Óscar Vásquez Salazar
(Santiago de Chile, 1936- Octubre 2012)
Nacido en 1936, firmaba sus crónicas deportivas en el vespertino Noticias de Última Hora como Don Casca. Se desempeñó también en información general y, además, publicó libros de cuentos y poemas, entre otros Chacharacha y Otros Relatos.
La dictadura militar lo aventó al exilio, y vivió casi dos décadas entre Ecuador y Venezuela. Era hijo del célebre escritor Nicomedes Guzmán, autor de la novela La Sangre y La Esperanza. Precisamente en Quito, Oscar Vásquez publicó en 1983 El esplendor de los calcinados, poemas,
A su regreso a Chile trabajó en la sección Reportajes del diario popular Fortín Mapocho, hasta que ese matutino dejó de circular en julio de 1991, por falta de apoyo publicitario del primer gobierno de la Concertación (Patricio Aylwin) y desinterés político de sus propietarios en conservar el periódico. Más tarde, Vásquez se desempeñó en el área de comunicaciones del ministerio de Salud, sector Oriente de la capital, con sede en el Hospital Salvador.
Fragmento del poema Canto Singular al Usucapión, incluido en el poemario El Esplendor de los Calcinados, publicado en Quito en 1985.
8
El tiempo de esta vida, de todas las vidas,
se detiene, cae flagelado, retorcido
y sobre la torre de la plaza paraliza sus punteros el reloj
y los verdales que hacían vaticinar las siembras
quedan cenizos, desenraizados, negros;
y la laguna de la alegría y del amor
ya sin enamorados bogando ni al atardecer besando:
ya no los poros destapados al anochecer
rozando, flotando, amando;
ya sin los chiquillos vespertinos y ruidosos
de los barquichuelos de papel:
ya no bogando ni jugando a ganar
ni riñendo ni mojando ni chanceando
al naufragio del lanchón y del bajel.
Y solos, ignorados por los seres adyacentes,
crecen los légamos oliscos
y un coro de ranas ahora cesante
entona un improntu fúnebre
-réquiem de melancolía y soledad-
porque no cabe una sinfonía a la existencia que cantar.
El bien del pueblo fue usurpado,
la gran bestia ordena disparar,
la metralla fusila el derecho
a trabajar, a conversar, a caminar,
los amantes ya no disfrutan del nido furtivo
el torturador está al acecho,
con un mastín amaestrado a su lado
olfateando presto a violar.
UNA POESÍA REALISTA
En un concurrido y lucido acto fue recientemente presentado el poemario “El
esplendor de los calcinados” de Oscar Vásquez Salazar, que es el último de los libros editados por el Departamento de Cultura de la Universidad Central.
En este capítulo cultural, realizado en la sala de actos de la Alianza Francesa, intervinieron los escritores Pedro Jorge Vera, quien se refirió a la condición humana del autor, y Rémy Durand, quien analizó la obra del escritor y periodista chileno.
A continuación reproducimos, precisamente, parte de la exposición del crítico francés.
La poesía ante todo es una manera de vivir que se enfoca hacia la misma escritura.
El poema, al ser escrito, se pone en tela de juicio, como defensa y como rebeldía; la actitud defensiva/ofensiva de la poesía contemporánea es su evidencia y su pertinencia, como si los poetas en este momento de nuestro siglo supieran que el escribir poesía es al mismo tiempo que revelación de su propio inconsciente, la juntura entre el individuo y su sociedad, doble espacio donde intercambiar las formas del poder y de lo sagrado.
Talvez comprendamos el internacionalismo a nivel de los temas y de la escritura de los poetas del nuevo realismo. Caminemos con Octavio Paz (México), Roque Dalton (Guatemala), Oliverio Jirondo (Argentina), Antonio Cisneros (Perú), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Carlos Drummond (Brasil).
Descomposición del discurso tradicional, trasformándolo en una temporalidad de imprevisible curso, que por relaciones aleatorias, interconecta los componentes más desemejantes y reproduce la secuencia excéntrica, barroca, multifocal, polimórfica, polifónica (Saúl Yurkievich en La pluralidad operativa). Pensamos en los poetas franceses Daniel Biga, Franck Venaille, Pierre Tilman y el autor de esta nota entre otros.
Pensamos en este libro de Oscar Vásquez, el libro de los calcinados, el libro de los niños ancianizados, el libro de la noche que quema el sueño, de las iracundias, los mapochos rojos, pesadilla de árbol, canto singular al usucapión, Ecuador, tierra ganada, Pedrografía, Taumaturgo, Búsqueda, retrospectiva, Juan Melinka y los “pospoemas” dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho.
Es la trayectoria de una vida, de los amores y los odios, de la violencia y la ternura.
Es un largo poemario de fragor y de furor que nos ofrece Oscar Vásquez, afirmándose como poeta, haciendo de su voz de poeta un árbol, una nube, una montaña, pero también, venganza, rechazo del olvido, rechazo total y desconsiderado del olvido: la memoria de un pueblo que había escogido la democracia y cuya democracia fue destruida; los ríos lo dicen, con la sonoridad de sus corrientes y de sus nombres.
La poesía realista de Oscar Vásquez se agarra de las palabras:
mi huida feliz
hacia un edén de viñedos fabulosos
y allí un parrón de edades diluvianas
con racimos multicolores de guarda y frescos
que se licuan y fermentan y hierven
al solo calor de mis labios resecos y mis ansias…
Hay que leer Las latitudes del amor, hay que escuchar el inicio del tenebroso ritual, hay que vivir los caminos bailantes de los campos/ el más alto farallón, la licuada sal que efervesce el océano/ el linde de la caramanchaca y el páramo nortino/ y lo mismo de los horizontes del desierto atacameño arenal”.
Oscar Vásquez es un mago de las palabras, pero hace de ellas su almohada, su lecho de esperanza y de anhelos; es un artesano dotado, que escribe según una “respiración” profunda, una “inspiración” que le permite agudizar su lucidez, una “expiración” que le proporciona toda la fuerza de un atleta que se ha liberado de sus pesos y retoma el aliento.
Existe demasiado sufrimiento en este mundo, demasiados pueblos invadidos, demasiados países aplastados, por las armas o por el hambre, para que no se escuche con mucha atención la voz de este poeta: ella es, lo pienso, esencial.
Rémy Durand
La Rosa Blindada. Cuadernos de Cultura Latinoamericana, Ecuador 1984
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