Carmen Hernández Zurbano
Nacida en Salamanca en 1976, Carmen Hernández Zurbano es una pediatra y antropóloga que ha residido en varias localidades de la provincia de Cáceres. En 2011 la Editora Regional de Extremadura publicó su primer libro de versos, Géiser. Ahora la editora emeritense De la Luna libros publica su segundo poemario, que se compone de tres bloques: “Diga 33”, “¿Qué hace el sonido de la noche en verano dentro de casa?” y “La felicidad lingüística”, que da título a todo el volumen. Reproducimos una de las composiciones del primer apartado.
Géiser
Editora Regional de Extremadura,
Mérida (Badajoz), 2011.
Gran Café
voy a esa cafetería porque me divierte lo confieso
camuflarme entre ellas y fantasear con que son abuelas mías
o tías abuelas mientras sorben el chocolate y comen churros
con despreocupado apetito y las mejillas tan encendidas
bajo sus perfectas permanentes me gustaría
jugar al tute participar de sus conversaciones
sobre amigos víctimas de la insuficiencia renal
de cómo caer en desgracia por culpa de una hija tan díscola
dormir la siesta en sus regazos de tela buena
bajo el brillo de pendientes que hace casi un siglo
cuelgan de sus lóbulos
pero me quedo aquí
leyendo el periódico mirando de reojo tratando de averiguar
quién me enseñaría encantada a hacer ganchillo quién
corte y confección quién a cocinar quién hizo contrabando
en la posguerra civil quién tuvo la suerte de casarse enamorada
quién celebró de corazón
el voto femenino.
CARIDAD
cada mañana abrigo la esperanza de que el hombre más dulce del mundo
me tome por su segunda esposa
las madres de mis hijos atienden las gasolineras de la zona
y en las casas que no son la mía
los edredones huelen a campo y tienen
el mismo dibujo rosado que los de mi infancia
que me tape la cabeza con sus brazos el que quiera
que las algas se me enreden en el pelo cuando baje por el río
como a Virginia Wolf
TENGO EL RÉCORD
ostento el récord mundial
en hacer planes
para nada
tiendo los cacharros
cocino los cristales
friego la comida
soy una Carson McCullers
sin talento
LA FELICIDAD LINGÜÍSTICA
Mérida, De la Luna libros, col. “Luna de poniente”, 2013, 80 págs.
están al borde en una de las últimas curvas
antes de llegar parecen árboles secos adornados
con pequeñas bolas de madera
entre naranja y marrón
cinamomos en enero
estampas japonesas junto a ríos
y casas transparentes de papel de arroz
en medio de la corte
fotos de tokio por la noche
con sus luces excitantes
de todos los colores
el semáforo cambia a verde
unodostrescuatrocincoseissieteocho
hermosos cinamomos
junto a la curva
si la realidad no es sino como
la hemos conceptualizado
lingüísticamente
dónde están
amor
los pájaros el perdón el deseo
si no los nombras
¿eres okupa? (Cáceres,
Ediciones Liliputienses, 2013)
«¡Por la okupación y reapropiación de tierra, agua, aire, alimentos, voz, cuerpo, afectos y deseos!» se brinda en la «Dedicatoria» del más reciente libro de poemas de Carmen Hernández Zurbano, ¿eres okupa? (Cáceres, Ediciones Liliputienses, 2013), primer Premio Internacional de Poesía El Buscón. El título proviene de un escueto diálogo sugerido en un poema; pero es algo más que eso. Es una invitación al lector. Y una encuesta implicante; la que se hace a alguien un poco antes de ofrecerle pecar por el buen camino de un libro de poemas que prolonga el buen hacer que vimos en Geiser (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2011) y en el muy reciente también La felicidad lingüística (Mérida, De la luna libros, 2013). Esa frescura amable de la obra de Carmen Hernández Zurbano me ha recordado otra invitación-incitación, la del último libro de Joaquín Gómez, Entre, no se quede mirando el título (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2013), que está lleno de hallazgos y de muestras de un bullir constante en el experimentalismo letrista, el caligrama, el juego...; normal en alguien que lleva ya años fructíferos en estas propuestas. En libros así, la forma es base principal de la ruptura y del significado —también en el ¿eres okupa? de Carmen Hernández Zurbano—; por eso es primordial que no haya erratas ni errores. Y que no haya dudas sobre los límites de las licencias. No lo son los «recobecos» de Gómez (pág. 87) ni siquiera —y va de uves— el «revelarse» del texto preliminar de Antonio Orihuela (pág. 9) que sabe poner las cosas en su sitio, desde su título: «Pase, pase, no se quede aquí, esto solo es el prólogo». Ay, los prólogos. ¿Quién dijo aquello que recordaba el otro día Cortázar que un español decía que los prólogos son una cosa que se escribe al final, se pone al principio y no se lee ni al principio ni al final? En fin —vuelvo a lo mío—, que hay que cuidar las formas, que es base principal de la ruptura. Así también en el libro de Carmen Hernández Zurbano, que es una obra formalmente liberal, sin puntuación, sin mayúsculas; y a la que, por lo mismo, afea tanto un descosido como éste:
«flota entorno a mi en forma
de alimento» (pág. 47).
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