Ibn Sara As-Santarini
Abu Muhammad 'Abd Allah ibn Muhammad Ibn Sara. Nació en Santarém (1.043-1.123). Debido a la intervención de la guerra de los Almorávides, dejó su patria para buscar refugio en Sevilla, aunque vivió también en Córdoba, Granada, Murcia, y, finalmente, Almería.
Hombre culto y de origen árabe , tuvo que ganarse la vida como copista, gramático y otros trabajos poco rentables, buscando a menudo el poder de los poderosos. Sus contemporáneos lo consideraban un gran prosista y un extraordinario poeta. Muchos de sus poemas, a pesar de tener casi mil años de historia se podrían considerar de completa actualidad.
Destaca la recopilación "Los poemas del fuego y Otras casidas" a cargo de Teresa Garulo.
LA ESPADA
Es una lámina brillante
donde se encuentran los caminos de los astros
aunque sobre ella nadie,
desde que existe, ha caminado.
Purificó la paja su fulgor
y ahora es un agua
en cuya superficie arde la llama.
APRENSIÓN
Siempre miro tu rostro con aprensión:
eres el agua clara donde abundan
los cocodrilos.
EL RUBOR
Es un joven delgado que en su manto envuelto,
se diría una rama flexible retozando
al soplo de los vientos del sur.
Su rostro he visto en el espejo de mi fantasía
y he limitad el efecto de sus ojos en mi pecho.
No es de extrañar que el pensamiento mío
le hiera en la mejilla,
la magia obra lejos, a distancia.
LA NOCHE OSCURA
¡Qué negra noche! Se diría
que el Tiempo la ha alargado sumándole su vida
y, vuelve, al terminar, a su principio;
habla la gente de su longitud
cuando sólo el crepúsculo ha pasado.
La sombra de las nubes se hizo más densa,
no distinguían los ojos el cielo de la tierra
y, al brillar el relámpago a lo lejos,
parecía un negro etíope sonriendo entre lágrimas.
Entonces con la espada de la resolución
la cabeza corté de esas tinieblas
y con su sangre he teñido
la túnica de la aurora.
Para el hombre de miras elevadas
no hay nada que produzca más desdichas
que el viaje nocturno:
cuando muere el apoyo de la voluntad,
no es posible iniciarlo.
Saludo a quien encuentro según lo que en él veo,
no hay nada extraño en eso:
el agua adopta el color del recipiente.
Admonición
Oh tú que escuchas a quien llama a los coperos,
cuando gritan las canas y la edad,
anunciando la muerte;
si no oyes la llamada al arrepentimiento,
¿para qué crees que en la cabeza tienes
esas dos guardas: el oído y la vista?
Sordo y ciego es el hombre al que no guían
los ojos y las huellas del pasado.
No durarán por siempre ni este siglo, ni el mundo,
ni el alto firmamento, ni la luna ni el sol;
apártate del mundo,
aunque sus moradores todos odian
tener que separarse de sus bienes.
Castidad
¡Cuántas veces ha venido a visitarme
en una noche oscura como su cabello,
y se ha quedado junto a mí
hasta la aurora, clara como su rostro!
Bebíamos juntos
y era el amor udrí nuestro tercero
cuando el vino asaltaba mi razón
lo mismo que sus ojos;
mas era casto como lo es un hombre de honor
en la plenitud de sus fuerzas:
la castidad es virtud
cuando el hombre está lleno de vigor.
Censura
Que el hombre libre permanezca
en moradas indignas es signo de flaqueza:
parte, y si no encuentras hombres generosos,
tendrás que seguir yendo
detrás de hombres mezquinos.
Desengaño
Los hombres, ignorantes,glorifican al mundo,
a sus ojos magnífico, siendo despreciable,
y combaten por él unos con otros
como los perros se pelean por un hueso.
El Infierno
El que fue paraíso de la casa
se fue, y en su lugar vino el infierno:
heme aquí desdichado después de venturoso.
Llegó el ocaso del sol
y le siguió una negra noche.
El Rubor
Es un joven delgado que, en su manto envuelto,
se diría una rama flexible retozando
al soplo de los vientos del sur.
Su rostro he visto en el espejo de mi fantasía
y he limitado el efecto de sus ojos en mi pecho.
No es de extrañar que el pensamiento mío
le hiera la mejilla:
la magia obra de lejos, a distancia.
Epigrama
La elocuencia reparte sus dones
entre los poetas y vosotros;
reparto injusto, favorable a unos
y contrario a los otros:
cuando recitan fluye de sus bocas
la miel de las abejas, mientras sus aguijones
en vuestros culos se clavan.
Hermosura Fatal
Oh, tú que me atormentas, cuando eres dueño mío,
¿qué quieres con dañarme y torturarme?
Causas admiración por tu hermosura,
mas en ti la muerte se une a la belleza
como al brillo en la espada y en el fuego a la luz.
Invitación II
Oh tú, en quien concurren las virtudes,
incapaces aún de concebir tu esencia,
en el cuello de la nobleza
el collar de nuestra amistad
no tiene perla central:
ven a serlo tú.
La Berenjena
Redonda y agradable al gusto,
agua abundante la alimenta
en todos los jardines;
y tal como el peciolo la sustenta
parece el corazón de una oveja
en las garras de un águila.
La Muerte De Una Hija
Oh muerte, has sido compasiva con nosotros,
y has vuelto a visitarnos.
Benditos sean tus hechos, dignos de gratitud,
pues has traído abundancia y has cubierto
algo que había que ocultar;
hemos casado a nuestra hija con la tumba
sin pagarle la dote y sin ajuar.
La Vejez
¿Qué excusa puede haber?
No, no la tiene un hombre de setenta años
de pasión inflamado:
era agua,
pero en el vaso de la vida
el tiempo no ha dejado
más que heces.
Meta Inalcanzable
Con empeño busqué agradar a los hombres,
pero satisfacerlos
es una meta inalcanzable.
Creo que la templanza es un tesoro
para el buen caballero
y la piedad es la virtud
donde mejor depositar la confianza.
Noche Oscura
¡Qué negra noche! Se diría
que el Tiempo la ha alargado sumándole su vida
y, vuelve, al terminar, a su principio;
habla la gente de su longitud
cuando sólo el crepúsculo ha pasado.
La sombra de las nubes se hizo más densa,
no distinguían los ojos el cielo de la tierra
y, al brillar el relámpago a lo lejos,
parecía un negro etíope sonriendo entre lágrimas.
Entonces con la espada de la resolución
la cabeza corté de esas tinieblas
y con su sangre he teñido
la túnica de la aurora.
Para el hombre de miras elevadas
no hay nada que produzca más desdichas
que el viaje nocturno:
cuando muere el apoyo de la voluntad,
no es posible iniciarlo.
Saludo a quien encuentro según lo que en él veo,
no hay nada extraño en eso:
el agua adopta el color del recipiente.
Noche Y Aurora
Cuando vi que Occidente
con las tinieblas se había ahogado
y que en Oriente se veían
señales de la luz de la mañana,
pensé que era Occidente un océano
que yo debía atravesar
y lo que aparecía del Oriente
era la playa.
Poema Del Fuego No. 4
Llega hasta ti en su cálido brasero,
radiante en medio de la oscuridad.
Cuando su frente brilla en la negrura,
las tinieblas se visten
del delicado velo de la luz.
¡Oh qué hermosura! Sus costados lanzan
chispas como confeti de oro,
y son las brasas, en la túnica de la ceniza,
rosas cubiertas de alcanfor desmenuzado
en una noche que creeríamos
que tiene de antimonio las tinieblas
y que son sus estrellas
los ojos lánguidos de las huríes.
Poema Del Fuego N°. 5
Tráenos ese brasero que en el bosque
tiene sus orígenes
y la frente del sol muestra en sus rayos.
Desde su seno saltan los carbúnculos
con susurros que curan la melancolía;
es para el solitario compañía,
amanecer para los ojos que lo miran,
vestido del que no lo tiene.
Las rojas orlas de su túnica
arrastra con orgullo
en la negrura de la noche:
herida abierta, se diría,
en el linaje de los abasíes. *
*La alusión a la dinastía abasí, cuya enseña era de color negro, es bastante frecuente en la poesía andalusí; aquí se la sugiere al poeta la oscuridad de la noche donde destaca el rojo de la llama. Nota de la traductora.
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