Carlos Soto Román
Nació en Valparaíso, Chile. Es autor de "La Marcha de los Quiltros" (1999), "Haiku Minero" (2007), "Cambio y Fuera" (2009), "Philadelphia's Notebooks" (2011) y "Con/Science" (a publicarse durante el verano 2012). Se desempeña como traductor y como curador de "Elective Affinities", la antología cooperativa de poesía contemporánea estadounidense. Sus trabajos visuales pueden encontrarse en Otoliths 17, Otoliths 18 y Dear Navigator. Es también Químico Farmacéutico y Magíster en Bioética por la Universidad de Pennsylvania. Actualmente reside en Filadelfia, EE.UU.
RECOLETA Y VALDIVIESO
No hay tal cosa como un quiebre,
dijo Berrigan, 1964.
Yo pienso en las ciudades.
Las de plástico, las de concreto.
Las perdidas entre los sueños de los vagabundos
y los inocentes viajeros que llevan los dedos
amarillos de marihuana y que
todavía piensan que el mundo es algo
que vale la pena.
Yo pienso en las ciudades.
En su ruina más bien.
En el tintineo incesante de la población hormigueando
en sus recovecos.
Como ese día en el Cementerio Católico, ¿te acuerdas?
Veíamos los nichos y nos imaginábamos los cuerpos apilados
unos sobre otros, que ardiendo en la espesura,
se verían como el faro de Alejandría.
Una torre infernal de huesos y carne putrefacta.
La ciudad completa, sólo huesos y carne.
Larry me contó la historia de la monja que encontraron
crucificada patas arriba.
Yo no le creí una puta palabra y le sugerí
que siguiera tomando fotos o de lo contrario
que fuéramos
de una vez por todas al Quitapenas
a comer cazuela a tomar cerveza
y a gastar los ahorros y las conciencias
con las mismas preguntas de siempre.
No hay tal cosa como un colapso.
¿No es cierto Ted?
No, no la hay.
WASHINGTON PLAZA
Toda la plaza es un cementerio
la voz del capitán profunda y grave
a través del altoparlante relata tristes sucesos.
Miles de muertos bajo esas bancas bajo esa fuente
sin embargo
no fueron las bombas ni la metralla las culpables.
Fue la enfermedad.
La llama en la tumba del soldado desconocido
quema todas las sospechas.
La libertad es una luz por la cual muchos hombres
han muerto en oscuridad.
La libertad como discurso
La libertad como producto o mercancía.
Es una buena paradoja
pero el asunto que me quita el sueño hoy en día
es otro.
Llevo mas de un año viviendo en esta ciudad
y todavía no encuentro alguien que me explique
por qué diablos la gente pone velas eléctricas
en sus ventanas.
Un símbolo de patriotismo, tal vez?
Un decreto municipal?
Una estética de la ética revolucionaria
como la bandera con el circulo de estrellas
que aún flamea
en las casas de los más nobles ciudadanos
que se pueda encontrar entre dos ríos.
Yo no sé.
Alguien por favor que me explique.
LOCUST Y ALGO…
Terminando de leer some thing Black por Jacques Roubaud
me doy cuenta
de que tal vez no existe sensación más fuerte que la perdida
y me pregunto si esta premisa verdadera dentro del dominio de su propia
verdad
es susceptible de aplicarse unidireccional y reflexiva mente
ante la ausencia de conexiones externas
estar perdido por ejemplo emocional y literal mente
casi sólo como un estado despreciable dentro de otro aún peor.
pienso en las posibilidades bebiendo un café que sabe a cementerio;
perder el rumbo perder la memoria
perder la paciencia perder el control
son las 5 AM el tiempo corre pesado y denso como un mancha de petróleo
pero sigo imaginando las consecuencias o la manera concreta exacta
de romper tal maleficio
hacer citas incompletas, tal vez, evitar nombrar al autor (quizá sólo sus iniciales)
no dejar huellas, no dejar marcas
ser seco, austero,
honrado, infame hermético
jugar con el lenguaje, hacerle bromas pesadas
comentar por ejemplo los resultados del futbol mezclarlos con política,
cantarle a alguien al oído words don´t come easy
haciendo notar después que
in the room the women come and go
talking of Michelangelo
citar príncipes plebeyos y falsos nobles en un intento desesperado
de mezclar todas las cartas de cambiar el rumbo
preguntar si te atreves es vacilar y dudar es caer eternamente
en el juego de las necedades
pero en esta tarde ridícula de colores mortecinos me atrevería a afirmar
(si me lo permiten) que yo no dudo ni temo
sólo enfrento las consecuencias irresponsablemente
como se disfrutan los pequeños placeres:
el sonido violento generado al voltear una página - el murmullo -
el momento exacto en que se deja de percibir el movimiento
de las agujas de un reloj
esas lanzas imaginarias que a menudo nos atraviesan inmisericordes
silenciosa mente
subrepticia mente
a partir de ahora ya
40TH & WALNUT
Golynko
un espía ruso y un astronauta chileno
toman un desayuno sueco
en un ristorante italiano.
Tal es el nuevo eje del mal
un socialismo etílico y culinario.
El octubre rojo
no es mas que una tropa
de borrachos vestidos
con gorros y camisetas de baseball.
Ya no hay medallas
ni revolución posible.
Una ética del desamparo
cruza el ambiente
al menos
el café mezclado con la cerveza
me deja ese sabor
taladrado en la garganta.
Pero hay cosas peores que el descontento
una noche lluviosa por ejemplo
un desfile de disfraces.
Mañana es el día de los muertos.
Tú me hablas de zombies
la negación absoluta
de toda moralidad racional.
Afuera es Londres, Berlín 45
la ciudad está en llamas y
las lágrimas llueven
como satélites ucranianos
abandonados
en medio de la podredumbre.
HOLMQUEST (O ROBANDO POEMAS A LAS 8:30 PM)
Estamos en el bar donde trabaja Frank Sherlock
Dirty Frank’s, Frank el sucio, no Frank sino el bar
bautizado así no por él, sino por otros Frank
Sinatra, por ejemplo, de Asís, Zappa.
Lloyd Wright, Aretha
al menos así lo atestigua el mural
que rodea esta fortaleza
o mejor aún, nombrado así no por la higiene imperante,
sino más bien, por el ambiente higiénicamente perverso.
Yo bebo una cerveza. Brandon nada.
Hace un par de minutos estábamos en el café
de la esquina, La última gota, The Last Drop.
Brandon bebía un regular. Yo nada.
Me muestra su libreta, sus últimos poemas.
Cada página lleva la imagen de un reloj sin las manecillas.
Brandon las dibuja a medida que escribe algo.
El último poema dice “esperando a un chileno
en un espacio publico” o algo parecido.
No recuerdo la hora registrada.
Minutos más tarde estamos en el boliche italiano
de la 12th y Pine, justo al frente de Giovanni’s room.
Brandon pide un Italian Sub. Yo, un sándwich de albóndigas.
Obama está dando el estado de la unión por la tele.
Brandon bebe una coca normal.
Yo nada.
LE FOU
tratas de percibir este silencio
las cigarras recién han dejado de cantar
ahora caen muertas como meteoritos, una a una
hay un olor a emporio en las calles
llueve
los resumideros se tapan con hojas amarillas
que parecen cadáveres abandonados
tratas de percibir este silencio
mientras soplas levemente tus heridas
es otoño
el viento mece los cables, las luces parpadean
el tiempo de los arrepentimientos se asoma tímido
tras las cortinas, justo detrás de las cicatrices
los cisnes se esconden, los lagos se congelan
ahora es invierno una vez más
My Way (de La Marcha de los Quiltros, 1999)
Dime Frank
¿Cómo es posible que un
extraño de ojos azules
pueda fumar tranquilamente
la noche neoyorkina,
sabiendo
que lleva a cuestas
la vejez prematura
y el asombro desteñido
en las solapas?
Dime Frank
¿Será suficiente
arrojar 3 sucias monedas
a una fuente de deseos marchitos
o atar una cinta amarilla
a un viejo roble podrido,
para volver a sentirse joven
y vivir noche y día
a una manera distinta?
¿Debo cometer suicidio
en Ipanema, Frank?
¿Será una maldición
lo que llevo
bajo la piel?
Noche Boca Arriba (de Haiku Minero, 2007)
Ahora bien,
sería menester aplicar
el siguiente ejercicio:
Acostarse y cerrar los ojos
imaginando
que no hay nada.
Que todo lo que ves
(que no es nada)
es todo,
e imaginar una espera,
insidiosa, con sabores
monumentales de hambre y fatiga.
Empezarían a aparecer sudores
y un leve temblor esporádico
en las extremidades.
Imagina que tengas que
imaginar tus manos.
Y que tus pasos sean torpes
e inseguros,
como los de un viejo y pequeño Borges
tentado en medio del laberinto.
Se puede despertar, eso sí,
bañado en sangre,
jadeando como un animal en celo.
Se puede despertar, eso sí,
y correr a la cocina
por un vaso de agua.
Corazón Revelador (de Haiku Minero, 2007)
El encierro parte del encierro.
Como de los gusanos es parte
el atravesar la superficie
(como la muerte y las raíces),
el encierro parte
del momento mismo del menoscabo.
Dicen que a metros bajo tierra
es posible oír todos
los rumores del mundo.
Que son sólo latidos, casi imperceptibles
que se vuelven de un momento a otro
como un tronar desesperante.
Dicen que la humedad
es parte del encanto,
y que ésta a veces sofoca,
como la mesurada tristeza
que surge de la imposibilidad
de ver el propio rostro
En el espejo.
El Bar de los Rematados (de Haiku Minero, 2007)
"De los tiburones logré escapar.
Al tigre lo derribé a tiros.
Lo que me devoraron
fueron los piojos"
Bertold Brecht
El vocabulario es escaso
(eso hay que decirlo)
como también se extrañan
los pequeños brillos que,
como chispas que brotan
del contacto de la piedra con la herramienta,
esconden cautelosas algunas secretas ojivas.
Hay que decir también,
que tras la espuma de todos los vasos
alguna vez servidos en este bar,
se podrá apreciar solemne
(bajo ciertos ángulos de la luz)
el color de los sueños de los comensales.
Pero no es sólo el seseo ágil
y casi imperceptible
(cual lengüeteo de víboras),
de las cartas deslizándose
a través de la mesa.
No es tampoco el estruendo,
titánico y arrabalero,
de los dados picando los contornos.
Los parroquianos, uno a uno,
secreteaban nerviosamente la brisca.
Con la actitud serena y sospechosa
de un extraño quiromántico,
iban dejando la vida en el naipe.
Y las pequeñas gotas de sudor
que brotaban mágicamente de sus entrañas,
como perlas en medio de la oscuridad,
fatalmente los delataba.
Uno a uno los comensales, entonces,
abandonaban las cartas
y dejando los vasos a medio servir
atravesaban el misterioso y críptico jardín.
Como los primeros endemoniados,
no era necesario mostrar credenciales.
Uno a uno, con palas y picotas al hombro,
con su inventario personal de miserias,
paso a paso
iban
entrando
al
frío
Jardín.
Sin titulo (de Pozo, publicación colectiva, 2006)
Y en la soledad aglutinante
de estas 4 paredes
coroné mis sueños
cual partículas nocivas
coroné mi propio despertar
de entre los más tocados
en el fondo del corazón
el pozo de los desperdicios.
He aquí la verdadera caverna del hombre.
He aquí el naufragio.
El sol asoma tras las rocas.
Mis manos y mi frente sangran.
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