Gustavo Angel Riccio nació en el año 1900 muere a los 26 años en 1927, fue el único poeta del grupo literario Boedo y el más joven. Formaban este grupo: Alvaro Yunque, Elias Castenuovo, Roberto Arlt., Roberto Mariani, César Tiempo, entre otros, quienes captaron las "Ideas y Criticas" de Rafael Barret junto con los ideales socialistas y anarquistas de la época.
Fue poeta, periodista, narrador, traductor y por sobre todas las cosas fue un hombre bueno. Así se lo recuerda.
Dejó una "Antología de versos para niños" orientandolos hacia la bondad.
Dueño de una considerable erudición, contaba entre sus amigos con la simpatía de Enrique y Raúl Gonzalez Tuñon, Nicolás Olivari, Leónidas Barletta, y el editor Antonio Zamora.
Amó la literatura, la música y la poesía.Beethoven lo extasiaba y a Evaristo Carriego adoraba.
Lubrano Zas, su único biógrafo, le dedicó un hermoso libro que lo revalorizó en el mundo de la poesía, impidiendo que caiga en el más absoluto olvido, mostrando en sus cartas a Teófilo Olmos, a Ernesto Morales, a Aristóbulo Echegaray y a su mecenas , mentor y maestro Alvaro Yunque, su ternura, su amor, y su dolor.
Gustavo nos enseñó que ser poeta no era solamente hacer versos lindos como mariposas, sino que era una formula donde el amor, la bondad y la belleza pueden transformar la vida en algo más precioso.
La bondad fue para este poeta, algo así como la síntesis de la perfección humana.
"Cultivar el espíritu - escribió -, tratar de ser cada día mejor y más bueno y si tenemos el don divino llegaremos a ser un gran poeta. Esa es mi "escuela"..."
"No necesitamos cerebros maravillosos; necesitamos corazones que lo sean de verdad."
"La vida aunque mala, puede mejorarse."
“No hay poeta verdadero que no ame a los niños y no juegue con ellos; todos los poetas, todos, sin excepción, han dejado alguna página de su obra consagrada a los niños".
Sus obras son :
Lo ineluctable, novela (1919)
Antología de versos para niños (1924)
Un poeta en la ciudad (1926)
Gringo purajhei, obra póstuma (1928).
CÓMO SE HACE UN POETA
Primero amar, y luego
amar, y luego amar, y luego amar;
y el día que no arda el sacro fuego,
entonces recordar...
Amar a la Elegida, y prolongar
el amor de la Amada
a todo lo que a ella es familiar:
su calle, su casita, su almohada...
Así, amando sus cosas, uno aprende
a amar todas las cosas,
y a vestir de miradas bondadosas
la desnudez de aquello que no esplende.
Hay que ser como el sol: luz que ilumina
con idéntico amor, rosa y espina.
CÓMO SE HIZO ESTE LIBRO
La vida
es una sucesión de pequeñeces;
aquilatar el precio de lo ínfimo
eso es cosa del Arte.
En este libro
se han detenido los instantes
y las cosas minúsculas,
y se han hecho poemas:
como por esos mundos
se han detenido los guijarros
y se han formado las montañas
ORACIÓN DEL POETA DE CIUDAD
Madre Naturaleza: yo quisiera gozarte
sobre el césped sedoso como el dulce Virgilio:
¡Ah, cómo fueran dulces mis versos en el campo,
limpios y naturales como los campesinos!
Madre Naturaleza: yo entre pámpanos verdes
y entre flores y frutos me haría pastorcillo,
y a mis versos humildes no colgara metáforas,
dijes que civilizan los arrebatos líricos.
Pero aquí en Buenos Aires, madre Naturaleza,
yo que te quiero tanto, yo te adoro lo mismo:
te adoro en los tres metros de cielo que a mi patio
bajan en un cuadrado desde el séptimo piso;
y te adoro en los árboles que orillan las veredas
y en las lindas mujeres que turban mis sentidos...
VERSOS A LA CALLE RIVADAVIA
En octosílabos de esos
que se cantan con guitarra,
voy a decir el elogio
de la calle Rivadavia.
A ella le debo el sol
que se me pega en la cara,
el sol que ya no es de todos
y que Dios a todos manda.
Calle de amplitud campestre
y larga, larga, muy larga,
donde el viento, potro suelto,
se arroja como en la pampa.
Eres el cauce de un río
por donde, locas, se lanzan
a conquistar el centavo
estas gentes apuradas.
No eres calle de negocios,
calle de la democracia,
que a partir de Plaza Flores
sueñas y te haces romántica.
Y resucitan los tiempos
del amor en las ventanas,
el cuchillo en la cintura,
la canción y la guitarra.
En los primero de Mayo
llamean por tus calzadas
banderas rojas que gritan
sus protestas sin palabras.
Y, encendidas de canciones
y enjoyadas de esperanzas,
pasan creando el futuro
muchedumbres proletarias.
Hace veinte años que vivo
en la calle Rivadavia.
¡Si habré salido a la puerta
a que el sol me dé en la cara!
Yo no conozco otro patio
que esta vereda tan ancha,
donde jugué cuando pibe
con los chicos de la cuadra.
Y arrimado a este arbolito,
sentí las primeras ráfagas
de inquietud que me traían
las mujeres que pasaban...
Sobre estas mismas baldosas
dejé caer la mirada
cuando a entoldarse de angustia
mi pobre pecho empezaba.
Todo: ensueños y proyectos,
alegrías y esperanzas,
me los mataron los autos
de la calle Rivadavia...
PEQUEÑA TRAGEDIA URBANA
La pantalonera se murió en la calle.
Pasó el automóvil de un rico magnate,
con tacos de goma, silencioso... Nadie
lo oyó que llegaba. Gritos. Pitos. Sangre.
La pantalonera se murió en la calle.
Como al otro día del taller faltase,
tuvo un cartelito la puerta de calle
con estas palabras: “Hay una vacante”.
A UN BUZÓN DE UN BARRIO CÉNTRICO
Viejo amigo Buzón, petizo y ñato,
me inspiras compasión
clavado en la pared. ¡Lugar ingrato
para tu ministerio de Buzón!
Me imagino el dolor y la tortura
de nutrirte con cartas comerciales,
catálogos, facturas, memoriales...
¡Qué opinarás de la literatura!
Buzón hermano: Yo en verdad te digo
que tengo el más cristiano y puro móvil:
cuando venga el cartero en automóvil
y te meta la llave en el ombligo
y te cambie el estómago de trapo;
le gritaré: Cartero, ¡por favor!:
¡lléveselo al suburbio, que su boca de sapo
no conoce las mieles de las cartas de amor!...
I — LA LLUVIA SUGESTIVA
Del vidrio para afuera
la lluvia está cayendo.
Ella y yo la miramos
del vidrio para adentro.
La lluvia se deshace
sobre el gris pavimento
y despeina a los árboles,
desnudos bajo el cielo.
Sin pensar, pensativos
nos estamos poniendo;
el agua de la lluvia
nos hunde en el silencio.
—¿En qué piensas?... —En nada.
¿Y tú?... —Si yo no pienso...
(El agua de la lluvia
lava los pensamientos).
Mamá junto a nosotros,
nos contempla sonriendo.
Y pensará: “¡Este hijo!
Si querrá darle un beso...”
Madre que me conoces
apasionado y tierno,
tu pensamiento casto
me ha encendido un deseo.
Ella lo ha comprendido,
me ha mirado sonriendo,
y, bajando la vista,
jadearon sus pechos...
de Un poeta en la ciudad
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