Roberto González Elizalde (Tampico, 1986). Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Tamaulipas; Maestro en Arte Moderno y Contemporáneo por el Centro de Cultura Casa Lamm. Becario Interfaz de poesía en el Festival Interfaz ISSSTE-Cultura. Monterrey, Nuevo León, 2014.
en esta ciudad
no existen perrosdeagua
tampoco carnealatampiqueña
pero
hay taxis
desaparecen librerías
foros de expresión
espacios para el arte
pero
cada vez
más taxis
las turbias manos
del progreso y la modernidad
mancillan a los cuerpos de agua
los edificios a donde
mandaron a vivir a la esperanza
se desmoronan
pero
mira
se aproxima un taxi
sucede que no hay sitio alguno
para estarse
que no sea
el climatizado
traqueteo
interior
de un
taxi
que avanza
rabioso
tantas veces ilícito
por esta
ciudad
Una casa
un inmueble funcional de los años setenta
paredes alzadas por la asistencia social
tan altas para rozar la aspiración de lo próspero
sus mayitos sus buganvillas
su jardín como ofrenda de bienvenida
sus guardas horizontales y exteriores
sus ventanas de guillotina por donde
se filtran los días salobres
sus habitaciones para respirar
el aire de lo posible
eso cautivante que irradia lo nuevo
el baño y sus pulidas superficies
la formidable cocina
una casa como abrigo contra el mundo
no una puerta que sólo abre para dejar entrar al dolor
no una caja o embeleco
ni engañifa o trampilla
donde engullir a los vilipendiados
maquinaria de tortura para hacinar
a setenta inmigrantes
un sepulcro en el que la tenue y exigua lluvia de la justicia
no alcanza a empapar las sombras de la impunidad
ésta es la desventura del hombre
que no podía conseguir cambio de veinte
no pedía limosna
sólo dos de a diez
el adusto y celeste rostro del benemérito
y un botellón vacío
lo acompañaban en su frustrada transacción
recorrió tienditas
se asomó en paleterías
perturbó la espera de los que aguardaban
por aquellos fierros viejos pintados de blanco
que en letras rojas anuncian
fovissste tampico centro y
aprovechó para agitar el billete
frente a los ojos del chofer
como pidiéndole tregua
para su desaliento
pero
de los bolsillos de nadie
emergieron el par de soles
que alumbrarían su travesía
ésta es la historia de un hombre
que necesitaba depositar una moneda
en un dispensador de agua potable
y se encontró ante un impío
desierto de gente
a 39 grados con sensación térmica de 42 a la sombra
hace un mes robaron una tapa de alcantarilla
despertamos con un hueco a mitad de nuestra ruta
vinieron los blocs el neumático viejo
improvisadas y malogradas señales
para esquivar ese rumoroso boquete
que amenaza con arruinar vehículos
e incitar la desgracia de algún incauto
después se llevaron un medidor de agua
y un denso e inútil charco humedece
la entrada de nuestros hogares
(a donde introducimos adherido a suelas
el lodo de la resignación)
quién está desmantelando la colonia
a nombre de qué adeudo
se nos colma de ausencias
carros perros aparatos
y aquél en el que apunto esto
ya están contemplados
entre las oscuras maniobras
hacia el perpetuo despojo del sosiego
muchachas bonitas acuden
para difundir tupalabra sus faldas
hacen florecer las mañanas de mis domingos
acepto sin mucha convicción
sus hojas de colores y sus sonrisas
a veces
desearía que en mi entendimiento
se alojara un minúsculo espacio
el grosor de
uno de sus cabellos
para creer en ti o
en alguna de tus advocaciones
así
cuando decreten
con la solidez de las rocas
que diosesgrande
infinitas sus bendiciones
quebranten
mi pernicioso deseo
de abrazarlas
y explicarles que
no hay
no habrá
ninguna salvación
afuera de ellas
o de mí
en la sala de espera del hospital
frente a mí
hay una reproducción de un Van Gogh
he olvidado el nombre de la pintura
pero en cambio
no puedo dejar de observar cómo el techo
está tupido de humedad
manchas
de otro cuadro impresionista
sí
es algo vulgar hacer bromas en este momento
pero no quiero pensar en madre
y su brazo conectado a un tubo
desde donde le bombean alivio
momentos antes que ingresara al cuarto
miré cómo la muerte se le enganchaba al rostro
y por vez primera pensé en la orfandad
en todo lo que es frágil
y aún cuando tenía la certidumbre
de que ella no moriría esa noche
se despedía de mí esa pueril convicción
que nos conceden las cosas constantes
lo inquebrantable sólo está de paso
y escucho una torrencial lluvia y
la calle vuelta violento caudal
(hombres más antiguos que nosotros
creían que por las noches
los cúmulos de agua tendían puentes
para ingresar a otras realidades)
nadie moriría esa noche aunque quizá
un poco de mí
era arrastrado
en esa tormenta
a Roberto Lazo
todos tememos al miedo
nadie
quiere saber de esos áridos páramos
cuando algún integrante de la manada
deja entrever un atisbo de temor
la orilla más afilada de la duda
si se rezaga
si trastabilla
a dentelladas
a empellones
el resto lo fuerza a continuar la marcha
y es en el titubeo esa
imprevista tensión en la cuerda del instante
cuando permitimos dejar entrar la luz
que desvela todas las flores de nuestro jardín
miedo es nosotros
y frente al
espejo quebrado del temor
se desnudan las ambiciones
los imperiosos deseos
de controlar la realidad
porque en la pila de apetitos
en los que sostenemos la conciencia
los dardos del hambre y la satisfacción
horadan por igual lo que somos
hasta hacernos tambalear
sin saber que cada imagen de
lo terrible o
lo incierto
que se asoma entre los días
la habíamos forjado antes
mucho más antes
con nuestras medrosas manos
Insomnios ante la víspera de los treinta
no hay mérito en haber sobrevivido tant
lo fortuito de los días
y la maravillosa inercia de la vida
-o no Bonifaz?-
me dejaron en esta edad
no acabé con los sesos desenrollados
sangre bajo luz de la luna
plateando la carretera
como la estúpida de ana
tampoco me acosté
como el estúpido del suave
con la ignominiosa oscuridad
al fondo de una cajuela
ni la rabia inusitada de los federales
arremetió contra mi cráneo
(juraban que escondíamos algo
tal vez lo tendríamos allí dentro)
balas acosaron y cercaron a otros
y esos estruendos quedaron atrapados
entre las rajaduras de las calles
de donde brota una hierba horrible
que no se deja segar
lo estúpido y lo eventual arroparon
mis necios días
y permanezco aquí
resistiendo la tormenta de lo incierto
aferrándome enardecido a
las terrosas raíces de la palabra
Clase
observen la lluvia
no entretengan su mirada en mis palabras tristes
mejor la fresca cortina que cubre la mañana
mejor la nube
siempre renovada
obesa de agua
mejor afuera
y retomar conciencia del cuerpo
con las ropas empapadas
cargadas de humedad
mejor caminar
descalzos y torpes
como cuando niños
con puntas de pasto aguijoneando la vida
por Gloria Gómez Guzmán
en dónde encontrar luminosos
redondos frutos
cuyos jugos refresquen
y bañen de entusiasmo
al hincarle los dientes del espíritu
en el suelo ni rastro
de las broncíneas llaves
que otoño llovizna
ésas para abrir hacia adentro tuyo
más árboles de lo posible
le faltan a estos yermos días
http://circulodepoesia.com/2016/05/poesia-mexicana-roberto-gonzalez-elizalde/
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