Albert Caraco
"Nuestras revoluciones son puramente verbales y cambiamos las palabras para tener la ilusión de que cambiamos las cosas".
ALBERT CARACO
Albert Caraco nació en 1919, en Constantinopla, pues así llamaba Caraco a Estambul. Personaje irreal, aunque no imaginario, se dice que nació en julio, o en agosto, y se sabe que murió en París, suicida en septiembre de 1971, al día siguiente de morir su padre. Lo había avisado Caraco: «Si una mañana mi padre no se despertara, yo lo seguiría de buen grado». Lo siguió, como lo había seguido en su vida errante de judío rico (Viena, Praga, Berlín, París, Managua, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires), heredero de sefardíes establecidos en Constantinopla
La deconstrucción del caos: Albert Caraco
Nos da miedo que alguien venga a decirnos la verdad, sobre todo si es una verdad dura y cruel. Pensamos: “es un pesimista, un negativo, su mente estaba obnubilada”. No es posible saberlo porque no concimos al hombre; quizá en lugar de levantar un juicio sería conveniente escuchar atentamente lo que tiene que decirnos el hombre; quizá, como ocurre muchas veces, descubramos que este loco tiene razón y que por eso nadie lo entiende.
Albert Caraco nació en 1919 en Constantinopla, murió en septiembre de 1971; se sucidó, como había proyectado, después de que fallecieran sus progenitores. Pasó su infancia en Alemania y en Europa Central, pero hacia 1939, con la amenza nazi, viajó junto con su familia a Uruguay, nacionalidad que adoptó. Después de la guerra se trasladó a París en donde empezó a escribir su obra teórica, para ello se impuso una disciplina monástica: escribir todos los días seis horas en un horario fijo (recordemos a Kant). Su obra está compuesta de ensayos y diarios que todvía no son muy conocidos en español. Autor inclasificable, lo llaman, ya que no se puede decir si es filosofía nihilista, decadente, existencialista o todo y nada de esto.
En la lectura que comparto de Breviario del caos, Madrid: Sexto Piso, 2004, podremos ver a Albert Caraco no sólo como un crítico de la Modernidad sino también como un profeta (como él mismo se denomina) que, a pesar de contemplar la decadencia del mundo, sabe que más adelante llegará un nuevo tipo de civilización regida por otro principio.
I
Se me dirá que no soy constructivo, se me reprochará que edifique sobre la catástrofe y la considere condición previa al reordenamiento del universo; se me dirá que no soy social, se me reprochará que prevea la inmolación de los locos y la considere necesaria para que la restauración del hombre finalmente tenga lugar; se me dirá que soy inhumano, puesto que la vida de varios miles de millones de insectos no me importa y porque predico el despoblamiento de la ecúmene; se me dirá que soy inmoral, puesto que sacudo el eje de los valores e invierto los signos. Reconozco mis errores, quiero declararme culpable y estoy conforme con preservar en mis gestiones: es que yo creo en el orden de nuestros días siguientes, este orden del que yo soy uno de los profetas y en que nuestros descendientes reencontrarán eso que habían profesado los hombres arcaicos. Soy uno de los restauradores de eso que existió en los comienzos del mundo, el orden según las mujeres es más antiguo que éste que observamos y yo reanudo con aquél, derribo nuestros fundamentos con el solo fin de poner al día lo que los sostiene e incluso edifico ahí encima una Ciudad mañana intemporal. (p.77)
La mayoría de las reflexiones de Albert Caraco, a simple vista, apuntan hacia una destrucción total de la civilización como único futuro del género humano; parecería una perspectiva pesimista y, no obstante, el filósofo trasciende esta visión y señala el retorno al origen de la religión (tal como lo han propuesto otros historiadores y escritores) en donde la divinidad adquirirá nuevamente las cualidades femeninas y ese principio será el que rija a la nueva humanidad: liberada, integrada y sin jerarquías.
Otro fragmento que anuncia el retorno del principio femenino: http://drusilabemol.tumblr.com/post/3340765462/caraco
II
Cada uno de nosotros muere solo y muere por completo, éstas son dos verdades que la mayoría rehúsa, pues la mayoría dormita todo el tiempo que vive y teme despertar en el momento de perecer. La soledad es una de las escuelas de la muerte y el común no asistirá a ella nunca, la integridad no se obtiene en otra parte, es también recompensa de la soledad y si fuera necesario clasificar a los hombres, los hombres formarían tres razas: los sonámbulos, que son legión, los razonables y sensibles, que viven en dos planos y que sabiendo lo que les falta, se esfuerzan en buscar lo que no encuentran, los religiosos, nacidos dos veces, quienes caminan hacia la muerte con igual paso para morir solos y para morir por completo cuando por ventura no escogen el momento, el sitio y la manera, con el fin de marcar su desprecio por las contingencias. Los sonámbulos son los idólatras, los razonables y sensibles, los creyentes, los religiosos nacidos dos veces adoran mentalmente aquello que los primeros no imaginan y que los segundos no conciben, pues ellos son plenamente hombres y como tales, no irán a buscar aquello que han encontrado, ni lo adoran, ni lo idolatran, puesto que son ellos mismos. (p. 10)
A pesar de que en otros ensayos Caraco deconstruye cualquier dogma y sostiene que los hombres de religión son unos charlatanes embaucadores, habrá que distinguir las dos maneras en que el autor concibe este asunto; por un lado, la religión como la institución y el dogma que han coartado la libertad y condicionado la asociación humana (“nuestras religiones supuestamente reveladas no supieron más que construir la tumba de la especie”), y por otro lado, cuando habla de “los nacidos dos veces” (término con el que se designa a los iniciados o discipulados) se refiere al camino interior, a los que siguen la senda espiritual, en el que, se puede apreciar, encuentra todavía una especie de salvación.
III
Estamos condenados, y aquellos de nosotros que lo saben ya no pueden hacerse escuchar, y aunque pudieran, preferirían guardar silencio. ¿Para qué predicar ahora a los sordos y desengañar a los ciegos? ¿Les impediremos preservar el pensamiento que los lleva? Vamos directo al futuro más horrible, este futuro se inciará de la noche a la mañana, nos encontraremos sumidos ahí sin siquiera entender lo que nos ocurre, no nos quedará más que morir desesperados en el universo inhabitable. Los hombres se hacían la guerra por la posesión del suelo, mañana se matarán mutuamente por la posesión del agua, cuando el aire nos falte, nos degollaremos con el fin de respirar en medio de las ruinas. Esperamos que la ciencia haga milagros y pronto le exigiremos lo imposible, pero ella está superada por nuestras necesidades y nunca más las satisfará, somos varios miles de millones de más pidiendo el Paraíso sobre la Tierra y es el Infierno el que volvemos inevitable, nuestra ciencia ayudando bajo el cayado de nuestros pastores imbéciles. Nuestro futuro dirá que los únicos clarividentes eran los Anarquistas y los Nihilistas. (p. 105)
Estimado Caraco, queremos informarle que su futuro ya nos alcanzó. A los ciegos y sordos los llamamos zombis, se le olvidó mencionar la pelea por las semillas, y el infierno lo hemos divinizado tanto que hasta hicimos una película. Gracias.
Epigramas para no zombis: http://cajondevidrio.tumblr.com/search/Caraco
Sitio sobre Albert Caraco: http://albertcaraco.free.fr/
Tendemos a la muerte como la flecha al blanco, y no le fallamos jamás, la muerte es nuestra única certeza y siempre sabemos que vamos a morir, no importa cuándo y no importa dónde, no importa la manera. La vida eterna es un sinsentido, la eternidad no es la vida, la muerte es el reposo al que aspiramos, vida y muerte están ligadas, aquellos que demandan otra cosa piden lo imposible y no obtendrán más que humo como su recompensa. Nosotros, quienes no nos contentamos con palabras, consentimos en desaparecer y aprobamos en consentir, no elegimos y nos consideramos afortunados de no sobrevivir en ninguna parte a esta vida, que nos fue impuesta más que dada, vida llena de preocupaciones y de dolores, de alegrías problemáticas o malas. Que un hombre sea feliz, ¿qué prueba esto? La felicidad es un caso particular y nosotros observamos sólo leyes del género, razonamos a partir de ellas, sobre ellas meditamos y profundizamos, despreciamos a quienquiera que busque el milagro y no estamos ávidos de beatitudes, nuestra evidencia no basta y nuestra superioridad no se encuentra en otra parte.
De Postmortem (Sexto Piso, 2006)
Traducción de María Virginia Jaua
Señora Madre ha muerto, hacía bastante la había olvidado, su final la restituye a mi memoria, aunque sea por unas horas. Meditemos sobre esto, antes de que recaiga en el olvido. Me pregunto si la amo y he de responder: No, le reprocho el haberme castrado, realmente muy poca cosa, pero en fin… Me heredó su temperamento y esto es más grave, pues sufría de alcalosis y de alergias, yo las padezco aún más que ella y son incontables mis dolencias y además… además me echó al mundo y yo profeso el odio al mundo.
*
Me asignaron el lavado de su cabello, había perdido la mitad de su melena, que era la envidia de todos, era rubia y naturalmente ensortijada, así que no necesitaba ir al salón de belleza. Las drogas habían acabado con esa cabellera, eso la tenía desconsolada y a mí también me apenó ver la delgadez de su cuello cuyas vértebras no alcancé a contar. Por aquellos días evocó su infancia, en un momento extraordinario que nunca se repitió: imitó los gritos de los pequeños vendedores de Constantinopla que iban de casa en casa, escoltados por sus pequeños burros.
*
Los seres nobles rara vez aman la vida, prefieren las razones para vivir que a ésta, y aquellos que se conforman con la vida son siempre abyectos. ¿Qué tiene la vida de deseable, cuando no es sublime? Los placeres del cuerpo, no sin extrañeza vemos a los más feos y malsanos saborearlos con una rabia acrecentada y precipitarse en ellos con un furor que ni el abuso agota, las naciones vencidas son prolijas en villanos de la especie insaciable, esas bestias se resarcirán de noche por las servidumbres que el día les impone. ¡Señor!, ¡líbranos de parecernos a las larvas!
*
Debemos olvidar a nuestros muertos como muertos, sin embargo nos está permitido seguir su modelo y perpetuar sus obras, el resto es mera afectación. Quise conservar las cenizas de Señora Madre, las leyes francesas lo prohíben, serán encerradas entre las paredes de un pequeño casillero, es mejor que dejar el cuerpo podrirse bajo tierra e ir ridículamente a dejar flores en su tumba. Soy la resurrección de aquella que dejó de ser, mi obra la rescata de la nada, he aquí que se ha convertido en mi hija, no queda en mí tristeza alguna y Señor Padre está tan sereno como yo.
*
Señora madre me inspiró el desprecio absoluto hacia las mujeres piadosas a medias, tenía toda la razón y, dicho sea entre nosotros, considero que esas fornicaciones en el aire son más deshonestas que las verdaderas. Murió mientras dormitaba, agotadas sus fuerzas, y fue incinerada sin sombra de ceremonia. Creía en mis palabras, y le demostré que si por ventura Dios existía no podía ser personal, ya que la duración es el elemento constitutivo de la persona y la muerte eterna la recompensa de toda vida. Amamos aquello que debe morir y sólo amamos porque nos sentimos mortales y amenazados.
*
Dios no nos ama y no es objeto de amor, en el fondo el Misticismo no es más que un Narcisismo y el Dios personal un absurdo, la necesidad que tienen los miserables de sentirse consolados confirma la bajeza de los miserables y no la evidencia de las figuras que ellos suponen. Me basto con el Dios de los filósofos, yo mismo soy una persona y no busco a nadie fuera de mí, consiento en mi muerte perpetua y la idea de salvación me parece un delirio, ser salvado es una violación metafísica. Señora Madre valoraba más el Clasicismo que cualquier forma de Mesianismo, tenía santamente razón.
*
Bien sabía yo que, una vez muerta, Señora Madre volvería a vivir en mí, en mí a quien su agonía parecía interminable a partir de ese mes de mayo, en mí que hacía votos para que muriera lo antes posible, antes d la horrible decadencia que precede al fin, cuando ya no se levantaba y sufría de languidecer en cama. Entonces no me atrevía a mirarla, por miedo a que esta imagen sustituyera a mil otras, maldecía nuestra moral que nos obliga a reverenciar aquello que sería preferible abreviar. La amable mujer merecía morir lentamente y no desmoronarse en medio de sus médicos fríos e impotentes…
*
No me gustan ni el dolor ni el placer, aunque me seduce, el mundo de la mujer no me convence, nunca me atrajo la mujer presente en mi Madre, mis profundidades son impasibles, odio el deseo y el miedo, Señora madre no dejaba de admirar ese ánimo, vía en el la fuente de mi libertad. La muerte no me trastornará por mucho tiempo, pues ahora nada me afecta y Señora Madre se lleva consigo los restos de mis angustias, su final me libera del todo y no veo más que orden bajo mis pies, el caos se disipa, la luz me invade y siento nacer en mí una seguridad apacible.
Postmortem (fragmentos)
Gran artículo sobre Caraco, un intelectual lúicdo y valiente, incomprendido por los idiotas que por desgracia son mayoría en todos lados. Un saludo.
ResponderEliminarSí, totalmente de acuerdo contigo Alberto, un abrazo
ResponderEliminar