martes, 24 de febrero de 2015

THOMAS CHATTERTON [15.044] Poeta de Inglaterra


Thomas Chatterton

Thomas Chatterton (Bristol, 20 de noviembre de 1752 - Londres, 24 de agosto de 1770) fue un poeta del prerromanticismo inglés.

Thomas Chatterton aprendió a leer pasados los siete años y murió antes de haber cumplido los dieciocho, tras haber realizado una falsificación literaria portentosa que engañó a diversos eruditos y le transformó en una legendaria figura del Romanticismo.

Era huérfano de padre. Lo echaron del colegio a los cinco años dándolo por inútil. Se entregó a la lectura de forma febril. Según relato de su hermana, a los ocho leía todo el día, ya fuera sobre heráldica, astronomía, medicina, música, etc. Pero su voracidad no tenía por objeto el saber, sino la fama, con el fin de sacar de la miseria a su familia. Leyó unos viejos pergaminos del siglo XV que habían sido vendidos al peso por una iglesia para hacer moldes de costura y asimiló su lenguaje. A los once años compuso la égloga Eleonure y Juga. Alegó –y le creyeron– que se trataba de un viejo manuscrito del siglo XV. Su autor –precisó Thomas– era el monje medieval Thomas Rowley, que, como es natural, no existía. Era uno de los primeros heterónimos de la historia. Siguió con sus falsificaciones medievales, y por ejemplo hizo para un conde una genealogía familiar que iba "desde la Conquista normanda hasta nuestros días", con todo tipo de referencias y notas a autoridades y libros inexistentes y la reproducción del presunto escudo de armas de la familia; ganó por ello 5 chelines. Días más tarde amplió la genealogía y se ganó otros cinco chelines.

Por entonces Chatterton ya trabajaba como escribiente de un abogado (según algunos estudiosos, en él se habría inspirado Herman Melville para su Bartleby).1 A Rowley se sumaron otras figuras fantásticas, aunque todas ellas con algún asidero en la historia oficial. Chatterton –declarado admirador e imitador del falsario James Macpherson– les hizo componer poemas, baladas, genealogías, biografías y autobiografías, piezas periodísticas y teatrales, sátiras. Los hizo conocerse mutuamente, escribirse cartas, editarse, anotarse, traducirse. Como Walter Scott unos años más tarde en sus novelas históricas, no temía mezclar sucesos y personajes reales en sus fábulas. Creó un mundo paralelo. Avejentó su ortografía y su papel untándolo con ocre y restregándolo contra el piso de ladrillo, y compuso un diccionario Rowley-Inglés/Inglés-Rowley basado en diversos diccionarios y obras antiguas.

El profesor Skeat, primero en demostrar definitivamente el carácter espurio de los escritos, notó que casi todas las palabras anglosajonas utilizadas por Rowley comienzan con la letra A, de lo que deduce que Chatterton no pasó de esa letra en sus estudios. En 1769, cuando creyó estar preparado, Chatterton le escribió una carta a Horace Walpole, celebrado autor de El castillo de Otranto, enviándole un escrito que fechó en 1469. Walpole festejó el hallazgo y preguntó de dónde lo había sacado. Walpole –ya engañado antes por James Macpherson– se desentendió del asunto. Chatterton escribió un soneto acusándolo de falsario, más tarde amenazó con suicidarse (en su testamento indicaba que quería ser enterrado en una tumba medieval).

Sus amigos, creyendo que así lo salvaban, le financiaron un viaje a Londres en abril de 1770. La capital no le fue inmediatamente hostil: en poco tiempo colaboraba regularmente para varios periódicos, como Town and Country Magazine, con composiciones propias de toda índole, además de algún que otro Rowley. El pago, no obstante, era algo menos regular. En junio o julio, una pieza musical llamativamente intitulada La venganza le redituó buena plata. Fue su primer y último gran éxito. Chatterton le envió a la familia un paquete con un juego chino de té, moldes de costura, un abanico para su madre y otro para su hermana, tabaco para la abuela y otras cosas finas. Cometió suicidio con una dosis mínima de arsénico, aunque algunas otras versiones hablan de una sobredosis de opio, el 24 de agosto de 1770.

Obras

Siete años después de su muerte se editaron las obras de Rowley. Algún historiador dieciochesco de la poesía inglesa lo puso entre los cuatro mejores poetas ingleses de la antigüedad. El presidente de la sociedad de anticuarios escribió un libro para probar que era auténtico. Recién un siglo más tarde Skeat cerró el debate, demostrando de una vez y para siempre que Rowley era Chatterton. Pero Rowley es sólo una parte de Chatterton. Su obra verídica es tanto o más rica que la apócrifa, que apenas si pudo ser publicada. Algunas de sus sátiras (notablemente Memorias de un perro triste) no tienen nada que envidiarles a los maestros del género, y lo mismo corresponde decir sobre algunos de sus poemas. Su vida y su obra interesaron a las artistas posteriores. Herbert Croft lo incluyó en su novela epistolar Amor y locura, John Keats le dedicó su Endymion; Samuel Taylor Coleridge, una de sus monodias. El pintor Henry Wallis se inspiró en su suicidio para crear una de sus obras maestras. Alfred de Vigny compuso un drama que lleva su nombre, Chatterton, luego musicalizado por Ruggero Leoncavallo.





Morir a los diecisiete. 
Agonía de Thomas Chatterton en la buhardilla bajo el cielo gris de Londres.



DESPEDIDAS

Adiós, Bristol, inmunda ciudad de ladrillos.
Amantes de la riqueza, adoradores del engaño,
Rechazaron a puntapiés al niño que divulgó
Viejas acusaciones,
Y que por aprender pagó con una fama vacía.
Adiós, Gobernador, sigue tragando idiotas
Con tus eternas armas de corrupción.
Me voy donde soplan himnos celestiales,
Pero tú, cuando mueras, te hundirás en el infierno.
Hasta siempre, Madre: acaba, por fin, mi alma
Angustiada.
No permitas que me equivoque.
Ten misericordia, Cielo, cuando deje de vivir.
Y perdonen este último acto de miseria.

-Thomas Chatterton


“Thomas Chatterton es uno de los cadáveres más famosos de la historia, aunque nació en la clase equivocada y nunca logró salir de ella, aunque vivió apenas diecisiete años y comió mierda desde que llegó hasta que abandonó este mundo. Su madre cuidaba una iglesia en Bristol, su padre había muerto antes de que él naciera. Lo mandaron a la escuela para pobres de Bristol, de donde regresó con escaso futuro a los catorce años y empezó a trabajar para un copista de la ciudad, que no le pagaba ni una moneda: sólo le daba alojamiento, comida y ropa vieja, como a sus otros criados. En esas ásperas condiciones, el joven se las arregló para inventar un inexistente monje medieval llamado Thomas Rowley, a quien le adjudicó una serie de poemas, que redactó él mismo, en estilo y caligrafía impecablemente góticos, sobre unos pergaminos que su abuelo había encontrado accidentalmente en los sótanos de la iglesia que cuidaba. Gracias a ellos, el impetuoso Chatterton pudo dejar Bristol y llegar a Londres dispuesto a conquistar la ciudad con su pluma. Seis meses después su casera lo encontró muerto en el altillo que alquilaba.

El cadáver seguía tibio cuando empezó a tejerse la leyenda. Mientras la población masculina reunida en la taberna adjudicaba el suicidio a la evidente insanía del muerto (cosa que permitía explicar todas las excentricidades de Chatterton, desde “sus amenazas de hacerse mahometano” hasta sus falsificaciones medievales, su bizarro gusto para vestir e incluso su vegetarianismo), las chicas del burdel de abajo aseguraron que el muchacho había muerto de hambre porque el panadero de la cuadra le había negado “una hogaza a crédito”. La madame afirmó que lo había oído sollozar toda la noche, mientras sus pasos iban y venían de un extremo al otro de la habitación. Una vecina que logró colarse junto al policía que forzó la puerta dijo que el cadáver yacía a medias caído de la cama, con expresión angelical y rodeado de papeles rotos, “no mayores que una moneda de seis peniques”. Y el boticario confesó compungido que la tarde anterior le había vendido al muchacho un poco de arsénico y láudano. En los días siguientes, no sólo las pupilas del burdel, sino ya todas las muchachas de la zona hablaban de la fulminante belleza, el carácter indómito y las proezas amatorias del finado.

Chatterton es el primer caso de un poeta en el que importan menos sus versos que su vida, y su muerte. A partir de él se acuñaron las palabras “bardolatría” y “literaturicidio”. Menos de un año después de su muerte, Alfred de Vigny estrenó en París su obra de teatro sobre Chatterton y Goethe publicó Las tribulaciones del joven Werther y comenzó una verdadera epidemia de suicidios de jóvenes en toda Europa. Chatterton era el patrón por el cual medían su desesperación. Juventud, poesía y alienación se hicieron sinónimos. El suicidio se convirtió en el supremo gesto de desprecio hacia el insípido mundo burgués.

Curiosamente, si Chatterton hubiera seguido escribiendo se habría convertido casi con seguridad en su propia antítesis: de hecho, al llegar a Londres ya había dejado atrás su escritura “gótica” y virado hacia el estilo de moda por entonces en la metrópoli, la sátira en verso. Con esa paradoja en mente, un bisoño egresado de la Universidad de Bristol llamado Nick Groom se sumergió hace diez años en la iconografía chattertoniana y emergió hace muy poco con un veredicto hasta para él mismo decepcionante: Chatterton no se suicidó. El informe del forense admite la presencia de arsénico y láudano en el cuerpo, pero aplicados para curar una gonorrea que tenía el muerto. Aparentemente Chatterton habría incurrido en una sobredosis accidental. No sólo en su nutrida correspondencia londinense sino en los papeles que quedaron en su habitación y fueron enviados a su familia hay el menor signo de depresión suicida. Al contrario, Chatterton cuenta en ellas que estaba ganando buen dinero, fruto de las treinta piezas que logró colocar en siete periódicos de Londres antes de llegar y otras veinticuatro que entregó en los meses previos a su muerte, además de vender un drama musical en cinco guineas (cuando una libra alcanzaba para alimentar a una familia entera durante una semana) y aceptar una jugosa comisión para escribir un libro por encargo.

En cuanto a la lluvia de papeles rotos que había en torno del cadáver, no se debió a que Chatterton destruyera toda su producción literaria antes de morir, como decía el mito, sino que era práctica habitual suya romper en pedazos bien pequeños todo lo que escribía y no le gustaba (para que nadie pudiera robarle los versos que él descartaba por malos). Groom cuenta además que Chatterton no se hubiera privado bajo ningún aspecto de dejar una nota en caso de suicidio ya que, en sus tiempos en casa del copista en Bristol, dos veces habían hallado notas suicidas de su puño y letra en lugares bien visibles de la casa (de hecho ésa fue la razón por la que terminaron despidiéndolo y se marchó a Londres).”


LA BUHARDILLA DE THOMAS

Autor: Ana Rossetti

Y tan pronto amanece,
cada vez más intensa, la roja cabellera
mana sobre su rostro.

(Encantadora curva
la del cuello que emerge del entreabierto escote).

La arrugada blancura de la amplia camisa
muestra el brazo que pende hasta el entarimado
donde, pálidamente,
se fruncen, rotos, todos los poemas.

(La usada tela, tan lisa como el hombro
que descubre, dulce resbala).

Excepto los papeles por el suelo esparcidos
está la habitación en riguroso orden:
incluso se acostó sin deshacer la cama.

(Parece muy cansado, tan minuciosamente,
con tanta saña y con tanta pena
desgarró cada línea de escritura…)

Ya desde el tragaluz desciende el ámbar.
Se afilan y se encrespan los contornos
y el color justo adquieren.

Y al fin sabe que, salvo la boca
tan horrorosamente contraída,
que salvo el tinte azul de sus mejillas ralas,
el muchacho es hermoso.



Elena Medel, poeta y editora nacida en Córdoba en 1985, ha ganado el premio Loewe de poesía joven. El libro se titula ‘ Chatterton’ y en él hay un poema dedicado al joven escritor inglés, Thomas Chatterton (1752-1770) que se suicidó con arsénico a los 17 años y que encarna el espíritu del romanticismo. Fue un maestro de la impostura, creó un monje medieval Thomas Rowley, que escribió muchos textos y al que Chatterton, además de inventarlo, claro, le dedicó un diccionario. Muchos poetas de su tiempo admiraron su propia obra y la atribuida a Rowley. He aquí el poema de Elena Medel. 


CHATTERTON

Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diez
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha cómo late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante diecisiete años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.

Del libro ‘Chatterton’ de Elena Medel. Visor. Premio Loewe Joven. 2014.




Poemas de Thomas Chatterton

A Hymn for Christmas Day

Almighty Framer of the Skies! 
O let our pure devotion rise, 
Like Incense in thy Sight! 
Wrapt in impenetrable Shade 
The Texture of our Souls were made 
Till thy Command gave light. 
The Sun of Glory gleam'd the Ray, 
Refin'd the Darkness into Day, 
And bid the Vapours fly; 
Impell'd by his eternal Love 
He left his Palaces above 
To cheer our gloomy Sky. 

How shall we celebrate the day, 
When God appeared in mortal clay, 
The mark of worldly scorn; 
When the Archangel's heavenly Lays, 
Attempted the Redeemer's Praise 
And hail'd Salvation's Morn! 


A Humble Form the Godhead wore, 
The Pains of Poverty he bore, 
To gaudy Pomp unknown; 
Tho' in a human walk he trod 
Still was the Man Almighty God 
In Glory all his own. 

Despis'd, oppress'd, the Godhead bears 
The Torments of this Vale of tears; 
Nor bade his Vengeance rise; 
He saw the Creatures he had made, 
Revile his Power, his Peace invade; 
He saw with Mercy's Eyes. 

How shall we celebrate his Name, 
Who groan'd beneath a Life of shame 
In all Afflictions tried! 
The Soul is raptured to concieve 
A Truth, which Being must believe, 
The God Eternal died. 

My Soul exert thy Powers, adore, 
Upon Devotion's plumage sar 
To celebrate the Day; 
The God from whom Creation sprung 
Shall animate my grateful Tongue; 
From him I'll catch the Lay! 




A New Song

Ah blame me not, Catcott, if from the right way 
My notions and actions run far. 
How can my ideas do other but stray, 
Deprived of their ruling North-Star? 

A blame me not, Broderip, if mounted aloft, 
I chatter and spoil the dull air; 
How can I imagine thy foppery soft, 
When discord's the voice of my fair? 

If Turner remitted my bluster and rhymes, 
If Hardind was girlish and cold, 
If never an ogle was got from Miss Grimes, 
If Flavia was blasted and old; 

I chose without liking, and left without pain, 
Nor welcomed the frown with a sigh; 
I scorned, like a monkey, to dangle my chain, 
And paint them new charms with a lie. 

Once Cotton was handsome; I flam'd and I burn'd, 
I died to obtain the bright queen; 
But when I beheld my epistle return'd, 
By Jesu it alter'd the scene. 

She's damnable ugly, my Vanity cried, 
You lie, says my Conscience, you lie; 
Resolving to follow the dictates of Pride, 
I'd view her a hag to my eye. 

But should she regain her bright lustre again, 
And shine in her natural charms, 
'Tis but to accept of the works of my pen, 
And permit me to use my own arms. 





Colin Instructed

Young Colin was as stout a boy 
As ever gave a maiden joy; 
But long in vain he told his tale 
To black-eyed Biddy of the Dale. 
Ah why, the whining shepherd cried, 
Am I alone your smiles denied? 
I only tell in vain my tale 
To black-eyed Biddy of the Dale. 

True Colin, said the laughing dame, 
You only whimper out your flame, 
Others do more than sigh their tale 
To black-eyed Biddy of the Dale. 

He took the hint &c. 




An Excelente Balade of Charitie: As Wroten bie the Gode Pri

In Virgynë the sweltrie sun gan sheene, 
And hotte upon the mees did caste his raie; 
The apple rodded from its palie greene, 
And the mole peare did bende the leafy spraie; 
The peede chelandri sunge the livelong daie; 
'Twas nowe the pride, the manhode of the yeare, 
And eke the grounde was dighte in its moste defte aumere. 

The sun was glemeing in the midde of daie, 
Deadde still the aire, and eke the welken blue, 
When from the sea arist in drear arraie 
A hepe of cloudes of sable sullen hue, 
The which full fast unto the woodlande drewe, 
Hiltring attenes the sunnis fetive face, 
And the blacke tempeste swolne and gatherd up apace. 

Beneathe an holme, faste by a pathwaie side, 
Which dide unto Seyncte Godwine's covent lede, 
A hapless pilgrim moneynge did abide. 
Pore in his newe, ungentle in his weede, 
Longe bretful of the miseries of neede, 
Where from the hail-stone coulde the almer flie? 
He had no housen theere, ne anie covent nie. 

Look in his glommed face, his sprighte there scanne; 
Howe woe-be-gone, how withered, forwynd, deade! 
Haste to thie church-glebe-house, asshrewed manne! 
Haste to thie kiste, thie onlie dortoure bedde. 
Cale, as the claie whiche will gre on thie hedde, 
Is Charitie and Love aminge highe elves; 
Knightis and Barons live for pleasure and themselves. 

The gatherd storme is rype; the bigge drops falle; 
The forswat meadowes smethe, and drenche the raine; 
The comyng ghastness do the cattle pall, 
And the full flockes are drivynge ore the plaine; 
Dashde from the cloudes the waters flott againe; 
The welkin opes; the yellow levynne flies; 
And the hot fierie smothe in the wide lowings dies. 

Liste! now the thunder's rattling clymmynge sound 
Cheves slowlie on, and then embollen clangs, 
Shakes the hie spyre, and losst, dispended, drown'd, 
Still on the gallard eare of terroure hanges; 
The windes are up; the lofty elmen swanges; 
Again the levynne and the thunder poures, 
And the full cloudes are braste attenes in stonen showers.

Spurreynge his palfrie oere the watrie plaine, 
The Abbote of Seyncte Godwynes convente came; 
His chapournette was drented with the reine, 
And his pencte gyrdle met with mickle shame; 
He aynewarde tolde his bederoll at the same; 
The storme encreasen, and he drew aside, 
With the mist almes craver neere to the holme to bide. 

His cope was all of Lyncolne clothe so fyne, 
With a gold button fasten'd neere his chynne; 
His autremete was edged with golden twynne, 
And his shoone pyke a loverds mighte have binne; 
Full well it shewn he thoughten coste no sinne: 
The trammels of the palfrye pleasde his sighte, 
For the horse-millanare his head with roses dighte. 

"An almes, sir prieste!" the droppynge pilgrim saide, 
"O! let me waite within your covente dore, 
Till the sunne sheneth hie above our heade, 
And the loude tempeste of the aire is oer; 
Helpless and ould am I alas! and poor; 
No house, ne friend, ne moneie in my pouche; 
All yatte I call my owne is this my silver crouche." 

"Varlet," replyd the Abbatte, "cease your dinne; 
This is no season almes and prayers to give; 
Mie porter never lets a faitour in; 
None touch mie rynge who not in honour live." 
And now the sonne with the blacke cloudes did stryve, 
And shettynge on the grounde his glairie raie, 
The Abbatte spurrde his steede, and eftsoones roadde awaie. 

Once moe the skie was blacke, the thunder rolde; 
Faste reyneynge oer the plaine a prieste was seen; 
Ne dighte full proude, ne buttoned up in golde; 
His cope and jape were graie, and eke were clene; 
A Limitoure he was of order seene; 
And from the pathwaie side then turned hee, 
Where the pore almer laie binethe the holmen tree. 

"An almes, sir priest!" the droppynge pilgrim sayde, 
"For sweete Seyncte Marie and your order sake." 
The Limitoure then loosen'd his pouche threade, 
And did thereoute a groate of silver take; 
The mister pilgrim dyd for halline shake. 
"Here take this silver, it maie eathe thie care; 
We are Goddes stewards all, nete of oure owne we bare.

"But ah! unhailie pilgrim, lerne of me, 
Scathe anie give a rentrolle to their Lorde. 
Here take my semecope, thou arte bare I see; 
Tis thyne; the Seynctes will give me mie rewarde." 
He left the pilgrim, and his waie aborde. 
Virgynne and hallie Seyncte, who sitte yn gloure, 
Or give the mittee will, or give the gode man power. 








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