sábado, 4 de abril de 2015

MIGUEL FLORIANO [15.394]


Miguel Floriano 

Miguel Floriano (Oviedo, 1992) 
Ha publicado los libros de poemas Diablos y virtudes (Málaga, 2013), Tratado de identidad (Barcelona, 2014), Quizá el fervor (Sevilla, 2015) y Claudicaciones (Sevilla, 2016), además de, junto con algunos compañeros de generación, Principios Organizativos del Patarrealismo Salvaje (Madrid, 2016). Sus versos se incluyen en las antologías Diversos (Asturias, 2015), y Re-generación (Granada, 2016). Poemas suyos se recogen en las revistas Círculo de Poesía, Estación Poesía y Anáfora. Ha preparado, junto al poeta Antonio Rivero Machina, la antología Nacer en otro tiempo (Sevilla, 2016). Dirige Nadie que habla, un espacio en la revista digital Ritmos XXI, donde publica semanalmente artículos de vario tipo, y Lujuria crítica, su blog personal. Ejerce esporádicamente la crítica literaria en diversas plataformas y publicaciones.



QUIZÁ EL FERVOR (La Isla de Siltolá, noviembre 2015)

PARA CUIDAR DE MÍ
(Obertura en Si bemol mayor)

Recuerda que, una vez consagrada en la materia,
una vez desprendida de su pálpito,
tu pasión ya se vuelve la de todos
los hombres y mujeres, inaudita, luminosa.
Recuerda que al silencio pertinaz
de tus revelaciones, recto artífice,
se asoma lo increíble de este mundo.
Recuerda y nunca olvides que tu canto
te seguirá invitando a lo que amas
negándote al innoble azar del signo,
y que jamás sería tan dulce de otro modo.
Nacimiento y fulgor, implacable juventud,
abrazo al corazón y brote puro
de lo esencial, así es la música,
nunca lo olvides, a la que te entregas
cuando ya te han vestido de vergüenza.

Recuerda que, una vez consagrada en la materia,
una vez desprendida de su pálpito,
tu pasión ya se vuelve la de todos
los hombres y mujeres, inaudita, luminosa,
y que no acecha sombra que pueda someterte.

(De Quizá el fervor)



PRIMITIVA ELEGÍA

                            A Luis Llorente

En esta mansa noche de verano
en que la brisa y su manera de acoger la mirada
acercan el recuerdo, en ti 
pienso de nuevo, inquieto niño
de ambiciones furtivas, desarmada
criatura de alas primorosas.

Si miro al horizonte, casi puedo
distinguir tu silueta: estás sentado
al borde de la orilla, con una caracola
pajiza entre las manos, esperando quizá
la caricia gentil de la marea.
En ese ayer, la tarde soleada
e inmortal nunca conserva para tus ojos
ángulos tristes: no es posible
descuidar la alegría si se es
aún enteramente asombro.

Saber quisiera
en qué rincón extinto de mi vida
exhalaste tu último suspiro
para dar paso al hombre que hoy habría
de ofrendar su tiempo a esta inquietud,
en qué recodo
lúgubre se apagó tu maravilla,
discreta y noble como el pulso de los álamos.

Saber quisiera en qué momento,
en qué momento abandonaste
las lindes de mi cuerpo. Ya sin ti
el porvenir es solo una plegaria.

(De Quizá el fervor)






Claudicaciones (Renacimiento, Sevilla 2016)


IV 

(Como estrella del norte)

HOY me has vuelto a mirar con los mismos ojos claros
mientras dan las siete en el reloj de la plaza,
apagando en los míos el vértigo de una impaciencia.
Hoy has vuelto a alumbrar, recogida en el asombro
de un vocablo sin tiempo, toda tú
ya cómplice del aire, mientras le doy vueltas
a algo que no importa, otro verso que proclama
el roce de la espera para cerrar la herida,
para olvidar de nuevo otra infame tempestad.
Hoy has vuelto a tomarme de la mano, con esmero,
entrado el mediodía, para cruzar el parque
donde la realidad cumplirá nuestro capricho
de besarnos muy lento, con el sol aún joven.
Has vuelto a reparar en esa lágrima
que me osa en la mirada cuando sucumbo al miedo,
cuando me rindo al miedo que acerca la certeza
de comprender que acaso nunca sabré quererte.
Has vuelto a detener el paso, has vuelto a observarme
con el aplomo de quien supo vivir su vida
con la constancia de un arroyo
limpio, jamás nublada por los malos presagios
ni por la afectación de un sentimiento.
Hoy has vuelto, en mitad de una tarde de abril,
a coger el teléfono para llamarme 
y contarme que en casa últimamente las cosas
no van muy bien, que te duele esta distancia,
que solo nuestro amor logra lacrar la angustia.
Hoy has vuelto a decirme con un beso de voz,
después de haber bajado conmigo al mismo infierno,
'saldremos de esta, mi poeta, no estés triste,
persistiremos como el mar en su grandeza'.
Hoy has vuelto a mirarme con los mismos ojos claros
mientras dan las siete en el reloj de la plaza,
y yo solo he sabido regalarle al silencio

sirvan estas palabras
para tocar tu sueño.


(De Claudicaciones)



XIX

(Morfosis)

EN demasiadas ocasiones
escribo la impotencia:
no converjo en mi secreto.

En demasiadas ocasiones
un trazo de letal misericordia
usurpa ese milagro de palabras
luminosas y esenciales
que nivelan verdad y transparencia.

En demasiadas ocasiones
me busco y solo hallo
esta fatiga de encontrarme.
Termino entonces
por resumir el cuerpo
en un sendero hacia ninguna parte.

En demasiadas ocasiones,
vacío ya de ser, de voz, de hallazgo,
me abro a mi destierro
y mudo en un Nadie que habla.

(De Claudicaciones)



SIN QUE MUCHOS

Agua de mar para la quieta orilla
y el duro roquedal. Ola y marea.
Luz que incida, celebre los relieves
y concluya las formas que a los ojos
perturben o complazcan. Aire
que roce el verde renacido
de aquellos pinos, aire que se nombre
como viento en confines imposibles.
Agua para limpiarte las heridas.
Luz que en tu memoria me conquiste.
Aire que tu cabello desordene.

Todo lo que incesante
se nazca y se repita
sin que muchos –acaso solo tú–
lo aguarden: 
                          mi retrato.

(Inédito)



YEATS

Sobre las lentas ruinas de la tarde,
cuando saberse ausente
ya no consuela sino que le da forma
al recuerdo más traidor,
si la voz se aventura a sostenerlas,
tus palabras ofician, exhalando
su secreto feraz, el milagro del sosiego:
renuevan la mirada y le devuelven
la inocencia al pensamiento. 
Contienen la pregunta
a no pocas respuestas tus palabras.
Atesoran un mundo irreparable.

(Inédito)








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