lunes, 31 de mayo de 2010

155.- MIGUEL OSCAR MENASSA










BUENOS AIRES. ARGENTINA

Publica desde 1961 y es fundador del Movimiento Científico Cultural Grupo Cero en 1971 y de la Editorial Grupo Cero en 1974.
Su máximo aporte a la escritura es la conjunción Poesía y Psicoanálisis. Su producción abarca desde más de 20 libros publicados hasta más de 200 psicoanalistas en formación, siendo uno de los pocos poetas que ha creado Escuela de Poesía donde han nacido innumerables poetas. Su dedicación y trabajo en la cuestión de la transmisión del Psicoanálisis desde 1971, le lleva a la fundación de la Escuela de Psicoanálisis en 1981, en la cual cumple funciones didácticas y actualmente es Director.
Hace numerosos aportes tanto a nivel de la clínica psicoanalítica como a nivel de la transmisión en psicoanálisis, siendo su manera de concebir la escritura una novedad dentro de este campo. La función de la escritura no es sólo como soporte de las ciencias, de las religiones y de las artes, sino que ser sujeto de la escritura no es algo que decide el sujeto sino que toda una lengua lo decide, siendo la escritura el tiempo del escritor.
Menassa se toma el trabajo de ser un autor original en todo aquello que emprende siendo su lema fundamental no repetir lo hecho, así podemos apreciar la singularidad que surge en la producción que lleva su nombre, ya sean cuadros, libros, poetas o psicoanalistas. "El que repita lo hecho jamás lo conseguirá", "Si es posible el poema es posible la vida", "Cuando todo está destruido la única posibilidad es poética" son sus fundamentos ideológicos, porque la escritura es el cuerpo, el tiempo de todas las producciones.
"Grupo Cero", "Apocalipsis Cero", "El Indio del Jarama", "Extensión Universitaria", "Onda Cero", "Las 2001 Noches", son los nombres de las revistas de Poesía y Psicoanálisis que funda y dirige desde 1974.
Miguel Oscar Menassa brinda el perfil de un hombre del Renacimiento, fundamentando teóricamente su negación a ser otro postmodernista. Se sostiene en el pensamiento de Freud, Marx y grandes poetas. Ha seguido atentamente el pensamiento de Jacques Lacan, de Gilles Deleuze, de Gastón Bachelard y, entre otros, de Jacques Derrida. No siempre está de acuerdo con ellos respetándolos como seres pensantes, pero reconociéndose a su vez como alguien único e irrepetible, el destino acaso de cualquier ser humano.
El arte de la suprema sencillez, el código que puede ser compartido por una gran mayoría es fruto de una trayectoria tras la cual se adivina el optimismo trágico de un creador singular. Sus producciones le colocan en la vanguardia del pensamiento contemporáneo.

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NOSOTROS DOS ÉRAMOS TODO EL MAR

En verdad jugábamos
en el mar
en la tierra
algunos días en nosotros
Eran necesidades innegables
las playas
la gente desnudándose detrás de las carpas
anticipándonos una extraña piel
más suave que el delirio de la tierra
o el presentimiento de un país libre.

El baile de arena comenzaba

los hombres corrían alegremente
sobre el mar
dejando las caricias de sus risas
en tu cuerpo
en la extraña sumisión de las olas
frente a tus pies
en el atlántico de tus ojos
que luego compartíamos
entre piedras lisas

cayendo de cualquier manera a la noche
a todos los hombres
que habían jugado por tu vida
con el amor
con la juventud de la tierra
con la severidad del mar.


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ALGUNAS DE ELLAS

Ellas se vestirán livianamente para apurar la tarde
se despeinarán
encenderán cigarrillos en nuestra pieza
leerán por primera o segunda vez
nuestro nombre impreso en papel ilustración
Se quedarán esa tarde y la siguiente
hasta que tengamos que salir como las putas
a la calle
a cambiar de pensión y de familia.

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TODOS LOS CUENTOS TERMINAN CON LA VIDA
O CON LA MUERTE

I

El campo siega los corazones jóvenes
y éstos ya no se parecen a las garzas
o a los patos volviendo de la laguna
mojados y despreocupados del frío de la tarde.

Tú eras libre y pequeña en la provincia
antes de la ciudad
solías descorrer las tranqueras
que detenían las ovejas
para verlas trotar
por los callejones de tierra.
Solías aprovechar tu día
viendo el crecimiento vertiginoso de los trigos

Las manzanas por detrás de la casa.
La ciudad es melancólica y familiar
pero en el campo de mi corazón
ríes y saltas por entre los tabiques
hasta reventar de alegría.
Morir en la sangre de mi corazón.

He caminado y violado en los alrededores de tu piel mi
[juventud
deteniendo y deteniendo
el hilo de tu virginidad.
He corrido como los caballos de tu infancia
que te excitaban y temías
para llegar un poco antes
en el mismo momento al límite de la noche
por no haber creído
en el crecimiento de las flores de tu pueblo.

Ahora vuelvo mi rostro y las oraciones de mi niñez hacia ti
para convencerte de la soledad de los hombres
Puedo agitar las banderas de las discordias y la cordialidad
para vencer tus años de padre y madre
venidos de un país extranjero o de la provincia.

Hemos estado juntos en la ciudad
tan cerca de mi oficio como de la maldad
tan cerca de mi oficio como del amor
y sin embargo ahora
adiós querido mío estoy cansada
te descubro
me ahogan las habitaciones de tu casa
debajo de las casas
y tú no eres el misterio ni el alga ni el junco
que turba o desborda la soledad.
Me ahogan tus diálogos con el viento
y las conversaciones desenfadadas y violentas.

.
II

El musgo crecía en las piedras
de la orilla del río de tu pueblo
y el deseo en tu corazón.

Tus piernas te acercaban a la seriedad
y en las tardes de silencio y excitación al río.
Las primeras aguas en llegar a las piedras
también llegaban a tus muslos desnudos
humedeciendo y alegrando
tus maneras del ocio y la ternura.

Las pensiones de la ciudad no son el río
Las mujeres se duermen y se levantan solas
y cuentan o cantan su soledad a la noche
y a los carteles luminosos.
Amada, aquí no hay río que humedezca y alegre tu piel
Aquí en la soledad y el tiempo del invierno
el humo y el olor de los hombres
cubre y desgarra las pieles de las niñas.

Y tú mi amada casi nunca demasiado estupenda y ágil
cubierta y desgarrada por mí
en el comienzo de las frutillas y el verano
no puedes entenderlo.
Entonces mi querido me ahoga tu calor
el poderoso cielo de tus caminos interminables
me ahoga el vagabundo
que nos perteneció de rabia y júbilo en la ciudad
el mismo que gime o ruge cuando se queda solo.


.
III

Cuando vuelvas por el camino de la tierra
no detendrás tu mano ni ninguna palabra
me recordarás simplemente tendido y esperando
que el viento y la lluvia
mojen o enfríen
ay, tu quieto, tu terco corazón.

No volverás florida
ni empecinadamente revueltos los vestidos
ni nada de alegría
en tu cuerpo de haber estado antes en la ciudad
y antes todavía en el campo.

Mi amada, en esta realidad puñados de oro
saltan y golpean para que el río vuelva.
la soledad no vuelve o no es la misma.

El río no vuelve.

El amor puede quedarse dormido entre las sábanas
o las escaleras del puerto
donde los rufianes con sus amigas y los pescadores
lentamente silban su dolor
porque no viene nadie.

Amada, aquí no hay río que humedezca y alegre tu piel.
Aquí la soledad.

.
Cuando ella ponía
sus gritos en el cielo

Cuando ella ponía sus gritos en el cielo,
yo la contemplaba como si morir fuera poco
y tratando de imitar sus aullidos de amor,
le gritaba en el cuello: soy tu hombre.

Cuando ella volvía del cielo en llamaradas,
yo la contemplaba como si vivir fuera todo.
Y el fuego de sus ojos anidaba en mi sangre,
su ardiente fe, despedazada en mis ardores.

Después, diluídos sus gritos, ojos cerrados,
entrábamos en la vasta zona del silencio.
Un cigarrillo o dos, alguna palabra distraída.

Después, aún. agotadas la comida y el agua,
agotados los suspiros, los fuegos, los ojos,
nos corríamos, vivos y muertos, hasta el amor.

.
Cuando ella volvía
después de los silencios

Cuando ella volvía, después de los silencios,
siempre me encontraba, enamorado de mí mismo.
La invitaba un anís, amor, liaba un porro
y nos sentábamos a conversar tranquilamente.

Nos entretenía el sonido de nuestras voces.
Una mezcla del humo entrecortado y palabras.
Nos abríamos a cualquier misterio del alma
y nos abríamos, también. a cualquier solución.

No dejábamos nada, para otro momento,
en cada palabra. en cada voluta de humo,
el universo se desprendía de nosotros.

Y, así, cantábamos todo el día y la noche
y no nos preocupábamos de ningún cansancio,
porque al alba, la muerte, nos haría callar.

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LA MUJER DEL CAPITÁN CAT



De las mujeres mejor no hay que hablar.

Hasta aquí todo lo que puedo decirte
el resto palabras
sugerencias
Cat
celebraciones increíbles.

Celebrar, por ejemplo
que hayas podido regresar del mar
que estés conmigo ahora
que nos podamos emborrachar juntos.

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PIRATA MORGAN O RECORDANDO CON IRA

Los que no son
vienen
palmean mis espaldas
me hacen sonrisas cómplices.
Me hablan del mar.
Me cuentan fábulas de ballenas ballenas voraces
queriendo invadir la capital del sur.

Quieren ver el arpón, Perkins,
las huellas de mis manos en el arpón.

Les digo que golpes de sol bañan y perfuman
[esta soledad
Les cuento del dolor de los peces a causa de la [contaminación
A causa de la contaminación, les digo, y del violento sol de ese verano loco
los ojos del Capitán Cat
miraban
con la feroz mirada de los soldados en la
[guerra.

La vida de los marineros
es una vida sin esperanzas nos decía.

Les muestro, sí,
algunas viejas cartas de navegación
Algunas fotografías con el torso desnudo rodeado de palmeras y ballenas
muertas a causa de mis veinte años
y la ferocidad de mi mirada.

.
LA MUJER DEL PIRATA MORGAN



Ella entiende, dice que entiende, se mueve
Bien,
digamos que no es precisamente una gacela
[cuando se mueve.
Me mira, entiendo
ojos de ser penetrada
Este es el mar
le digo
el tremendo mar lleno de olores.
La pasión
las ballenas asesinas
los tres días de lucha.

Quisiera envolverla con mi piel
en mi tremenda red envuélvelo todo.

Y su cuerpo, un cuento de sirenas
que a veces les cuento a mis amigos
Cat, Perkíns
porque para mí su cuerpo es el viento
EL MAR
la tierra donde no quisiera volver nunca.

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MENOS UNO



A mi padre

Cuando morías, aún, vivía encadenado
y casi muero contigo entre cadenas.
Después fui levantando la cabeza
y un lazo de tristeza nos unía:

ser extranjero como vos,
sin padre como vos,
esperando,
en la próxima muerte,
mi muerte.

Recuerdo tus ojos a mi edad, llenos de fe,
con el brillo de quien espera de la vida,
todo,
el mundo, tu familia, tus hijos por doquier.

Te veo cavilando, solo como una roca, mi destino.

En medio de tus cavilaciones, alto y fragante,
con aquellos aromas del humo y del jazmín,
breves relatos de tu infancia.

Galopando ciego en tus ambiciones descubrí el universo

Busqué entre las estrellas un trozo de tu cuerpo
y todo era luz.

Palabras de tus palabras
sigo soñando el cuento aquel donde todo era amor.

Aferrado a tu manera de decir las cosas
guardo silencio.

.

POEMA CERO



En Madrid aprendí a mirar el cielo.

Contra la roca seca, meseta árida,
encontré mis límites.
Supe decir que no todas las veces,
como un enamorado, alguien,
dispuesto a todo por permanecer.

Recordé a mi madre tantas veces
Recordé a mi padre tantas veces
Recordé a mis hermanos.

Fui una herida sangrante.
El odio hizo de mí, lo que quiso
y como tampoco podía vivir,
tracé con mi ignorancia nuevos caminos.

¿quién es quién en esta meseta desolada?

¿quién el último vestigio de la pureza?

¿quién capaz de soportar el rumbo de un poema?

Dejé mis manos tendidas al sol
y descendieron por ellas pequeñas estrellas marinas,
anunciando para el hombre que me tocaba ser,
como destino, la palabra.

Después partí mi vida en dos.
Fui el ángel exterminador y la locura,
magnífica locura:
me olvidé de todo,
del tango,
de vos.

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EL HOMBRE AQUEL, EL PRIMER HOMBRE



Alegría brutal la del que muere,
cuando morir,
es sólo un arrebato contra alguien,
la última defensa de sus propias raíces.

Desvariado,
un cuerpo,
flota en la inmensidad natural.

Abrazado a sus propias entrañas,
con la soberbia de haber podido con la agreste tierra,
de haber podido navegar, tranquilamente, sus dominios,
de haber podido, de tanto haber podido, por no poder amar.

El ermitaño de la ciudad, el hombre de cemento,
sólo desea, las torrenciales lluvias del verano,
-un hecho tan natural, siempre lo sobrecoge-.

Seguramente morirá a pleno sol
y su vida habrá sido desesperado andar,
la vida, de un hombre solitario:
Entre montañas,
entre amaneceres y raíces y piedras preciosas
y la vastedad de los océanos
y para finalizar
y anunciando el único comienzo de todo,
otra vez, las montañas.

Un hombre tan natural no es un hombre.
Pequeña bestia acorralada por los vientos,
pequeña y bestial materia viviente,
primitiva, lejana y, todavía,
en las manos de Dios.

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LA CRUDA MARGARITA DESCUBRE ENTRE SUS HOJAS
SU PROPIO FIN



Escribir, ciertas noches,
es como jugar al ajedrez,
entre jugada y jugada, entre letra y letra,
siempre hay tiempo para los sueños.

Mortaja y cruz,
pequeñas sandalias descuartizadas,
pequeño pescador ahogado por el peso de la pesca.

Mi cuerpo es débil y deforme,
en el fondo del mar entre los peces.
Mi rostro helado,
violento azul contra las tenues escarchas marinas,
mi rostro,
piedra endurecida por el ir y el venir de las mareas,
mi rostro,
acerado límite donde la verdad se desvanece.

Brújula definitivamente desviada,
toco fondo,
y entre los corales,
abejas y mieles hambrientas devoran mi mirada.

El musgo bajo los pies descalzos tiene un olor a viejo,
a recuerdo infantil en el cordón de la vereda,
esperando crecer,
esperando encontrar algún tesoro en los desagües.

Viviendo cerca de la nada,
nos decían,
cualquier futuro es promisorio.
Viviendo mal,
se tienen esperanzas.


.

EXILIO



Fui lo que quise ser,
loco de mí, ciego,
hambriento por mis cosas.

Era un hombre pequeño,
altivo sí, pero pequeño:
envuelto en mis pies,
mi piel,
era el sortilegio del camino.

Dragón marino,
línea de perfección divina,
donde el fuego y el agua,
piensan vertiginosamente,
un encuentro imposible.

Catapultado
junto al billón de hambrientos,
echados de la tierra,
niño prodigio,
embalsamado entre palabras,
como pesadas paredes de cemento,
amurallando mi pequeño corazón
contra la vida
y no pude morir.

Vivía agradecido:
fui capaz,
estreché las manos del viento,
cada mujer era mi amor,
todo el mundo, mi mundo.


.

VIDA COTIDIANA



Cuando el coloso aullante de la duda
abandone mi extraño corazón,
seré el amante, que ambicionan tus ojos.
El cruel amante negro,
el que te mata y muere cada vez,
la más remota capa de la tierra
y el silbido ululante del corazón del tiempo.

Soy el futuro, amante, que te espera,
el tiempo envuelto en luces,
la maraña espectral de las horas que pasan, rota,
parcialmente dañada la cara de la muerte,
por el feroz encuentro,
donde mi corazón late al compás,
de los latidos negros del corazón del sol.

Seré, cuando el gigante malherido muera,
misterioso sacerdote en tu vientre abierto
oficiando el milagro de la carne.
Conteniendo la ira del negro vacío
cuyo compás marca nuestro compás-
arrojo en él, pedazos de mi carne transformada
-para que fuera posible la ceremonia-
en palabras.

Engarzo,
dirigido por los dioses inmensos de la duda,
en cada palabra una gota de sangre, leve sudor,
lágrima pequeña y enamorada, gota de semen.
Hago estallar en pleno vientre,
del sol que no nos pertenece -su vacío negro-
esa luz.

Venid, danzad conmigo,
danza de los violines que nunca morirán.
Venid, quemad la noche,
hogueras del amor despedazad el alba.
Luz, palabras como luz.
Luz, amores como luz.
Negrura como luz.
Ceguera como luz.
Luces, como locuras iluminadas.

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ARTE POÉTICA



Poesía, lo sé, mientras te escribo,
dejo de vivir.

Entrego, mansamente, mis ilusiones,
mis pobres pecados proletarios,
mis vicios burgueses y, aun,
antes de penetrar tu cuerpo,
-tapiz enamorado-
abandono mi forma de vivir,
miserias,
locuras,
hondas pasiones negras,
mi manera de ser.

Vacío de mis cosas,
abanderado de la nada,
transparente de tanta soledad,
invisible y abierto,
permeable a los misterios de su voz,
intento,
rasgo sonoro sobre la piel del mundo
la piel de la muerte
la piel de todas las cosas.

Poesía, sobre tu piel, rasgos sonoros,
esquirlas apasionadas,
imborrables astillas de mi nombre.


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CARTA DEL ADIÓS

Todo poeta
y así he de llamarme de ahora en más
debe escribir -tarde o temprano-
su carta del adiós.

Pretendo todo lo que sea posible
en el recorrido hacia lo inefable,
lo inefable en sí, no me interesa.

Soy lo que se dice un caminante, un viejo marino.

De los puertos,
sólo tenues fragancias,
sólo el color maduro de las fresas.
Mi vida está en el mar,
en las distancias,
en las lejanas sombras de la noche.

Algas marinas y serenas luces de ultramar, guían mi destino.

Toda voluntad será deliberada o no será.
Y habrá quien busque desesperadamente el manto de oro,
las letras del origen.
Habrá quien mate y quien bendiga el inquietante murmullo del recuerdo.
Adoradores del sol,
atletas del olvido,
burdos encantadores de serpientes
Abomino de todas mis pertenencias.
Dejo la nada.
La violencia de un gesto imperceptible,
donde la locura,
la verdadera locura,
es todavía la una esperanza.

Hago un tajo feroz sobre la tierra.
Divido el mundo en dos.




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BUENOS AIRES, LA REINA DEL PLATA, ADIÓS

Para saber de pequeño y de loco
olía los olores buscando aquel olor.
Serpiente adolescente recupero tu piel.,
para ser tan solo contra el tiempo mi tiempo.

Hurtaba de las noches sueños y flores negras
Opacas madres reventando sus sexos
entre la algarabía y los colores
de la palabra puta.

Ella era el otoño
Sus frutos secos su color marrón,
su frío entrecortado por el sol
palabras del pasado.

Dormía bien
comía mi bocado de pan
y amaba de ella
los resplandores.
Su cuerpo contra mi cuerpo
todo lo primordial.
Sus humedades contra el dolor de la vigilia.

Recuerdo sus pechos en mi propio latir
redondos como toda la nieve
como la blanca nieve universal,
sus pechos
altas fragancias en mis ojos. Olor de los olores.
Busqué,
con toda la impiedad de la locura
tus pechos en la tierra.
Y en cada flor, y en cada hombre
y en cada letra de mis versos,
busqué,
tus ojos en la tierra.

Supe del tiempo de los despedazados pétalos
entre las manos.
Y fue imposible ser.
Del viejo amor
del desenfado de mi cuerpo
sobre tu bajo vientre,
sólo me quedan en las manos,
astillas
encuentros con la muerte.

En mis pequeños oídos malheridos
el ronroneo, de tu voz, la vociferación de tus encantos
entre mis piernas. Lenguas de fuego
tu voz, tu canto amable, tu nada misteriosa.

Y fui para saber, tu dios
el rey de tus aullidos
el omnipresente legislador de tus blasfemias.
Tu poeta inmortal.
La grieta en tu mirada, para siempre.

Bebedor insaciable, lleno de sed
pleno de rabia y de lujuria, bebí toda tu sangre,
tu embriagadora leche, bebí, todo el dolor.
Tus líquidos orgánicos,
tus carnes desgarradas con mis dientes
no bastaron.
Mi sed era insaciable.

Era una sed de tiempos, de palabras.

El sol que yo buscaba era otro sol
ni llamas, ni fulgores, ni roncas caricias sobre mi piel.
El sonido del sol, el estruendo del sonido del sol.
El nombre de tu cuerpo.

24 de junio de 1977, Madrid.
Fiesta de San Juan.






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PUESTA EN ESCENA

Sé que este libro no es exactamente un libro de poesías.
Pero sé también que este libro no es ninguna otra cosa que un libro de poesía.
Sólo quiero decir que sometido a sus leyes inexorables,
la palabra hace sus estragos.
Ella es impune, se combina
con todo.
Ama desaforadamente las imperfecciones. Su ser es todo tiempo.
En este estado todas las combinaciones de la palabra generan poesía.
Para ello es necesario, que las formas espaciales
-último lujo de la razón contra lo poético-humano- estallen en fragmentos.

La forma será, sin más, las deformaciones que la violencia de las combinaciones le imponga.

Decir, siempre decir.



Dedico este libro:
a Juan, mis amigos
a Ellas, su mujer.
a todos sus hijos.
Muertos por la patria.



Digo yo
y si me preguntan quien soy,
diré que soy una serie de personas,
una especie de grupo,
una masa amorfa
de deseos
para la muerte.



Tuve mi alma abierta sin compasión al mundo.
Cualquiera podía arrebatar mi alegría.
Yo era tu voz y el cuerpo de la lluvia
Yo era el espigado y salvaje
Jesucristo moderno
tenía mis manos y mis pies.
Perfectos.

ligeros pies
manos ligeras para la cruz.
Tuve los años jóvenes y toda la rebeldía de la pasión.
Tuve mi cuerpo al aire libre
Cualquiera podía dejar sus excrementos entre mis flores
y partir.

Yo era tus oídos y el viento de primavera
Yo era el criminal
Tenía en medio de los genitales un corazón,
un corazón sediento,
un perfecto andar entre mujeres.

Ya tuve 33 años y fui crucificado
DOLOR
dolor
para el que muere todas las mañanas.

Dolor
para el que ya no tiene piedad de sí.




.
LA GUERRA

La guerra,
hoy estuve pensando en los señores y la guerra.
y tengo que decirlo, aunque nadie lo crea,
mil litros de sangre coagulada rompieron a llorar.
El vientre de mi madre partido en mil pedazos,
sus brazos, sus amores, sus nervios congelados.
Mi padre, su mirada quebrada por el tiempo,
mi padre muerto, podrido, agusanado
y mis tristes hermanos y yo mismo, viviendo de silencios

La guerra,
hoy estuve pensando en las señoras y la guerra.
En mi pueblo nadie dormía bien,
el corazón de la ciudad vivía alborotado.
Las mujeres tejían por las noches trapos de sangre
los hombres murmuraban, urdían venganzas, se morían
Los más jóvenes vestían de luto permanentemente
y los pequeños ángeles futuros morían antes de nacer
y mis tristes hermanas y yo mismo, muriendo de silencios

La guerra,
esta vez, también, será con otros.
Hablaré con las voces ocultas de la tierra,
con aquellos muertos que fueron, totalmente,
privados de su libertad.
Hermosos muchachos, llenos de energías,
muertos antes de tiempo.
Soy esa grandiosa energía liberada,
nadie podrá conmigo, soy un millón de muertos,
el himno que la muerte reclama para sí,
lo negro de lo negro,
los brillos de lo negro,

.
Fui un hombre
amante de la libertad
y los venturosos días por venir.
Después cayeron sobre mí,
la guerra y sus estragos.

La libertad,
se fue poniendo negra entre mis brazos
y aquel bello rostro de los recuerdos infantiles,
su rostro,
se evaporó lentamente entre los ojos de la muerte.

Gritos desesperados saliendo a borbotones,
llamándola por última vez y, ella,
alta y desnuda, ráfaga inalcanzable de cielo,
ordena matar.

II

No sabemos, todavía, no sabemos:
¿Quién está vivo y quién está muerto?

III

A nuestro alrededor
la libertad seguía volando libremente
y volando,
se hablaba de ella en otros mundos
y volando,
había un reino más allá del cielo,
donde la libertad,
entre los soles de las galaxias superiores,
reinaba,
siempre intangible y serena,
la vida de los hombres.

IV

Para vivir, fue necesario
llenarse la cabeza y el alma de ilusiones.

Para vivir, fue necesario,
dejar de vivir.

V

De un ser despedazado hicimos escritura.
Una escritura hambrienta de porvenir,
libertad a los cuatro vientos,
amor, loco y vivaz, entre las letras.

Una escritura desesperada,
desenfrenada buscadora de amor.
de libertad, de humanidad.
Todo lo que no existe.

VI

Tiempo donde toda la música,
era el quejido de los moribundos.
Tiempo donde toda la alegría,
era recuerdo.

VII

Entre los bramidos de la muerte
me hundí en mi propio interior.
Quise encontrar sentido al universo
en el centro de mis tripas.
Hice de mi corazón,
un breve y opulento palacio de cemento.
Puse alambre de púas en mi piel,
me rodeé de fosos,
levanté los puentes levadizos
y puse cadenas a mi alrededor
y cadenas
y reflectores contra el sol
y dejé de escribir, porque temía,
que mi escritura transformara mi vida.

VIII

SILENCIO
era lo único que pedían.

IX

GRITAR
fue el único deseo.

X

Gritando y enmudeciendo para no morir.
Recordando y olvidando todo para no morir.
Levantando y agachando la cabeza para no morir.

XI

Quise volar como los pájaros, gruñir como las bestias

Quise ser Dios
y me moría de hambre con los hambrientos
Quise ser millones
y lloraba con los desesperados porque llorar,
es un recuerdo del hombre inolvidable.

La alegría me caló los huesos cuando le opuse
mi primer verso a la muerte.

XII

QUERIDA MUERTE,

a tu pesar,
a mi pesar,
la vida continúa.

XIII

Grotescas olas, cataclismos inesperados,
retorcimiento visceral.
Torturas
y hambre
y pequeños pecados solitarios,
que el tiempo castiga con la muerte

Un tiempo que todo da lo mismo.

XIV

Un tiempo,
un viento,
un opaco murmullo,
te parte la vida en mil pedazos.
Después, un hombre es lo que es.

XV

Después de la catástrofe escribo versos
y hago el amor porque el amor,
también hace la guerra.

Hablo a mis hijos del movimiento de los astros:
es posible hablar de las estrellas sin tocarlas
y nos quedamos mirando, tranquilamente, la luna,
el vuelo borracho de alguna abeja entre las flores
y distraemos con cualquier tontería de la tarde
porque les hará bien, me digo,
que vayan olvidando el nombre de los muertos
Y sueño todas las noches un futuro brillante
y me levanto buscando un sol que hoy tampoco estará
y busco entre los hombres con quién hacer la guerra,
porque la guerra, también, hace el amor
y escribo versos.

XVI

Creciendo contra todo,
ambicionando todo lo que pronuncio,
le fui poniendo alas,
bujías electrónicas,
motores supersónicos a mi canto.
y creciendo hice versos
y mis versos creciendo,
fueron mi vida.

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RECUERDO EL AMOR

Escribo con el dolor de escribir,
envejezco,
huyo al azar entre las letras
y el tiempo se desploma en tu rostro.

Ámbar y pedazos de cielos domesticados
detienen en tus ojos la fragancia del ser.

Escarbo detenidamente en tu mirada,
busco por una antigua manía de buscar
-en tu mirada-
el solitario patio de mi infancia:
el crudo malvón,
las rosas al borde del calor extremo
y la violencia del sol,
sobre mi piel de niño y los narcisos.

Magia de los calores en los países del sur.

Rojas y locas,
bocas sangrantes y perversas,
amantes de los jugos
y de la tierra resquebrajada por el sol,
un amor a la antigua, al aire libre.

Huyo en dirección contraria a las letras,
detengo el porvenir.
Abro de par en par con un tajo preciso
-dueño de mi saber-
mi cadáver actual: Mi pobre vida cotidiana.

Extranjero, enmohecido el corazón,
acostumbrándome a un sol a punto de extinguirse,
sólo me queda, del tango,
un asco contra todo, una violencia.

En tu mirada el patio de mi infancia anochece.


.
PRIMERA QUIETUD

Para que tu profundidad,
llegue al alcance de mi mano,
te escribo.

Sé que te detendré en una palabra.

Serás de lo esencial de mi cuerpo,
el infinito murmullo de las aves,
el incandescente océano,
marítimo perfume.

Olas del crimen en alta mar,
violentas olas de alquitranada piedra,
infinita muerte,

un amor.


.
ELLA NO ES UNA MUJER,
ELLA ES MI AMANTE

Dueña de mi locura, mis besos, las últimas vergüenzas
los últimos escalofríos del asco:
mis dientes podridos y, además,
el borde preciso de la noche, el silbido más alto
Mi odio, celeste, abierto contra ella, mi amor,
mi pequeño cuerpo enamorado, mi fiera mansa
mi serás otra cada vez, mi cosa humana.
Mi dueña, amante de mi pequeña beldad,
dueña de mi casa como de mi luz.

Ella es un claro desafío, una valiente manera de vivir
Una cueva de ratas,
una pasión,
vientre animal, carne caliente de deseos.
Una carne abierta, próxima al cielo,
intemporal,
sin ritmo,
sólo ruido y misterio,
silencios de los silencios y miseria.

Un temblor sin fin,
carne sin medida, muda y abierta,
invitación para los ensueños.
Carne que sólo canta con mi voz.

Carne que sólo alcanza sus límites con mi nombre
Carne desmesurada, sanguínea, empolvada de olores
una especie de vida permanente.
UN IMPOSIBLE


.
INVENTARIO

Digiero las esperas
devoro tu majestuoso silencio
y añoro la risa de los días de abril
donde amarnos era, todavía, una promesa.

Y, sin embargo,
por la esperanza de comerme el universo,
me trago los recuerdos de la danza,
furiosa, danza de amor, entre las ciudades,
salvaje, danza de amor, entre los apartamentos.

Estábamos abrazados, contra el viento,
en la desolada ciudad.

Todo era el ritmo de nuestros corazones.
De tanto en tanto,
una flor caída,
marcaba el paso de los años.
De tanto en tanto, un sol, una lluvia,
anunciaban, de las nuevas estaciones,
el comienzo.

El día y la noche,
eran el color de nuestros pensamientos.
En los estallidos siempre había luz
y siempre había, para los encuentros de amor
un claro-oscuro en el bosque,
sombras y soledad; tibieza y luz.
Siempre una armonía perfecta para los actos simples
Los actos, querida,
que no podremos inventariar jamás.
Todo fue, humo y alegría.
Misterios.
Todo fue, invisible y etéreo.
Sonoro.
Todo vida.

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