Louis Le Cardonnel
Padre Louis Le Cardonnel en religión, hermano Anselmo, nació 22 de febrero 1862 en Valencia y murió 28 de mayo 1936 en Aviñón, es un poeta francés.
Estudió en Valencia, el Instituto Notre Dame.
Es el hermano del novelista y crítico Georges Le Cardonnel.
Obras
Poèmes ( 1904 )
Carmina Sacra ( 1912 )
Du Rhône à l'Arno ( 1920 )
De l'une à l'autre aurore ( 1924 )
Poemas de Louis Le Cardonnel
(1862-1936)
"... combien de gens savent-ils que Louis Le Cardonnel est un gran poete?"
Máxime Formont, "Les Symbolistes", 1933.
El texto castellano de estos cuatro poemas pertenece a una serie de traducciones inéditas de las páginas más significativas del abate Louis Le Cardonnel.
Acaso la publicación de todas esas traducciones pueda servir a modo de pertinente ilustración lírica para un posible estudio de conjunto sobre la admirable y casi ignorada personalidad de ese insigne y retraído monje-poeta fallecido el año pasado.
Amigo de Mallarmé, y como tal muy pronto desdeñoso de los halagos de la popularidad sin estima y del éxito sin prestigio, Louis Le Cardonnel supo acercarse a la religión sin desprenderse de sus profundas preocupaciones de humanista. Fue benedictino y fue franciscano. Lo fue siempre según el espíritu y a veces según la disciplina. París —¡89, rue de Rome!—, el cenobio de Ligugé, el monasterio de Asís y el luminoso Aviñón de las convalecencias largas pusieron marco diverso a las etapas fundamentales de su resuelta e interrumpida promoción íntima. El celtismo de sus orígenes no le impidió ser un poeta de la más depurada latinidad, ni tampoco la incontrastable aristocracia de su inteligencia le fue estorbo grande para un largo y amistoso ministerio de poesía límpida y de caridad graciosa.
Esta conciliación de actitudes recuerda un poco aunque en tono menor y con muy otro estilo los ademanes, un tanto rudos pero ejemplarmente perentorios, de algunas de las más valiosas integraciones claudelianas:
II s'en ira semant la Parole céleste,
Et, pour dire le Verbe aux temps qui vent venir,
Harmonieusement il mêlera le geste
D'accorder la cithare au geste de bénir.
Sous le souffle divin, il la fera renaître,
Fils des premiers Voyants, fils des Chanteurs sacrés,
Cette antique union du Poète et du Prêtre.
Tous deux consolateurs, et tous deux inspirés!
La producción poética de Louis Le Cardonnel ha sido recogida en dos tomos por la Sociedad del Mercure de France, París, 1928. I: Poèmes, Chants d'Ombrie et de Toscane (Carmina sacra). II: Orphica. Épigrammes. Élégies chrétiennes. Méditations et cantiques (Carmina sacra). De l'une à l’autre aurore.
Ángel José Battistessa. (Péñola nº1, septiembre de 1937.)
BOSQUE SACRO
Esperemos, hermana, que en el bosque que sueña,
Esa luna de otoño serenamente ascienda:
Entre lo luminoso de un vaho tornadizo.
Blanquearán los caminos, colmados de horror místico,
Y veremos entonces flotar de fresno en fresno
De las horas elíseas el tenuísimo velo. . .
¡Oh silencio que sólo ha de turbar, lejana.
Allá detrás del soto, oculta y recelada,
La fuente de sollozos quebrados!. . .
Virginales,
Discurrirán las formas, y luego, por instantes,
Se mostrarán las Musas, entre sus pliegues amplios,
Marchando en armonía por los senderos pálidos.
Y así, en esta selva vaga y adormecida
Que ya parece, hermana, la sombra de sí misma,
Con el alma perdida en un coloquio lánguido,
Tú y yo semejaremos dos Manes azulados.
( Poèmes.)
BOIS SACRÉ
Ô ma sœur, attendons que, sur le bois qui rêve,
Avec lenteur la lune automnale se lève :
Dans une lumineuse et mouvante vapeur,
Les chemins blanchiront, pleins de mystique peur,
Et nous regarderons flotter de frêne en frêne
Le voile indéfini de l’heure élyséenne…
Oh ! silence, que seule interrompra là-bas
Derrière le taillis, celle qu’on ne voit pas,
La fontaine aux sanglots brisés…
Et virginales,
Des formes glisseront pour nous, par intervalles,
Des Muses sembleront s’en aller à longs plis
Harmonieusement dans les chemins pâlis.
Et, dans cette forêt qui, sommeillante et blême,
Ne paraît plus, ma sœur, que l’ombre d’elle même,
Laissant aller notre âme en propos languissants,
Tous deux nous sembleront nos Mânes bleuissants
TÚ QUE ME APARECISTE…
Tú, que me apareciste bajo límpidos cielos.
En plena adolescencia ingenua y sensitiva,
Tú, que diste consuelo a mi espíritu ansioso
Mezclando la frescura de tu vida a mi vida,
Por los caminos que hemos atravesado juntos.
Cuando la primavera reía entre las frondas.
Por momentos presentes, por instantes pasados.
Sé bendito, y bendito por las futuras horas.
¿Hay algo más hermoso entre lo que conmueve,
Y al corazón más grato que la alta frente cándida,
Que la órfica frente de un cantor de tus años,
Al que un cantor más viejo laurea de alabanza?
¡Oh hijo de armonía de comarcas solares,
Todo inflamado en ansias de divinos trofeos,
En tu juventud pura, al sueño entrelazada,
Aun murmuras, muy quedo, las rimas de tus versos!
¡Ah, no son nuestros días propicios a tus cantos!
Ya las mismas mujeres todo ideal deponen:
Los hombres enconados desprecian al Aedo;
Se hace burla de intentos y de santos fervores.
¿Qué será el porvenir? . . . ¡Por qué has de preocuparte!
Sobre tantas bajezas, tú prosigues, sereno;
De tu lírica fe conservas el tesoro,
Y anhelas la corona de los laureles délficos.
¡Premio de esfuerzo, premio de sudores viriles.
Que esa inmortal corona por fin tu frente ciña!. . .
Mas habrá que lograrla con no pocos dolores:
Deja ya de dormir, sufre, sangra y medita.
Y para que algún día el Éter justiciero.
Tras el camino ateo y la blasfemia vana.
Te reciba, remonta la ruta que frecuentan,
Junto al Genio lloroso, las Virtudes vejadas.
(Carmina sacra.)
Ô TOI, QUI M'APPARUS…
Ô toi, qui m'apparus sous de limpides cieux,
Dans ton adolescence ingénue et ravie,
Toi, qui vins consoler mon esprit anxieux
En mêlant la fraîcheur de ta vie à ma vie,
A cause des chemins ensemble traversés,
Alors que le printemps riait dans les ramures :
Pour les moments présents, pour les instants passés,
Sois béni; sois béni pour les heures futures.
Est-il rien de plus beau dans ce qui prend le cœur,
El rien de plus suave au cœur que le front d'ange,
Le front orphique et blanc d'un tout jeune chanteur ;
Qu'un chanteur plus âgé laure de sa louange ?
Ô fils harmonieux des pays du soleil,
Enflammé de l'espoir des seuls divins trophées,
Dans ta jeunesse pure, enlacée au sommeil,
Tu murmures encor des rimes étouffées...
Ah ! nos jours ne sont pas propices à tes chants !
Tout idéal se meurt, au cœur même des femmes :
L'Aède est conspué par les hommes méchants ;
On rit des grands desseins, on rit des saintes flammes !
Que sera l'Avenir ?... Mais que t'importe à toi !
Dans ces abjections, tu marches, magnifique ;
Tu gardes le trésor de ta lyrique foi,
Car tu veux conquérir la couronne Delphique.
Prix de puissants efforts, prix de mâles sueurs,
La couronne immortelle, enfin qu'elle te ceigne !...
Mais il faut l'acheter avec bien des douleurs :
Vois le sommeil s'enfuir, médite, souffre et saigne.
Et, pour qu'un jour l'éther justicier et profond.
Vainement blasphémé par les foules athées,
Te reçoive, gravis le sentier rude, où vont,
Près du Génie en pleurs, les Vertus insultées
INVOCACIONES DE OTOÑO
Maravilloso Otoño, Otoño que me doras
Una vez más la vida y su entero horizonte.
Tú que difundes, suave, tus fuegos matutinos
Y tus fuegos de ocaso a través de los bosques,
Melancólico Otoño, con el que se viaja
Entre mundos de ensueño y de sosiego grato,
Otoño al que algún ave, entre el follaje último,
Le dedica, en voz baja, su canto de verano,
Tú me exaltaste siempre, estación armoniosa;
Tu llamarada aún fulge en mis himnos antiguos:
Me has penetrado todo de severos ardores. . .
¡Di que tú lo sabías y que en ti no hay olvido!
Mas si ahora te invoco así, querido Otoño,
No es para reavivar mis combates lejanos,
Ni es que quiera ceñirme otra vana corona,
Ni darle nuevo lustre a mi nombre borrado.
Que, en la plácida calma de este octubre, se muera
Cuanto no sea en mí la atracción de lo Bello;
Ya alejada la Gloria, que el umbral de mi casa
Parezca, y para siempre, un sepulcro desierto.
¡Fuera el orgullo, atento a desquites tardíos!
De excelso ensueño aéreo transida toda el alma.
Que yo no mire ya las ingratas orillas
Del mundo ciego y sordo, del que no espero nada.
No quiero contemplar más que imágenes puras:
Es mi embriaguez tranquila la amplitud de tus cielos,
Es tu azul al que apenas perturban unas nubes,
Noble estación que sabes sonreír en silencio.
Tu ternura me habla y mi fervor te escucha:
Otoño inspirador, bajo tu ley eterna,
Haz que como un cristal se destilen mis horas;
Debajo de mis dedos pon invisibles cuerdas;
Y que, mientras afluya la música a mis venas,
Ardiente como en tiempos de mi vigor primero,
Sin desear que me escuchen los oídos humanos.
Yo cante solamente para encantar mi pecho.
(Poèmes.)
INVOCATIONS D’AUTOMNE
Automne merveilleux, Automne qui me dores
L’horizon de la vie encore cette fois,
Toi qui, si doux, épands les feux de tes aurores
Et ceux de tes couchants aux limites des bois,
Mélancolique Automne, avec qui l’on voyage
En des mondes de songe et de sérénité,
Bel Automne pour qui, sous le dernier feuillage,
un oiseau, mais tout bas, poursuit son chant d’été,
Toujours tu m’exaltas, saison harmonieuse ;
Ta flamme brûle encore en mes hymnes anciens :
Tu m’as tout pénétré d’une ardeur sérieuse…
Dis que tu le savais et que tu t’en souviens !
Pourtant, si je t’invoque aujourd’hui, cher Automne,
Ce n’est pas pour revivre aux luttes du passé,
Pour remettre à mon front une vaine couronne,
Et rendre un peu de lustre à mon front effacé.
Que dans l’apaisement de cet octobre, meure
Ce qui n’est pas en moi le vierge attrait du Beau ;
Que, la Gloire ayant fui, le seuil de ma demeure
Semble à jamais le seuil délaissé d’un tombeau.
Loin l’orgueil, espérant des revanches tardives !
Uniquement épris d’un rêve aérien,
Je ne regarde plus vers les ingrates rives
Du monde aveugle et sourd, dont je n’attends plus rien.
Je ne peux contempler que de pures images :
Mon calme enivrement, c’est l’ampleur de tes cieux,
C’est ton azur à peine offensé de nuages,
Saison noble au divin rire silencieux.
Ta tendresse me parle et ma ferveur t’écoute :
Automne inspirateur, fais encore sous tes lois
Tomber, comme un cristal, mes heures, goutte à goutte ;
Mets invisiblement des cordes sous mes doigts ;
Et que, la mélodie affluant dans mes veines,
Ardente comme au jours de ma jeune vigueur,
Sans désir de frapper les oreilles humaines,
Je chante seulement pour enchanter mon cœur.
SAN FRANCISCO A LA CIGARRA
Fulgente, el Mediodía, con claridad precisa,
En Asís ya recorta las silentes colinas;
Y la alondra, callada, se esconde en los trigales;
Y todo el aire inmóvil huele a mirto que arde.
En la hora huraña, sola, una cigarra chilla:
El implacable estío cubre a la quieta Umbría.
Tras de ordenar el sueño a todos sus hermanos.
Para entonarle al sol una vez más un cántico.
Con las manos abiertas, va el divino Francisco.
Bajo sus verdes ramas lo han llamado los pinos:
Sonríe dulcemente, y su sonrisa es célica;
Y, como si viniese, semejante al Profeta,
De contemplar el fuego de las Ruedas flamígeras.
Se estremece y se ve la llama en sus mejillas.
Lo posee el Espíritu: Va a comenzar su canto.
El corazón le estalla, demasiado colmado.
¿Oh tú —dice— estridente ya al despuntar la aurora.
Criatura de armonía, criatura sonorosa
Que los pinos acunan en su ramaje cálido.
Oh intérprete dorada, a la que hermana llamo.
Oh cigarra, en vigor alegre, quién te iguala?
Vibrante, crepitante, exultante cigarra.
Tu voz infatigable ya es himno meridiano:
Y oyéndote, mi rojo corazón se ha exaltado,
Y bendice a la luz ilimitada y blanca,
Que, regia, desde el seno del Rey de reyes mana.
Como tú, pobrecilla, marchamos, fervorosos,
Sólo alabando a Dios, desasidos de todo.
Y la Naturaleza, en nuestro alegre celo,
Plenos del entusiasmo sacro del Evangelio,
Calzados con sandalias, nos ve cruzar los campos:
Cantora, como tú no somos más que canto.
Pero con estos días, hija de la luz bella,
¡Oh cigarra de estío! tu morirás entera,
Mientras nosotros, vueltos hacia el día inmutable,
En el Amor tendremos luz y tibieza grandes.
Así Conoceremos suaves y gratas horas,
Hasta que al fin la Muerte nos visite, graciosa.
¡Oh hermanitos Menores, venid, nos dirá ella!
Dejad que entre mis brazos, como a niños os meza:
Conduzco a la Alegría que no termina nunca,
Y es por mí que, sin fin, con Cristo se comulga.
¡Pronto! Ya danzaréis, en torno al firmamento.
Una danza de amor con ritmo sempiterno.
Él mismo, el Señor Dios, presidirá la fiesta,
Porque es el Corifeo y el eterno Poeta.
En su divinidad un laúd es su pecho,
Y a su canto humanísimo revibra todo el cielo.
Esto nos hablará la buena Muerte cándida…
Nosotros, con los ojos puestos en la paz santa,
Ya al término de días terrestres y finitos,
Tendremos una muerte radiosa de Elegidos.
Por gracia de Jesús, misericordia inmensa,
Todos en su viviente laúd seremos cuerdas.
Para gloria del Padre, sacará de nosotros,
En las eternidades, sonidos melodiosos:
¡Seremos todo júbilo y batiremos alas.
En el eterno Estío, inmortales cigarras!
Así dice y descubre, en silencio, su seno.
El corazón le arde. Desde un pino a su pecho.
Revuela la cigarra, y mientras él, extático.
Se anonada, ella canta por el Padre seráfico.
(Carmina sacra.)
SAINT FRANÇOIS A LA CIGALE
A Charles Le Goffic.
Le poudroyant Midi, de sa clarté précise,
Découpe les coteaux silencieux d'Assise ;
L'alouette, sans voix, se cache dans le blé;
L'air, où rien ne frémit, sent le myrte brûlé.
C'est l'heure morne où, seule, une cigale crie :
C'est l'implacable été sur l'immobile Ombrie.
A ses frères, ayant ordonné le sommeil,
Pour entonner encore un cantique au soleil,
François, le fou divin, s'en va, les mains ouvertes.
Les pins l'ont appelé sous leurs aiguilles vertes :
Il sourit doucement d'un sourire du ciel ;
Et, comme s'il venait, ainsi qu'Ézéchiel,
De contempler l'ardeur des flamboyantes Roues,
Il tressaille, et l'on voit une flamme à ses joues.
L'Esprit l'a ressaisi : voici qu'il va chanter,
Car son cœur est trop plein pour ne pas éclater.
Ô toi, dit-il, ô toi, stridente dès l'aurore,
Harmonieuse enfant, créature sonore
Que bercent les grands pins dans leur chaude épaisseur.
Musicienne d'or, que je nomme ma sœur,
Ô cigale, en vigueur allègre, qui t'égale ?
Vibrante, crépitante, exultante cigale,
Ta voix infatigable est l'hymne de midi :
Et, t'écoutant crier, mon cœur rouge a bondi,
Bénissant la lumière illimitée et blanche,
Qui, royale, du sein du Roi des Rois s'épanche.
Pauvrette, comme toi nous allons, l'âme en feu,
Insoucieux de tout, fors de bien louer Dieu.
La Nature nous voit, dans notre zèle agile,
Pleins du tressaillement sacré de l'Évangile,
Des sandales aux pieds, passer le long des champs :
Chanteuse, comme toi nous ne sommes que chants.
Mais avec les beaux jours, fille de la lumière,
Ô cigale d'été, tu mourras tout entière,
Tandis que nous, tournés vers l'immuable jour,
Nous trouverons qu'il fait clair et chaud dans l'Amour.
Ainsi nous connaîtrons la vie harmonieuse,
Jusqu'à l'heure où la Mort s'en viendra, gracieuse.
Ô bons frères Mineurs, dira-t-elle, venez ;
Soyez entre mes bras comme des nouveau-nés :
J'ai la clef des jardins de la Joie infinie,
C'est par moi que, sans fin, au Christ on communie.
Vite ! vous danserez, autour du firmament,
Une danse d'amour sempiternellement.
Lui-même, le Seigneur, présidera la fête :
Car c'est le Coryphée et l'éternel Poète.
Son cœur est comme un luth pour sa divinité,
Et le ciel vibre au chant de son Humanité.
Telle nous parlera la bonne Mort candide...
Et nous, les yeux fixés sur la paix du splendide
Azur, sentant les jours terrestres révolus,
Nous mourrons du trépas radieux des Élus.
Jésus, nous ayant fait grande miséricorde,
Tous, à son luth vivant nous serons une corde.
À la gloire du Père, il tirera de nous,
Dans les éternités, des sons perçants et doux :
Et nous jubilerons, et nous battrons des ailes,
Dans l'immortel Été cigales immortelles !
Il dit, et se découvre en silence le sein,
Car son cœur brûle. Alors, s'envolant d'un vieux pin,
La cigale, tandis qu'il se pâme, extatique,
Vient chanter sur le cœur du Père séraphique.
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