Francisco Millaleubu
(Chile)
La Tucapelina / Pancho Millaleubu
Décadas heroicas sobre la restauración de su misión y estreno de su iglesia año de 1785 por el ladino Pancho Millaleubu de la reducción de Tucapel.
Pancho Millaleubu
Poema heroico
Década Primera
Rompa mi voz al nombre de Dios Trino
Principio, medio y fin de cosas buenas;
Invoque con sus motes un ladino
Al coro y coronel de las camenas:
No censuren mi estilo genuino
Los que compran y venden sus mecenas:
Todos sigan si gustan mi Talía,
Se chuparán los dedos de ambrosía.
Sopla que quema, Apolo regalón,
Tendrás otro festín como el de antaño
Que si no es Araucana en la sazón
Será Tucapelina a lo de ogaño:
De ambrosía va llena mi canción
Y sacarás el vientre de mal año
Si me prestas el numen, fuego y sales
Que diste al gran Ercilla y otros tales.
Gobierna, pues, mi pluma, sabio Apolo,
Para hablar del asunto dignamente,
Pues a mi corta esfera llegan sólo
Los ecos de un ladino balbuciente;
La fama lo echará de polo a polo
Con su trompa sonora y elocuente
Mientras mi admiración rompe el silencio
Dudando de lo mismo que presenció.
¿Qué novedad es esta, Chile amado?
¿Qué es esto Butalmapu de la costa?
El bravo Tucapel, el rebelado
Ya de manso y leal se las aposta:
De patirus y huincas repoblado
Todos sirven al rey por la posta:
Las tropas van y vienen por la tierra,
Todo es paz octaviana, fuera guerra!
¿Dónde estáis Ailavilu, Lincollán,
El Lautaro traidor y yanacona
Paillamacu, Antiguen, Caupolicán
Enemigos de España y la corona?
El Valdivia, Mendoza, Villagrán
Por ella sacrifican su persona,
Y aunque pese al Arauco y sus anales
Será eterna la fama de los tales.
¿Dónde los Paillatarus, Cayancura,
Los thoquis, Colocolo y Tucapel,
Monstruos de obstinación y de bravura?
El Paillamacu, ¡maldito sea él!
Que a estado y religión dio sepultura
El traidor, el apóstata, el infiel,
Quien mató al gran Loyola en Curalaba,
Porque un Sotomayor allí no estaba.
A este héroe de Marte que apellido,
Titulado Marqués de Villahermosa,
Nunca echará el Arauco en el olvido,
Por su valor y espada victoriosa,
Chillan, la capital de su partido
Una estatua le erige muy gloriosa:
Rui Gamboa la funda, y deja en cuna,
Él la estima y ensalza cual ninguna.
A pesar de la envidia y el infierno,
Del furor araucano y los temblores,
Al ángel de Chillán desde ab eterno
Lo destinó el Señor por sus honores:
Por muy noble y leal en su gobierno
Por su piedad, y fe, toda a candores,
Entre sus auges cuenta por primeros
Un colegio real de misioneros.
Deste taller sagrado y seminario
De santos y apostólicos varones
Salen con un fervor extraordinario
A convertir los indios en misiones,
Condares y Espiñeiras en sumario
Fueron de los primeros campeones:
Santa Bárbara, Antuco y Villacura
Hacen memoria dellos con ternura.
El indómito Arauco, el Valdiviano,
Mariquina, Tolthen, Ganique, Niebla,
El Arique, Quinchilca, el Osorniano,
El Huillimapu todo se despuebla:
El celo aragonés, el castellano
De colonias seráficas lo puebla;
Y éstas y otras hazañas excelentes
Del muy alto Chillán son procedentes.
Década Segunda
O reinan los Augustos y Thodosios
O transmigran las almas, según creo,
O ya se verifica en dos Ambrosios
Lo que fábulas mienten de un Orfeo:
El amansar las fieras son sus ocios,
Los cuatro Butalmapus son trofeo;
El Tucapel rebelde, el araucano
Es vasallo leal, fiel, ambrosiano.
En profundas tinieblas sumergidos
Yacían Tucapel y su comarca,
Del gremio de su madre divididos
Por infieles a Dios y a su monarca:
Su iglesia, altar y santos demolidos,
El estado despojo de la Parca,
La misión imperial, aquí fue Troya,
Las caras y bien caras, son tramoyas.
A estado tan funesto y lamentable
Redujo el fatal hado a los costinos:
Siempre el Plutón voraz, pero insaciable
Abrió a mil desventuras los caminos
Con pretexto y disfraz de bien sociable:
Curín y Leriant son dos vecinos,
Y como lobos, pues, de una camada
La cabra tiró al monte y la manada.
No es Roma dulce patria para Scitas,
Ni nacen cada día los Orfeos,
Ni Hércules con fuerzas inauditas
Venció sobre la tierra sus Anteos:
Forte, forte, que plumas eruditas
A Sátiros dedican los Liceos,
Y es muy loba y leal la musa mía
Para meterse en Villa y Villanía.
Al fin es la victoria del Señor,
El Iris se ofrece en vaticinio,
Renovando a la tierra su verdor,
Volviendo a Dios y al César su dominio;
El perdido rebaño a su pastor
Y la Iglesia y Estado el postliminio,
Los hijos a los brazos de sus padres,
Y éstos los acarician como madres.
Como pródigo vuelven a Francisco
Perdido y disipado el patrimonio,
Su amparo solicitan, y su aprisco
En fe de primacía y testimonio
De que sus hijos son en Cristo y fisco
Desde el primer obispo fray Antonio
Y lo fueran aún, según mi estima
Si reinaran Solanos como en Lima.
Ni es de extrañar que la araucana grey
Con todas sus provincias y cantones
Faltase a la fe y a nuestra ley,
Sin tener más doctrinas, ni misiones
Que en los pueblos fundados por el rey,
Que eran siete con indios a millones:
Desde el gran Bio-Bio a Chiloé
Forme celo y prudencia el Pilipié.
Hágase con la huéspeda la cuenta
De ingleses y holandeses por sus mares,
Seduciendo la plebe mal contenta,
Pervirtiendo caciques a millares:
De una nación infiel y turbulenta,
¿Qué se puede esperar sino ejemplares?
Escrito está: con santo serás santo,
Como con los perversos otro tanto.
Además de los huéspedes piratas,
Si los fastos no mienten, ni la historia,
Las ciudades con ruines contratas
Se elevaron al colmo de su gloria:
Las paces generales tan baratas
Fomentaron el lujo y vanagloria,
Y tal vez por el sumo desbarato
El gran jefe Loyola pagó el pato.
En la Imperial, Valdivia, y en Osorno,
Lima y Estrecho son los favoritos,
Girando su comercio siempre en torno,
Disparate el mayor según peritos:
Villarrica era llave, y su contorno
Para ocurrir a España en los conflictos:
Por su obra que lleva a Buenos-Aires
Mil peligros se ahorran y desaires.
Década Tercera
Entrega de los padres y su convoy a Tucapel
Llégase, pues, el suspirado día,
El Tucapel no cabe de contento,
Por todo el Butalmapu luego envía
Sus guerquenes, que son hijos del viento:
Volando con placer, con alegría
En Arauco se juntan al momento
La grandeza costina y plebe toda
De sus cari-patirus a la boda.
La gran plaza de Arauco fue teatro,
Donde el señor maestre puso su Corte,
Año setenta y nueve, día cuatro
De noviembre, que reina en sur y norte:
Aquí fecho el cahuin, o anfiteatro,
Que entre los indios es de sumo importe,
Les entrega sus padres mano en mano
Al nombre de su Dios, y soberano.
Con la fuerte energía de un Ambrosio
Y valor militar de gran maestre
Al alma les parló deste negocio.
No hay verdad que no diga, no demuestre;
En defensa del rey del sacerdocio,
Empeña su piedad y honor ecuestre;
Que castigar rebeldes sabrá luego
Entrando por la costa a sangre y fuego.
El Arauco que manda Neculbud,
De la costa leal primer bastión,
El Tucapel mentado en norte y sud
Su jefe el Cathileubu, y decurión;
El Ranquilque que en toda su amplitud
Tiene al Llaupilabquen por su Solón,
El Tirua, Boroa, el Imperial
Callan y oyen en suspensión total.
Tantos caciques, todos respetables,
Por vasallos, por fuerzas, por valor
Manifiestan con señas muy palpables,
Su lealtad a su rey, a su señor;
La prudencia, bondad, dotes amables
Que adornan a su jefe y protector
Arrastran con impulso poderoso
A todo el Butalmapu belicoso.
Ya disuelven sus Cortes y cahuin
Con vivas que resuenan todo el día,
Y aunque la envidia muerda mi chapín
El cielo y tierra llenan de alegría;
Ésta de sus miserias sale al fin,
Aquél llueve un maná, todo ambrosía:
El Tucapel se rinde a Dios y al rey
Y la costa se amansa como un buey.
Los hijos del humano serafín
Vuelan tras de su amado Tucapel,
Las luces que ocultaba el selemín
Brillan por el muy alto coronel;
La furia infernal lleva en San Martín
Viendo la costa toda en gran tropel:
Elevan a sus patrones en las palmas
Cincuenta y más caciques, millón de almas.
Ya los Campos Elíseos se presentan
Del Tucapel soberbio y belicoso,
Y los padres en ellos se aposentan
Regándolos de llanto muy copioso:
Uno por uno ven, registran, cuentan
Los sitios de un país tan delicioso,
Monumentos de su gloria pasada
Pero tristes asuntos de Iliada.
Aquí fue Troya, dice la Cañete,
Ciudad aún en su cuna otra Imperial;
Allí se ve del Hado hecho juguete
El fuerte de San Diego misional,
El fresco de la costa y del boquete
Que ya se declaró boca infernal,
Vomita incendios, lanzas y villanos,
Motines de llanistas y araucanos.
Aquí, Tucapelina,
Te pido por favor
Este corto paréntesis,
Que entre lo heroico pone mi dolor.
Mi Tucapel amado,
¿Quién ha sido el traidor
Deste infeliz
Sino el fuego, la guerra y el furor?
Esas tristes ruinas
Son voces del Señor,
Monumentos retóricos
Que te llaman a objeto superior;
Renueva la memoria
De tu antiguo esplendor,
De tus vuelos seráficos
En la dorada edad de tu fervor.
El siglo de la plata,
El del bronce, ¡qué horror! El de hierro plutónico
Aquí fue Troya dicen con pavor:
Tucapel, Tucapel, conviértete al Señor!
Década Cuarta
Fundación de la Misión y de su Iglesia.
En la Araucana vierte furor, saña,
El gentil, rebelde Tucapel,
Sus caciques y conas en campaña
Son alumnos de Marte y de Luzbel:
La fama le celebra aún en la España
Por bravo, fogoso y por cruel:
O miente la Araucana, pese a Ercilla,
O Tucapel se ha vuelto otra Castilla.
Su lealtad y obediencia consta al rey
A pesar del Tupac, pretenso inca,
Su amor al español, obsequio y ley
Publíquenlo las tropas, diga el huinca:
Sobre entregar sus hijos al virrey,
Dirá todo un colegio, real finca:
Callen, en fin, los Zoilos mequetrefes,
Hablen de sus servicios nuestros jefes.
Hablando de su fe y de su conversión
No puede ser más viva, más ferviente;
El estado feliz de la misión
Es a todos bien público y patente:
De ser obra de Dios su fundación
Dan testimonio ilustre y convincente
Tres caciques, diez conas bien casados,
Cien párvulos y adultos bautizados.
No vio tales progresos este polo,
(Rómpase o no la envidia en el vocablo),
Ni pudo en muchos siglos Colocolo
Decir cómo está escrito: Plauto Pablo;
Y luego incontinenti: pegó Apolo.
Dios ha dado el aumento, pese al diablo:
Tucapel, Tucapel aún en su cuna
Decir puede otro tanto por fortuna.
El cielo no empereza sus conquistas,
Por eso Tucapel marcha gigante;
Los caciques, los conas, mitas listas
Fabrican la misión más elegante:
El convento y capilla son cronistas
De los hijos de un orden mendicante,
Que reprochan cierto refrán bellaco,
Dicho está: la codicia rompe el saco.
¡Qué exigencia, qué empeño, qué conato!
¡Qué fervor, qué piedad, qué devoción!
¡Qué edificio, qué iglesia, cuánto ornato
En término tan corto y tal región!
¡Oh! si Apeles hiciera un fiel retrato,
O la Tucapelina algún borrón!
Por el dedo sacaran el gigante
De las obras de Dios que es el garante.
¿Quién obra este prodigio, con efecto,
Sino Dios en honor del cristianismo?
¿Un edificio tal sin arquitecto
Entre tan vasto y pobre gentilismo?
La indiferencia trocada en el efecto;
En culto y devoción el ateísmo;
Tucapel que pintó tan lobo Ercilla,
Está a son de campana en la capilla!
Ya pues se concluyó toda faena,
Allá se avenga Marta con sus pollos,
A los ocios se dan de Magdalena,
No diré si por santos o criollos;
De la Iglesia se trata y de su estrena
Y de evitar por Llanos los escollos,
Pues el Cholchol avisan por la posta
Que el llanista Curín viene a la costa.
Con acuerdo se parla del asunto
Es grande junta y pleno consistorio,
Y todos a una voz dan el punto
De tener un cahuin gratulatorio;
Que asista el Butalmapu todo junto
Lo hará más respetable y más notorio;
Y si el llanista viene a dar malón,
O vencer o morir por la misión!
Para tener, en fin, la fiesta en paz
Y eternizar su fama en los anales,
Un arbitrio muy propio y eficaz
Les ocurre por indios muy cabales:
A su jefe y señor que es muy sagaz
Mensajeros aprontan principales:
Todos meten en casa su buen día,
Si llenan los pillanes de ambrosía.
Década Quinta
A obtener de su oráculo el Amén
Dispuso su embajada un triunvirato,
Émulo del que hizo allá en Belén
Al Divino maestre obsequio grato,
Cathilef, Mariñán, Guenulabquén
Tres Régulos en fama y caricato,
Llevando el Cathilef por gran bastón
Cual Neptuno de costa su tritón.
Día diez de setiembre, año de ochenta
Y tres, más sobre mil y setecientos,
Salen de Tucapel con toda ostenta
En pegasos ligeros como vientos:
y marchando lo más leguas cuarenta
Llegan los tres caciques muy contentos
A la gran capital de la frontera,
Que si fuera Imperial, Mocha no era.
A su dueño y señor besan la mano
Marismaris le dan y abrazos mil,
Y evacuados saludos, el decano
Parla con elocuencia varonil
Sobre estrenar su Iglesia en el verano
Con gozo y complacencia muy gentil,
Si se digna de honrar su señoría
Su mapu-Tucapel para este día.
Todos tres reproducen sus instancias
Para obtener tal dicha si es posible
Y dar al Butalmapu circunstancias
Que envidiable lo harán, pero invencible,
Y rival en valor a las Numancias
Con sola su presencia diligible:
Pues tiene en el reverso de su cuño
Los cuatro Butalmapus en su puño.
Tucapel es, señor, todo de usía
Le dice aquel triunviro respetuoso;
¿Qué fuera, pues, aún sin vos aún en él sía,
Sino un caos confuso y tenebroso?
Su nuevo aspecto, verdor y lozanía
Se deben a ese sol tan generoso,
Que en su eclíptica de la paz amable
Gira toda la tierra infatigable.
¿Cuántos bienes nos trajo la misión?
Dedicada, señor, a vuestro nombre
La fama lo publica sin pasión
Y el polo hará inmortal este renombre;
De Ambrosianos tenemos el blasón,
Que es un apoteosis para el hombre,
Y el vivir como dioses, de ambrosía,
En Tucapel es pan de cada día.
Todo nos viene al colmo del deseo:
No nos falta blasón ni bien alguno,
En vos, señor, tenemos un Proteo,
Allá en nuestros patirus un Vertuno:
No hay aspecto ni oficio, no hay empleo,
En que no se trasforme cada uno,
A fin de conquistar a la Pomona,
Que es Tucapel ingrato a la corona.
Pero ya es Tucapel nueva Castilla,
Y si usía le honra será Corte,
Presidiendo el estreno de capilla
Y siendo del cacique el bello norte:
Con este paraninfo luce y brilla
En su sacro himeneo la consorte,
Pues la Pomona a su Vertuno fiel
Es con Iglesia nueva Tucapel.
Si tan grande favor no es asequible
Nombre día, señor, para la fiesta,
Un Domingo en la tierra muy plausible
Y en el que da su oráculo respuesta:
Vuestro amor a Millant es indecible
Desde que, nuevo Marte, fue a la testa
De la tropa al destino de Valdivia,
Amasando los monstruos de otra Libia.
No se puede negar la maestría
A súplica tan justa y conducente
A sostener derecho y regalía,
Que antigua posesión dio justamente,
Y pacífica aún fuera en el día,
Si en el mundo no fuese tan corriente,
Que las pías palabras mío y tuyo
No den a Dios y al César lo que es suyo.
Década Sexta
A nombre del señor maestre de campo asiste a la función su secretario, el señor don Domingo Tirapegui, capitán de dragones, con el comisario de naciones; señálese día para la fiesta y repartimiento de agasajos- Corren los mensajes por la costa.
Vuelve el dorado sol a su carrera
(Esto el nombre Millantu significa)
Ya tenemos Domingo y Primavera,
Todo en la luna y sol se vivifica:
Tierra y cielo se truecan esta era,
Y su bella armonía pronostica
Que octubre, Coelemu Fin detur aratro,
O terra feret stellas, día cuatro.
De asuntos y negocios un tropel,
Militares, políticos, de estado
Que por corona tiene un coronel,
Y brumarán de Roma el magistrado:
Del gran sol-dan privado a Tucapel;
Mas, siempre luce y brilla por sol-dado,
Pues en Millantu llevan un tesoro,
Y les da su maestre un sol de oro.
En honor del humano serafín
Francisco, de la Iglesia bello Atlante,
Su día se destina al gran festín
Que Tucapel celebra, fino amante:
El dueño de la costa y del cahuin
A toda costa sale por garante,
Y los que viven siempre de ambrosía
Tendrán ancha castilla en este día.
Para que llegue al colmo la grandeza
De función tan plausible y general
De nuestro soberano la largueza
Hace regio cahuin, fiesta real;
Todos grandes serán de boca y mesa
y mucho más gentil el más leal:
De los pies a cabeza, arriba abajo
Les dará gentileza el agasajo.
Con tan faustos anuncios, nuevas tales,
Regresa a Tucapel su triunviro,
A correr los guerquenes provinciales:
Desde Arauco a Tolrén toman giro;
Éstos son tan veloces que en pañales
Los de Alejandro quedan, los de Ciro;
Corren, vuelan el día de la fecha
Por todo el Butalmapu como flecha.
No te fatigues, no, Tucapelina,
En seguirle los vuelos a estas aves:
Cuidado que me huele a chamusquina
Ver que su ligereza tanto alabes:
Une, pues, la prudencia serpentina
Y el candor de paloma, si es que sabes:
Vayan enhorabuena por los vientos,
Noramala si tienen movimientos.
Si corren los mensajes mucho o poco
No lo tomes, Ladino, por tu cuenta,
Mira que anda al revés el mundo loco
Y dirá que la tierra es más violenta;
Que ella marche y no el sol es gran descoco,
Y ésto al copernicano le contenta;
Sólo falta quien diga por Jesús
Que se cansó la tierra, y adios luz.
Mientras corren o vuelan los mensajes
El Tucapel se vuelve matachín
Saltan, brincan los indios más salvajes,
Haciendo cabriolas su rocín;
Los caciques disponen hospedajes,
Galpones y ramadas a este fin:
Aún mi mancarrona y lerda Caliope
Anda no más al trote y al galope.
Las patirus como atalantes píos
En un instante corren sus dos millas
Y como piedras van por esos ríos,
Y así tras de la Iglesia sus capillas;
Por su adorno, aseo y atavíos
Andan el día y noche de puntillas:
Ninguno me dirá de que yo miento,
Porque vi con mis ojos lo que cuento.
Ya suenan las cornetas hacia el polo,
Ya se oye el tropel de los caballos,
Ya se acercan Millantu y Colocolo
Con todos sus caciques y vasallos;
Yo tengo mucho miedo pero sólo
A la tropa de Zoilos perigallos:
Cada cual con su tema, yo a la guasa
Digo a todos: más sabe el loco en casa.
Década Séptima
Llega don Domingo Tirapegui, y júntase todo el Butalmapu.
No alistó iguales tropas Tucapel
El gentil, el rebelde y belicoso,
Como acampadas vio, y al mando dél
El cristiano, leal y religioso:
En verdes pabellones su cuartel
Disponen con emblema misterioso,
Pues esperan en su Millant amado
En influjos gozar de un sol dorado.
Éste ya nos lo anuncia en el oriente
El alba con volantes monjibelos,
Que suplieran la noche precedente
La ausencia del Titán que es de los cielos,
Formando en la atmósfera y continente
Crepúsculos de un día paralelos,
Acróstico a la letra de ambrosía,
Pues se extendió hasta ocho un sólo día.
Sale el Domingo el sol, llega Millantu
Cual astro de primera magnitud
Trayendo entre sus brazos a Rencuantu,
Copia de su valor y su virtud:
Para su escolta trae a un Paillantu,
Con su apo guilmen el Neculbud:
Los caciques de Arauco, y conas cuento,
El comisario, y lengua, más de ciento.
Con esta comitiva hace su entrada
Por medio de ordenados escuadrones
Que a recibirle salen de la indiada,
Con vivas y saludos a montones:
Los Patirus celebran su llegada
Echando todo trapo y esquilones
Rompiendo del placer todos los diques,
En fuegos, luminarias y repiques.
El Tucapel en acto tan lúcido
Ocupa la vanguardia con primor
Formando de tritones al teñido
Un cuerpo de Guelmenes de valor:
Al Cathileubu todos han seguido,
Que es el Apo y real gobernador,
En premio de su mérito en la tierra,
Siendo vasallo fiel en paz y en guerra.
El Caicupil que manda Mariñán
Con el Colipichún, el Antiguenu,
El famoso Ilicura de Antimán,
El gran Guenulabquen, el Neculguenu
Que a Llinguegua y a Pausur leyes dan:
El guilmen de Molguilli Llancaguenu
El Paicaví, Ranquileo, la Anteguina,
El Thagaboso, el Guapi y su marina.
Todos estos cantones poderosos
Con el libre Pelico y el Contún
Ofrecen sus Ulmenes obsequiosos
Como la caremaguida al Pichún:
A Millantu cortejan oficiosos
Siguiendo a Tucapel de mancomún:
Los vasallos y conas no los cuento
Diciendo, pues, millón, dijo que cuento.
Los demás provinciales Aillaregues
Que respetan la voz de Tucapén
Destinan sus caciques y consegues
Como Ranquelgue a su Llanpilabquén,
El Lleullén, Tanaquepe y otros regues
Parciales, Huaiquipán, Guincaquilmén:
El bravo Marilevi, el gran Quidico
Con los dos Millalenbus grande y chico.
El triunviro se sigue tiruano
De Tucapel antiguo confidente,
Émulo de la gloria del romano
Por otro Cicerón en lo elocuente:
El Curimilla, digo, el Quintiliano
Con el Millanaque, y el cojo Guente:
Estos tres fueron sólo diputados
Por ser los tres caciques más letrados.
Si te parece aún grandeza poca
Al bermejo te doy Colicoyán
Que es duque o geme, y tapa Imperial boca:
Al varón Guala, al Manque, al Guenchupán,
El invicto y leal como una roca
De Felipes al Vucha Inalicán,
Que blasona de ser Sotomayor
Y este gozo será mayor dolor.
Década Octava
Se celebra la fiesta y se dan los agasajos.
¡Jesús! ¡qué confusión, qué gritería!
¿Ésta es función de iglesia o es festín?
Retírense, señores, qué porfía
Por llegarse al altar y camarín
Ancunai. ¡Qué primor, qué melodía!
¿Ésta es fiesta real o es un cahuin?
La capilla con cosas muy brillantes
Una escuela parece de danzantes.
El sol está en capilla, en coro y cielo:
Cata aquí está Millantu y los cantores,
La tierra como estrellas en el suelo
Toda está sin son flores, no son flores:
Entre la misa y música me cuelo
Para oír el sermón y ver primores:
Marimari pu-ulmen, chitón, chitón,
Que en la lengua predican el sermón.
Venid a mí, comienza desde luego
Los que trabajáis, pues, y estáis cargados
Con la carta que os abruma el mundo ciego
Con el peso fatal de los pecados:
Yo os daré todo alivio y el sosiego
Que liberta de azares y cuidados:
Tomad sobre vos el yugo de la ley
Tendréis descanso y paz con Dios y el Rey.
San Francisco, mi amado patriarca,
Os llama, pues, en nombre del Señor,
A Tucapel convida y su comarca
Para oír las finezas de su amor:
A costa de don Carlos su monarca
El quinto, el augusto emperador,
Los hijos de Francisco misioneros
Descubrimos a Chile los primeros.
Con Valdivia y Loyola capitanes
A quienes disteis muerte tan cruel
Andaban los patirus capellanes
Por la Imperial, Arauco y Tucapel:
Con Garcías-Mendozas, Villagranes,
Y demás generales un tropel,
Dando buenos consejos a la tierra
Para abrazar la paz y no la guerra.
En Osorno, Valdivia, la Imperial
Villa-rica y Angol, aquí en Cañete,
En cohue, y en Puren inmemorial.
Tuvieron grandes cosas más de siete
Antes del alzamiento general
Que fueron de traidores el juguete:
¡Oh! si de tantos padres el martirio
a Tucapel sirviera de colirio!
Abre los ojos, pues, mi pueblo amado,
Tiende la vista bien por tus ruinas:
¿Dónde está tu Cañete celebrado
Tu plaza y tu misión tan pedregrinas?
¿El fuerte de San Diego desterrado,
De Paicaví y Ranquelgue las doctrinas?
¡Si el padre Collinamun te parlara
El gallo de San Pedro te cantara!»
Dicho esto, lloraron a lo lejos:
La fiesta se acabó y entra el festín;
Se disponen las misas y trebejos
Para el indio más noble y más ruin:
Los Rapais y las damas, mozos, viejos,
Todos tienen su mesa en el cahuin:
Ninguno se levanta de su escaño
Hasta sacar el vientre de mal año.
Todos beben según su voluntad
Cual allá en el convite de Asuero
Pues la taza en beber según edad
Fue para Baltazar de mal agüero.
Contando por mayor en sobriedad
Por siete causas beben que número:
La sed que fue y que vino, la ambrosía,
El brindis que va y viene, noche y día:
Aquí toda la tierra balancea,
La costa se nos pone de costillas,
El humo se subió a la chimenea
Bajó el fuego a talones y puntillas:
También mi mancarrón aquí manquea
Sólo puede pasar por las orillas;
Y con el pun, pon, pun, y este trasnocho
Amanece de octubre el día ocho.
Década Nona
Continúa la materia precedente.
Sale el sol, descúbrese la tierra,
Preséntase Millant y brilla el globo
Y con su vista al punto se destierra
La zorra y el culpeu, el panqui-lobo.
En acuerdo se pone el alza-pena,
Los espíritus vuelven del arrobo,
El Butalmapu que yo lo embriago
Cátale aquí sereno Areopago.
Al nombre de Millant y presidente
Rompe la parla el rey Pichipillán,
Como sacro real muy elocuente,
Con el gran gran Neculbud y Mariñán;
Cara a cara se ponen, frente a frente
Y la atención captada por don Juan,
Derrama en los asuntos que les toca
Raudales de ambrosía por la boca.
Con garbo felicita a Tucapel
En asunto a la iglesia que ha estrenado,
Y que a su gran maestre coronel
Se debe dar las gracias de su estado:
Que le sea obediente, leal, y fiel,
Y cumpla la palabra que le ha dado
De vivir siempre en paz sin novedades
En servicio de ambas majestades.
La noticia les da del parlamento
De su jefe también y nuevo Alcides,
De las prendas amables y talento
Del señor don Ambrosio Benavides,
Quien hace en su maestre nombramiento
Como en Hércules galo de estas lides:
En lo sabio y discreto como él mismo
En las hazañas, triunfos, heroísmo.
De aquí sigue la parla de agasajos
A los caciques fieles de la costa,
Porque a la regia tropa en sus trabajos
Le dieron buen pasaje por la posta:
Cata aquí los más rotos más majos,
Y el español se vuelve una langosta:
Por su amado Millant corre la entrega,
Brama la envidia huinca siempre ciega.
Para corona y fin del parlamento
A sus cari-patirus encomienda
Y a la escuela que tiene su convento
De niños y de gueñis, como en prenda:
A todo el Butalmapu muy contento
A su hijito Renqueant les recomienda;
Y luego se lo entrega a los caciques
Rompiendo del amor todos los diques.
Cada cual prontamente y con agrado
Lo abraza y acaricia con franqueza,
El lujo de su padre deja el lado
Con gran serenidad y sin sorpresa:
Del bárbaro prolijo no ha mostrado
Ni miedo, ni temor, ni otra flaqueza;
Verificando así, si bien adviertes,
El dicho que de fuertes nacen fuertes.
Vaya, pues, de paréntesis, amigos,
Siga aquí la posdata mi canción,
Si tiene la verdad más que enemigos
En la era presente sin razón:
Los indios y españoles son testigos
De tan plausible y célebre función:
Diga y maldiga envidia lo que quiera
Ella será la última y primera.
Cuando en colmo del gusto y de la paz
Dedican su coyac junto a los padres,
Corre, pues, el run-run así no más
Que los hijos se comen a sus madres,
Que la tierra está alzada sin disfraz
Y que han muerto a Millant y sus compadres:
La Mocha y la frontera alborotadas
Y Tucapel se ríe a carcajadas.
Dígame sin envidia el amor propio
¿Por qué es tan inhumano y suicida?
¿Y quién le puso nombre tan impropio
Si se mata por ésta y la otra vida?
Vaya de papirote San Eutropio,
Y tome mi consejo el propicida:
Conténtate no más con lo que es tuyo
Demos a Dios y al César lo que es suyo.
Década Última
Da las gracias y se despide el Butalmapu.
Al fin la perdiz canta corredora
Que el nombre Nculbudu se interpreta,
Y con voz elocuente y muy sonora
Pasa la parla y Duguo a su Atleta;
Al Mariñancu digo que decora
El nombre que un imperio más respeta:
Diez águilas se llama, y estos lauros
La Roma prefirió a los minotauros.
Del comisario es eco Neculbud,
Del Butalmapu voz el Mariñán
Y con duo de tanta multitud
Todos a Dios y al rey gracias dan:
Al jefe coronel su gratitud
Se va como a su polo dulce imán:
Oyéndole en Millanta dulce oráculo
Y de toda la costa el espectáculo.
Uno a otro se dan la enhorabuena
Del parlamento próximo y su Atlante,
Echando sobre esto una docena
De cosas, marimari por delante:
Aquel Hércules galo les resuena
Por quien Pichipillán metió el montante,
Sus hazañas glosando y valentía
Con muy sabia y feliz mitología.
Marimai pu-ulmen al señor Apo
De este Güenpín real canta la indiada,
Al señor Martín Campo, Hércules guapo,
Se viene clara y fiel que no pintada:
Echen los Butalmapus todo trapo
Y dese el parabién su cacicada:
Sus hazañas y triunfos en la tierra
De Hércules han sido en paz y en guerra.
Los triunfos del León y la Serpiente,
Del Caco salteador astas de oro,
Stimphalidas voraces, como gente,
Amazonas vencer, de Creta el toro,
Salir de madre Alfeo, y su corriente
La Hidra, el Cancerbero, y su tesoro,
Redimir los cautivos de Jerión,
Del señor Martín Campo hazañas son.
Del pacífico mar a cordillera
No hay leones fatales con su piel
Y al canto de este gallo a la carrera
Dejan la vida airada y lo cruel
De la Hidra infernal y Cancerbero
Habla por mar y tierra Tucapel:
¿Quién sostiene su cielo militante
Sino el Hércules galo como Atlante?
Los pájaros cerriles montaraces
Que Stimphalidas dicen se llamaban,
Todos tan monstruosos y voraces
Que de hombres no más se alimentaban;
Siendo tan alicuyes y aún audaces
Que cubrían el sol cuando volaban:
Al monstruo de la Envidia representan,
Y a los que deste vicio se sustentan.
Al sol tiran en daño de la tierra
A eclipsar por tener muy grandes alas;
Pájaros que le hacen cruda guerra
Y son en sana paz Perú de malas;
Mas el Hércules galo no la yerra
Aunque a los tales dicen no entran las balas;
Con las flechas de oro a puntería
Destos pájaros caza noche y día.
En las demás proezas, cosa es llana,
Que se lleva también la maestría;
Mas este asunto es de una ambrosiana
Pues la Tucapelinaes niñera.
Adios sol, adios luz, hasta mañana,
Que será, como dicen, otro día;
Esto va de viaje y de farfulla
Y lo mejor será meterle a bulla.
¡Viva el Orfeo, viva el Anfión!
Grita la tierra toda hasta los Andes.
¡Viva el Alcides, viva redención!
Claman ya los cautivos, chicos, grandes.
¡Viva el Atlante, viva el Paladión!
Salta en fin Tucapel por los de Flandes:
¡Viva el Hércules galo y andaluz
Que puso en sus columnas el [***]
Non plus.
Dedicatoria a la Ciudad de Chillán
No a ti, Apolo celebérrimo,
Ni a vos Piérides bellas,
Eutherpe, Clío y Talía
Os elijo por Mecenas
De ésta mi Tucapelina
Como suelen los poetas:
Más que nunca os enojéis
Dando al cielo vuestras quejas
Pues serán desatendidas
Por injustas y altaneras,
Al ver que a mejor Apolo
Le consagro mi poema.
A ti, pues, mi noble, ilustre
Ciudad de Chillán, que en fama
Eres émula de Atenas,
De su célebre Aréopago
Por tus leyes tan severas,
Por la equidad y justicia,
Circunspección y prudencia
De tu sabio magistrado,
Por cuyas venas y arterias
Corre y circula a porfía
Tanto raudal de nobleza,
Tanta sangre generosa
De la española grandeza.
A ti pues, vuelvo a decir,
Ciudad heroica y excelsa,
Contra Zoilos y Aristarcos
Imploro por mi Mecenas,
Pues aunque fuese mi numen
Perfecto cual Venus bella,
Es la envidia tan voraz,
Tan temeraria y tan ciega
Que le mordiera el chapín
A no poder su belleza.
A ti, en fin, mejor Apolo
De la brillante asamblea
De tantas musas bizarras
Que decoran y hermosean
Ese Parnaco chileno,
Dedico la corta ofrenda
De aqueste tosco diseño
De la más plausible fiesta
Que se ha visto en Tucapel,
Ni en su comarca y frontera,
A ti te se debe todo
Como patria amada y bella,
Como madre de tus hijos
Que en tu regazo sustentas:
Pues de tu colegio salen
Los padres y sus proezas.
Además destos motivos
Que hacen tuyo mi poema,
Tiene la Tucapelina
Su conclusión y su fecha
En tu más plausible día
Que en todo el año se cuenta,
El veinte y cuatro de octubre,
En que la Iglesia celebra
Del arcángel Rafael
La grande y plausible fiesta,
Por medicina de Dios
Que su nombre se interpreta,
Paraninfo y abogado
De bodas nobles y honestas:
En este plausible día
Por muy sabia presidencia
De los ilustres cabildos
Desta ciudad y frontera
Se celebra la función
Del gran apóstol de Armenia,
De las Indias Orientales
Y del imperio de Persia,
Señor San Bartolomé,
A quien devota venera
Por tutelar y patrón,
Y alférez de las banderas
Del sumo Rey de los Reyes
Y señor de cielo y tierra;
Para ilustre testimonio
Y para memoria eterna
De aquel venturoso día
En que las armas del César
Triunfaron gloriosamente
Del poder de las tinieblas,
Del araucano valor
Y de la fiera pehuencha,
Que infestaban la provincia
Con terror de la frontera;
Es estandarte real
Se enarbola, y victorean,
¡Viva España, viva el Rey!
Por todo el aire resuena.
Fundaron esta ciudad
Tan deliciosa y amena
El general Rui Gamboa,
Sobre los años setenta
De aquel siglo diez y seis;
Poblándola la nobleza
Del ejército español,
Y reparándola está
De temblores y ruinas
Segunda vez y tercera,
En honra de Dios y el Rey,
Gloria de cielos y tierra.
De estos héroes famosos
Descienden por mar y tierra.
Los Sepúlvedas, Acuñas
Riquelmes de la Barrera
Sotos, Garcías, y Pino,
Olivares y Contreras,
Los Cerdas y Benavides,
Los Mardones y Fonsecas,
Y otras familias ilustres,
Quienes vinculan y heredan
La lealtad a su rey,
Su valor y su nobleza,
Su religión y piedad,
Su pompa y magnificencia
Que en la gran fiesta del ángel
Todos los años ostentan.
Recibe, pues, este obsequio,
Ciudad muy noble excelsa,
Que tus respetos me dictan,
Que mi gratitud me ordena,
Que mi afecto te consagra,
Que tus aras no desdeñan,
Y por muchos siglos Vale
Hasta que tengas imprenta.
Para un Rato
Mas, tened, que voy perdido
Porque ya todos me arguyen
Que ha faltado a mis empeños
Si a salir de ellos me puse.
Que si el blanco de mi intento
Son las glorias que me incumbe
Cantar de una Madre Virgen
Reina del sol que nos cubre,
El asunto que he tomado
(Aunque muy poco discurre
En tal ocasión mi ingenio)
Es que en semejanzas funde;
Proporcionando con ellas
Las grandezas, las virtudes
De un cielo en quien su Criador
Sus maravillas esculpe.
Digo, pues, que vuestra Diosa
Es de estas sierras cacumen,
Cuyas nevadas cabezas
En cristales se prorrumpen.
La escarcha de aquestos montes
Con propiedad se atribuye
A la Virgen de las Nieves
Que en su lugar contrapuse.
Porque se esparcen sus aguas
Por diversos arcaduces,
Para que todos se laven
Y nuestras culpas se munden.
Los rayos del sol divino
Con soberana vislumbre
Hieren sus cándidos pechos
Para que sus aguas duren.
A las aves que gorjean
En aquestas excelsitudes
Los cielos les dan canciones
Para que su canto emulen.
Aquesta es la semejanza
Que en mi introducción propuse
alude.
Aquesta es la nieve pura,
Que divinas hebras bruñen,
Aqueste el trepado
Que mi concepto introduce.
Aquesta es la firme escala
De Jacob, no hay quien ...
Pues hace por sus tramos
Los serafines se crucen.
Aquesta es la clara fuente
Que de la más alta cumbre
Baja a lavar nuestras culpas
Para que en blanco se juzguen.
Aquesta es la que en visión,
Mujer vestida de luces
Vio el amado coronista
Sin interrupción de nube.
El sol, luna y las estrellas
Su sagrado vientre cubren,
Y por alta providencia
A aquestos desiertos huye.
Deja burlado al dragón
Que juntamente concurre
A devorarle su pasto
Entre los dientes que cruje.
Aqueste es el monte santo
Sobre cuyas nieves luce
Trono del manso cordero
Y el nombre que en él se esculpe.
Sólo las vírgenes cantan
En cítaras y en adufes
A vista de aqueste monte
Sacrosanto a todas luces.
Aqueste es el sumo altar
Adonde en primeras cruces
Se dio en holocausto el hijo
Al Padre de eternas lumbres.
Aquesta es la primera mesa
Donde el maná se conduce,
Para que crezca la vida
Y la muerte se sepulte.
Todas aquestas proezas
Finalmente se concluyen
Con decir que por humilde
A ser la más grande sube.
Y porque claro se vea
Que la humildad sobrepuje
A todas las perfecciones,
Narraré por que me escuchen.
Ordena Dios se desprecie
Al altivo que presume,
Y a la vista del humilde
Le dice al profeta: ¡surge!
Pregunta el magno doctor.
Con su acostumbrado numen,
Que por qué manda se eleve
Cuando al más mínimo unge.
¿Tan grande era el pequeñuelo,
Que es menester que se mude
De su asiento y se levante
Para esta antigua costumbre?
Sí, responde el santo, y dice
Con razones que concluyen:
Magna excelsitudo humilium
Es el texto que prorrumpe.
Porque la humildad es tanta
Y de tal marca su cumbre,
Que no hay profeta que llegue
Por mucho que se apresure.
Que a Cristo conforte un ángel
Cuando en sus angustias sude,
Está bien, pues que la muerte
Aguarda que le ejecute.
Pero, que para ser reina
La Virgen santa se escuse,
Y esforzada de los cielos
¡El mesmo arcángel le ayude!.
Aquesta es la maravilla
Éste el portento que arguye
A la humildad más brillante
Quilates de mayor lustre.
Hasta aquí pudo elevarse
Mi pluma sin que se turbe,
Dando a mis labios aliento
Porque la voz articule.
¿Qué tengo más que deciros
De este monte que produce
Nieves que al suelo reparten
Aguas de gracia y saludes?
Vos, señora, sois la escarcha,
Las perlas que se sacuden
Para que se rompan hierros
De depravadas costumbres.
Vos, señora, sois la escala
De Jacob, por donde suben
Nuestras ofrendas al cielo
Por aquesos arcaduces.
Vos, señora, sois la fuente
Que baja de aquesas cumbres
Para que el alma se lave
Y entre renglones se juzgue.
Vos sois la visión hermosa,
Cubierta de varias luces,
Vestida del sol y estrellas,
Sin apariencias de nube;
Vos, el altar soberano
Donde al padre de las cumbres
Ofreció el hijo holocausto
De sus esperadas cruces;
Vos sois aquel monte santo
Sobre cuyas altitudes
Pone su trono el Cordero
Y sus grandezas esculpe;
Vos sois, Señora, la mesa
Donde el maná se produce;
Sois por quien muere el dragón
Y sus fieros dientes cruje;
Sois el pequeñuelo humilde
Que el mayor profeta os unge,
Porque los demás no pueden
Alcanzar aunque madruguen;
Sois la que para reinar
Es menester que os ayude
El que a Cristo dio consuelo
Cuando sin él se presume;
Sois, al fin, el complemento
De las mayores virtudes,
Pues la humildad será el blanco
Donde todos se dibujen.
Y pues os nombráis piadosa,
Y en vos este nombre luce,
Tuteladnos como madre
Cuando reina os constituyen;
Mirad con serenos ojos
A vuestro auditorio ilustre,
Que fervoroso os celebra
Si con devoción acude.
Vuestros humildes cofrades
Que a esclavos se os restituyen,
Ricos afectos ofrecen,
Aunque pobres los murmuren.
Debajo de vuestra sombra
Recogedlos, porque huyen
Del fuego que los abrasa
Por las centellas que escupe.
Refrescad con vuestras nieves
La nieve que los consume,
Con ardores del olvido
De lo que importa que cuiden.
Canten vuestras alabanzas
En acordados laúdes
Los serafines más altos;
Los ángeles os saluden;
Los patriarcas os alaben,
Los profetas os anuncien,
Los apóstoles os sirvan,
Los mártires os encumbren.
Los confesores declaren,
Las vírgenes no se escusen,
Y el mismo Dios con ventajas
Himnos y laúdes pronuncie;
Porque el narrar vuestra gloria
A mi cortedad no incumbe,
Pues para cifrar grandezas
Es corto el mayor volumen.
Amparadnos cual patrona
Y haced que se desocupen
De enemigos las fronteras
Que a vuestro cargo relucen.
Tocad al arma, Señora,
No deis lugar que se burlen
De las cristianas banderas
Estos temidos gandules.
Haced que las cajas suenen
Y los clarines retumben,
Los soldados que disparen
Los mosquetes y arcabuces.
Rompan con vos la batalla,
Y la victoria asegure
Vuestro poder soberano
Porque el bábaro no triunfe.
Y a mí perdonad, Señora,
La insuficiencia que tuve
En querer con torpes labios
Deciros lo que no supe.
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