Fernando López de Artieta
Fernando López de Artieta (Madrid, 1983). Estudiante eterno de arquitectura, hacedor de versos, traductor latino, devoto del siglo de Oro y admirador de la bohemia madrileña. Su primera entrega, Jugar en serio (Visor, 2004) obtuvo por unanimidad el VI Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid. Que reincida, ahora con Grosso modo en la Isla de Siltolá, es una buena noticia para todos lo que pensamos que la poesía no está reñida con la sonrisa, desde luego, pero tampoco con la diversión y la carcajada. Y nada de eso es nuevo, como demuestra López de Artieta, que es un poeta que hunde sus raíces –aunque parece exclusivamente actualísimo– en lo más clásico. Véase esta traducción suya, libre pero fiel, de un poema de Catulo, recogida en su reciente entrega. El poema fue escrito hace dos mil años largos y fue escrito ayer, y las dos cosas son verdaderas, como ese amor contradictorio que a ver quién entiende.
Aclaración de amor
Catulo, XCII
Lesbia difama y me llama perro,
pero sé que me ama.
Y que me muera si no es eso cierto,
pues yo no paro de ponerla a caldo
hasta la madrugada
y la quiero y la adoro y la idolatro.
La cosa está bien clara:
Lesbia me odia como yo la amo
y yo la odio como ella me ama.
VER NOTA (*)
FUERA DE JUEGO
En este tiempo malo que nos toca
sobrevivir, lo revolucionario
e ser todo un retrógrado, que invoca
con más frecuencia el rezo del rosario
que un polvoriento éxtasis de coca,
que presume de ser un funcionario
pobre, que se lo pasa bien con poca
casa, y escribe (a oscuras) un diario.
La gente ha visto que lo más moderno
ya no es Rinbaud sino Ruben Darío;
que el sexo es aburrido y menos tierno
de lo que le decían; que el Vacío
llena todo; y que el fuego del infierno,
al fin y al cabo, les produce frío.
de Jugar en serio (2004)
FUERA DE JUEGO
En este tiempo malo que nos toca
sobrevivir, lo revolucionario
e ser todo un retrógrado, que invoca
con más frecuencia el rezo del rosario
que un polvoriento éxtasis de coca,
que presume de ser un funcionario
pobre, que se lo pasa bien con poca
casa, y escribe (a oscuras) un diario.
La gente ha visto que lo más moderno
ya no es Rinbaud sino Ruben Darío;
que el sexo es aburrido y menos tierno
de lo que le decían; que el Vacío
llena todo; y que el fuego del infierno,
al fin y al cabo, les produce frío.
de Jugar en serio (2004)
Grosso modo. Ediciones de La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011.
Con la reciente publicación de Grosso modo (La Isla de Siltolá, 2011) regresa Fernando López de Artieta: uno de los poetas más descarados y enigmáticos que pululan por la escena literaria. Desde de Jugar en serio (Visor, 2004) no publicaba un poemario, salvo el cuaderno Despedida de soltero (2008) y distintas apariciones en diversas antologías. Un silencio de varios años que resulta contradictorio ante su gran desfachatez. Y es que este poeta de apellido aristocrático es todo un misterio: no se deja ver en los círculos literarios, nadie sabría decir que aspecto tiene; es como un Dorian Gray que se esconde en los tugurios de peor reputación. Me imagino que todo esto se debe a que su alter ego Jaime García-Máiquez lo habrá tenido encerrado por algún sótano del Museo del Prado: como buena pieza que está hecho. Por tanto, los lectores que disfrutamos con sus versos, tendremos que agradecer al bueno de Jaime García-Máiquez (autor de un libro maravilloso, Otro cantar, Pre-Textos, 2007) que haya liberado de su cautiverio (ya que suelto es un peligro) al dandy más indecoroso de Malasaña. Pero, ¿quién es Fernando López de Artieta?
Pues de esta guisa se presenta:
Fernando López de Artieta
nació en el Madrid bohemio
de un veinticinco de julio
del año mil novecientos
ochenta y seis. Terminó
la carrera de arquitecto,
y aunque ahora sepa hacer
un chalet o un rascacielos
no puede comprarse un zulo
porque no tiene dineros:
en un mundo que se expande
por el ignoto universo
hay gente a la que le falta
para vivir quince metros.
Pues en fin, este muchacho,
este ínclito poeto,
que tiene fama de dandy
en los más turbios baretos
de Malasaña, y de loco
visionario de proyectos,
da la cara una vez más,
otra vez se lanza al ruedo
del mundillo literario
con este libro de versos...
para que buenos amigos
no le achaquen sus silencios
y se rían de las rimas
de su donoso talento,
y los enemigos puedan
incriminarlo de nuevo
por sus obsesiones frívolas
y famosos devaneos.
Pues para todos los gustos
y disgustos, os presento
sin más necias dilaciones
ni más preámbulos hueros
este libro grosso modo
que aquí tenéis. Todo vuestro.
(Grosso modo, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011)
Historia de un lector
en el que llegara
a la última página
sin que hubiera mirado
-de reojo, un momento
(o dos o tres momentos)-
el trecho que quedaba
por leerme. Al llegar
al centro -o mucho antes-
mi triste, melancólica,
impaciente, prosaica,
inculta, despreciable,
soez, vulgar, mezquina
mirada calculaba
el grosor de las hojas
que en la mano derecha
quedaba… sospechando
que anda nuevo habría
que no se hubiera dicho
en la otra mitad.
Y aunque me pasa siempre,
también siempre me pasa
que cuando empiezo
a terminar sus páginas,
cuando el pulgar y el índice
de nuestra mano práctica-
mente casi se tocan,
la mayoría de las veces siento
un agradecimiento
exageradamente
paternal y patético
hacia esos pobres libros
que nunca nunca nunca
se acaban;
y acaso, junto a él,
el archiconsabido
sentimiento de culpa
-inútil ya- de no
haber sido más buenos
con alguien que se ha muerto.
CURRICULUM VITAE
Licenciado en gozar las primaveras,
y en pasear (un master en Granada
y otro en Madrid). Doctor en no hacer nada,
y con mucha experiencia en borracheras.
Superior Técnico en meter la pata.
Un reincidente en exigir aumentos,
días libres, vacaciones, suplementos...
Impuntual. Brillante en dar la lata.
Escrupulosamente prescindible.
Mujeriego. Misógino terrible.
Un mal hijo, un mal novio, un mal amigo,
un traidor, un estúpido, un problema...
Si le interesa contactar conmigo
vuelva a leer de nuevo este poema.
De libros
Según ha escrito Juan Ramón Jiménez
diferente edición de un mismo libro
es otro libro, a lo que se podría
unir nuestra experiencia asegurando
que no hay lector que llegue a reflejarse
nunca dos veces en el mismo libro.
Primero existe el que imagina el libro
y lo escribe, y no sabe en realidad
qué pretende decir con lo que dice,
qué expresan sus palabras, qué sentido
tienen sus páginas, y si es el mismo
que el que le dan los que se leen sus libros.
Después están los que se leen los libros,
sin que nada de nada de la idea
que pretendía el escritor contarles
se les llegue a pasar por la cabeza,
como si manejaran ediciones
idénticas de diferente libro.
Después de dicho esto, no me olvido
que hay mucha gente —la que no lee libros—
que piensa que los libros dicen todos
lo mismo exactamente, aunque sabemos
que no sabrían repetir lo mismo
que ellos dicen que dicen esos libros.
Es todo misterioso: que la gente
escriba libros, y otros se los compren,
y algunos se los lean, y que otros
que ni escriben, ni compran, ni leen nunca
opinen. Un misterio indescifrable
del que encima, también, se escriben libros.
TÓPICOS
La mala suerte y el dinero fácil.
El amor. la cultura femenina.
El Ulises de Joyce, que en paz descanse.
La libertad. El sexo. Las noticias.
La democracia, esa enjoyada puta.
Cualquier demanda de un nacionalista..
El pacifismo de los tolerantes.
El optimismo de los progresistas.
Las inmensas riquezas del papado.
La ciencia y sus ecuánimes teorías.
Ser joven. Ser poeta. Ser maldito.
El tópico. la nada. La utopía.
El silencio de Dios. El griterío
de los que siempre sueltan tonterías.
(Grosso modo. Ediciones de La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011)
NOTA (*)
(FERNANDO LÓPEZ DE ARTIETA ES EL ALTER EGO DE ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ)
Jaime García-Máiquez, murciano de 1973, ha vivido siempre en El Puerto de Santa María. Se dio a conocer como poeta con el premio Luis Cernuda obtenido por su libro Vivir al día (1998). Un buen día concibió la idea de crear un alter ego llamado Fernando López de Artieta, joven de buena familia tentado por las luces de la bohemia madrileña y aficionado, también, a escribir versos. Tanta autonomía llegó a cobrar ese personaje, que firmó un libro titulado Jugar en serio, ganador del premio Arte Joven de la Comunidad de Madrid, editado por Visor con enorme éxito.
Pregunta. ¿Cómo nace Fernándo López de Artieta?
Respuesta. Al llegar a Madrid, después de haber sido un viejo estudiante de 23 años, pasé de golpe a ser un trabajador joven de tan solo 23 años: rejuvenecí tanto que no llegué a asimilarlo sino a través de un desdoblamiento, creando -¡Dios mío, qué poco me gusta esta palabra!- un personaje al que le gustaban cosas diferentes que a mí, con sus propias lecturas, con sus diferentes maestros...
P. Arquitecto, traductor del latín, amante del Siglo de Oro y admirador de la bohemia... ¿qué atributos de ese alter ego reconoce usted como propios?
R. Casi nada: qué raro todo, ¿no? Y sin embargo ese mundo es el de Fernando López de una forma tan clara, íntima y sincera... Ahora, pénsandolo, creo que tiene relación con el Madrid barroco que tanto gustaba a los bohemios de principio de siglo; en ellos se unía la vida y el arte, se entremezclaban Quevedo, las salidas nocturnas, Séneca, la Gran Vía y sus felices poemas en donde se quebajan amargamente de la dureza de la existencia. Todo muy gracioso, y muy triste.
P. Con López de Artieta, nacido en 1983, según la biografía adjunta, se ha quitado usted 10 años. ¿Es para ganar frescura o inocencia, o para perder solemnidad?
R. Para todo eso, pero además, y por tonto que parezca, porque incluso los que se consideran buenos lectores otorgan a la juventud un extraordinario valor literario, y quería jugar (en serio) también con eso... riéndome un poco, que es una manera bastante certera de golpear donde más duele. De todas formas yo, como escritor, soy Fernando López tenga la edad que tenga, más incluso -y perdón por la chulería- que algunos que firman con su propio nombre.
P. Este autor apócrifo contempla la modernidad con melancolía y cierto pesimismo, ¿qué valores propone él para estos tiempos?
R. Es cierto eso, aunque no todos se han dado cuenta del trasfondo melancólico, como no podría ser de otra forma en un libro esencialmente irónico. No sabría pregonar valores... Quizá lo mejor que se puede hacer hoy, como siempre, es buscar la verdad de todas las cosas: la verdad, ademas de interesante, es divertida.
P. Al igual que usted, López de Artieta gusta de los metros clásicos y la rima. ¿Ya no espantan esas fórmulas a los jóvenes poetas?
R. La utilización de la rima en la actualidad no es tan sólo un recurso poético muy poco utilizado -que a mí me agrada- sino una posicionamiento ante la tradición... que produce una desconfianza y una irritación sospechosa en algunos, no entiendo bien por qué.
P. Al parecer, su alter ego ha tenido un éxito insospechado... ¿hasta el punto de poner celoso a Jaime García-Máiquez?
R. De mi primer libro como Jaime García-Máiquez se vendieron tres ejemplares entre las cuatro librerías en las que llegó a estar distribuido. Publicar en Visor y a través de un poeta novel, exitoso, joven arquitecto, un poco loco, premio de la Comunidad de Madrid, me ha abierto las puertas de toda España: además de que me hayan invitado a presentar en libro por aquí y por allá, en el e-mail que aparece en el libro he recibido docenas de mensajes de lectores que querían charlar de poesía conmigo. He hecho incluso un par de buenos amigos epistolares. Celos, celos, no llego a tener, aunque si un cierto asombro que me arrincona, me aísla. Pero eso le viene muy bien a la poesía de Jaime.... ¡Qué se aguante!
P. Usted trabaja actualmente en el Museo del Prado, ¿prefiere rodearse de pintura que de poetas?
R. Aunque antes hubiera dudado esta respuesta, ahora puedo decirte que es mejor rodearse de cuadros, pues es como una visión diferente de la realidad y de la historia, que se relaciona continuamente con la de los libros. Mi vida se divide entre El Prado y la Biblioteca Nacional, y no me apetece renunciar a ninguno de esos dos mundos.
P. ¿Habrá más entregas de López de Artieta, volverá pronto Jaime García-Máiquez?
R. Jaime está a puntito de sacar su segundo libro en la editorial Renacimiento, y Artieta está medio terminando su también segundo libro. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero con la mirada puesta en la genial segunda parte del Quijote puedo decir un poco esperanzado: en fin, en fin, ya veremos.
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