoroso en la noche elegida
la cifra oscura de un amuleto
una edificación precisa
o una costra desgastada
lo que queda de temor
en el crujir de las hojas.
Cada uno lleva una partícula de fuego
confinado a los límites de los parques
obedece a un ímpetu de tigres al caminar
y puede reconocerse en su par por vestigios
de ceguera y hambre.
Somos la luz breve de los adornos deslucidos
la escritura del paraíso postergado
una cicatriz de hiedra para una edad que olvida
cada uno es un prisma de espuma y nieve
búho y alazán.
Pero no se puede declinar tantas veces
sin renacer de una estela
ser un pacto devorado por la sombra de una casa vacía
la clave del séptimo ciclo
sin ser vino maduro
profecía de los ojos en dirección al cielo.
Somos la sangre que fluye por la herida de una espina
el rugido de las bestias
una polvareda de miedo y maravilla
la especie de animales que desertan y se retiran
a morir en soledad.
Temporal
Sé un viento repentino en una noche lóbrega
la decena de los sueños en nombre de la última plegaria
un camino estrecho de atesorar luz.
El tiempo se mide por las gotas que caen sobre el cielorraso
y podrán olerte en la tierra mojada que deja tu ausencia
a través del humo de una sopa tibia sobre la mesa.
Descalzá los pies en el cristal empañado
la ciudad no es más que un laberinto de desagües
por donde una hendija deja filtrar
extranjeros y quimeras.
Tu color es la lluvia
tu destino
evaporarte
bruscamente
y volver a empezar.
Diana
Gacela herida por el extremo del miedo
desangrada corro un camino que no conduce hacia ningún lado.
Virgen blanca conmovida por el dolor del nacimiento
un árbol es mi noche
la caída
elegida antes de mí
doblada en la impiedad del mundo.
Desamor
Hay un susurro en el fuego que habla de vos
de mí
el error es un árbol que se yergue emperador
fino alambre sin guía sobre un páramo
la reverencia de un hombre en la hora ofrecida.
Proscripción
Tenemos la urdimbre de árboles
tejida por un destino impenetrable
el bien y el mal en cada uno de nosotros
la fatalidad de una manzana mal tragada
avanzamos custodiados por dos perros
raspados en la corteza
dejamos atrás paraísos
exiliados a la sombra de otoños eternos.
Árbol
Árbol lastimado
por el sable de un peregrino errante
semejante a este hilo que nos atraviesa
por la sangre que se cuece
no esperés que el amor
sea dado sin violencia.
Árbol de la cornisa
entre el bien y el mal
macabro y pueril
hijo de la sombra que dejo en lo que escribo
solías cautivarme con una música de hojas tersas
vigilabas con los ojos del viento
oscuro y verdadero
hombre y mujer
devoto frente a mi casa.
Cuando lograste invadirme
me escondí entre las cajitas apiladas del dolor
despegué frenética
las fotos en la pared que coleccioné para recordarme
oculté los candelabros que alumbraban el abandono
pero vos me entraste en la piel y me robaste el sueño.
Ahora
sos en mí
y ningún niño ya puede mirarte sin verme
tras el crujido de una puerta que se cierra
para nunca volverse a abrir.
Árbol agrietado
ya no hay brote que no nazca de mi cuerpo
ni rama que no sostenga el instante
en el que se adormece el miedo
sólo otoños para el rostro que me reflejás
y soy yo
y sigo desapareciendo.
Rendición de cuentas
Soy lo que arrastra el derrumbe
y no es mi especialidad
trepar los árboles para ver desde arriba
si el azar tiene la cara de lo previsto
un camino sonámbulo
que atraviesa los años.
Pronuncio una plegaria
en los pedazos del espejo roto
intuyo esa cicatriz mancha de tinta
penetro un pasillo oscuro
en el que doblegada
tendré que rendir cuentas por el uso de mi lengua.
Si hay que persistir en las trincheras del recuerdo
tras el conteo inconcluso de los pasos dados
como si todo estuviera a dos horas de viaje
imposible es el escondite a tiempo
se quiere hasta el final
a merced de los fracasos
resistiendo la hondura del mar
en las preguntas esenciales.
He prometido a la noche más regresos
he pagado el precio de la soledad
nadaré contra lo esperado
no han venido a buscarme
no soy todavía.
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Muchas gracias por compartir mis poemas, Fernando!
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir mis poemas, Fernando!
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