ANA MARTÍN PUIGPELAT
Madrid,1968. Incluida en la XI Selección Voces Nuevas (Torremozas, 1994). 2º premio en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid con Tanta espuma (1996). Premio Las Voces del Chamamé con Cuatro canciones difíciles (1997). Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Miranda” con Álbum de fotos (1998). Coches: robo y lunas (2000).
Publica en 2001 la trilogía Los enemigos del alma (Castalia). Incluida en la antología general de Poetisas Españolas Tomo IV, (Torremozas, 2003). Premio “Marina Romero” (2004) por Naranjas robadas. En 2006 publica Estado de noria (Sial) y es invitada por la ULA en Mérida (Venezuela) a la bienal Mariano Picón Salas. Estrena y publica dos monólogos en Grita: Tengo sida!.
Publica De la noche a la noche (El árbol de Azur, 2007). Asesora poética de A la luz de Góngora y Nubila sobre un texto de Angélica Liddell. Versiona el auto sacramental de Calderón de la Barca La paz universal o El Lirio y la Azucena (2008). Escribe, junto con otras autoras, el texto teatral Heridas, un encargo de la UCM para el Women’s World, y publica La deuda en la editorial Eugenio Cano editor.
Ana Martín Puigpelat frente al espejo
Hoy hace frío, Madrid se cubre de una lluvia débil y pegajosa y me propongo contar esta colección de hebras que compone mi edad o mi oficio que es lo mismo.Escribo porque es ordenado poner una letra detrás de otra y jugar a las permutaciones y las combinaciones posibles para alcanzar - ya no la palabra que eso sería pretencioso- la frase nueva, no dicha, la belleza de un sonido junto a otro. Escribo para ordenar mi mundo, un mundo de letras y palabras que, habitualmente, se mueve en silencio tras una sonrisa humilde.Escribo siempre para que me quieran, ya sé que no es nada original, pero por desgracia todo y todo se repite. Escribo poesía porque es inútil e improductiva, como casi todo lo bello.Escribo poesía y me gusta hacer teatro con ella (el teatro es lo más grande, lo único que puede cambiar el mundo).
Escribo poesía porque es corto, porque no sé enrollarme. Porque hace frío y porque ya no sé qué más decir.
(El narrador en Y vinimos a Prusia
para ver de cerca la guerra)
Las mujeres barren el odio
que se acumula en los rincones.
Solía acumularse entre las patas
de las sillas,
sobre todo en la última donde se sentó el amor.
Y después de barrer,
convierten el asiento en leña
para sobrellevar
este invierno infinito.
(El soldado en Y vinimos…)
Una noche.
Oscuridad
que acaba con todas las flores.
Una noche
de cien horas.
Por favor, no enciendas la luz,
el enemigo aún me está buscando.
NO SOMOS INMORTALES
El infierno debe ser
como la infancia de los feos,
con ventanas lacradas como las bocas de nuestras madres,
hablo de las madres que vivieron la posguerra
o se asomaron a un balcón de lumbre para encontrar a un hombre.
No hablo de dinero,
el dinero dejó de existir
cuando reconoció que sufría síndrome de Estocolmo por los bancos.
Quizá debería hablar de carreteras atascadas o capas de ozono,
pero no,
hablo del infierno de los justos,
ese que se aparece en los límites de la noche
o en mitad de un orgasmo,
ese infierno que está siempre en la masa del espejo.
El infierno debe ser
como un desamor de adolescente,
como una dentadura postiza cayendo sobre un sexo,
o como el dolor del cáncer.
Y no hablo de guerra,
la guerra es lo que nos queda siempre de la infancia,
la fruta que ningún verano consigue madurar.
Hablo del infierno que me araña
que es no poder gritar tu nombre a las alturas
porque los ángeles han bajado para arrancarme la lengua.
(de Notas al margen de Dios)
(De Notas al …)
Traía azúcar la tarde. Sol. Venía montado en mi silencio, en la inmortalidad de la nada, en la acera que permanece luna si no la pisas. Traía miel esa tarde. Sol. No pensabas estar conmigo. Traía la tarde una ausencia dulce como la cicuta.
(Un recluso de Auschwitz en Vía muerta)
No nos dejan taparnos la nariz,
y por compañerismo ahora silencio
que el olor de los hombres
no es humano.
El olor de los hombres cuando vuelan.
Los piojos van comiéndose a las ratas,
esas ratas arañan a mis hijos.
Yo no tengo comida.
Duermo con cinco más en medio metro,
no puedo masturbarme sin rozarles,
no puedo descansar.
Me despedí del agua hace ya meses,
igual que de tu boca,
y no puedo llorar porque la rabia
lo va secando todo,
como el humo.
(De "Los enemigos del alma" - Trilogía)
Tengo un oficio mentiroso,
infernal,
pero me gusta.
Esta labor de juntaletras,
juntapalabras, juntaversos,
esta pretensión alta
de tocar ese punto interminable
donde habita la espera…
Ya lo dije una vez:
mentira es la belleza sin los ojos azules
y la sonrisa amplia.
Y yo sigo escribiendo,
junto letras,
y busco esa armonía cadenciosa
raspando en el azul de la naranja.
La labor de pocero o cirujano,
hurgaheridas,
barrendero del alma,
fontanero,
es mentirosa, cierto, y me gusta.
Y nada es tan verdad como la lluvia
o el duelo de la sangre,
renuncias a mi voz en tu garganta
o al nombre que me diste un mediodía.
Un mundo de naranjas contenido,
un amor de naranjas,
el amor que te tengo,
diferente del otro que reparto
cuando la humanidad se despereza
a pesar de la lluvia,
a pesar de la sangre,
a pesar de los nombres que he tenido
desde que me rompí los dientes.
Igual que quien enciende la mañana
para olvidar el miedo
o fantasmas insólitos,
me arrodillo ante ti
y te pronuncio
con la boca vacía de asperezas.
Se me llena la boca con tu nombre
y el sabor suena tibio y afrutado
con un pequeño toque de mandorla.
Tu boca era áspera y redonda
por eso no entendí la oscuridad del tiempo.
Abrir de par en par mi océano de bronce
con vistas a lagunas sombreadas
y una casa con una sola cama
de risa y seda antigua...
Pasaron tantos días como sueños,
conseguiste olvidarme
y nació por mi pecho alguna encina.
(De "Naranjas robadas")
La mujer le ha robado a su escultura
una imagen cedida entre susurros-
Ha tardado tres días en ser bella
y se ha dormido pronto.
Existió una naranja,
pequeña como el mundo de tus ojos.
Fui incapaz de comerla
y la devolví al árbol nuevamente
por no verla morir entre mis manos.
Los amores de los días
equivocados
En el sueño
tus ojos se abrían a mis besos.
Cruce de savias salvajes.
El cielo lunar de tu boca
escondiendo palabras
a mi lengua.
Y en el instante final
un sabor de fruta madura
que absorbe el olvido
Los enemigos del alma
Hoy he matado por primera vez.
Hasta ahora mi misión era dejar caer resplandores
sin pensar en nada,
sin saber lo que alimenta a la luz.
Pero hoy he matado
con una bala de mi cerebro
al enemigo.
Era igual a mí,
y era el enemigo.
Además se parecía a aquel niño
que me rompía las puntas de los lápices.
He visto el miedo en sus ojos,
era el enemigo
y le he matado.
No sé porqué creí que podía ser difícil.
Album de fotos
Si borras todos los pasos, sólo queda un punto en el vacío.
Un punto que eres tú.
Un punto rodeado de nada.
Un punto por el que no se puede avanzar.
(Fotografía de carné).
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