Vera Eikon
(Carril, Vilagarcía de Arousa, 1976)
Es fantástico despertar solo para posar suavemente los ojos sobre el telescopio puro del alba y comprobar la presencia poética de Vera Eikon, poeta gallega que en su blog nos traduce los arcanos místicos del bosque con una pluma que se mimetiza con el escenario, nos habla de la purificación del cuerpo mediante el agolpamiento de los sentidos, de viejos dolores que no secan y se oscurecen profundamente. Veo en ella la metafísica del asombro, creo que sus pensamientos meditados se distancian del mundo para luego venir a integrarlo y reanimarlo. Tuvimos una breve conversación hace unas horas en las que hablamos, en síntesis, de la posibilidad de bebernos un licor gallego a las faldas de un volcán activo o adormecernos con un pisco sintiendo el panorama de Rosalía de Castro. Seis horas nos distancian; yo despertaba de un largo sueño donde mi padre y yo navegábamos un pequeño barco en un mar en calma mientras un sol verdusco nos transmitía un aroma familiar a domingo, ella se estaba preparando, sospecho, para salir al mar y al monte de su natal Vilagarcía de Arousa, ubicada en la provincia de Pontevedra, en la Comunidad Autónoma de Galicia, lugar donde, según me dice, le da absoluta libertad y temporalidad a sus ojos para absorber el núcleo dormido de las imágenes. He aquí su poesía: lekibutzdeveraeikon.blogspot.com
(Leo Cáceres)
PADECIMIENTOS
nada nos curará
del espanto de nacer
nada
nadie
de toda esta carne
alrededor de su éxodo
no
nada nos curará
de la daga de una esperanza
templándose en el pecho
del gesto que desempolva el ala
de la propensión del pájaro
a cantar
no hay cura ni consuelo
para la belleza
es sólo un padecimiento
hecho de muertes
INSTRUCCIONES CONTRA LA ARIDEZ
Dejarse la piel en limar las aristas
los cuatro vértices romos
tan suave
que hiera
almar el verso
hasta llorarlo
escribir fuente
y que el agua fresca
te corra entre las piernas
y el pájaro se pose a beber
que el poema
sea de una sed
respuesta
Continuidad
Cuando la niebla aúna las distancias
y no hay orilla
más allá de tu propia mano extendida y blanca,
alguien apaga la voz del mar.
No fue preciso
ni ver ni oír
para saberte,
y darte un lugar
en lo cándido del pecho.
De tal modo el árbol a la mudez del viento
ahueca entre sus ramas
una garganta.
Así tú me sabrás
en lo exánime del día,
en el combate a muerte de las flores.
Recuerdos diminutos
I
En el recuerdo de la silla
pieles de tres generaciones
radiografían
lenta
una caricia
su tela
transpira a la abuela, a la madre
sus tactos, sus olores
la huella abombada de sus vidas
(la joven se sienta
para estar en secreto con la silla
y su lenguaje)
el tiempo conformó sobre ella
el espíritu doméstico
lazos de familia
Vivencias caseras
En las ramas de la silla
se suceden las mujeres-pájaro
(la silla retorna a su ser árbol)
Ilusiones
esperas
(la acústica de un suspiro)
batir de alas
decepciones
El otoño arriba a cada cuerpo
con un crujido
(sinfonía de hojas secas,
arritmia de la silla)
Hasta que un día
exhausta,
de espaldas sobre el suelo
mira al techo
y en su memoria una voz grita
árbol va
(la silla ya duerme
silente sueño de primaveras)
LA COLADA
Dejaste una herida abierta
al sur de mi corazón
Al sur de mi corazón
sobre la herida que abriste
canta un jilguero
Pone el jilguero voz a las nubes
mientras yo llevo mi corazón a lavar al río
Destiñe mi corazón las aguas,
bajan turbias de rojas flores
Froto friego restriego
mi corazón,
lo azoto contra la piedra
y lo pongo a secar
en cruz
al sol
Ya no hay rastro de la mancha
ni la borra de un amor
que una vez olió a café
en la mañana
Ya el presente restaña
la sangre de la herida
en la que ayer cantó un jilguero
Ya el jilguero enmudece
y vuela
a ahorcarse
de la soga del cielo
CANTO AL HERMANO PERDIDO
A Miguel
Murió en mi lecho
y como alguien dijo después
aquel día lloraron hasta las piedras
Yo le había prestado mi lecho de hermana
para que no tuviera frío
para que no durmiera solo
para que leyera libros las noches en blanco
Mientras, el agua estriaba las paredes
y la parca acechando desde la ventana
rubricaba su sentencia en el vaho
Tras el ataúd
escrito en la clausura de sus párpados
pude leer
que eternamente tuvo frío
que finalmente murió solo
que habían rasgado el libro de la noche
Hicimos astillas de la cama
prendimos con ellas una hoguera
y avivamos el fuego al oxígeno del llanto
Al amanecer
barrimos las cenizas con la escoba
y oramos un viento que se las llevara
lejos
a algún lugar sin espinas sin miedos
Hay días en los que vuelve a soplar
saturado de humo
COSAS QUE SABEMOS PERO A VECES OLVIDAMOS
La gente grita demasiado
para hacerse oír
en el fragor de una tormenta
Olvidan la esterilidad
de la palabra que nace en la garganta
Sólo aquella que emerge de la sangre
es capaz de cincelarse en voz
Así ocurre con el clamor de las olas
y la canción del pájaro
Pon la mano sobre mi pecho
aquí
en el lado izquierdo
y sabrás de qué te hablo
TE AMO
Emitir dos palabras,
oír un sonido
como un chocar de piedras
y dar comienzo a un fuego
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