John Keats
John Keats (n. 31 de octubre de 1795, en Londres, Inglaterra - 23 de febrero de 1821, en Roma, Italia) fue uno de los principales poetas británicos del Romanticismo.
Durante su corta vida su obra fue objeto de constantes ataques y no fue sino hasta mucho después que fue completamente reivindicada. La lírica de Keats se caracteriza por un lenguaje exuberante e imaginativo, atemperado por la melancolía. Keats tenía con frecuencia la sensación de trabajar a la sombra de los grandes poetas del pasado y sólo hacia el final de su efímera vida, cuando sentía cerca la oscuridad de la muerte, fue capaz de producir sus poemas más auténticos y memorables.
Nació en Finsbury Pavement, en las afueras de Londres; su padre era propietario de una caballeriza y murió de la caída de un caballo en 1803, cuando el poeta tenía sólo siete años. Su madre volvió a casarse enseguida, pero este segundo matrimonio fue infeliz y la madre no tardó en abandonar a su marido y trasladarse a vivir en casa de la abuela de Keats en Enfield con Keats, su hermana y otros tres hermanos, de los cuales uno no tardó en morir. Allí el poeta fue a una buena escuela y antes de los quince años ya estaba empapado de clásicos y traducía a Virgilio; sin embargo, la madre murió en 1810 de tuberculosis, dejándoles a él y a sus hermanos al cuidado de su abuela.
Esta nombró dos tutores que pudieran cuidar a los huérfanos; estos sacaron a Keats de su antigua escuela y lo convirtieron en aprendiz de cirujano hasta 1814, cuando, tras una pelea con su maestro, abandonó ese puesto y se fue a estudiar en otro hospital de la zona. Durante aquel año, John dedicó cada vez más y más tiempo al estudio de la literatura y, aunque se graduó en Farmacia, sólo ejerció dos años, tras los cuales se entregó por completo a la poesía.
La lectura de la obra de Edmund Spenser, concretamente La Reina de las Hadas, supuso para Keats un punto de inflexión en su desarrollo literario e inspiró la creación de su primer poema: A imitación de Spenser. Enseguida conoció al poeta y editor Leigh Hunt, embarcado en la defensa del Romanticismo; trabó amistad con él y este lo introdujo en el selecto círculo de los más destacados poetas de su época, como Percy Bysshe Shelley y Lord Byron, con los cuales amistó también. Hunt publicó su "A imitación de Spenser" en 1816 en su periódico Examiner, así como sus primeros sonetos, "Oh, soledad si pudiera morar contigo" y "Al examinar por primera vez la traducción de Homero por Chapman", inspirado en la lectura de la Iliada y la Odisea traducidas por George Chapman en el siglo XVII. Un año después, publicó su primer poemariom titulado simplemente Poemas (1817). Esta primera colección no tuvo buena acogida, sobre todo por su relación con el controvertido editor, quien era además un crítico literario muy agrio y se había ganado enemigos poderosos entre los poetas y escritores de su época.
En 1817 se trasladó a la Isla de Wight, donde empezó a trabajar en un nuevo libro. Poco después tuvo que encargarse de cuidar a su hermano Tom, víctima de la tuberculosis, como su madre. Esta enfermedad supuso para el poeta casi una maldición bíblica, pues habría de diezmar a su familia y terminar con su propia vida. Tras finalizar su poema épico Endymion, Keats inició un viaje por Escocia e Irlanda en compañía de su amigo Charles Brown, y durante este viaje él también empezó a mostrar signos de infección, por lo que tuvo que volver prematuramente. A su regreso, se encontró con que Tom había empeorado considerablemente; al fin, murió en 1818. Al pesar por la muerte de su hermano se unió el hecho de que la crítica había recibido con hostilidad su Endymion, al igual que había hecho antes con sus Poemas. Keats decidió entonces volver a trasladarse, esta vez a vivir en la casa londinense de su amigo Brown. Allí conoció a Fanny Brawne, quien había estado viviendo en la casa de Brown con su madre, y, al poco, se enamoró de ella. La publicación póstuma de la correspondencia entre ambos escandalizó a la sociedad victoriana.
Entre tanto, durante la primavera y el verano de 1819 Keats escribía sus mejores poemas: "Oda a Psique", "Oda a una urna griega" y "Oda a un ruiseñor", piezas clásicas de la literatura inglesa, que aparecieron en el tercero y mejor de sus libros, Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas (1820). El primero es un tributo a una diosa que, aparentemente, no tuvo un gran culto en la Grecia Antigua; Keats promete a Psique construirle un santuario. En el segundo, "Oda a una urna griega", intenta hablar con una urna que descubre en un museo, sorprendido por el misterio suspendido en la eternidad de lo que revela; la urna le responde con las palabras siguientes «la belleza es la verdad, la verdad es belleza, esto es todo... lo que necesitas saber». En "Oda a un ruiseñor", el yo lírico se eleva entre los árboles, con las alas de la palabra poética, para reunirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para comparar la naturaleza eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico: el poeta, que se siente morir, ansía esa eternidad.
Al año siguiente, su relación con Fanny tuvo que concluir cuando la tuberculosis de Keats se agravó sensiblemente. Los médicos le aconsejaron que se alejase del frío clima londinense y marchase a la soleada Italia; Keats marchó a Roma con su amigo el pintor Joseph Severn, invitado por otro amigo, Percy Bysshe Shelley. Durante un año su enfermedad pareció mejorar, pero al cabo su salud volvió a quebrantarse y murió a principios del año siguiente, el 23 de febrero de 1821, al lado de la romana plaza de España.
En honor a su amigo, Shelley escribió su poema Adonaïs. El cuerpo de Keats está enterrado en el cementerio protestante de Roma; sobre su lápida, según quería que fuera su epitafio, se lee «Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua».2 Existe un retrato de Keats pintado por William Hilton.
Obra
Sobre la primera vez que vi el Homero de Chapman (1816)
Sueño y poesía (1816)
Endymion: un romance poético (1817)
Hyperion (1818)
Al sentarme a leer King Lear otra vez (1818)
La víspera de Sta. Agnes (1819)
La estrella brillante (1819)
La Belle Dame sans merci: una balada (1819)
Oda a Psyche (1819)
Oda a un ruiseñor (1819)
Oda sobre una urna griega (1819)
Oda a la melancolía (1819)
Oda a la indolencia (1819)
Lamia y otros poemas (1819)
Al otoño (1819)
La caída de Hyperion: un sueño (1819)
A la soledad
¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
Que no sea en el desordenado sufrir
De turbias y sombrías moradas,
Subamos juntos la escalera empinada;
Observatorio de la naturaleza,
Contemplando del valle su delicadeza,
Sus floridas laderas,
Su río cristalino corriendo;
Permitid que vigile, soñoliento,
Bajo el tejado de verdes ramas,
Donde los ciervos pasan como ráfajas,
Agitando a las abejas en sus campanas.
Pero, aunque con placer imagino
Estas dulces escenas contigo,
El suave conversar de una mente,
Cuyas palabras son imágenes inocentes,
Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
El mayor gozo de la humanidad,
Soñar que tu raza pueda sufrir
Por dos espíritus que juntos deciden huir.
A quien en la ciudad estuvo largo tiempo...
A quien en la ciudad estuvo largo tiempo
confinado, le es dulce contemplar la serena
y abierta faz del cielo, exhalar su plegaria
hacia la gran sonrisa del azul.
¿Quién más feliz, entonces, si, con el alma alegre,
se hunde, fatigado, en la blanda yacija
de la hierba ondulante y lee una acabada,
una gentil historia de amor y languidez?
Si, atardecido, vuelve al hogar, ya en su oído
la voz de Filomela, y acechando sus ojos
la fúlgida carrera de una pequeña nube,
lamenta el deslizarse del presuroso día,
desvanecido como la lágrima de un ángel
que cae por el éter claro, calladamente.
A Reynolds
¿Dónde hallar al poeta? Nueve Musas,
mostrádmelo, que Pueda conocerlo.
Es aquel hombre que ante cualquier hombre
como un igual se siente, aunque fuere el monarca
o el más pobre de toda la tropa de mendigos;
o es tal vez una cosa de maravilla: un hombre
entre el simio y Platón;
es quien, a una con el pájaro,
reyezuelo o bien águila, el camino descubre
que a todos sus instintos conduce; el que ha escuchado
el rugir del león, y nos diría
lo que expresa aquella áspera garganta;
y el bramido del tigre
le llega articulado y se le adentra,
como lengua materna, en el oído.
A una urna griega
Tú, todavía virgen esposa de la calma,
criatura nutrida de silencio y de tiempo,
narradora del bosque que nos cuentas
una florida historia más suave que estos versos.
En el foliado friso ¿qué leyenda te ronda
de dioses o mortales, o de ambos quizá,
que en el Tempe se ven o en los valles de Arcadia?
¿Qué deidades son ésas, o qué hombres?
¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera?
¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles,
ese salvaje frenesí?
Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;
sonad por eso, tiernas zampoñas,
no para los sentidos, sino más exquisitas,
tocad para el espíritu canciones silenciosas.
Bello doncel, debajo de los árboles tu canto
ya no puedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás besarla
aunque casi la alcances, mas no te desesperes:
marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,
¡serás su amante siempre, y ella por siempre bella!
¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes
que no despedirán jamás la primavera!
Y tú, dichoso músico, que infatigable
modulas incesantes tus cantos siempre nuevos.
¡Dichoso amor! ¡Dichoso amor, aun más dichoso!
Por siempre ardiente y jamás saciado,
anhelante por siempre y para siempre joven;
cuán superior a la pasión del hombre
que en pena deja el corazón hastiado,
la garganta y la frente abrasadas de ardores.
¿Éstos, quiénes serán que al sacrificio acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos muge,
los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,
alzada en la montaña su clama ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas
tus calles quedarán, y ni un alma que sepa
por qué estás desolado podrá nunca volver.
¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
¡Tú, silenciosa forma, tu enigma nuestro pensar excede
como la Eternidad! ¡Oh fría Pastoral!
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás, entre penas distintas
de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo:
«La belleza es verdad y la verdad belleza»...
Nada más se sabe en esta tierra y no más hace falta.
Al sueño
Suave embalsamador de la rígida medianoche,
que cierras con cuidadosos dedos
nuestros ojos que ansían ocultarse de la luz,
envueltos en la penumbra de un olvido celestial;
oh dulcísimo sueño, si así te place, cierra,
en medio de tu canto, mis ojos anhelantes,
o aguarda el 'Así sea', hasta que tu amapola
derrame sobre mi lecho los dones de tu arrullo.
Líbrame, pues, o el día que se fue volverá
a alumbrar mi almohada, engendrando aflicciones;
de la conciencia líbrame, que impone, inquisitiva,
su voluntad en lo oscuro, hurgando como un topo;
gira bien, con la llave, los cierres engrasados,
y sella así la urna silenciosa de mi espíritu.
Al ver los mármoles de Elgin
Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa,
como un sueño inconcluso, la espera de la muerte
y cada circunstancia u objeto es una suerte
de decreto divino que anuncia que soy presa
de mi fin, como un águila herida mira al cielo.
Pero es un delicado murmullo este lamento
por no tener conmigo una nube, acaso un viento
que hasta abrir su ojo el alba me dé tibio consuelo.
Estas borrosas glorias que imagina la mente
prestan al corazón un territorio escondido
y un extraño dolor cuyo prodigio silente
mezcla la helénica grandeza con el sonido
del Tiempo ya pasado o de un mar inclemente,
con el solo la sombra de un ser desconocido.
¡Brillante estrella! Si fuera tan constante
Estrella brillante, quien fuera tan constante como tu
no en solitario esplendor colgada arriba en la noche
y observando, con eternos párpados abiertos
como el eremita paciente e insomne de la naturaleza.
las aguas ondeantes en su clerical tarea
de ablución pura de las playas humanas de la tierra redonda
o mirando sobre la nueva mascara caida
de nieve sobre las montañas y las llanuras
No-- y aun así constante, aun sin cambio,
almohadado sobre el pecho en maduración de mi amada
sentir por siempre su suave respiración
despierto para siempre en un dulce insosiego
aun, aun escuchando su tierno respirar
y así vivir por siempre o desfallecer en la muerte.
Canción de Folly
¡Oh! Me asaltan los más terribles pensamientos.
Cual la de un ruiseñor su voz no sea, acaso,
y no sean sus dientes la perla más preciosa;
sus pestañas, tal vez, que yo sepa, no sean
más largas que la antena menuda de una mosca
de mayo, y en sus manos no tenga ni un hoyuelo,
pero sí muchas pecas. ¡Ah! Una nodriza loca,
porque anduviera pronto la pequeñuela, puede
haber curvado un par de piernas de Diana
y torcido el marfil de una nuca de Juno.
Canción de la margarita
Con su gran ojo, el sol
no ve lo que yo veo.
La luna, toda plata, orgullosa, pudiera
ocultarse igualmente en una nube.
Y al llegar primavera -¡oh, primavera!-
es la de un rey mi vida.
Echada entre los brotes de la hierba,
acecho a las muchachas bonitas en su paso.
Miro por los lugares donde no osara nadie
y se fijan mis ojos donde nadie los fija,
y si la noche viene,
me cantan los corderos una canción de cuna.
Esta mano viviente
Esta mano viviente, ahora tibia y capaz
De agarrar firmemente, si estuviera fría
Y en el silencio helado de la tumba,
De tal modo hechizaría tus días y congelaría tus sueños
Que desearías tu propio corazón secar de sangre
Para que en mis venas roja vida corriera otra vez,
Y tú aquietar tu consciencia —la ves, aquí esta—
La sostengo frente a ti.
A Draught Of Sunshine
Hence Burgundy, Claret, and Port,
Away with old Hock and madeira,
Too earthly ye are for my sport;
There's a beverage brighter and clearer.
Instead of a piriful rummer,
My wine overbrims a whole summer;
My bowl is the sky,
And I drink at my eye,
Till I feel in the brain
A Delphian pain -
Then follow, my Caius! then follow:
On the green of the hill
We will drink our fill
Of golden sunshine,
Till our brains intertwine
With the glory and grace of Apollo!
God of the Meridian,
And of the East and West,
To thee my soul is flown,
And my body is earthward press'd. -
It is an awful mission,
A terrible division;
And leaves a gulph austere
To be fill'd with worldly fear.
Aye, when the soul is fled
To high above our head,
Affrighted do we gaze
After its airy maze,
As doth a mother wild,
When her young infant child
Is in an eagle's claws -
And is not this the cause
Of madness? - God of Song,
Thou bearest me along
Through sights I scarce can bear:
O let me, let me share
With the hot lyre and thee,
The staid Philosophy.
Temper my lonely hours,
And let me see thy bowers
More unalarm'd!
A Galloway Song
Ah! ken ye what I met the day
Out oure the Mountains
A coming down by craggi[e]s grey
An mossie fountains --
A[h] goud hair'd Marie yeve I pray
Ane minute's guessing --
For that I met upon the way
Is past expressing.
As I stood where a rocky brig
A torrent crosses
I spied upon a misty rig
A troup o' Horses --
And as they trotted down the glen
I sped to meet them
To see if I might know the Men
To stop and greet them.
First Willie on his sleek mare came
At canting gallop --
His long hair rustled like a flame
On board a shallop.
Then came his brother Rab and then
Young Peggy's Mither
And Peggy too -- adown the glen
They went togither --
I saw her wrappit in her hood
Fra wind and raining --
Her cheek was flush wi' timid blood
'Twixt growth and waning --
She turn'd her dazed head full oft
For there her Brithers
Came riding with her Bridegroom soft
And mony ithers.
Young Tam came up an' eyed me quick
With reddened cheek --
Braw Tam was daffed like a chick --
He coud na speak --
Ah Marie they are all gane hame
Through blustering weather
An' every heart is full on flame
Ah! Marie they are all gone hame
Fra happy wedding,
Whilst I -- Ah is it not a shame?
Sad tears am shedding.
A Prophecy: To George Keats In America
'Tis the witching hour of night,
Orbed is the moon and bright,
And the stars they glisten, glisten,
Seeming with bright eyes to listen --
For what listen they?
For a song and for a charm,
See they glisten in alarm,
And the moon is waxing warm
To hear what I shall say.
Moon! keep wide thy golden ears --
Hearken, stars! and hearken, spheres! --
Hearken, thou eternal sky!
I sing an infant's lullaby,
A pretty lullaby.
Listen, listen, listen, listen,
Glisten, glisten, glisten, glisten,
And hear my lullaby!
Though the rushes that will make
Its cradle still are in the lake --
Though the linen that will be
Its swathe, is on the cotton tree --
Though the woollen that will keep
It warm, is on the silly sheep --
Listen, starlight, listen, listen,
Glisten, glisten, glisten, glisten,
And hear my lullaby!
Child, I see thee! Child, I've found thee
Midst of the quiet all around thee!
And thy mother sweet is nigh thee!
But a Poet evermore!
See, see, the lyre, the lyre,
In a flame of fire,
Upon the little cradle's top
Flaring, flaring, flaring,
Past the eyesight's bearing,
Awake it from its sleep,
And see if it can keep
Its eyes upon the blaze --
Amaze, amaze!
It stares, it stares, it stares,
It dares what no one dares!
It lifts its little hand into the flame
Unharm'd, and on the strings
Paddles a little tune, and sings,
With dumb endeavour sweetly --
Bard art thou completely!
Little child
O' th' western wild,
Bard art thou completely!
Sweetly with dumb endeavour,
A Poet now or never,
Little child
O' th' western wild,
A Poet now or never!
A Thing of Beauty (Endymion)
A thing of beauty is a joy for ever:
Its lovliness increases; it will never
Pass into nothingness; but still will keep
A bower quiet for us, and a sleep
Full of sweet dreams, and health, and quiet breathing.
Therefore, on every morrow, are we wreathing
A flowery band to bind us to the earth,
Spite of despondence, of the inhuman dearth
Of noble natures, of the gloomy days,
Of all the unhealthy and o'er-darkn'd ways
Made for our searching: yes, in spite of all,
Some shape of beauty moves away the pall
From our dark spirits. Such the sun, the moon,
Trees old and young, sprouting a shady boon
For simple sheep; and such are daffodils
With the green world they live in; and clear rills
That for themselves a cooling covert make
'Gainst the hot season; the mid-forest brake,
Rich with a sprinkling of fair musk-rose blooms:
And such too is the grandeur of the dooms
We have imagined for the mighty dead;
An endless fountain of immortal drink,
Pouring unto us from the heaven's brink.
Asleep! O Sleep A Little While, White Pearl!
Asleep! O sleep a little while, white pearl!
And let me kneel, and let me pray to thee,
And let me call Heaven’s blessing on thine eyes,
And let me breathe into the happy air,
That doth enfold and touch thee all about,
Vows of my slavery, my giving up,
My sudden adoration, my great love!
A Dream, After Reading Dante's Episode Of Paolo And Francesca
As Hermes once took to his feathers light,
When lulled Argus, baffled, swooned and slept,
So on a Delphic reed, my idle spright
So played, so charmed, so conquered, so bereft
The dragon-world of all its hundred eyes;
And seeing it asleep, so fled away,
Not to pure Ida with its snow-cold skies,
Nor unto Tempe, where Jove grieved a day;
But to that second circle of sad Hell,
Where in the gust, the whirlwind, and the flaw
Of rain and hail-stones, lovers need not tell
Their sorrows. Pale were the sweet lips I saw,
Pale were the lips I kissed, and fair the form
I floated with, about that melancholy storm.
Acrostic : Georgiana Augusta Keats
Give me your patience, sister, while I frame
Exact in capitals your golden name;
Or sue the fair Apollo and he will
Rouse from his heavy slumber and instill
Great love in me for thee and Poesy.
Imagine not that greatest mastery
And kingdom over all the Realms of verse,
Nears more to heaven in aught, than when we nurse
And surety give to love and Brotherhood.
Anthropophagi in Othello's mood;
Ulysses storm'd and his enchanted belt
Glow with the Muse, but they are never felt
Unbosom'd so and so eternal made,
Such tender incense in their laurel shade
To all the regent sisters of the Nine
As this poor offering to you, sister mine.
Kind sister! aye, this third name says you are;
Enchanted has it been the Lord knows where;
And may it taste to you like good old wine,
Take you to real happiness and give
Sons, daughters and a home like honied hive.
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