Yahya Hassan
(Dinamarca)
El joven danés de 19 años y origen palestino Yahya Hassan se ha convertido en el gran fenómeno literario del año en Dinamarca con su primer libro, a medio camino entre el rap y la poesía. Hassan ha protagonizado el debut más exitoso de la historia del país escandinavo y ha sido objeto de atención de la prensa de todo el mundo. . En sus nada convencionales poemas, Hassan habla de sus propias vivencias en el gueto musulmán de su ciudad, Aarhus, y de una infancia marcada por el miedo y la violencia que le empujaron a la delincuencia. Hassan acusa a la generación de sus padres de vivir gracias a las ayudas sociales y de criar a sus hijos en el abandono más absoluto.. Su original y provocadora escritura ha originado polémicos debates en torno al tema de la inmigración tanto en su país de origen como por toda Europa
Yahya Hassan empezó a escribir poesía poco después de empezar a fumar, a los 12 años. "Va unido. No puedo escribir sin un cigarrillo", aclara mientras se aferra a su paquete de tabaco. Hassan es un joven poeta de padres palestinos que nació hace 19 años en Aarhus (Dinamarca). Esto ha marcado su vida y, por tanto, su obra. El libro que acaba de publicar en Suma de letras es él, un retrato de su infancia y adolescencia, de ahí su título Yahya Hassan, su nombre.
NOSOTROS NO TENÍAMOS CANALES DANESES
TENÍAMOS AL YAZIRA
…
NO TENÍAMOS PLANES
PORQUE ALÁ TENÍA PLANES PARA NOSOTROS
…
CADA NOCHE DESPUÉS DE LA CENA REZÁBAMOS
REZÁBAMOS HASTA QUE LAS PIERNAS NO NOS SOSTENÍAN
Un conjunto de 150 poemas escritos en mayúscula y sin signos de puntuación por un simple motivo: "En minúscula tienen una apariencia tonta, visualmente no me gusta". Cualquier otra explicación no es más que "interpretación, interpretación, interpretación", masculla aburrido de explicar tantas veces lo mismo. Deja la mirada perdida en el café que ha pedido y que le ha hecho sentarse. Antes, caminaba inquieto de un lado para otro. No está dispuesto "a poner una nota al pie de cada verso, se entienden por sí mismos, y si no es así, es que son malos", afirma. Tan estrechamente relacionado como fumar con escribir está la declamación de sus poesías, pero ahora ha perdido su valor. Está "hasta las narices" de tener lecturas casi 15 veces al mes.
Hassan en un día "normal" en Copenhague, la ciudad donde vive, va a bares, bebe cerveza, recibe clases en una academia de escritura creativa, fuma porros, escucha el Corán —es ateo pero le gusta su musicalidad— y pinta, principalmente cuadros abstractos de gran formato que nadie ha visto y que no sabe si alguna vez mostrará, "no los hago para eso". Constantemente toma notas, es su manera de escribir, es incapaz de sentarse varias hora seguidas a hacerlo. Se autodefine como muy observador: "Dejo que la vida me inspire, escucho la radio, me fijo en conversaciones ajenas, en las palabras que utiliza la gente, reflexiono sobre ellas y las uso". Hace esto desde niño: "Antes apuntaba en un papel, ahora en el iphone, el medio es irrelevante, lo importante es apuntar ideas, pensamientos, palabras, si no lo haces, no entras en el proceso poético".
CERRARON LA PUERTA DEL DORMITORIO
RUIDO DETRÁS DE LA PUERTA Y UNA MIRADA
POR EL OJO DE LA CERRADURA
MADRE CON UN CABLE ALREDEDOR DEL CUELLO
La poesía y la palabra rescataron a Hassan del ambiente de marginalidad en el que vivía, con un padre maltratador y una madre sumisa. Se convirtió en un adolescente delincuente que había abandonado los estudios. Vagó por diferentes internados, centros de menores. Uno de los profesores de una academia a la que asistía con otros jóvenes en su situación se fijó en él en clase de lectura de textos. Sin consultarle presentó sus escritos a la editorial Gyldendal. Al poco, Hassan recibió una llamada para citarle a una reunión: “Fue la cima de mi vida en aquel momento. Se estaba poniendo en contacto conmigo la editorial más importante de Dinamarca”.
No tengo ningún rechazo hacia Dinamarca. Me identifico con el idioma. ¡Me expreso en danés!, pero mi historia no es la europea.
El joven poeta escribía movido por el dolor, el miedo, la ira, no lo hacía para salir del gueto musulmán que era su barrio, no fue premeditado, pero le llevó a ello. "Desde la publicación del libro todo ha cambiado", comenta refiriéndose a la relación con su familia, aunque la realidad es que no sabe la opinión de su padre con respecto a sus versos. Las reacciones han sido dispares, de todos los ámbitos ha recibido críticas y alabanzas. Cada uno ha usado los más de 100.000 ejemplares vendidos de una manera. "Los medios de comunicación crean expectativas sobre mi futuro que ni siquiera me planteo", comenta reiterando que toma notas a todas horas pero que no tiene planes de qué, ni cuándo escribirá la próxima vez.
La extrema derecha danesa también se ha llevado los versos de Hassan a su terreno. "Han pretendido usarlos contra el Islam", se enfada mientras explica que no está contra la religión de sus padres (él es ateo). "Soy palestino [lleva un pin con la bandera en la solapa de la chaqueta]. Es mi historia, mi cultura. Nací en Dinamarca, tengo nacionalidad danesa, pero no me puedo convertir en danés", por primera vez levanta la mirada, el tema le toca, continúa exaltado: "No tengo ningún rechazo hacia Dinamarca. Me identifico con el idioma. ¡Me expreso en danés! [también lo hace en árabe], pero mi historia no es la europea". Aún así, quiere dejar claro que aprueba y le gustan muchas normas occidentales igual que rechaza otras árabes. Le malhumora que se generalice una pésima imagen del mundo islámico. Le cabrea "la hipocresía" de Occidente ante los conflictos en Oriente Medio. Gestualiza. Deja entrever un pequeño tatuaje en la mano derecha cerca del dedo meñique, son tres letras: ORD, explica que en danés quiere decir palabra. Retoma el tema de la escritura que es lo que más le interesa y reconoce que le cuesta darle un cauce poético a esas opiniones políticas. Ya lo encontrará...
Se levanta, camina, se enciende otro cigarro, canturrea para evadirse.
Yahya Hassan, el poeta danés que escupe
a Europa
Está cabreado. Ha nacido y crecido en un suburbio de Aarhus, la segunda ciudad danesa más grande. Sus padres son palestinos.
Está cabreado. Ha nacido y crecido en un suburbio de Aarhus, la segunda ciudad danesa más grande. Sus padres son palestinos. Hasta que lo meten en un internado, con 13 años, sufre su maltrato, su castigo y su odio. Él y al resto de sus hermanos. Yahya Hassan tiene 19 años y llega cuarto de hora tarde a esta entrevista o lo que sea. Ha dejado de delinquir gracias a la literatura, se ha convertido en un escritor de éxito y su destructivo poemario se ha traducido a ocho idiomas, y ha vendido más de 100.000 ejemplares del libro que tituló con su nombre y aquí publica el sello Suma. Sin más. Pero sigue odiando al mundo. Con verdadero asco, con auténtico desprecio. La indignación es un enfado de salón con alfombra y un vaso de whisky sobre la chimenea, él está jodido.
La Justicia le conoció como delincuente y unos años después le protege de quienes quieren verlo muerto. Sus críticas contra la comunidad musulmana danesa y la extrema derecha, impresas en este poemario urgente, brillante y visceral, no han gustado. No está resentido por llevar escolta o por tener que defenderse en los platós de su país. Que haya escrito sobre su vida a borbotones y lo haga en mayúsculas, como un grito impertinente que no va a callar, no es más que un botón –apenas depurado- de todo lo que tiene ahí adentro metido.
Hassan acaba de entrar a la terraza del hotel en el que la editorial recibe a los periodistas para preguntarle a su autor por lo obvio cuando tratamos de buscarle sentido a una fiera indomable, que pide un vodka pasadas las once de la mañana o responde con la misma desgana que el que pregunta, de pie, moviéndose de un lado para otro, como un león enjaulado, mientras la traductora resuelve el danés en español, saltándose las palabras que podrían ofender al periodista. Se agarra al cigarrillo y a un mechero con la piedra destrozada y el dedo pulgar chamuscado.
Mientras espera una nueva cuestión se revuelve, tira hojas arrugadas por el balcón. Tampoco se siente cómodo con el papel de escritor, a pesar de que trate de camuflarlo con botines brillantes, traje azul, camisa estampada a mil flores y un pin con la bandera de Palestina en la solapa. “Que no leo. Ahora no. Porque soy muy vago. Antes, por supuesto. He leído muchísimas novelas, pero no tengo suficiente memoria como para recordarlas. Y poesía casi todo el tiempo”. Al periodista inútil no se le ocurre otra cosa más que insistir por la senda de lo previsible. ¿Algo de poesía española? “Desgraciadamente, no soy tan culto como parezco”.
En esencia, Hassan es un kamizake que ha devuelto toda esa miseria que traga desde hace casi dos décadas. Lo ha hecho sin miedo a la represión, a los tabúes o a las amenazas. Un vómito auténtico, y viceversa. Es un adicto a la libertad de expresión. “Por muchas razones no sé nada del futuro, ni me interesa”, contesta. Tampoco sabe si volverá a escribir: “Para que haya expresiones, tiene que haber impresiones”, pero ¿qué puede impresionar a alguien que ha estado en busca y captura?
El libro arranca con una paliza. El padre no se anda con chiquitas y uno piensa en todos los disfraces con los que viste Tarantino su violencia para hacerla pop. Aquí hay mugre y sangre de verdad. En su país lo comparan con Walt Whitman desatado, otros con Jean Genet, pero lo que pone sobre la mesa la aparición de Yahya Hassan es el cuestionamiento de la propiedad de la literatura, ¿de quién es? ¿Quién llega a la literatura? ¿Quién pone las fronteras? ¿Quién pide el pasaporte? ¿Quién levanta la barrera?.
“Escribo porque es mi forma de expresarme”. El escritor continúa de pie y en el contrapicado desde el sofá del lujoso lounge, para holgazanear mirando los tejados de la ciudad, se asoma el rastro del acné juvenil cruzado por alguna que otra cicatriz. Un niño salvaje, colmado de rabia, dolor y alegría. Ésta en menos cantidad que los otros dos componentes básicos de su poesía a la que llegó como plan de rehabilitación del municipio. A los niños en riesgo social les ofrecían cursos de creatividad para sacarles de quinquis. “Tuve que decidir entre ir a clases de danza o rap”. No le hemos visto bailar.
Así que empezó escribiendo letras para canciones de rap y pronto se cansó de la caricatura de cantarles a chicas y chicos enamorados de sus coches y de su ropa. “Ahora escribo de forma más libre”. En el poemario desvela que escribir es como una habitación sin ruidos, en la que se aísla con las palabras y sus vivencias, sin ser perseguido por nadie. “No buscaba tanto una poesía como expresarme libremente. Al final, parece que es poesía, porque es lo que más libertad me da. Pero no me importa si es novela, relato o lo que sea”.
Los poemas avanzan como lo haría un diario, desde la infancia a la adolescencia, pasando por persecuciones policiales, prisiones preventivas, porras extensibles, centros de día, insultos a Alá y a la hipocresía de la sociedad europea. No queda títere con cabeza, su ateísmo es un escupitajo que se ríe del agua contaminada que beben en la mezquita como si fuera la del pozo que el arcángel Gabriel hizo aparecer por arte de magia en el desierto cuando Abrahán e Ismael se morían de sed. Pero también hay ración de ironía para el cristianismo y la Policía. Y el periodista, que acaba de soltar estúpidamente la palabra prohibida: “inmigrante”.
Hassan cambia de tono drásticamente y el torrente en danés crece para aclarar que no es inmigrante, que nació en Dinamarca, que le molesta esta jerga nuestra de los medios de comunicación. “¿Qué es un inmigrante? Una persona que se pone unas botas, mete comida en la mochila y cruza fronteras. Poco más. Pero qué hay detrás de la persona, cómo es su historia. Y qué es la literatura de la inmigración. Eso no existe”.
Parecía imposible, pero su enojo crece. Ha sido la tecla de la política, del menosprecio europeo a la migración. “La gente no quiere preguntarse ni entender el pasado de nadie. Es más fácil ser solamente un inmigrante. Como la sociedad no quiere asumir la responsabilidad ante los inmigrantes, prefiere crear unos estereotipos”. La obra de Yahya Hassan, precisamente, es eso, un vaciado de la experiencia personal sin concesiones, ni adversativas. Eso sólo puede hacerlo alguien con una biografía negra y resaca, de corazón enorme. Entonces, ¿utopía? ¿La literatura cambiará esto? “Evidentemente, la literatura no cambiará nada porque tú me has preguntado por la inmigración”.
INFANCIA
CINCO HIJOS EN FILA Y EL PADRE CON UN PALO EN LA MANO
LLANTO Y UN CHARCO DE ORINES
UNO POR UNO OFRECEMOS LA MANO
EN ANTICIPACIÓN DEL CASTIGO QUE LLEGARÁ
EL SONIDO DEL GOLPE
UNA HERMANA QUE SALTA
VELOZ DE UN PIE A OTRO
LOS ORINES BAJAN EN CASCADA POR SU PIERNA
PRIMERO UNA MANO LUEGO LA OTRA
SI NO TE APURAS EL GOLPE CAE DONDE CAIGA
UN GOLPE UN GRITO UN NÚMERO 30 O 40 O 50 A VECES
Y LA PATADA EN EL CULO CUANDO PASAS LA PUERTA
UN HERMANO QUE ÉL LEVANTA POR EL HOMBRO
Y SIGUE CONTANDO Y GOLPEANDO
A LA ESPERA DE MI TURNO MIRO AL PISO
MAMÁ QUIEBRA PLATOS EN LA ESCALERA
MIENTRA AL JAZEERA TRANSMITE NOTICIAS
BULDOZERS MUY ACTIVOS Y CUERPOS QUEMADOS EN PEDAZOS
LA FRANJA DE GAZA EN LA RESOLANA
QUEMAN BANDERAS
SI UN SIONISTA NO ACEPTA QUE EXISTIMOS
NO EXISTIMOS
CUANDO NOS TRAGAMOS EL DOLOR Y EL MIEDO
CUANDO ANHELAMOS RESPIRAR Y DARNOS SENTIDO
NO PODEMOS HABLAR ÁRABE EN LA ESCUELA
NO PODEMOS HABLAR DANÉS EN CASA
UN GOLPE UN GRITO UN NÚMERO
A LA PUERTA
ROSQUILLA NAVIDEÑA EN MANO ME METÍA EN UN ARMARIO
APRENDÍ A AMARRAR EL CORDÓN DE MIS ZAPATOS EN SILENCIO
DECORÉ NARANJAS CON ESPECIAS Y CINTAS ROJAS
COLGABAN DEL TECHO COMO MUÑECAS DE VUDÚ
ASÍ RECUERDO EL KINDERGARTEN
LOS OTROS ESPERABAN A PAPÁ NOEL
PERO YO LE TENÍA TANTO MIEDO
COMO A MI PADRE
SALAM HABIBI
YO PULÍA UN PEDAZO DE MADERA EN LA ESCUELA
CUANDO EL MAESTRO ME ENTREGÓ EL TELÉFONO
QUE USABA PARA LLAMAR A MI PADRE
QUÉ HE HECHO AHORA PREGUNTÉ
Y PUSE EL TELÉFONO AL OÍDO
PERO ERA MI MADRE
DIJO QUE SE HABÍA IDO
ME PUSE A LLORAR
LA NOCHE ANTERIOR NOS HABÍAN DEJADO EN LA SALA
LA PUERTA DE LA ALCOBA PERMANECÍA CERRADA
RUIDOS ADENTRO Y UNA MIRADA POR EL OJO DE LA CERRADURA
MAMÁ CON UN CABLE AL CUELLO
YO EMPUJÉ LA PUERTA Y ÉL SE SOLTÓ EL CINTURÓN
YA ME HABÍA DICHO QUE PERMANECIERA EN LA SALA
POEMA EXTENSO (Fragmento)
TÚ NO CONSUMES CARNE DE PUERCO
QUE ALÁ TE BENDIGA POR TU DIETA
TÚ QUIERES LA ORACIÓN DEL VIERNES EL PRÓXIMO VIERNES
QUIERES RAMADÁN EL PRÓXIMO RAMADÁN
Y ENTRE VIERNES Y VIERNES Y RAMADÁN Y RAMADÁN
QUIERES LLEVAR UN PUÑAL EN EL BOLSILLO
VAS AVERIGUANDO LOS PROBLEMAS DE LA GENTE
CUANDO EL ÚNICO PROBLEMA ERES TÚ
LOS CAMINOS DE ALÁ TERMINAN AQUÍ
NUNCA LLEGARÁ UN DÍA CON COCHE AMARILLO Y CARICIAS
ESTO ES LO MÍO
ORACIÓN DEL VIERNES Y CERVEZA
FALTA DE OXÍGENO EN EL GUETO
TENSO COMO EL CINTURÓN DEL HIMALAYA.
CAGO UNA ROSA CON ESPINAS
MI OJETE SANGRA DE LOCURA Y VENGANZA
ME METIERON EL ANTISEMITISMO CON LA LECHE PATERNA
CON LOS DRONES SOBRE LOS OLIVOS
CON ESTRELLAS Y BARRAS Y FÓSFORO BLANCO
ME LO METIERON CON EL MURO DE LAS LAMENTACIONES
CON PENA DESDE EL HOLOCAUSTO
CON LA PENA DE LOS PALESTINOS Y YO ME COMPADEZCO DE ELLOS.
UN MUSULMÁN DEL PARQUE DE GELLERUP
DA CON NUESTRO PORTAL
LEE EN LOS BUZONES
Y LLAMA A LA PUERTA CON MÁS NOMBRES DE CHICA
VALORA LA PROLE
QUIERE A MI HERMANA PEQUEÑA DE AMA DE CASA
CREARLE UN PARAÍSO EN OTRO BLOQUE DE CEMENTO
CON ALÁ COMO GUÍA Y UNA DIFERENCIA DE 20 AÑOS
SER EL PRIMER HOMBRE EN LA PRIMERA NOCHE
FOLLAR CON SU BARBA Y DAR GRACIAS A ALÁ POR TODO
OTRO MUSULMÁN DEL PARQUE GELLERUP
DA CON NUESTRO PORTAL
VALORA LA PROLE
QUIERE A MI HERMANA
PARIRÁ 10 RATERILLOS PARA DESENTENDERSE DE ELLOS
SI SE HACEN INFIELES.
ME DEJASTE ASÍ
CON UN PORRO EN LA COMISURA DE LOS LABIOS
UÑAS DE HACHÍS MORDIDAS
PANTALLA NEGRA Y SUPERMARIHUANA
YO NO SÉ QUÉ ES LO QUE PASA AHÍ DETRÁS DE LOS ÁRBOLES
SI ES OTRO EL VIENTO QUE SOPLA
PERO TE ESTOY LLAMANDO DESDE LA COMISARÍA.
YO YO SOY EL HIJO LOCO
YO YO HE CAMBIADO LOS BUZOS DE JOGGING
POR CIVILIZADOS Y MODERADOS
JEANS PITILLOS
YO YO LES HAGO LA GUERRA CON PALABRAS
Y USTEDES USTEDES RESPONDEN CON FUEGO
YO YO SOY KAFIR YO SOY MUNFIQ
YO YO SOY PERRO
YO YO SOY SUCIO MI ALMA POBRE
Y POR SOBRE ESTOS ACTOS ATROCES
YO DESCANSO BAJO EL SOL DE PRIMAVERA
LA PUERTA DEL DORMITORIO ESTABA CERRADA
SONIDOS DETRÁS DE LA PUERTA Y UN VISTAZO
A TRAVÉS DE LA CERRADURA
MADRE CON UN CABLE ALREDEDOR DE SU GARGANTA
ABRO LA PUERTA Y ÉL SE QUITA EL CINTURÓN
YA ME HABÍAN DICHO QUE ME QUEDARA EN EL SALÓN
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