martes, 31 de mayo de 2016

DOLLY MEJÍA MORENO [18.811]


María Dolly Mejía Moreno 

Nació el 6 de agosto de 1920 en Jericó, Antioquia (Colombia). Realizó estudios de periodismo y museología.  Fue redactora de planta de el periódico El Tiempo, directora del suplemento literario del diario La República, colaboró en El Colombiano y en la revista Cromos, trabajó en el periódico El Liberal.

Perteneció a la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia. Trabajó como corresponsal de prensa en España, para El Tiempo. Fue cercana al movimiento Piedra y Cielo. El poeta Eduardo Carranza escribió el prólogo a su primer libro de poemas, publicado en 1945. Sus poemas, de un delicado erotismo prefiguraron el trabajo de otras poetas como Teresa Vieira y Meira del Mar. Publicó poesía, prosa poética y una obra de teatro en verso llamada Manos atadas. Falleció en Bogotá el 26 de octubre de 1975.

De su obra literaria publicada en libros entre 1945 y 1956 se tiene referencia de Las horas doradas (1945); Alborada en la sangre (1946); Raíz del llanto (1948); El pastor y sus estrellas (1949); Manos atadas: poema dramático en tres actos (1951) y, Antología poética (1956). Algunas de estas obras fueron reeditadas. Poemas suyos fueron publicados en revistas y periódicos de Medellín y en Antologías de poetas de Antioquia y de Colombia, y en publicaciones extranjeras de Buenos Aires y de Bolivia. Residenciada en el exterior, desde España o en Francia, colaboró con periódicos importantes del país.


Memoria del Amor

Me tendí en el musgo tibio de tus brazos.
Hoy llevo mi cuerpo tatuado de nardos.

Seguí la curvada luz de tu estructura.
Hoy tiene mi tacto redondez de fruta.

Me moví en las aguas de tus ojos quietos.
Hoy ciñen mis ojos un haz de luceros.

Absorbí la leche de tu azul garganta.
Arpas encendidas son hoy mis palabras.

Palpé tu epidermis de corteza tierna.
Hoy tengo en las manos ardida una estrella.

Exprimí las cálidas cintas de tu sangre.
Curvas musicales rodean mi carne.

Sorprendí la abeja blonda de tu oído.
Lluvia de cristales me trae el sonido.

Me adentré en el tallo de tu olor a vida.
De lentos perfumes me arropa la brisa.

Trepé por el alto árbol de tu sueño.
Sonámbulas luces empinan mi cuerpo.

Habité la ardiente casa de tu amor.
Hoy tengo las venas trenzadas de sol.




Sin llanto

Si el cielo está triste
lágrimas derraman
sus mil ojos grises.

Si el mar está en pena
su llanto de olas
derrama en la arena.

Y a mí que sin lágrimas
me has dejado tú,
llorar no he podido
mi nostalgia azul.



Orgía en mi alma

Alzó su copa mi alma
y comenzó la orgía:
¡A reír, a cantar,
hay que vencer la vida!

Mi corazón beodo
en su jaula revuelta:
¡A reír, a cantar,
llegó la primavera.

Muerde, boca, los frutos
que en sazón a ti llegan;
exprímeles la sangre,
aunque tus labios hieran.

Mis ojos se han abierto
como azules banderas,
al triunfo de mi sangre
sobre la vida entera.

Mis cabellos relucen
desbocados al viento.
¡A reír, a cantar,
es mío el firmamento.

Y se agitan mis manos
igual que mariposas
y burlan las espinas
al arrancar las rosas.

Hay orgía en mi alma
y viste luz mi cuerpo.
¡A reír, a cantar,
el dolor está muerto!

A reír, a cantar,
mi alma está de fiesta,
y vibro toda entera
al ritmo de mi orquesta.




A mi corazón

Pequeña flor de mi sangre
que entre mi pecho palpitas:
¿Por qué cuando él me sonríe
como una hoja te agitas?

¿Por qué aceleras tu ritmo
cuando me toma en sus brazos
y el aliento me contienes
cuando le escuchas sus pasos?

Y te asomas por mis ojos
para besarle su pelo;
y te estremeces de angustia
cuando no puedes tenerlo.

Y de su boca y sus manos
has creído ser el dueño.
¡Pobre corazón! qué triste
cuando se acabe tu sueño.



Deseo de llorar

Hoy quiero llorar mi pena
como no he llorado nunca;
quiero derramar mi llanto
como gajitos de luna

Que la tristeza se asome
pálida y blanca a mi frente
y que  me ponga los labios
como lirios ausentes.

Para acariciar mis lágrimas
hoy quiero llorar mis pena;
para mirarme las manos
como ramos de azucenas.

Quiero ver entre mis ojos
violetas de tarde muerta,
y que el corazón se mueva
como un algo que despierta.

Oir voces que se fueron
y otras voces que han venido.
Cansancio en mi propia sangre.
Languidez en mis sentidos.

Hoy quiero llorar mi pena
y sentir el ruido breve
que hace mi llanto en el suelo
cuando a besarlo se atreve.

Quiero verme azul de llanto
como una rosa de invierno.
Ver mis lágrimas rodando
y ver mi pena creciendo.




En tus ojos

Deja que  me mire
 en tus ojos negros.
Que ávida mi boca
 se dibuje en ellos.

Ten fija a la mía
tu pupila oscura.
cíñeme a tus ojos
como uvas maduras.

Deja que me vea
duplicada en ellos,
como si estuviera
sobre un lago negro.

Déjame que mire
si me quieren ellos.
¡No puedo! tu tienes
lo ojos tan negros...




Tu ausencia

Cómo pesa tu ausencia
 en mis labios callados
 y  me tiñe los ojos
 con sus lirios morados.

Oh! qué muda nostalgia
en mi frente se posa
¡Qué tristeza en mis labios!
¡Qué perfume sin rosa!

Cómo pesa tu ausencia
sin tu luz ni presencia
en mis noches sin sueño.

y a tu imagen me clava
tu caricia esperada
como a invisible leño.




La Aldea

Hermana, era mejor la aldea
con su ramo de pájaros al alba,
con su cielo gozoso de perfumes,
de trinos, mariposas y campanas.

Desde su atardecer apaciguado,
descendía el arcángel de los sueños,
la sosegada iglesia olía a rosas,
a canción, a plegaria, a incensario.

Los árboles se alzaban sin heridas
acunando gorriones en sus ramas,
la amapola crecía sin espanto
en medio de la espiga y la alborada

Y era mejor la aldea, dulce hermana,
sin fusiles, sin cascos, sin espadas.
Libre en su pequeñez de golondrina
apenas por el cielo custodiada.

El domingo, vestido de colores,
madrugaba en los labios de las frutas.
Desde el cerro venía el campesino,
empapado de luz, paisaje y música.

Y era mejor la aldea, hermana mía,
con su sol de hora exacta en la mañana,
con su desnudo e invariable cielo,
con sus menguadas calles y su plaza.

Y era mejor con su infranqueable tedio,
con su precioso despertar del día;
entonces era nuestra aquella calma
y era nuestra también aquella vida.

¡Era mejor la aldea con su mansa alegría!




Biobibliografía de Dolly Mejía Moreno

Por María Stella Girón López 1
Universidad de Antioquia

1920. Según copia de partida de bautismo que reposa en el Centro de Historia de Jericó, Dolly Mejía Moreno nace en esa localidad el 6 de agosto de 1920. Sus padres fueron Secundino Mejía y Rosa Moreno; abuelos paternos: David Mejía y Claudia Pineda; maternos, Juan María Moreno y Ana María Vélez.

En general, sobre Dolly Mejía hay poca información elaborada sobre ella o su obra; la que existe se encuentra fragmentada y no avanza significativamente en su itinerario de vida o en su obra poética y dramática, aunque es nombrada por estudiosos de la poesía colombiana y antioqueña. Podría atribuirse este vacío, en el ámbito regional, a investigaciones escasas sobre la poesía escrita por mujeres en Antioquia, situación más afortunada en los estudios de mujeres narradoras, entre los que se encuentran los realizados por Paloma Pérez Sastre. Sin entrar a discutir la apreciación de Jaime Jaramillo sobre la escritura literaria de María Cano, en su texto: “La poesía de 1753 a 1953” publicado en Historia de Antioquia , se encuentran acercamientos a la poesía de mujeres, y sobre Dolly 2 Mejía una importante diferenciación:

Hasta ahora – y ya nos acercamos al final- no han aparecido en nuestra historia sino unas pocas poetisas. Después de León [De Greiff] surge la famosa líder política María Cano, quien dejó algunos sentimentales poemitas en prosa (o prosas líricas como se decía entonces, más apropiadamente), y la primera poetisa realmente merecedora del nombre, o poeta como decimos hoy, Blanca Isaza de Jaramillo Meza (Abejorral, 1898). A partir de ella se amplía la participación femenina en la poesía antioqueña, con por lo menos una docena de nombres para el periodo que nos ocupa. Como es apenas lógico, las mujeres comienzan imitando a los hombres, y ensayan una voz que aún no se define, pero dos de ellas proclaman la actitud femenina para la poesía: Blanca Isaza y Dolly Mejía (Jericó, 1920), quien es la primera mujer completa de la poesía antioqueña. Las demás no se atrevieron a tener cuerpo, porque la religión se les vedaba, y hablaban en metáforas. “Mi gavilla dorada, desgranaron tus manos”. Dolly Mejía tenía otro lenguaje: “Se me volvieron hombres de repente los muchachos del pueblo”.

Se privilegian aquí inicialmente los datos biográficos presentados por Monseñor Nabor Suárez en la revista Jericó (1976) con motivo de la desaparición de la autora en 1975. Las diferentes manifestaciones de duelo ante su fallecimiento permiten anunciar la recepción que dentro de la poesía colombiana tenía Dolly Mejía.


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1  María Stella Girón López.  Especialista en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Medellín. Profesora Titular de la Universidad de Antioquia. Vinculada  con proyectos de investigación como investigadora principal o co-investigadora apoyados por la Vicerrectoría de Investigación y la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, también con proyectos de la Vicerrectoría de Extensión. Participó en el Sistema de Información de la Literatura Colombiana (SILC) desde su fundación (2002) del cual fue co-coordinadora entre 2004-2008.

Ha elaborado y coordinado los proyectos de recuperación literaria Memoria literaria del municipio de San Lorenzo de Yolombó: 450 años de fundación (SILC-Yolombó). Integrante del Grupo de Estudios Literarios GEL y hasta el año 2013 del Grupo de investigación Colombia: Tradiciones de la Palabra (CTP). 

2   Jaramillo Escobar, Jaime. La poesía de 1753 a 1953. En: (1991) Melo, Jorge Orlando (Dir. Gral). En: Historia de Antioquia. Medellín:  Editorial Presencia Ltda. Segunda reimpresión. P. 493. 


1929. Como una feliz coincidencia entre espacios importantes para la cultura de Jericó Dolly Mejía hizo “sus primeros estudios en la Escuela Urbana de niñas […] en el lugar que hoy ocupa el Centro de Historia de Jericó”, donde se salvaguardan documentos de vital importancia para la historia de este municipio que datan desde su fundación, en la segunda mitad del siglo XIX.

1930. Continuando la nota del padre Nabor de 1976, la autora  Cursó estudios de bachillerato en el Colegio de María Auxiliadora en Medellín y en Quito, Ecuador. Posteriormente viajó al Viejo Continente para complementar su cultura con estudios de periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de España; arte, en el Instituto de Cultura Hispánica y Sindicalismo en la Casa de Sindicatos del mismo país, con una beca que le fue otorgada en reconocimiento a sus dotes intelectuales. Luego en la Ciudad luz, ingresó a un curso de cultura francesa, en la Alianza Francesa, y obtuvo también conocimientos de Museología, en un curso especial, recibiendo su correspondiente diploma en cada una de esas especializaciones. Habló el inglés, el francés y el portugués.3

1930 – 1945. Entre estas fechas que coinciden con su llegada a Medellín y la publicación de Las horas doradas (1945) en Bogotá, podría hablarse de la época de Dolly Mejía en Medellín donde se la recuerda por su obra poética, su labor periodística y sus recitales. Las notas de presentación de poemas de Dolly en Poemas de Antioquia (1962) y el homenaje póstumo de Óscar Hernández Monsalve en El Colombiano (1975) pueden constatar su presencia entre los años referidos.

1945. Se tiene referencia de dos ediciones de Las horas doradas de esta fecha. Una, publicada por la Librería Nuevo Mundo y otra, por Talleres Gráficos Mundo al Día, del primero de diciembre de este año, que reposa en la Biblioteca de autores jericoanos del Centro de Historia de Jericó. Esta obra también se publica en la Antología poética de Ediciones Mundial (1956), entre las páginas 179- 263. En las diferentes ediciones aparece el poema “Umbral” escrito por Eduardo Carranza, que a manera de preliminar, desde el piedracelismo que lo acompaña, anuncia al lector la poética de Dolly Mejía:

Umbral 4 (prólogo de Eduardo Carranza para el libro Las horas doradas)


Para Las Horas Doradas

Tu pisas el umbral del País de la Música
para contarnos luego lo que oíste soñando.
Te asomas a la puerta del Reino de la Lluvia
y traes en tu mano la flor azul del agua.

Tus palabras deciden el amoroso clima
y apresuran la madurez de las frutas
porque en tu voz dorada es el verano siempre
y arde en tu voz un fuego secreto como el tiempo.

Cuando la luna sube por detrás de tus versos,
-qué digo, por encima de los más bellos árbolesel
ruiseñor que vive en lo alto de tu sangre
ebrio de melodía, de luna y amor canta.

Y cuando llega una ráfaga de jazmín,
cuando viene una música de turbadoras alas,
cuando vuela un aroma de huerta desvelado
es que el viento ha pasado sobre tu poesía.


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3  Suárez, Nabor y Henao, Arturo. (1976). Dolly Mejía: Moción de duelo por el fallecimiento de una afamada poetisa y escritora, hija de esta ciudad de Jericó. En: Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Vol. 3, No. 8, p. 99-100 

4  Carranza, Eduardo. (1956). Umbral. En: Mejía, Dolly. Antología poética. p. 179. Bogotá: Ediciones Mundial.



1946. La Editorial A.B.C. de Bogotá publica Alborada en la sangre. 94 p. Contiene cuatro poemarios: I. “Alborada en la sangre”; II. “Rosas de invierno”; III. “Poemas de amor”; IV. “Plenitud”. En el primer poemario son asuntos reiterativos el cuerpo, el amor, la vida y la muerte. En el segundo se manifiesta la sonoridad de la forma favorecida por poemas poliestróficos encadenados, algunos con secuencias de anáforas y estribillos; se amplía el espectro temático y se acentúa la actitud pesimista frente a la vida, el goce en el dolor, el clamor por la ausencia y la incertidumbre del amor. En el tercero persiste en forma dominante el tema amoroso, en unos poemas con marcados acentos eróticos y continúa el tema de la maternidad frustrada presente en toda su obra. En el cuarto entra un cambio en la experimentación y concepción del amor como objeto de felicidad, y hay una expansión hacia aspectos y circunstancias del mundo exterior.

1947. La presencia de “Umbral” en Las horas doradas puede tomarse como indicio de que Dolly Mejía se movía en los círculos que frecuentaban escritores y personalidades de renombre del país y su poesía era conocida igualmente en esos medios, máxime si atendemos al siguiente relato:

Era, el año de 1947, antes del Bogotazo, desde luego: desde entonces no he vuelto a la Ciudad del Águila Negra. El mismo día de mi partida, partía también el gran poeta peruano Luis Fabio Xammar, de visita entonces en Bogotá, que iba al norte, a dictar conferencias en Guatemala y México. Hubo, pues, una gran fiesta de despedida donde el poeta Jorge Rojas, que además de primer poeta viviente de Colombia, en esa hora era –cargo altísimo, nunca antes desempeñado por un poeta agente general en su país de ron Bacardí. La fiesta fue brava. Estuvieron en ella, mezclados, los clanes de Fortaleza y del Asturias. Luis Vidales, el Profesor de estética, Guillermo PayánArcher, el poeta de la soledad en Manhattan; Jaime Ibáñez, novelista y poeta, hombre muy inquieto; Andrés Holguín, poeta finísimo; Aurelio Arturo, poeta; Eduardo Carranza, el que cantaba a las muchachas de finísima cintura; Carlos Martín, recién llegado entonces a Bogotá; Eduardo Mendoza Varela, que está en el diario "EI Tiempo"; Fernando Charry Lara, Arturo Camacho Ramírez, Fernando Arbeláez... Las poetisas guapas Maruja Vieira y Dolly Mejía, en fin, un ramillete, perdón, una antología viviente, llena de alboroto y olvidada del triste objeto de la reunión: despedir, acaso para siempre, a dos amigos.

Retomo la lista, porque se me escapó, incomprensiblemente, el maestro León De Greiff, padre de Sergio Stepansky. Al recordarlo expresamente, aprovecho la oportunidad para decir que estaban allí Gonzalo Carnevali, Embajador de Venezuela y gran poeta, y su secretario, poeta también y más tarde embajador, Vicente Gerbassi y el poeta chileno, Embajador de su país, Julio Barrenechea. Y el novel poeta Jorge Gaitán Durán, destinado a un trágico fin .

Los nombres aquí anotados sólo incluidos los colombianos, pertenecen a las corrientes principales de la poesía del país en el siglo XX, desde Los Nuevos con Luis Vidales y León de Greiff a la cabeza; los piedracelistas Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Carlos Martín, Arturo Camacho Ramírez; Andrés Holguín, de Cántico; los de la generación de Mito, Jorge Gaitán Durán, Eduardo Mendoza Varela, Fernando Charry Lara, y aún nadaístas como Fernando Arbeláez; y una de las figuras insulares más representativas, Aurelio Arturo, aunque para algunos es de Piedra y Cielo. Dada esta convivencia, Dolly Mejía confluyó en espacios que propiciaron los momentos poéticos más significativos de la poesía colombiana del siglo XX, que corren paralelos al tiempo de su vida (1920-1975) y entre los que se dieron, por ejemplo, acaloradas discusiones entre los piedracelistas, los de Cántico y la Generación de Mito, que trae David Jiménez Panesso en Poesía y Canon. 

_____________________________________________
5   Carrión, Alejandro. Citado por: Ramos Huamán, Esteban y Durán Matos, Verónica Malena. El Trágico Accidente en Las Montañas De Antioquía (Medellín). En: Literatura Huachana y Regional. Consultado el 10 de octubre de 2012. 
http://literatura-huacho.blogspot.com/ 
2011/12/el-tragico-accidente-en-las-montanas-de.html 



Los poetas como críticos en la formación del canon de la poesía moderna en Colombia (1920-1950) de 2002. Discusiones en las que participaron Baldomero Sanín Cano y León de Greiff. Que también retoma Andrés Holguín:

Lo cierto es que de cada movimiento poético perduran unas pocas figuras o más exactamente, unos pocos poemas. Solo perviven voces aisladas, como siempre. Tal es el caso del piedracelismo, contra el cual empezó a reaccionarse en la década de 1945-1955 en busca de una poesía más auténtica, depurada y profunda, línea en la cual van a aparecer poetas como Fernando Charry Lara –del grupo “Cántico”- y Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamos, inmediatamente después . 6

1948. Se publica su obra Raíz del llanto. Bogotá: Minerva. 117 p. Contiene los poemarios Memoria del amor, Presencia de la muerte y Raíz del llanto, donde alcanza una de las mayores elaboraciones de su obra y a la cual pertenecen dos de sus poemas más antologados: “Vacío” y “Adolescencia”. Se presentan a continuación unas estrofas del primer poema y la transcripción del segundo:


Vacío 7

Cuando le falte al hombre la visión del lucero,
la raíz de la sangre se quebrara en silencio.

Cuando no tenga el tacto sentido de dulzura,
serán de piedras agrias las flores y la espuma.

Cuando cierran los párpados la rosa del oído,
tendrá los pies descalzos la espiral del sonido.

Cuando el olfato ponga candados a su túneles,
en coágulos de niebla se apretará el perfume.

Cuando la voz se incendie girando en la garganta,
en lívidos fantasmas morirán las palabras.

[…]

Adolescencia 8

Doce años se empinaban en la espiga encendida de mi cuerpo
Dorados caracoles insinuaban la ruta de mis senos.

Como un tallo de música giraba por la orilla del tiempo. (sic)
columpiando en las cintas de mis venas prematuros en sueños.

Leve curva de fruta rodeada la forma de mi carne
ceñida simplemente con el olán tranquilo de mi traje.

Me gustaba subir con los muchachos sencillos de mi pueblo
por el musgo abstraído de la tarde hasta los altos cerros.

Era una dulce niña con un gajo de sol entre los dedos.
Un surtidor de trigo perfumado por un cálido viento (sic)

Era un río pequeño deslizado sobre un haz de luceros.
Adolescente llama apretujada en potencia de incendio.

Inusitadamente y en silencio las venas se me ardieron
y el olán de mi blusa perfilaba más agudos los senos.

Entonces en mi sangre cálidos campanarios resonaron.
Definitivo tránsito de espigas a trigo madurado.

Entonces comenzaron a teñirse de amor todos mis juegos.
Se me volvieron hombres de repente los muchachos del pueblo.

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6   Holguín, Andrés. (1981). Antología crítica de la Poesía Colombiana 1874-1974 (Tomo II). Bogotá: Ediciones Tercer Mundo. p. 40 
7   Mejía, Dolly. (1956). Vacío. En: Antología poética. p. 297. Bogotá: Ediciones Mundial. 
8   Ibídem. p. 269-270. 


1949. De la obra El pastor y sus estrellas circula en el Suplemento de El Colombiano (Medellín). No. 8, 17 de jul. p. 4, el texto que lleva el título de la obra “El pastor y sus estrellas”.

1949. Entrevista de R. M. en Letras universitarias en agosto de este año, después de un recital en Medellín, en la que habla sobre su participación en la vida cultural, su gusto por la poesía de Laura Victoria y Porfirio Barba Jacob y expresa su reconocimiento de que no tiene influencias poéticas.

1949. La Editorial Minerva de Bogotá, pone en circulación El pastor y sus estrellas, 107 p. Dentro de lo que se conoce de la obra publicada por Dolly Mejía ésta marca una diferenciación en cuanto al género ya que reúne veinticinco ensayos poéticos breves en los que alude a sentimientos, valores y estados de vida.

1950. El periódico El Colombiano (Medellín), en Suplemento, domingo 5 de
febrero, p. 4 publica el poema “La alegría”. 

1950. El Suplemento. El Colombiano (Medellín), dirigido por Jorge Montoya Toro, publica el domingo 17 de septiembre, p. 1, 4. El Tercer acto de Manos Atadas, drama inédito, en ese entonces, de Dolly Mejía.

1951. Manos atadas: poema dramático en tres actos- Bogotá: Kelly. 80 p. Dolly Mejía, en nota al lector, escrita como preámbulo en esta obra, testimonia su dolor:

Cuando escribí ésta obra, era feliz y gozaba de plenitud de afecto. En realidad, tuve que soñar con el dolor y adentrarme por sus desconocidos caminos.
Entonces, vivía mi adorable esposo y compañero, quien con júbilo esperaba esta obra –ya en prensa- cuando sorpresivamente me lo arrebató la muerte. La obra termina con tres palabras trágicas que dolorosamente se han cumplido para mí: “DESIERTO, SOLEDAD, MUERTE”.
Hoy, ya no en sueños, sino en un universo de negrura, y con un grito de dolor exclamo:

Alberto Hernández: Acepta la póstuma ofrenda de mi cariño en esta obra que tú conociste y amaste. La ficción se ha vuelto realidad fúnebre, porque sin ti todo es “DESIERTO, SOLEDAD, MUERTE”.
Bogotá, abril 4 de 1951.


1956. Este episodio de dolor persiste en su obra Presencia del amor, incluida en la Antología poética, en poemas en los que hace presencia la ausencia del amor:

Alberto Hernández en su viaje 
9
Alberto Hernández, Alberto,
dónde tus sueños,
dónde tus manos,
dónde el luminoso valle de tu frente,
dónde la tarde de tu piel.
A qué sitio tremendo
te ha llevado la muerte,
a qué bosque tremendo… tremendo…

……………………………………………

El río de tu sangre
súbitamente se quedó en silencio.
Los ángeles del llanto descendieron
con nocturnas alas
en bajeles negros;
en arpas de lluvias,
con tambores quietos
con oscuras flautas
con violines lentos,
con hondos gemidos
con callados ruegos
con lágrimas vivas
con gritos tremendos… tremendos…


Carta a un muerto10

Alberto Hernández, todo sigue igual, 
todo sigue igual…

La ciudad con su fatiga de vencida niebla
madruga sin pájaros, desolada y lenta.
El panadero canta esperando que el trigo
alce sus espigas dorando los nidos.
El hombre siempre ríe a intervalos del llanto,
equilibrando el goce con el dolor amargo.

[…]

Y yo de tu muerte prosigo habitada
como un puerto ciego o un barco sin playa
Alberto Hernández, por lo demás,
todo sigue igual, todo sigue igual…


_______________________________________________
9   Mejía, Dolly. (1956). Alberto Hernández en su viaje p. 109- 111. En: Antología poética. Bogotá: Ediciones Mundial. 
10   Mejía, Dolly. (1956). Carta a un muerto. p. 139-140. En: Antología poética. Bogotá: Ediciones Mundial.


1957. En este estado de búsqueda no se constata como obra publicaciones poéticas de Dolly Mejía. La última corresponde a la ya citada de 1956, Antología poética, que por su carácter antológico divulga poesía anteriormente escrita por la autora. Según las fuentes consultadas, aproximadamente a partir de esta fecha se radica en España. Para esta época podría hablarse más de su perfil de periodista como colaboradora en periódicos de España y Colombia, y de su participación en la vida cultural de ese país presentando su poesía en compañía de otros poetas colombianos.

1958-63. De este lapso se registran algunas corresponsalías de Dolly Mejía en su columna Diálogo en Madrid desde España. “Menéndez Pidal, el “Hombre Milagro””. En: El Tiempo. Lecturas dominicales, domingo 9 de noviembre de 1958, p. 3. También “La ciencia moral prevalece a la ideas”. En: El Tiempo. Lecturas dominicales. Domingo 18 de agosto de 1963. p. 6. Sus comentaristas coinciden en que fue directora del Suplemento Literario de La República, colaboradora de El Liberal y El Colombiano.

1962. En la antología Poemas de Antioquia (359-360) de la Editorial Bedout aparecen dos de sus poemas más seleccionados “Vacío” y “Único” de sus obras, el primero de Presencia de la muerte (1956, 297) y el segundo de Las horas doradas (1956, 193). “Vacío”, escrito en nueve estrofas pareadas de alejandrinos asonantes, encabezadas por la anáfora “Cuando…” recuerda la forma poética utilizada por Carlos Castro Saavedra en su poema “Camino de la patria”; poemas de estrofas pareadas de diversos metros largos tienen una presencia significativa en la obra de Dolly Mejía. El poema “Único” de cinco cuartetos de alejandrinos, el primero y el quinto de versos impares sueltos y pares asonantes oxítonos y los tres internos, de impares sueltos y pares consonantes paroxítonos, interpela al amado como su única razón de ser.
Antecedidos de una breve nota del antologista de Poemas de Antioquia: 

“[…] finado el tiempo de su vida estudiantil, llegándole inquietudes del corazón y de espíritu valiente, experimentados en unos cuantos años vividos en Medellín, viaja a Europa y regresa a Bogotá. Fomentadora y comentadora de la cultura y las letras su arteria poética y fulgente de otros días adquieren una penosa serenidad” (1962: 369). Esta opinión mantiene las inquietudes sobre la continuidad de la producción poética de Dolly Mejía. Queda por explorar la prensa nacional o extranjera hasta su muerte para hacer alguna afirmación.

Aunque sin fecha, Jorge Montoya Toro selecciona también “Vacío” y “Único” en su libro Poetas y prosistas de Jericó publicado por la Editorial de la Universidad de Antioquia.

Diversos estudiosos de la literatura colombiana integran su nombre a escritoras de su época como Meira del Mar, Maruja Vieira, Dora Castellanos, Carmelina Soto y Matilde Espinoza de Pérez. Héctor Orjuela en Bibliografía de la poesía colombiana del Instituto Caro y Cuervo anota sus cinco obras ampliamente conocidas.

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11   Orjuela, Héctor H. (1971). Bibliografía de la poesía colombiana. Bogotá: Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo. p. 277-278 


Javier Arango Ferrer en: Horas de literatura colombiana 12  dice: 

“El amor crece con  incurables nostalgias en Dora castellanos y en Dolly Mejía, nuestras dos Delmiras. 


En “Verdad del amor” dice la primera:

“Yo descendiera por los siete ríos
para encontrar un hombre verdadero”,
porque el amor le deja “un signo de tenaz
/ melancolía”.

La misma nostalgia le queda a Dolly Mejía en “Dónde estaba el amor”, y así le dice al amado:

“Donde fuera tu boca
quedó un ascua de rosas maceradas…
Donde estaba tu voz
hay un río nublado de silencios…
Donde estaba tu amor
Quedó la muerte”.

Andrés Holguín en la antología de 1985, en su relación de aparición de primeras obras de autores entre 1864 y 1974, incluye Alborada en la sangre de Dolly Mejía con interrogante sobre su fecha de publicación (294). Y Rogelio Echavarría en Quién es quién en la poesía colombiana (1998: 317) dice de ella: “Fue pues muy prolífica y alcanzó gran popularidad, por su emotividad y deslumbrado erotismo que tal vez hoy haya sido superado por mujeres de una época más liberada y menos provinciana”.

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12   Arango Ferrer, Javier. (1978). Horas de literatura colombiana. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura. p. 265-266 



María Mercedes Jaramillo en su trabajo “Bibliografías de escritoras colombianas” (1991: 403-404) agrega publicaciones de poemas en antologías editadas en Medellín, Bogotá, La Paz y Buenos Aíres . 13

Su inclusión es indicio de la recepción que ha tenido en cuanto a divulgación, pero, hasta el momento, no se ha encontrado estudio sobre ella. En el año 2000 la revista Jericó publica su poema “La aldea”, Vol. 26, No. 35, p. 114.

1975. Muere en el Hospital Militar en Bogotá el 26 de octubre. Notas de su
fallecimiento se recogen en la revista Jericó : 14

En mala hora ha muerto Dolly Mejía, su obra será el mejor tributo que la historia cultural de Jericó rinde al año internacional de la mujer; y su recuerdo será guión y llave de oro que dará vigencia a la historia de la mujer jericoana.

Los rasgos de su vida tuvieron la pulcritud de lo dinámico y describieron con bellos caracteres, toda su alma de mujer sensitiva e idealista. Sus escritos y poesías muy conocidas en su patria y en el exterior, reflejan su inspiración vocacional espiritual en estas actividades, mereciendo la más favorable acogida y comentarios de críticos que señalan con nota meritoria todas sus producciones, contándola como uno de los valores femeninos más notables de las letras colombianas 
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13   Jaramillo, María Mercedes. (1991). Mejía, Dolly (Jericó 1920-Bogotá 1975). p. 403-404. Jaramillo, María Mercedes, Robledo,  Ángela Inés y Rodríguez-Arenas, Flor María. ¿Y las mujeres? Ensayos sobre literatura colombiana. Medellín: Universidad de Antioquia. En el aparte que dedica a Dolly Mejía trae poesía suya en las antologías: Antología de poesía antioqueña. Óscar Hernández M. Lima: Editora Popular Panamericana. 1961. [s. p.]. Cuadernillos de poesía de la Revista de la Universidad de Antioquia. Jorge Montoya Toro. No 34, XXIII. 91. (1949): [s. p.]. En: Cuadernillos de poesía de la Universidad de Antioquia. Jorge Montoya Toro. No 43 [¿1951?]: [s. p.] “Del amor recobrado”. Sentimentario. Darío Jaramillo. Comp. Bogotá. Editorial Oveja Negra, 1989. 99. Los mejores versos de amor. Simón Latino (seud. de Carlos H. Pareja). Buenos Aíres: [s. edit], [¿1956?]: [s. p.]. Poemas de Antioquia. Ed. Francisco Villa López. Medellín: Editorial y Tipografía Bedout, 1962. [s. p.]. Poetas de Colombia: Antioquia. Bogotá: Imprenta Nacional, 1961. [s. p.]. Poesía de autoras colombianas. Eddy Torres, Comp. Bogotá: Oficina de Divulgación de la Caja de Crédito Agrario, 1975. 171-178. Ronda femenina de América; poemas. Etelvina Villanueva y Saavedra. La Paz: Bolivia, 1953, [s. p.]. Síntesis de la poesía colombiana. Antología: 1652-1964. Prólogo: Jaime Mejía Duque. Bogotá: Tipografía Estelar, 1964. [s. p.]. (Colección Síntesis, I). 21 años de poesía colombiana 1942-1963. Eds. Óscar Echeverry Mejía y Alfonso Bonilla Naar. Bogotá: Editorial Stella, 1964. [s. p.]. Luna Rosada. Bogotá, [s. edit.], 1956. [s. p.].


14   Suárez, Nabor. (1976). Duelo poético. En : Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Vol. 3, No. 8, p. 102 




Moción de duelo de la IV Asamblea de Centros de Historia del departamento reunida en Envigado 1975  15

Muy respetado señor Presidente y H. Historiadores.

En calidad de Secretario de la IV Asamblea de Centros de historia del departamento celebrada en esta ciudad me permito transcribir a ustedes la siguiente proposición aprobada por unanimidad y que a la letra dice:

La IV Asamblea de historia [sic] del departamento de Antioquia, reunida en Envigado; se asocia al duelo que sufre la intelectualidad Colombiana [sic], con motivo del sensible fallecimiento de la connotada poetisa y escritora DOLLY MEJÍA, formadora de juventudes, hija esclarecida del municipio de Jericó, a quien la Asamblea de Historia rinde sentido homenaje póstumo, y a sus familiares y hace extensiva su sincera condolencia; pues la patria ha perdido una meritoria personalidad para las letras colombianas y un ser querido para sus allegados.

Del señor Presidente y los Honorables Historiadores.
Atentamente,

Luis Alberto Restrepo Mesa.Secretario.



Óscar Hernández. El Colombiano. Diciembre, 1975 16


También a ella la cobijó la muerte. Y yo pensé, al ver su risa de siempre, que Dolly no se iba jamás de este mundo. Esas noticias lo dejan a uno clavado en el suelo, como si pusieran un alfiler a una mariposa contra el piso. Dolly Mejía se fue. Se va. No vuelve a escribir poemas, ni libros de amor, ni vuelve a hablar con su risa galopando entre las palabras.


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15   Suárez, Nabor y Henao, Arturo. (1976). Dolly Mejía: Moción de duelo por el fallecimiento de una afamada poetisa y escritora, hija de esta ciudad de Jericó. En: Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Vol. 3, No. 8, p. 99-100

16   Ibídem, p. 101 




Sí, en Bogotá, en la frialdad de la frase Hospital Militar, la poetisa antioqueña, de la entrañable ciudad de Jericó, dejó la tierra suya. La muerte tiene dos modos de enunciarse. Irse de ella o regresar a su seno. Dolly y sus libros. Dolly y sus artículos en los periódicos colombianos. Dolly y sus recitales en Medellín, donde todos la amábamos […]


Bibliografía

Arango Ferrer, Javier. (1978). Horas de literatura colombiana. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura. p. 265-266
Poetas jericoanos: Dolly Mejía. (2000). En: Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Edición especial. Sesquicentenario 1850-2000. Vol. 26, No. 35. p. 112-113
Biblioteca de autores jericoanos: Dolly Mejía. (2000). En: Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Edición especial. Sesquicentenario 1850-2000. Vol. 26, No. 35. p. 111
Carrión, Alejandro. Citado por: Ramos Huamán, Esteban y Durán Matos, Verónica Malena.
El Trágico Accidente en Las Montañas de Antioquía (Medellín). En: Literatura Huachana y Regional. Consultado el 10 de octubre de 2012. http://literatura-huacho.blogspot.com/ 2011/12/el-tragico-accidente-en-las-montanas-de.html
Escobar Mesa, Augusto. (1997). Interrogadora del universo infinito. En: Colombia De : http:// www.colombiaaprende.edu.co/recursos/superior/handle/literaturacolombiana/critica13.html
González G. Alfredo. (1976). “Partida de bautismo de Dolly Mejía”. En: Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Vol. 3, No. 8, p. 101-102 
Holguín, Andrés. (1981). Antología crítica de la Poesía Colombiana 1874-1974 (Tomo II). Bogotá: Ediciones Tercer Mundo.
Jaramillo Escobar, Jaime. “La poesía de 1753 a 1953”. En: Melo, Jorge Orlando. (Dir. Gral). (1991). En: Historia de Antioquia. Medellín: Editorial Presencia Ltda. Segunda reimpresión. p. 493
Jaramillo, María Mercedes. (1991). “Mejía, Dolly (Jericó 1920-Bogotá 1975)”. p. 403-404.
En: ¿Y las mujeres? Ensayos sobre literatura colombiana. Medellín: Universidad de Antioquia.
Orjuela, Héctor H. (1971). Bibliografía de la poesía colombiana. Bogotá: Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo. p. 277-278
Suárez, Nabor y Henao R. Arturo. (1976). “Dolly Mejía”. En: Jericó: órgano del Centro de Historia de Jericó (Antioquia). Vol. 3, No. 8, p. 99-100





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3 comentarios:

  1. Excelente trabajo especialmente al rescatar poetas como Dolly Mejía escritora que el clero jericoano oculto.

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  2. Dolly Mejía Es la poetisa mas valiosa de las letras colombianas en la historia.

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  3. Dolly Mejía Es la poetisa mas valiosa de las letras colombianas en la historia.

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