Justo Cabrera Brito
(Caunao, Cienfuegos, Cuba, 1960). Poeta y narrador. Ha obtenido numerosos premios en los Encuentros de Talleres Literarios, así como en diferentes concursos nacionales de narrativa, décima y poesía para niños. En 1996 y 1997 recibió menciones consecutivas en el Premio Literario de la Ciudad de Cienfuegos con sendos libros de narrativa. Parte de su poesía está recogida en revistas y antologías de Cuba, México y España. Turbio concierto, una selección de su poesía de 1988 a 1994, fue publicada por Ediciones Mecenas en el 2011.
Las décimas de Justo Cabrera Brito son filigranas minerales, solo tienen las nervaduras imprescindibles, y donde no urge ninguna añadidura, callan en el blanco silencio o se apartan de la corriente sintáctica. A veces, para aquel que se queda absorto en el enunciado, lo que dicen de modo tan conciso hiere la sensibilidad como una limalla suelta: expresan una vivencia humana dolorosa, inscriben la posibilidad tremenda de un fracaso. Aunque a alguien pueda parecerles como sujetas a artificio, por estar talladas en décimas y aparecer muy encabalgadas, sus piezas son lacónicas y estremecidas porque se ahorran todo gesto gratuito y corren hacia el final bajo la sorpresa de lo espontáneo y el pudor de la angustia que se testimonia con mucha discreción. No importa que hablen a partir de imágenes librescas, o se asomen al juego de las neovanguardias: el lector entrenado capta de inmediato la autenticidad. La autenticidad es su verdadero norte estético, y su Ítaca secreta. Es por ello que el gusto resultante del buen lector de su poesía es el del misterio, el de haber vislumbrado, de manera solo presunta, como un naufragio interior que el poeta ha salvado en forma de pecios áureos, de quillas agudas para perforar la niebla. Así, las décimas que Justo Cabrera Brito nos ofrece entre sus dedos de sol e intemperie son arboladuras llenas de algas, palabras que crecen en el silencio y la desgarradura. Lograr estas visiones en décimas es su triunfo verdadero, el rescate profundo que realiza de lo que ve hundirse con los peces.
Por ROBERTO MANZANO
Ciego.
Infancia
más distancia:
tupido juego.
Sobrevino el fuego
azulado de algún duende
misterio y ronda que asciende
al volcán infinito de los ojos.
Y la noche es lluvia traduciendo enojos
en un sueño ancestral que la voz no comprende.
HERIDAS
El llanto de los juncales
arrastrados
los latidos
esa furia sin oídos
que destroza los umbrales
la noche con sus rituales
poniendo freno al día
una mirada tardía
un vuelo que se interrumpe
cuando sin alas irrumpe
huérfano de melodía.
Cáscara sin árbol
rota
por el tajo más de prisa
descabezada sonrisa
colmillos
desprecio
gota.
Labios que dejan su nota
colgada entre dos cristales.
Voces donde no hay caudales
para el eco
falso brío...
Y en los temblores que ansío
el llanto de los juncales.
DUDAS
¿Y si tus cuerdas naufragan
borrachas de lejanía
si no lloras
si algún día
cuando las calles te hagan
su juguete
si te halagan
rumores de otros confines
—ay guitarra—
qué jazmines
endulzarán tus veredas
si te vas
si no te quedas
sino llueve en tus jardines?
TEMORES
Y en esta pausa
¿qué calle
podrá traducir tu aliento?
¿en qué regiones del viento
—cuando la sombra te raye
de penumbra—
por tu talle
deslizará su frescura?
Oh pedestal de hermosura
silvestre barca
tu espejo
¿traerá el sabor del reflejo
que nació de su locura?
SOLO
Los páramos son nostalgias
caídas en los caminos
brazos muertos
desatinos de locos
pero nostalgias
terriblemente nostalgias
que lloran su abatimiento
el derrumbe del aliento
sobre una ruta perdida
miseria de luz herida
desgajándose en el viento.
BORRASCA
Saltar del agua a los ojos
desconocer los paisajes
de la risa
sus tatuajes
fundidos en los antojos.
Venir en flechazos rojos
enseñando las banderas
con orgullo.
Primaveras desnudándose hasta el hueso
clamor de piel
cuerda
beso...
Tras las espigas fronteras.
Ser pasto en el laberinto
ya olvidado por los peces
aplausos angustias preces...
Alborotan el recinto las campanas
—lo que pinto no es azul ni el infierno—.
Por las garzas del invierno
gimen las bocas sus luces
mientras devoran las cruces
la madurez de lo tierno.
CREO EN UN SOLO DIOS
Soy la luz que el universo
nunca prendió en la alborada.
Joel Garnier Méndez
Yo soy el otro que espera
a la mitad del camino
una copia
un pergamino casi ilegible.
Generalidad donde se atempera
el estandarte de un sueño.
Soy la penumbra.
Me empeño en encontrar noches blancas
a la deriva
y en ancas de algún tropel
—sin más dueño que esta pasión—
me despeño por abisales molduras
quebrando las cerraduras profilácticas.
Soy leño tirado a la llama.
Aduéñome del portal donde se escombre
bajo tinieblas.
Sin nombre soy quien camina y se ahonda
y aunque una fiera me ronda
camino
yo soy el Hombre.
Yo soy el solitario que desconoce los aleros
que anda entre rendijas marchitadas por el tiempo.
Yo nunca he visto el sol trepar hasta mi boca
Derretir el hielo donde están las huellas
que tejen y destejen nuestros sueños.
Distancia
Olvido…
Yo no conozco otros senderos iluminados por la risa
sólo estos páramos con sabor a lágrimas
a musgos violentados por la noche
a un luto perenne
cobijando las lenguas sudorosas de mis ojos
y esos cuervos salvajes que han venido
para cortar mis trenzas
con su baile macabro y sus máscaras dulzonas.
Mis oídos danzaron al compás de las sirenas
yo soy el solitario
por Dios dónde está
¡¿qué es el amor?!
Aquí sólo están mis manos sucias
dejando su hollín sobre la arena.
Aquí todo es más grande
hasta la nostalgia:
cómo estarán los míos
y yo cómo estaré para ellos.
La lluvia se hace pesadamente larga.
Cuentos Anécdotas
héroes que hablan desde la sangre ausente de sus cuerpos
(Pitágoras tuvo algún acierto en la trasmigración de los espejos)
noticias acciones acechanzas…
escombros de quinientas heridas
estampando su barroquismo en el horizonte
sobre una roca en el frío
en la virginidad de tanta clorofila.
¡Alertas!
Allá van mis flamboyanes convertidos en cuchillos
mientras aplauden los arbustos el último respeto.
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