Karina Rodríguez
Nace en 1973 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es doctora en Farmacia, profesora de música y escritora. En 2014 publica su primer libro de cuentos: Almas y karmas, en mancuerna México-Argentina, bajo supervisión de quien fuera su primer maestro, el escritor argentino Alberto Laiseca. En 2015 realiza la primer presentación del libro en la ciudad de Tampico, México, recorriendo con él las universidades de esa ciudad, tales como UNE, UNAM y Tec. de Monterrey. En abril del mismo año se presenta en su país, Argentina, en la 41 Feria internacional del libro de Buenos Aires, bajo el auspicio de la embajada de México. Desde el año 2014 pertenece a la sociedad de escritores de Argentina y sus escritos han participado en varias antologías (entre ellas Poiesis VII, Poiesis VIII y la Antología del bicentenario) así como en algunas revistas y blogs literarios.
Es editora del blog Cuentos de la Rosa Negra (https//:cuentosdelarosanegra.blogspot.com.ar)
Adioses
La teoría del desgaste tiene
una cara oculta:
dolor sin entendimiento.
Todo lo que no se escribe deja una página en blanco.
Un silencio.
Más presente que el fantasma de la luna.
Amor que se escapó una noche
a las corridas
y no volvió
jamás.
Ahogados en Trelew
El exilio del cuerpo,
la sinrazón de los celos.
Un deseo de muerte
que espolea los sentidos.
Y en la radio
un anuncio de lluvias torrenciales.
Sospechas de un diluvio.
Sigue en pie la esperanza vana
de lavar con agua de lluvia los recuerdos.
Como una catástrofe natural
que pudiera deshacerlo todo.
Quizás porque honramos a los muertos
y en la misma medida
tememos a los que se han ido.
Vida
Digo
qué hermosa flor
pero la flor se marchita.
Digo
que la luz también es apariencia,
que no es del todo clara.
Digo
que no te das cuenta
que alguien empieza la herida
y que vos la seguís.
Y que te ves en las fotos
y ves que sonreías.
Digo
que no decís nada
del fantasma en el espejo
de todas las mañanas.
Hasta que te supura la herida.
La gota en la clepsidra
Aquel instante del pasado
perfora el ojo del hombre que espera.
Minutos como agujas. Años como naciones.
Anida en su interior la noche.
Arena sus manos,
ilusorias fugas de amor su corazón.
Pero en su voz
la tristeza va tejiendo
figuras de cristal
como castillos imposibles,
frías mañanas que pueblan
el alma devota que lo agita.
Él es un viento de horas detenidas
que arrasan
con el único mundo verdadero (amor desesperado),
pero redimen al hombre que fue.
Luzmala
Madre de sombras,
en el teatro del absurdo
la risa comienza.
Enérgica y sonora se desliza
en cuanto se abre el telón.
Después se convierte en mueca,
siniestra aventura sin más mérito que la simulación.
Una contorsión final
y la boca se vuelve inaceptable.
Es ese el instante.
Y los actores de la vida comprenden:
hablan de sí mismos.
Es ese el instante.
Y un dolor inasible se apodera de tu cuerpo.
No hay manera de escapar a tus tinieblas,
aunque se disfracen de luz.
Autonomía del alma
Eso está ahí.
vertiendo veneno negro en tu sangre inmaculada.
La parte tuya que sabe cómo limpiar la escoria de los otros/ se pregunta qué es
se pregunta por qué eso escarba el intersticio de los huesos/ y profundiza la herida
si tan solo buscabas un poco de luz para renacer de los restos de la razón.
Es tu alma escapando de la nada,
escondida ahí.
Para no aceptar para no saberse alma. Alma misma
reordenando furiosa el aparato infinito de las horas. Alma/ negra
que calcula fríamente el cierre sincronizado de la puerta
porque sabe
que poder salir es tan sólo cuestión de un momento.
.
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